Javier Biosca: «El presidente de Turquía tiene mucho interés en que los refugiados sirios regresen a sus hogares»
En «Sentirán el aliento de Turquía en la nuca: Secuestros, espionaje y guerra sucia en el país de Erdoğan» (Editorial Península), Javier Biosca analiza las dinámicas más oscuras y menos conocidas de la política nacional del país turco.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. (Crédito Obligatorio: Presidencia de Turquía).
Texto: David Valiente
“Me interesé por Turquía de manera casual. Hace años hice unas prácticas en un medio de comunicación con ciertos vínculos con el Movimiento Gülen. Cuando en 2016, se produjo el golpe de Estado contra el régimen, y el presidente Recep Tayyip Erdoğan señaló como culpable a Fethullah Gülen y sus acólitos, recordé que había trabajado con ellos en mis años de estudiante. Entonces, empecé a plantear preguntas y a interesarme por la política interna del país”, dice el jefe de sección de Internacional de El Diario.es, Javier Biosca.
En Sentirán el aliento de Turquía en la nuca: Secuestros, espionaje y guerra sucia en el país de Erdoğan (Editorial Península), Biosca analiza las dinámicas más oscuras y menos conocidas de la política nacional del país. “En su conjunto, el paisaje político es complejo de entender debido al movimiento constante de alianzas, unas se rompen, otras se fraguan y otras se vuelven a romper. La política turca te obliga a entrar en una espiral absorbente que tratas de conocer, pero nunca llegas al fondo del asunto. Por ello, con este libro he querido comprender el juego de poder, los actores relevantes que participan en él y las relaciones que imperan, para extraer las posibles decisiones que se están tomando y que repercutirán en el destino del país”.
Secuestros, asesinatos, intento de prevaricar mediante instrumentos internacionales, tráfico de oro… y así una larga lista de delitos. ¿Se puede caracterizar al Gobierno de Erdoğan de banda criminal estatal?
No lo calificaría de ese modo. Sin embargo, es innegable que se han producido una serie de actividades criminales condenadas tanto por el sistema judicial como por organismos internacionales. Un ejemplo es el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que se ha pronunciado en contra de las operaciones de los servicios secretos turcos. Aunque, para ser justos, Turquía no ha sido el único país en cometer estos delitos; se puede observar en sus secuestros ciertos paralelismos con las ‘entregas extraordinarias’ ejecutadas por Estados Unidos, las cuales implicaban transferir a individuos acusados de terrorismo de un país a otro sin que antes hubieran pasado por un proceso judicial o administrativo. En la misma línea, el término ‘terrorista’ ha sido empleado como una excusa para señalar a los opositores, una práctica que también el Gobierno turco parece haber adoptado de otros países.
El intelectual turco Zülfü Livaneli dice que Erdoğan es un producto de George W. Bush y de sus halcones. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Sin duda, Livaneli conoce profundamente la política interna de su país, pero no comparto esa idea. Es indudable que en los primeros años del Gobierno de Erdoğan, hubo una buena sintonía entre Ankara y Washington. Sin embargo, el dirigente turco es el resultado de la propia idiosincrasia turca, del estricto secularismo y laicismo que impuso Mustafa Kemal Atatürk y que encontró apoyos en la élite militar. De hecho, algunos analistas califican a Erdoğan de Atatürk antiatatürk, ya que ha empleado las mismas estrategias de Mustafa Kemal para imponer su idea de Estado-nación en Turquía. Tanto Europa como Estados Unidos depositaron sus esperanzas en que la nueva identidad turca sentaría las bases de un cambio democrático que los acercara al país a Occidente, alineándose con el objetivo original de Kemal Atatürk.
Sin embargo, la ruptura con el kemalismo comenzó en tiempos de Kenan Evren, cuando, tras el golpe de 1980, rehabilitó un islam moderado.
Se oye a los analistas decir que el ejército era el baluarte del laicismo; y es verdad, pero a menudo en sus análisis obvian que Kenan Evren empleó el islam a modo de pegamento social. Corrían los años de la Guerra Fría y la gran amenaza era el comunismo. Evren sabía que la sociedad se componía en su mayoría por fieles a Alá y se sentían cómodos con sus creencias. Por lo tanto, se creó lo que algunos denominan la síntesis turco-islámica, que no es otra cosa que la mezcla de nacionalismo y religión. La narrativa laica presenta inconsistencias y nos demuestra que las realidades absolutas no existen en Turquía; todo es más complejo de lo que parece.
¿A qué se debe, pues, la ruptura entre Erdoğan y Fethullah Gülen?
