Francesc Rovira: «Es un error hacer libros de autoayuda para los niños»
El ilustrador catalán Francesc Rovira publica su último trabajo, El viaje de abril (Nubeocho, en colaboración con Amnistía Internacional), álbum ilustrado que recoge, de una manera hermosa y sin medias tintas, lo que significa la llamada «crisis de los refugiados» para una niña pequeña y su amigo. Una historia de supervivencia, soledad y amistad.
Texto: Belén Vieyra Calderoni Ilustración: Francesc Rovira
Francesc Rovira responde con convicción y soltura, con refresco en mano en la cafetería del Hotel Pulitzer de Barcelona, a cada una de las preguntas que le planteo para esta entrevista. Lo hace de una manera entrañable, como lo hacen las personas genuinas, aquellas que conservan una perspectiva cuanto menos peculiar para desenvolverse en la vida. Para mis adentros me pregunto qué verá, y de qué manera, este autor para crear lo que nos ofrece en sus obras: páginas ilustradas repletas de historias, aventuras plenas de dibujos, de emociones y de sueños…
¿Qué es el oficio de ilustrador para ti?
No hay una norma común para ilustrar, es en la experiencia del trabajo personal donde encontramos y descubrimos nuestros intereses siendo fieles a un texto o haciendo una libre interpretación. Cada uno de nosotros realiza las imágenes, según la propia sensibilidad, interés o forma de entender y coincidir la realidad; cada uno las recrea, según su poética y estética.
A lo largo de estos cuarenta años de profesión, has ilustrado más de trescientos sesenta títulos, esto es un aval de tu recorrido, pero también una carta de presentación asombrosa… ¿Cómo comenzaste a dibujar?
Desde bien pequeño, dejaba notas para avisar cuando salía, porque entonces no teníamos móviles, y en cada nota dibujaba un añadido, si iba a patinar, dibujaba unos patines y así con todo. En mi casa todos leían bastante, pero yo prefería los dibujos, era una obsesión, en cada papelito dibujaba algo, caricaturas, esbozos, o lo que fuera. (Risas) Me gustaba expresarme con dibujos, una especie de magia visual, me gustaba que se pudieran contar cosas con dibujos, era mi propio lenguaje, con mucha naturalidad… Y en 1982 empecé a trabajar para Barcanova y después vinieron las colaboraciones y todo lo demás.
Respecto a tu proceso creativo, destaca una expresividad muy clara, así como, la facilidad para empatizar con los personajes, ¿es instintivo o existe una fórmula mágica?
Simplemente me dejo ir, cuando leo los textos, imagino los personajes, unos primeros diseños, les otorgo una personalidad y me intento acomodar y adaptar al texto propuesto. Hay veces, bueno casi siempre, que los dibujantes no vemos igual que ven los escritores. (Risas). Entiendo el dibujo poéticamente, como una forma de expresión completa, no meramente de acompañamiento, sino una lengua propia. Los artistas tenemos que emocionar, explicando, contando, mostrando… Los detalles en un pequeño rinconcito, una flor, una mariposa…Tenemos que hacer más llevadero lo evidente.
Resaltar la emoción en plena era de la productividad capitalista, ¿un acto de rebeldía?
Hace muchos años, cuando comprabas una vajilla no había plato que fuera igual a otro y esa era la esencia: la distinción. Pero la máquina y la producción en cadena han conseguido que todo sea perfecto, simétrico… ¡horrible! El arte se pierde en cuanto aparece la productividad, la expresión artística no cabe en estas discusiones, si se crean productos, deja de ser arte. El significado se elimina, porque todo es igual, estandarizado. Y esto se aplica en todas las áreas.
Cuéntame, ¿cómo nace la idea de este libro El viaje de abril?
Hablando con Luis Amavisca, editor de Nubeocho, por otro proyecto, un encargo que saldrá en octubre, le comenté que tenía una cosa guardada, sin texto ni nada. Y así, se lo mandé para que me diera su opinión, sin ninguna otra pretensión. Este libro ya se lo había enseñado a mucha gente y todo el mundo me decía que no era viable, que no lo veían… (Risas). Me decían que no porque no incluía texto, otros porque no les gustaba, otros porque qué les vamos a enseñar a los niños, qué les vamos a mostrar, si les hablamos de guerras se van a traumatizar… Esta obsesión de enseñar continuamente a los niños, de que hay que decirles todo, y no se les puedes dejar a solas con su imaginación porque esto, irónicamente, puede ser peligroso… Bueno, entonces, la sorpresa fue la respuesta. Nubeocho me dijo que sí, que les encantaría sacarlo adelante. Así que, nos pusimos de acuerdo para las últimas pinceladas, lo acompañamos con un texto y lo cerramos en lo que es hoy.
