Guillermo Saccomanno: «Escribir es un trabajo de culo en silla»
Guillermo Saccomanno, premio Alfaguara 2025 con la novela «Arderá el viento» (Alfaguara).
Texto: Dafne Rocamora Foto: Wikipedia
Desde una de las elegantes salas del Hotel Villa Real en Madrid, el escritor argentino Guillermo Saccomanno nos habla de su nueva novela Arderá el viento, ganadora del premio Alfaguara 2025. Oscura, polifónica y llena de hipocresía, la historia es un festín de instintos primarios donde un pueblo entero juzga a sus vecinos sin mirarse primero el ombligo. Sentado cómodamente en un sillón, con un café cortado sin azúcar, Saccomanno responde de forma concisa y contundente. El autor nos habla sobre su experiencia como escritor y sobre la visión de su novela, un libro que gira en torno al dinero, el sexo y la corrupción que se desarrolla en un pueblo costero de Argentina.
Todos los personajes de Arderá el viento parecen estar corrompidos. Sexo, dinero, poder…, ¿crees que esto es lo que mueve el mundo?
No sé si es lo que mueve el mundo, pero es lo que mueve a los personajes de mi novela. El deseo, la ambición, una imagen falsa de cada uno y de sí mismos… Se creen más que lo que pueden. Quieren cagar más alto de lo que les da el culo. Son capaces de venalidades y de canalladas con tal de lograr sus objetivos. Todo esto es lo que se encuentra en el sistema de mi historia y, al final, es la misma ecuación que mueve el capitalismo actual.
La voz narrativa que utilizas es una voz colectiva, un «nosotros» que apela incluso al lector, ¿por qué?
Me interesaba enfocar la novela desde una perspectiva que no sé si llamarla polifónica o coral. Eso de que todo un pueblo contara la vida de alguien y que, a su vez, esos chismorreos dieran forma a la vida de una persona. Porque cuando vos llegás a un lugar nuevo, todo el mundo te arma una historia sobre el vecino, la tendera, el profesor de escuela… incluso sobre vos mismo. Se empieza a tejer una historia que no es la tuya propia, pero que de alguna forma se empieza a parecer a las que todos quieren que sea. La relación dialéctica entre unos y otros consigue que la invención se convierta poco a poco en verdad. Y así se urden maldades, canalladas, miserias, riquezas… Ya todo es exagerado: es exagerado lo que piensan unos, lo que creen otros y, al final, nada se parece al personaje real porque, si ya es difícil conocerse así mismo, mirá si vas a conocer a los demás.
Lo que dicen y lo que callan los personajes secundarios sobre los protagonistas guía de alguna forma la historia. ¿Crees que el lector se dejará influenciar por estas voces o tendrá su propio lado crítico para juzgar a los personajes?
Lo que yo digo en el libro no es otra cosa que eso: todos opinan, todos juzgan, todos arman un tejido de opiniones que se parecen más a la difamación que a la verdad. Esto es un libro de chismorreos y yo intuyo, profetizo incluso, que como pasó con Cámara Gesell, acá todos se van a estar buscando. Y muchos lectores se van a encontrar en los personajes a pesar de sí mismos, sin tener nada que ver. Me pasó que una mujer me acusó de que yo me metía con su vida sexual. Y no fue así. Era que yo me había inventado la historia de un cura que tenía relaciones con una embarazada casada. ¿Me podés decir en qué pueblo el cura no tiene alguna aventura con una vecina de la parroquia? Yo no he inventado nada. Si la mujer se dio por aludida es porque tenía el culo sucio.
La novela se ambienta en una ciudad real de Argentina, Villa Gesell, ¿por qué motivo elegiste esta localización?
Que elija este paisaje en concreto es porque me parece muy interesante el concepto de un pueblo costero fuera de temporada. En verano es el momento del estallido demográfico, pero en otra estación el pueblo se muestra en toda su crudeza, a su favor y en su contra. Además, en estos meses tenés el paisaje para vos mismo: el bosque, el mar con las sudestadas, las crecidas… La violencia del mar y la luz reflejada en él. En invierno, ver los días de sol pleno sobre ese mar es una imagen única.
Ya habías utilizado este paisaje anteriormente, ¿verdad?
