Javier Bardón: “En España denunciar la corrupción sigue siendo una forma de suicidio social”

El psicólogo clínico y escritor Javier Bardón rescata la historia de Ana Garrido en su novela «Ana contra Gürtel» (Alrevés, 2025).

Texto:  LP

 

Cuando Ana Garrido denunció la corrupción que anidaba en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, no imaginaba que el castigo llegaría desde el propio sistema que debía protegerla. Javier Bardón, psicólogo y escritor, rescata en Ana contra Gürtel (Alrevés, 2025) la historia real de la mujer que encendió la mecha del mayor caso de corrupción política en España. Una novela incómoda, necesaria y profundamente humana sobre el precio de decir la verdad en un país donde la honestidad sigue siendo un acto de resistencia.

 

¿Qué le llevó a interesarse por la historia de Ana Garrido y a decidir convertirla en una novela?

Yo estaba escribiendo otra historia sobre el sistema clientelar en el que estamos inmersos en la Comunidad de Madrid, ese sistema al que algunos llaman «capitalismo de amiguetes». Era una historia sobre el cuadro de Goya que Esperanza Aguirre tenía en casa. En la labor de documentación me topé con un vídeo de Ana Garrido. La recordaba perfectamente; su caso me había indignado allá por el 15M. A través de un contacto común la localicé y hablamos. Me pareció que su historia englobaba todo lo que yo quería contar, porque resume ese ecosistema en el que vivimos en Madrid, no solo en lo político, sino también en lo mediático y lo judicial. Es un ejemplo paradigmático de cómo funcionan las cosas aquí.

 

¿Cómo fue el proceso de ganarse la confianza de Ana para que compartiera detalles tan íntimos y dolorosos de su experiencia?

No fue un proceso fácil, porque ella tenía todavía la experiencia muy a flor de piel. Ana siempre dice que la gente habla de ella en pasado, como si la historia hubiera caducado, pero que ella sigue sufriendo las consecuencias de todo aquello. Y es verdad: todo lo que sucede hoy en su vida es consecuencia directa o indirecta de esa época. Al principio no podía hablar de las experiencias más dolorosas, por eso el libro arranca en un entorno más amable: Costa Rica, el lugar al que tuvo que huir. Desde ahí fuimos profundizando, aunque el final costó mucho. Tuve que viajar a su casa de Conil para poder cerrarlo. Manteníamos largas conversaciones telefónicas, pero a veces ella no podía continuar. Yo procuraba respetar sus tiempos.

 

Usted es psicólogo clínico además de escritor. ¿Cómo influyó esa formación en la manera de escuchar y narrar la historia?

Bastante, sobre todo en algunos pasajes de la misma. Durante la carrera y el máster yo me especialicé en psicopatologías laborales. Trastornos como el Burnout o el acoso laboral. Ana sufrió acoso en sus dos etapas. En la primera, mientras estuvieron al frente los responsables de la trama Gürtel, y después, cuando volvió de Costa Rica y era considerada como una «apestada» dentro del ayuntamiento. Eso en cuanto a la historia general, luego en los detalles también influye, aunque, como les digo siempre a mis alumnos, la Psicología es como la cocina de un restaurante. Es donde se preparan los platos, pero al cliente, en este caso lector, no siempre le interesa lo que pasa en la cocina, lo que le interesa es que el plato esté bueno.

 

¿Qué le sorprendió más durante la investigación sobre la trama Gürtel que quizá no había trascendido en los medios?

Muchas cosas. Sobre todo la profundidad de la trama y su conexión con múltiples ámbitos, la política, la judicatura, la prensa. También me sorprendieron muchos flecos de la personalidad de Ana, pero para entender esto hay que leer el libro. En el libro no se cuentan ciertas anécdotas porque ya harían de todo increíble la historia, decidí no incluirlas para no erosionar la credibilidad general de la historia. En el caso de Ana —como en tantos otros— la realidad supera a la ficción.

 

El libro está narrado como si Ana hablara con un periodista ficticio. ¿Por qué eligió esa estructura y qué aporta al relato?

En Costa Rica, Ana conoció a un corresponsal del The Economist. Se hicieron amigos. Me basé en eso para crear a este segundo personaje que permite hacer ciertas reflexiones que, en boca de Ana, no resultarían creíbles. Por otro lado, la historia de Ana no se entiende sin el papel de la prensa, tanto para bien como para mal. La prensa, el cuarto poder, es fundamental en el engranaje político y no siempre para bien. En el caso de Ana, probablemente, le salvó la vida, pero también contribuyó de una manera fundamental a su enfermedad.

 

En su opinión, ¿hasta qué punto la corrupción en España es sistémica o cultural, como plantea la obra?

Habría que empezar por definir qué entendemos por corrupción, porque es un término que se utiliza a menudo como comodín. Sin embargo, hay muchos tipos. En el libro hablo de la corrupción mediática —la de alta intensidad, la que ocupa los titulares—, pero también de una corrupción de baja intensidad, la del día a día, en la que muchos participamos, por acción, por omisión o porque, a veces, ni siquiera somos conscientes de ella. Vivimos en un sistema clientelar, eso sí forma parte de nuestro sustrato cultural. Pero hay distintos grados de corrupción, y como en la política, no todos son iguales.

 

Ana lo perdió prácticamente todo tras denunciar. ¿Cree que nuestro país protege adecuadamente a los denunciantes de corrupción?

Rotundamente no. No conozco a ningún denunciante cuya vida haya mejorado para bien después de la denuncia. La corrupción desde dentro del sistema, la corrupción del «whistleblower», es importante, porque la mayoría de casos de corrupción no se destapan desde fuera, sino desde dentro. Lamentablemente esta gente sufre persecuciones, como en el caso de Ana, y tiene que pagar un precio alto por denunciar. La historia de Ana es paradigmática de cualquier denunciante de corrupción, a todos les pasan cosas parecidas.

 

El caso Gürtel marcó un antes y un después en la política española. ¿Qué cree que hemos aprendido realmente como sociedad?

No lo suficiente. El caso Gürtel supuso, a la postre y después de mucho desgaste, la caída del gobierno de Mariano Rajoy. Pero la corrupción sigue sin tener el coste político que debería tener, y a los hechos me remito. En la Comunidad de Madrid, sin ir más lejos, hay muchos casos de corrupción que apenas tienen coste en las urnas.

 

¿En qué se diferencia la escritura de esta obra, basada en hechos reales, de la ficción pura?

La historia ya está dada. Los raíles por los que transcurre la novela son los que son, ahí hay poca posibilidad para introducir ficción. Eso tiene sus ventajas y sus desventajas. Para mí, como escritor que ama la ficción pura, fue una limitación, pero por otra parte un aprendizaje. Siempre hay resquicios por donde asomar la ficción, si bien, en este caso, como ya dije, la realidad era tan espectacular que tuve incluso que recortar ciertos pasajes para que lector no pensara que eran un desvarío. La historia de Ana es alucinante, como refleja la portada, es la lucha de una persona contra el sistema.