Como he comentado anteriormente, los análisis sobre la política y la sociedad turca no son tarea fácil; los posicionamientos de cada facción no son tan evidentes como en otros conflictos internos. Sin embargo, al comienzo de la carrera presidencial, Erdoğan parece haber estado alineado con Fethullah Gülen. El Gobierno y el Movimiento trabajaban conjuntamente, y este último ayudó a Erdoğan a consolidar su poder. No obstante, el presidente de Turquía empezó a sentir que Gülen y sus seguidores eran una amenaza (por motivos cuya veracidad es debatible), e intentó delimitar su poder golpeando donde más dolía al Movimiento: cerrando las escuelas, lo que les hizo perder una gran fuente de ingresos y de capital humano. Además, Erdoğan consideraba esos centros educativos una seria amenaza a su poder, ya que los egresados se podían infiltrar en las instituciones estatales relevantes e influir en la toma de decisiones. Entonces, en 2016, año del golpe de Estado, la guerra en la sombra que se había iniciado en 2013 salió a la luz pública. Erdoğan la instrumentalizó para eliminar cualquier oposición al régimen.
Erdoğan acusó a Fethullah Gülen de ser la cabeza organizadora del golpe de 2016. ¿Hay pruebas suficientes que lo demuestren como tal?
Lo que sí es evidente es que muchos gülenistas participaron en el golpe de Estado, tanto soldados que formaban parte del Movimiento, como civiles grabados entrando en las bases militares. De hecho, algunos analistas aseguran que fueron el grupo más numeroso y mejor organizado entre los involucrados en el golpe. Sin embargo, aún no se ha demostrado que el Fethullah Gülen y el Movimiento fueran los organizadores. El golpe fue perpetuado, según el criterio de algunos analistas, por sectores muy diferentes del estamento militar y la sociedad civil, que iban desde cadetes que cumplían órdenes de sus superiores hasta miembros de la élite secular que siempre estuvieron en contra del islam político, pasando por oportunistas que vieron una posibilidad de ascenso o de no perder su puesto de trabajo en el ejército.
¿Qué papel juega en todo esto el sistema judicial?
Por desgracia, Erdoğan controla casi en su totalidad el sistema judicial turco. Algunos de los fallos emitidos se pueden calificar de disparate, y han sido desmentidos o anulados por tribunales internacionales, aunque el presidente ha ignorado estas sentencias.
Erdoğan ha puesto muchos esfuerzos en domeñar al ejército; ¿a diciembre del 2024 se puede decir que lo ha conseguido?
No diría que haya logrado tanto, pero ya no es la amenaza que representaba en el pasado. El punto de inflexión en este asunto fueron los polémicos procesos de Ergenekon. En los juicios que se celebraron se presentaron todo tipo de pruebas falsas y manipuladas y, aunque muchas condenas terminaron siendo anuladas, la vieja élite militar había sido expulsada casi en su totalidad. El ejército siempre había supuesto una amenaza para los gobiernos civiles por las tentativas de sublevarse. No hay que ir muy lejos en el tiempo para encontrar un caso, en 2007, cuando el partido de Erdoğan, el AKP, quiso nombrar a un presidente de credo musulmán y además practicante, y el ejército amenazó con ponerse en armas. Así que hasta no hace mucho tiempo la amenaza ha estado presente, aunque ahora creo que ya está lejos de esos niveles.
Tras el terrible terremoto de 2023, la oposición se mostró esperanzada de que los mandatos de Erdoğan llegarían a su fin debido a la mala respuesta a la crisis y a la rampante corrupción que en gran medida fue la responsable de la catástrofe. ¿Qué ocurrió para que estas predicciones no se materializaran?
El terremoto de 2023 no representó una amenaza significativa a su carrera política, al igual que los graves casos de corrupción, las condenas de los tribunales internacionales, la red de secuestros internacional con la que comienzo mi libro. Por el momento, Erdoğan seguirá ocupando su cargo hasta 2028, un año clave para el destino del país, ya que debido a la reforma realizada en 2017, Erdoğan no podría presentarse para un nuevo mandato. Sin embargo, esto dependerá de cómo se interprete el vacío legal existente: si anticipa las elecciones, podría tener oportunidad de permanecer en el poder.
Sin embargo, Erdoğan ha perdido mucho apoyo popular, como los resultados de las últimas elecciones, las cuales se resolvieron en una segunda vuelta. ¿Considera que la popularidad del presidente continuará en descenso?