Sí, en ella hago transcurrir varias de mis ficciones. Primero escribí un ensayito histórico sobre él, y después un novelón de casi 600 páginas titulado Cámara Gesell donde también contaba historias del pueblo. Cuando este libro apareció, los habitantes de Villa Gesell casi me querían matar. ¡Me amenazaban! Salió la obra, pasó el tiempo y me nombraron figura ilustre de la cultura del lugar. Primero me quisieron linchar y después esto. Ahora surgió esta otra historia como más redonda, más completa. Y no importa si está basada en personajes reales, porque todo es ficción. Así que me parecía que este escenario de La Villa, aunque ya lo había usado antes, era una territorio todavía por explorar y un lugar interesante para poner personajes a funcionar. Además, todo escritor tiene como sueño la creación de un pueblo, tener un lugar ficcional donde puedan transcurrir todas sus historias. Lo hizo Faulkner con Yoknapatawpha, García Márquez con Macondo, y Onetti con Santa Maria, entre otros, y como ellos son mis maestros, yo creé La Villa a partir de este pueblo argentino.
¿Qué averiguaste de este pueblo antes de sentarte a escribir?
Cuando me fui a vivir a este lugar me interesé por conocer el origen del pueblo, de dónde venía su historia. Villa Gesell es uno de los pueblos más nuevos de la costa, del año 39, y tiene toda una historia mitológica a su alrededor. Al principio fue un balneario, una especie de colonia alemana, y terminada la II Guerra Mundial se rumoreaba que ahí había nazis escondidos y que de noche se anclaban los submarinos de este bando en sus aguas. Como toda mitología, esto puede tener algo de verdad, pero es imposible de comprobar hoy en día. Además, muchos criollos también habían formado parte de la fundación del pueblo, y después hubo distintas migraciones de italianos, españoles, polacos… Cuando yo hice la primera investigación sobre Villa Gesell me di cuenta de que quien más sabía de la historia era el sepulturero. Cuando fui a entrevistar a este hombre me odiaron en el pueblo, porque primero, ¿quién era yo para preguntar? Y segundo, ¿quién era el sepulturero, alguien ágrafo e iletrado, para hablar?
Llama la atención la estructura de la novela. La historia está dividida en capítulos de apenas una página y media cada uno, ¿cómo trabajaste en ella?
A mí lo que me pasa es que me pongo a escribir, a veces, sin ningún plan. Cuando me encuentro a la mañana siguiente con el texto digo: ¿a ver esto dónde estaba? ¡Ah, pues estaba acá! Y de acá puedo saltar a esta otra página y colocar un personaje que ya tenía en la página 10, pero hay otro en la página 180 que también me puede venir bien… La compaginación de la novela la fui armando un poco así. No te digo que fui improvisando siempre, pero algo así. Y me gustaba la idea de que ningún capítulo arrancara como el anterior y que fuera el lenguaje el que modulase la trama. Porque esto es una cuestión de lenguaje.
¿Te influyó tu faceta como guionista?
Sí, mi faceta como guionista se encuentra inside. He aprendido mucho como guionista de historietas y también de cine. Lo primero que aprendí es a no tenerle miedo a la página. Eso me parece una tontería, porque escribir es un trabajo de culo en silla, no es otra cosa.
Y ¿cuánto tardaste en escribir Arderá el viento?
Solo tardé en escribirla tres meses, de enero a abril me parece. Después, durante el año la fui ajustando. Dejaba pasar un periodo, volvía, entraba, salía… Pero digamos que el producto fue un tirón de tres meses. Fue un año con circunstancias personales difíciles de todo tipo. Y bueno, escribir fue una manera de salir de los problemas. También me mudé a un país llamado Novella. Como estaba en otro lugar no me afectaba nada.
Por último, ¿nos puedes decir el por qué del título de esta novela?
El nombre de Arderá el viento viene de una novela de Onetti que se llama Dejemos hablar al viento, que a su vez viene de un poema de Dylan Thomas que dice «let the wind speak». Me gusta el concepto, como si el viento es el que arrastra los rumores y las historias. En el Atlántico sur el viento es particularmente fuerte, lo es todo. Los cielos se vuelven oscuros, las olas empiezan a moverse y a crecer, y cuando ves que el agua viene sobre la arena y se corre el riego de arrastrar los balnearios es un espectáculo formidable.