Ian Morris: «La geografía es prácticamente inmutable, pero los seres humanos tenemos la capacidad de elegir nuestro destino»
El historiador Ian Morris desgrana la historia completa del Reino Unido en «Geografía y Destino: la lucha por el poder entre Gran Bretaña, Europa y el mundo» (Ático de los Libros).
Texto: David Valiente
Ian Morris, historiador y arqueólogo, disfruta indagando en los pasajes de la historia global. De hecho, sus dos libros más conocidos ¿Por qué manda Occidente… por ahora? y Guerra, ¿para qué sirve? son buena prueba de su afición por analizar la historia para responder a los paradigmas actuales. Su nuevo ensayo, Geografía y Destino: la lucha por el poder entre Gran Bretaña, Europa y el mundo (Ático de los Libros) sigue la línea de los anteriores y desgrana la historia completa del Reino Unido.
La geografía se ha presentado como una barrera que el ingenio humano ha sabido sortear, como nos muestra en el ensayo. Los avances en ciencia y en tecnología son cada vez más refinados. ¿Cree que llegará el momento en que la geografía jugará un papel secundario en los análisis históricos?
La historia nos muestra cómo el papel de la geografía se ha ido empequeñeciendo con el paso del tiempo. Cuando los primeros seres humanos poblaron la Tierra, su velocidad de desplazamiento era de cuatro o cinco kilómetros por hora. Hace doscientos años, el trayecto entre San Francisco y España se cubría en dos meses; hoy en día, se realiza en doce horas. Sí, la geografía va reduciéndose y las diferentes regiones del mundo se van aproximando. Los avances tecnológicos han jugado un papel fundamental. Por ejemplo, gracias a la impresión 3D, yo mismo podría montar un coche en el garaje de mi casa. Si el desarrollo continúa produciéndose al mismo ritmo, la geografía acabará desempeñando un papel aún menos importante en el futuro.
Es curioso comprobar cómo un pequeño archipiélago que ni siquiera está situado en una zona de alto potencial geopolítico como Gran Bretaña llegó a construir un imperio inmenso y jugó un papel preponderante en la historia del mundo.
Cierto, Gran Bretaña se ubica en una esquina de Europa y en la antigüedad las ideas nuevas provenientes de la India y China llegaban allí en último lugar; ocurría lo mismo con los flujos migratorios. Sin embargo, en el siglo XV esta situación empezó a revertirse debido, sobre todo, a dos cosas: las nuevas tecnologías de navegación y la voluntad gubernamental de comprometerse con las actividades marítimas. Los galeones, que contaban con una mayor autonomía de navegación, les permitieron controlar simultáneamente el canal de la Mancha y surcar el océano hasta las costas americanas, lo que se tradujo en la construcción de nuevos sistemas económicos, la apertura de mercados y la posibilidad de comerciar con mercancías antes desconocidas. Por primera vez en la historia del país, el Gobierno se comprometió con la empresa marítima y tuvo la capacidad de convencer a toda la sociedad, desde los más pobres hasta los más pudientes, de la importancia que el control de las aguas tenía para los intereses del país. De este modo, una parte de los impuestos se pudo destinar a la construcción y el mantenimiento de una gran flota. No obstante, en el siglo XVII, Gran Bretaña libró una guerra civil. Se le presentó el gran dilema de elegir entre acercarse a los católicos- o lo que es lo mismo, estrechar lazos con el continente- o navegar libremente el Atlántico, una postura defendida por el protestantismo. Sin duda, este conflicto marcó la futura política exterior del país, pero además demuestra cómo los seres humanos tienen la capacidad de elegir su camino ante la serie de condicionantes que se les presenta. De hecho, si volviera a escribir el libro, lo titularía ¿La geografía como destino?, porque, es verdad, la geografía es prácticamente inmutable, pero somos los seres humanos quienes elegimos nuestro suerte.
¿Cómo llegó Gran Bretaña a la conclusión de que su imperio sería una talasocracia?