Erdoğan no ha perdido ni una sola de las elecciones a las que se ha presentado. Desde 2002 hasta 2018, logró mayorías absolutas en casi todas las ocasiones, salvo en 2015 que se llevó un pequeño susto cuando casi pierde la mayoría absoluta. Tres años después sí perdió la mayoría absoluta y se vio forzado a negociar con otras formaciones políticas, aliándose con la extrema derecha ultranacionalista, un sector que, en principio, no simpatiza con el islam político.
Bueno, en el pasado, el presidente Erdoğan también mantuvo una buena relación con los kurdos.
En efecto. Durante sus primeros años de mandato, inició un proceso de negociación que, a priori, resultó exitoso. Sin embargo, la cordialidad estalló por varias razones. Una de ellas fue la batalla de Kobane. Kobane, una ciudad ubicada en la frontera con Turquía, fue asediada por el ISIS y defendida por milicias kurdas. Erdoğan no permitió a voluntarios kurdos acudir en ayuda de sus compatriotas y los kurdos le acusaron de favorecer al Estado Islámico. En Turquía, se produjeron protestas por esta decisión que se saldaron con decenas de muertos y el encarcelamiento de varios líderes políticos kurdos. Pero hay otro hecho relacionado con las elecciones de 2015 antes citadas. En elecciones anteriores, los miembros del partido kurdo LHDP se presentaban individualmente a las elecciones, ya que temían no superar el 10% del umbral mínimo que estipula el sistema electoral y que les repercutiera negativamente. Sin embargo, en 2015 decidieron arriesgar y se presentaron de manera conjunta para así obtener una mayor representación y recursos. La apuesta les salió bien, lograron entrar en el parlamento superando el umbral de 10 % y haciendo que el partido de Erdoğan perdiera la mayoría absoluta. Entonces, Erdoğan se dio cuenta de que si el partido prokurdo tenía éxito, su formación, no. Además, en el suroeste de Turquía, el principal partido de la oposición carece de representación. En consecuencia, los votos se dividen entre el partido prokurdo y el AKP. Estos son algunos motivos por los cuales Erdoğan inició una persecución política contra estas formaciones políticas. De hecho, tras el terremoto, los kurdos fundaron un nuevo partido, DEM, porque Erdoğan consideró prohibir la participación de la formación anterior, HEDEP; una estrategia para eludir su ilegalización. Para ser justos, esta tendencia antikurda no es solo una característica del actual presidente, los grupos prokurdos han sido perseguidos y prohibidos a lo largo de la historia moderna de Turquía.
Por desgracia, Siria ha vuelto a la portada de los periódicos por la caída de Al-Asad a causa del avance de un grupo salafista y yihadista llamado Organización para la Liberación del Levante (HTS, siglas en árabe). ¿Puede estar Erdoğan detrás del avance de este grupo? ¿Qué intereses geopolíticos podría tener en el país vecino?
Es poco probable que tenga relación directa con este grupo, aunque algunas fuentes rebeldes han señalado que la inteligencia turca dio luz verde a la operación. Erdoğan ha sido un pilar fundamental en el apoyo a los rebeldes sirios, especialmente para el Ejército Libre Sirio. Los analistas coinciden al señalar que el presidente de Turquía tiene mucho interés en que los refugiados sirios regresen a sus hogares. No hace mucho, intentó negociar con Al-Asad su retorno. Sin embargo, el dirigente sirio condicionó cualquier diálogo a la retirada de las tropas turcas del norte de Siria. Esta ofensiva del HTS podría haber beneficiado a Erdoğan al proporcionar elementos adicionales para presionar en una eventual negociación, aunque, esta, por ahora, no parece que vaya a tener lugar.
Turquía ha adoptado una actitud polivalente frente a las guerras ahora mismo abiertas. En la invasión de Ucrania, ha desempeñado el papel de mediador, intentando lograr un acuerdo de paz. No obstante, en el caso de la guerra del Próximo Oriente, se ha posicionado claramente a favor del pueblo palestino.
Esto se debe a que Turquía está en búsqueda de una autonomía estratégica. Aunque es miembro de la OTAN y su membresía le posiciona en el lado de Estados Unidos y de la mayoría de los países de la Unión Europea, esto no ha sido un impedimento para intentar entenderse diplomáticamente con Rusia cuando la coyuntura lo requería. Por ello, en el conflicto de Europa del Este, Turquía ha actuado como intermediario, facilitando la salida del grano del puerto de Odesa. Quiere seguir bajo el paraguas de la organización atlántica mientras se acerca estratégicamente a un adversario en la región. En cambio, respecto al conflicto en el Próximo Oriente la cosa cambia: Ankara ha mantenido históricamente tensiones con Israel, lo que ha facilitado su papel como defensora de la causa palestina.