Increíble pero cierto: Premio Nacional al Fomento de la Lectura para la revista Librújula

La revista de libros nacida en 2015 ha obtenido el premio del fomento a la lectura que concede el Ministerio de Cultura en la categoría de medios de comunicación y el Colegio Público Andalucía de Sevilla ha sido galardonado también con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura. Han llegado al número 50 en papel y parece que siguen.

Texto: Sabina Frieljudssën   Fotografía: Asís AYERBE

 

Ayer a mediodía sonaba el teléfono en casa de Antonio Iturbe y Susana Picos, director y directora adjunta de la revista Librújula con uno de esos números de muchos dígitos claramente sospechoso. Podía ser una falsa empresa de encuestas, podía ser un teleoperador para venderte un sistema osmótico para filtrar agua, podía ser una empresa de telefonía con sus ofertas cansinas. Pero era el ministro de cultura, Miquel Iceta, para comunicar que el jurado designado había concedido el premio del fomento a la lectura a la revista Librújula. Una alegría para una revista de libros que ha de pedalear mucho para sacar la cabeza con sus historias sobre libros en medio del ruido y la furia mediáticos.

Librújula nació en el año 2015 cuando el entonces director de la revista Qué Leer, Antonio Iturbe, el subdirector Milo Krmpotić y el responsable de fotografía, Asís Ayerbe dejaron la revista debido a la gestión nefasta de los empresarios de MC Ediciones, que dejó a un montón de trabajadores en la calle, un montón de colaboradores sin cobrar y montones de nóminas y facturas sin pagar. Con ellos se fueron casi todos los colaboradores: Antonio Lozano, Begoña Piña, Paco Luis del Pino, Enrique Villagrasa, Isabel Llauger, Manu González… Y decidieron armar una nueva revista de libros a la que bautizaron como Librújula. Susana Picos se ocupaba de las suscripciones y lo que fuese surgiendo y al paso de los años ha ido tomando cada vez más las riendas de la revista hasta ser quien lleva el peso del día a día de la publicación.

Arrancó primero la edición digital y en mayo de 2015 apareció el número 1 con Michel Houellebecq en la portada, “nuestro villano favorito”. Esa frase es de Alfonso Zapico, una de las primeras incorporaciones de la nueva etapa, que diseñó el logo de la revista y unas cuantas cosas más. Hallina Beltrao, José Luis Espina, José Manuel Gutiérrez,Roser Herrera, Javier Pintor, Antonio Torrubia, Antón Castro, Bernardo Gutiérrez, Anna Maria Iglesia o Javier Aparicio también se embarcaron.  Y muchos otros en estos años que han navegado alguna temporada con nosotros y han contribuido a ser lo que somos. Al final, una revista solo es un concepto en el aire, cuatro ideas esbozadas una mañana; su única materia es la gente que la hace posible.

En ese número de mayo de 2015 la revista nacía con poco capital y en medio de la incertidumbre. Hacer revistas de libros en papel no parecía un negocio que interesase a los fondos de inversión de Wall Street. Pero encontraron apoyos mucho mejores. Aceptaron ser los padrinos de su bautizo los escritores Rosa Montero y Javier Marías con un diálogo público en Barcelona que ya queda para la historia. Iturbe me dice que “no hay palabras para expresar cuánto echamos de menos a Javier Marías, que no era de palmaditas en la espalda, ni de aspavientos ni de emoticonos, pero que siempre estaba ahí cuando lo necesitabas”.

En estos años han querido contar sobre libros pero también que los contaran sus propios autores. Dar voz a los escritores. Han realizado cerca de 300 entrevistas a escritores. Una lista en la que podemos encontrar autores de todo el arco de la escritura, desde los más experimentales a los más comerciales. Máximo respeto por todo tipo de opciones de lectura.

La filosofía de Librújula se ha resumido durante sus 50 primeros números con el lema, un poco ampuloso: “periodismo de libros magnético” que se descolgaba en la portada debajo del logo. Porque no querían contar las cosas de manera rutinaria. Si a todos ellos la lectura les había aportado los momentos más intensos de su vida les había hecho vivir aventuras extraordinarias, no podían contar los libros como un notario recitando la escritura de un parking. Tenía que ser periodismo… pero magnético. Con capacidad para magnetizar a quien lo lea.

Ellos lo sabían: en el siglo XXI el periodismo informativo ha de ser digital, eso no admite discusión. Puedes dar la noticia antes, corregirla cuantas veces sea necesario, actualizarla, complementarla con vídeos y audios. Sin embargo, enseguida se dieron cuenta de que en la selva de internet se extraviaban: demasiado grande, demasiado veloz, demasiado difícil generar ingresos para una pequeña revista digital de libros. Krmpotić reconoce que nunca iban a ser los primeros en dar una noticia, siempre habría medios con redacciones amplias, con abono a agencias de noticias que los inundarían de datos, con corresponsalías que les harían llegarían antes que nosotros. . Al fin y al cabo, si el periodismo se caracteriza por la rapidez, quizás lo que ellos hacían no es periodismo. En todo caso, hacen un periodismo de butaca, para leer cuando no se tiene prisa, más de merodeo que de líneas rectas. Lo que hacen está más cercano a la literatura que a la información.

Finalmente, pusieron en marcha una edición bimestral en papel junto a la edición digital. Y así empezaron a caminar, con un pie en el viejo papel y otro en internet. La alianza con el Diario Público, una cesión de tráfico que hace que la noticia diaria de Librújula aparezca en la web del periódico, hace que las noticias de su edición digital tengan una cierta visibilidad. Más de un millón de páginas vistas el año pasado. Por su parte, la edición en papel (de venta por suscripción a gente inteligente, y también en quioscos atrevidos y librerías elegantes) sigue marcando el paso cada dos meses con puntualidad.

Justamente, el premio coincide con la celebración del número 50 de Librújula en papel y un cambio de diseño gráfico a cargo del gran Asís Ayerbe, calibrado por el infalible Milo Krmpotić bajo la atenta mirada de Susana Picos y la más distraída de Iturbe. Si fuesen los Cuatro Fantásticos, Asís sería la Antorcha Humana: incendiario, volador, juguetón. Susana la Chica Invisible: discreta, la bajista del grupo, en la tramoya pero tenaz. Milo sería Mr. Fantástico: organizado, sensato, con brazos que se estiran para llegar a todo. Iturbe sería La Cosa: unas veces melancólico y otras impulsivo, medio intelectual y medio macarra. Cuando los veo reunidos, me llama la atención que los cuatro son muy distintos entre sí, que casi nunca están de acuerdo, que ven las cosas de manera diferente, pero me doy cuenta de que hay un rasgo que los une y explica que lleven tantos años remando juntos: la lealtad. Te das cuenta de que pueden discutir, enfadarse, hacer aspavientos… pero juntos hasta el final.

Entre tantos baches del día a día, el Premio del Fomento a la Lectura me cuentan que es un empujón económico (parece que está dotado con 30.000 euros) y también moral. Muchos años hablando de libros, de lectura y de historias que les causan asombro. Y dicen que siguen.