Los ingleses empezaron a despreocuparse de los conflictos que acontecían en el continente. ¿Qué importancia podía tener para sus intereses el enfrentamiento entre protestantes y católicos? Lo veían como algo lejano. En cambio, mostraban verdadera preocupación cuando algún país trataba de construir una armada que pudiera superar el poder de la británica. A lo largo de la historia de Europa, hemos visto a algunos de sus líderes- como Luis XIV, el káiser Guillermo II, Hitler o Stalin- embarcarse en la construcción de una flota capaz de inutilizar a la Armada británica y arrebatarle el control de los mares. Durante cuatro siglos, este ha sido el esquema de seguridad que han adoptado los británicos y posteriormente heredado por los Estados Unidos. De hecho, en la actualidad, los chinos sienten lo mismo que a principios del siglo pasado sintieron los alemanes: que su país se encuentra encajonado y con pocas posibilidades de proyectar su poder al exterior. Los funcionarios de Pekín saben que, para lograr una mayor proyección, primero deben desafiar la primacía de Washington sobre los océanos.
Todo lo que acaba de explicar en las dos respuestas anteriores me recuerda mucho a los planteamientos geopolíticos del almirante estadounidense Alfred Mahan…
Algunos de los principios que acabo de comentar están recogidos en su libro de 1890 The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783. Sin duda, la labor teórica de Mahan es muy importante porque expone los principios de la guerra naval y revisa la historia del poder marítimo británico. Estas miradas retrospectivas son de gran valor porque, al estar inmersos en el presente, no somos conscientes de su impacto. El almirante analiza los errores y los aciertos de la Armada británica para que futuras generaciones puedan trabajar a partir de principios comprobados. El libro muestra lo distinta que es la guerra en el mar, donde lo fundamental es cortar las líneas de comunicación. Aun con sus ciento treinta años, sigue siendo una obra de referencia: es una de las primeras lecturas que hacen los diplomáticos de Pekín.
En el libro presenta el mapa elaborado por el geógrafo Halford John Mackinder, en el que muestra la importancia que para la geopolítica del momento tenía lo que él denominó heartland, compuesto en su mayoría por los territorios de Asia Central. Sin embargo, en el siglo XXI, se observa como la atención geopolítica se desplaza al Indopacífico. ¿Siguen teniendo relevancia las propuestas teóricas de Mackinder?
En su intento de comprender el funcionamiento de los grandes imperios de la antigüedad, Mackinder se dio cuenta de la importancia que tuvieron las grandes masas continentales para su desarrollo territorial. El control sobre el heartland y la destreza de sus jinetes en combate permitieron a Gengis Kan y los suyos extender su dominio hasta los confines de los continentes. Sin embargo, y en esto también reparó el geógrafo, con la llegada de la Edad Moderna, los grandes imperios comenzaron a formarse en las periferias de Eurasia. Británicos y japoneses, asimismo, buscaron proyectar su poder sobre el mundo, pero a falta de una posición estratégica favorable, se apoyaron en los avances tecnológicos. Gran Bretaña llegó a la India por mar y, desde allí, gracias a la construcción de vías férreas, consiguió controlar un vasto territorio. Por supuesto, el mapa planteado por Mackinder tiene valor en su contexto, pero no creo que el heartland esté perdiendo importancia geopolítica. Los líderes chinos leen con avidez a Mackinder y en Occidente se le sigue teniendo en cuenta en los análisis y estudios de la realidad internacional. Si se compara detenidamente la época de Mackinder con la nuestra, se aprecian elementos análogos. Estados Unidos despliega su soberanía absoluta sobre el Pacífico, llegando casi a las costas chinas. Por supuesto, China quiere hacer frente a este poder, pero sabe que su armada todavía no está preparada para enfrentarse a la flota estadounidense. Por ello, su estrategia para expulsarla de las proximidades de sus costas se basará en el empleo de submarinos y misiles. En resumidas cuentas, los principios teóricos de Mackinder siguen vigentes, aunque, obviamente, con matices y adaptados a la actualidad.
En este mundo multipolar, ¿qué lugar ocupa Reino Unido?
