«Horizonte tardío»: el caleidoscopio peruano de Ernesto Escobar Ulloa

El escritor peruano, residente en España, Ernesto Escobar Ulloa publica «Horizonte tardío» (Editorial Comba).

 

Texto: Camilo Bogoya

 

Si tuviera que reducir Horizonte tardío, la novela de Ernesto Escobar Ulloa, a una sola frase, optaría por el imperativo de Rimbaud: ser absolutamente moderno. ¿Qué significa esta exigencia para una novela del siglo XXI? En el caso de Horizonte tardío, implica dos cosas. La primera es la propuesta de una novela que escapa a toda fórmula preestablecida, un artefacto que no se deja encasillar en etiquetas. ¿Cómo definirla entonces? Creo que estamos ante la novela de una generación que no puede ser representada por otro fresco que no sea el de la droga, la guerrilla, la música, la paranoia, el sexo, la poesía, el Perú siempre en efervescencia y desorden. Pero no se trata solo de eso. También es una novela que aborda las clases sociales y toca incluso el racismo en los medios universitarios de Estados Unidos; es una novela sobre el riesgo; es una breve historia del heavy metal; es una narración sobre el Perú y la guerra contra Sendero Luminoso; en fin, es varias novelas dentro de una sola.

Para que este prisma de relatos múltiples funcione, se necesita una sólida estructura. En Horizonte tardío, se trata de un diálogo. El narrador, Ezra Martín Yauri, le cuenta su vida a Aurora, editora que se encuentra hospitalizada, convaleciente tras un posoperatorio. Se cruzan así dos escenas, el presente del relato en España, en Madrid, donde el narrador vive, convertido en profesor de español y en periodista cultural, y el pasado, las historias peruanas que cuenta Ezra, en especial el viaje a Puerto Fiel, a la edad de veinte años, en un diciembre que está a punto de concluir.

El juego entre un ir y venir que enlaza a América con Europa, que enfrenta en un juego de espejos al joven peruano con el inmigrante adulto, constituye el andamiaje que sostiene a Horizonte tardío. A partir de este desdoblamiento, cada época se expande o se encoge según las urgencias narrativas, tejiendo un diálogo en el que las vivencias se comentan o se dejan hablar por sí solas.

La parte peruana de la novela es un auténtico bildungsroman. El narrador, Ezra, a quién también llaman Zero, es un descendiente directo de las novelas de formación. En su nombre de poeta se cifra su destino. Para él, la vida solo puede entenderse y vivirse como un filme o una novela. Siendo adolescente, Ezra descubre en la escritura y la música un lenguaje para traducir la experiencia. El viaje que emprende el narrador a Puerto Fiel, unos años más tarde, permite desarrollar toda una gama de conflictos y aprendizajes, y anclar este bildungsroman en otro subgénero, el de la novela de carretera.

Un segundo elemento me vuelve a remitir al imperativo de Rimbaud. Ser moderno en Horizonte tardío significa escuchar otras voces. Uno de los capítulos más interesantes es el diario de Rut, que marca un giro en la novela. En este punto, nos adentramos en la intimidad de la novia de Ezra, y la novela se convierte en otro bildungsroman: la lucha de una joven por alcanzar su independencia y emanciparse del deseo masculino. En estas páginas en las que se tachan frases para dar la impresión de un doble texto y para hacernos sentir el instante mismo de la escritura, Escobar Ulloa indaga en los círculos universitarios, en las pasiones de un mundo que navega entra las drogas, el placer y la búsqueda de identidad. La novela incluye además un anexo, el cuento de Luna. Dichas escrituras femeninas le dan espesura a la novela, transformándola en una exploración más vasta y arriesgada. Estas incursiones experimentales multiplican las posibilidades del género, ya que a partir de los cambios de narrador la novela gana en interés, creando un efecto de caleidoscopio y enriqueciendo la mirada sesgada que podríamos tener sobre los personajes.

En Horizonte tardío, la literatura palpita constantemente sin que las referencias pesen como un lastre que sofoque la narración. Al contrario, la biblioteca está presente para entrar en tensión con la misma historia. En este sentido, los Cantos de Pound se confunden con la poesía visionaria de Rimbaud, una amalgama en la que resuena El guardián en el centeno de Salinger, cuyo personaje, Holden Caulfield, comparte con Ezra el desencanto y la errancia. No solo las obras, sino el sistema literario y el campo cultural españoles se convierten en un centro de atención, vistos bajo una óptica crítica e irónica. Escobar Ulloa se burla de los estereotipos trasatlánticos y lanza algunos dardos contra el mercado editorial. En este ajuste de cuentas, el narrador se enfrenta a los poderes y las estructuras dominantes de un sistema cuyas leyes se alejan del impulso vital de escribir, haciendo evidente la supremacía de las influencias, los padrinazgos y los grandes capitales.

Finalmente, hay un elemento más que sintetiza el alcance de esta novela. Sin lugar a dudas, el gran personaje de Horizonte tardío es el lenguaje: una novela eminentemente oral, un viaje a través de una rica y fresca oleada de giros lingüísticos y expresiones, una fiesta del habla de principio a fin. La oralidad es el gran protagonista. Ser absolutamente moderno significa escuchar un español que fluye sin restricciones, que se pasea con libertad por las dos orillas del Atlántico, manteniendo la naturalidad de los hablantes y alejándose de cualquier rigidez. Una lengua profundamente local y a la vez global, en ambos casos viva, sin pergaminos ni ceremonias, una lengua que desemboca en el ritmo y el brillo de la novela. Horizonte tardío se acaba, el lector llega a su punto final, pero no se termina aquella fiesta del habla que sigue resonando. Así funciona la literatura, un río que a veces parece seco y nunca deja de fluir.