Claro, porque generalmente, son las ilustraciones las que acompañan a una historia ya escrita, ¿verdad?
Sí, es verdad que los escritores primero escriben y, luego, nosotros dibujamos. Y en este caso, fue al revés. (Risas). Así que nos pusimos, junto con Amavisca, en contacto con Annamaria Piccione y le dije: Oye, ¿es muy atrevido que te pida un texto para esto? (Risas, de nuevo). Le encantó y escribió un texto brutal, una historia preciosa. Terminaron de rematarla entre ellos y ya no faltó nada más que imprimirlo.
Este álbum ilustrado narra la historia de la pequeña Abril, una niña refugiada. Desde 2015, venimos arrastrando la crisis de los refugiados tras la guerra de Siria, de Afganistán, Irak, Somalia, Eritrea, el colapso del corredor mediterráneo… ¿Por qué te decides a contar su historia? ¿Cómo surge la idea?
No acabarías nunca con esa lista terrible… Fue justo en 2015 cuando hice El viaje de abril. ¿Sabes? Los dibujantes siempre tenemos ideas y bocetos guardados en el cajón, y creo que responde a la sensibilidad que tengo respecto a lo que sucede en el mundo, me fijo en determinadas cuestiones, percibo lo pequeño y, al final, es inevitable. Empecé con una imagen muy clara, una niña que llega a casa y lo encuentra todo revuelto, lo dibujé sin pensar en nada. El dibujo ya hablaba por sí solo, su vida se había ido al traste. El guion vino en seguida… ¿Qué hará esta niña? El viaje es largo, no hay nada, no le queda nada, no sabe a dónde va, necesitará un amigo, solo no puedes ir por el mundo, así que, lo encontrará… Abril y Julio. Nace la amistad, la colaboración… y todo ello a partir de la desgracia.
La solidaridad que desprende este libro es innegable…
La ayuda, el colaborar, el punto de apoyo, el amor… Duermen juntitos, crean un cayuco juntos, les acompañan sus peluches… Todo tiene su miga, su explicación, cada detalle responde a una necesidad, Abril y Julio no dejan de jugar, no dejan de ser niños. Es lo esencial y lo grave de la situación. También pienso que es un cuento para adultos, no solamente porque los padres lo vayan a leer, sino porque son partícipes de la historia, también es un escenario que les concierne. Además, porque sean dibujos ficcionados no dejan de ser una realidad que existe.
Antes mencionabas esta tendencia a tratar de guiar continuamente a los más pequeños…
Es un error hacer libros de autoayuda para los niños. Si a un pequeño se le muere su abuelo, no hay que correr a buscarle un libro que cuente la muerte de los abuelos. O sea, tú puedes contar y mostrar el fallecimiento de un abuelo, en la vida siempre pasan cosas, pero no hay que hacer de todo lo que sucede algo especial, la vida es así, ocurren hechos repetida y cotidianamente. Al final, pienso que se ha de tratar con normalidad lo que sucede, las emociones se educan abrazándolas con naturalidad, leyendo historias ordinarias, frecuentes, las emociones forman parte de la vida en su totalidad.
En la gran mayoría de tus libros acostumbras a mostrar realidades sin que necesariamente sean el foco de la historia, se respira un aroma esperanzador, que no idealizado. ¿Siempre transmites el vaso medio lleno?
Por ejemplo, Mi papus y yo (Edebe), es un libro que aborda el duelo de un familiar pero siempre a partir de mostrar la realidad que vive el personaje con su padre, se normaliza, se sobrelleva, va forjando su mundo y reubicándose en el escenario de la propia historia. Es un reflejo de la propia vida. Además, soy una persona observadora, me fijo en lo que, a menudo, pasa desapercibido, me interesa mucho el comportamiento humano, en su sencillez, y todo esto es un material muy atractivo para explicar diferentes temas desde perspectivas que, a priori, son inadvertidas, y esto es lo que permite abordar estas temáticas, tal vez, más vulnerables.
Al final, se trata de repensar al mismo tiempo que disfrutar, no es incompatible. Detesto esta propensión de que los adultos hayan dejado de asombrarse, de deleitarse con lo más sencillo, que hayan perdido la capacidad de sorprenderse con las particularidades del día a día. La vida, en gran parte, es eso.