Esta misma pregunta llevan haciéndosela los británicos hace mucho tiempo, aunque hoy resurge con más urgencia. Durante la Primera Guerra Mundial, Londres comprendió que la mayoría de sus ofensivas y contraofensivas en el campo de batalla solo eran posibles con el apoyo financiero de Estados Unidos. Los británicos se dieron cuenta de su dependencia del dinero estadounidense. En los años 50, ya era más que evidente que, sin el apoyo de Estados Unidos, no podían mantener su poder, y esto quedó definitivamente patente con la crisis del Canal de Suez. En 1956, Gran Bretaña tomó la iniciativa en política exterior y se vio envuelta en un conflicto con Egipto. La respuesta de Estados Unidos fue dejar de respaldar a la libra esterlina en los mercados financieros; el mensaje era claro: si sois independientes en vuestros asuntos internacionales, también podéis serlo en vuestra política financiera. Los británicos se replegaron. En el seno del Gobierno se planteó una pregunta: ¿qué hacemos ahora? Entonces, centraron su atención en una Europa que, ya en la década de los cincuenta, estaba en plena construcción de un prototipo de unión. La situación cambia por completo: si antes solo intervenía en los asuntos europeos para evitar que ninguna potencia continental los superara, a mediados del siglo pasado sentían la presión de no quedarse fuera de un proyecto que prometía ser muy importante en el futuro. El vecino molesto, de pronto, dejó de serlo. Reino Unido entró en una situación compleja porque, además de mantener una relación de cierto privilegio con Estados Unidos, se convirtió en un actor clave en Europa. Y vuelve a surgir la pregunta: ¿cuál es el papel de Reino Unido? Hacer de enlace entre Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, con la caída del Muro de Berlín y la ampliación hacia el este de la Unión Europea, algunas personas empezaron a defender la salida de la Unión. Este pensamiento se materializó en el Brexit. Ahora mucha gente ha cambiado de postura porque la situación es mucho más compleja debido a que las grandes masas de dinero no solo se encuentran en Estados Unidos y la Unión Europea, sino que otros países, como Japón y China, también manejan enormes flujos financieros. En este mundo, ¿dónde se situaría Gran Bretaña? Estamos tratando de dar respuesta a esa pregunta. Lo que sí es seguro es que mucha gente se ha dado cuenta de que cometieron un gran error al salir de la Unión Europea.
¿China es una amenaza para Occidente?
En las últimas décadas, China se ha convertido en una fuente de progreso económico no solo para los propios chinos, sino también para Occidente. Sin embargo, hemos comprendido que Pekín alberga ambiciones propias que, posiblemente, no estén alineadas con la agenda occidental. En Occidente se ha planteado qué hacer con China. Unos son partidarios de establecer medidas de contención similares a las empleadas con la Unión Soviética, mientras que otros se muestran partidarios de colaborar e intentar que los planes chinos se amolden a la visión occidental del mundo. El impacto de China repercute, sobre todo, en Estados Unidos y en el Indopacífico. De hecho, los países de esta región fueron los primeros en darse cuenta de la amenaza que podía llegar a suponer China: por un lado, es el principal socio económico, pero ese mismo poderío financiero inspira miedo.
¿Por qué inspira miedo?
China no ha desarrollado su soft power (poder blando) a los mismos niveles que Estados Unidos, Reino Unido o Francia en el siglo XIX. Pekín no infunde la misma atracción intelectual y cultural que París. De momento, China no posee la capacidad de convencer al resto de naciones de que su mayor implicación en los asuntos internacionales no supone una amenaza para el bienestar de los pueblos. Occidente tiene muy presente que es un socio económico y un rival militar. Desde la guerra de Vietnam de 1979, los chinos no se han involucrado en ninguna guerra a gran escala ni han emprendido medidas agresivas para forzar la retirada de la influencia occidental del océano Pacífico. En unos años es posible que China consiga desprenderse de la influencia de Estados Unidos; entonces, quizá, podremos ver acciones más contundentes.