Felipe González, el jugador de billar
El periodista y escritor Gregorio Morán publica «“Felipe González. El jugador de billar” (Roca Editorial).
Texto: Alfonso DE LA HOZ GONZÁLEZ
Si hace más de un año y con motivo del 40 aniversario de la victoria electoral del PSOE en 1982 se publicaban algunos libros conmemorativos al respecto, entre ellos el interesantísimo, aunque con ciertos ribetes hagiográficos “Un tal González” de Sergio del Molino; ahora recibimos, a modo de tardío contrapunto: “Felipe González. El jugador de billar” de Gregorio Morán.
El veterano escritor y periodista asturiano tenía el libro preparado desde hace al menos seis años, pero como reconocía en una de sus emblemáticas sabatinas intempestivas, ahora en el digital Vozpopuli tras su intempestiva salida de La Vanguardia en 2017: “No es que en este trascurso haya disminuido la libertad de expresión. Lo que se ha achicado es la oferta del mercado de la libertad”. Finalmente, Roca Editorial le ha publicado el libro.
Morán repasa, en ocasiones con sentencias vitriólicas, los catorce años en el gobierno de Felipe González de la mano de una de las grandes aficiones del expresidente, el billar. Así, tras la victoria triunfal de 1982 con 202 diputados, se reseña como el sevillano era capaz de enlazar más de veinte carambolas de una sola tacada. Sin embargo, muy pronto surgirá el deterioro que poco a poco y a pesar de las tres mayorías absolutas consecutivas, irá invadiendo la vida española, como la cuestión de la OTAN, la aparición del GAL o la corrupción sistémica. La acumulación de problemas, que culminará en la huelga general del 14 de diciembre de 1988, motivará que el presidente pierda cierta destreza con las bolas y empiece a cultivar bonsáis. Pese a la ruptura con la UGT y el posterior divorcio político con Alfonso Guerra, González demuestra que todavía puede culminar una jugada a varias bandas sobre el tapete y aguantará en el poder hasta 1996, cuando tras unas reñidas elecciones, el tapete presente algunos rasguños de difícil reparación. Un año más tarde, González abandonará la secretaría general del partido socialista y se convertirá en palabras del propio expresidente en un jarrón chino. A juicio de Morán, “Un parlante jarrón chino, con una novedosa apostura de hombre sentencioso, especialmente apreciado por todos aquellos que anteayer- de nuevo anteayer- le consideraban un inagotable oportunista.”.