Escritores con nombre de mujer

En la historia de la literatura muchas escritoras han recurrido al uso de los seudónimos masculinos para poder publicar sus obras, ¿pero quién iba a imaginar que algunos hombres harían lo mismo? Descubrimos los motivos de algunos de estos escritores para tomar un nombre de mujer.

Texto: Gildenis CORREIA Foto: Asís G. AYERBE

 

Carmen Mola

Detrás del seudónimo colectivo de la escritora de misterio Carmen Mola se encuentran los autores y guionistas españoles Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Los tres eran conocidos sobre todo por su trayectoria en series como El don de Alba (2013), en la que trabajaron tanto Martínez como Díaz, quien también había sido antes compañero de Mercero en la serie Hospital Central (2000-2012). Sin embargo, los tres triunfaron en la literatura como Carmen Mola, escribiendo obras como La novia gitana (2018), se[1]guida de La red púrpura (2019) y La Nena (2020). La identidad del seudónimo grupal se reveló cuando Mola resultó ganadora del Premio Planeta 2021 por su novela La bestia y el caso dio pie a un polémico debate alrededor del seudónimo femenino. “No nos hemos escondido detrás de una mujer, sino detrás de un nombre”. Es la frase con la que Mercero negó que le hubiesen dado importancia desde un principio al género del seudónimo que escogieron. Los tres autores señalaron que les gustó el nombre y que el apellido “Mola” vino de la opinión que tienen acerca del nombre de Carmen. Por ese motivo, prefieren separar el conflicto en dos temas diferentes; el seudónimo colectivo por un lado y el tema de ser femenino por otro. Martínez afirmó que el primer tema le parecía el más interesante y que perduraría más en el tiempo que el segundo. El impacto les llegó de forma diferente a cada uno, pero admiten su disgusto por la creencia de que el éxito de Carmen Mola se debiera solo a un nombre femenino. Tal y como recalcó Díaz, “hace falta trabajo, talento y también suerte”.

Yasmina Khadra

Igual que hay autores que dicen no darle demasiada importancia al tema del seudónimo, hay algunos para los que fue imprescindible. Por ejemplo, Yasmina Khadra, Mohammed Moulessehoul, que se vio obligado a ocultar su identidad detrás del sobrenombre formado por los dos nombres de pila de su esposa para sobrevivir. “Mi situación era de vida o muerte —relató Moulessehoul—, estaba absolutamente seguro de que podía morir en esa guerra terrorista”. El escritor argelino, originario de Kenadsa, Sáhara, inició su actividad literaria compaginándola con sus estudios y el ejército. “En aquella época yo era el único escritor del ejército argelino y jamás vi a un oficial abrir un libro”. La lectura para él fue como un refugio contrapuesto a la ideología de aquel ambiente. “En general, las autoridades habían considerado siempre a los escritores como subversivos». La mujer de Moulessehoul fue quien le dio la idea del seudónimo y, como muestra de gratitud hacia ella y en apoyo a la defensa de las mujeres, decidió que su seudónimo fuera femenino. “Si hubiera sido solo para protegerme, habría elegido un seudónimo cualquiera”. El autor estaba seguro que, de haber utilizado un nombre masculino, habría tenido más éxito, porque según su visión “los hombres reinan en todo lo literario”. No obstante, destacó que para él la importancia de una obra radica “en lo que hay en el texto” y en “todos esos ingredientes que nos hacen soñar, viajar”.

Después de que sus novelas bajo nombre real estuvieran marcadas por la autocensura, con Yasmina Khadra el escritor publicó una novela policiaca, El loco del bisturí (1990), y alcanzó la fama con Morituri (1997), a la que siguieron otras obras que también publicó en Francia, pero retratando la crisis y la posguerra de su país natal. Hasta el año 2000 no reveló su identidad, cuando ya había salido del ejército y se dedicaba de lleno a la literatura. Recientemente ha publicado La sal de todos los olvidos (Alianza).

Patricia Kal

Algunos autores dijeron haber encontrado una identidad propia detrás del seudónimo que utilizaban. Es el caso de Patricia Kal, quien resultó ser el conocido autor Lorenzo Silva. Este dijo sentirse “libre para decir cuanto tenía que decir” al optar por el recurso de desligar la novela de las referencias y del peso que tenía su nombre real. “Digamos que fue un experimento y también una necesidad”, declaró el escritor español, que publicó la historia de amor Y te irás de aquí (2020) como Patricia Kal, con la editorial Zenda, obra que estuvo disponible de forma gratuita durante la época de confinamiento. Silva decidió revelar su identidad cuando el secreto le pareció “fuera de lugar” frente a la pandemia global que se estaba viviendo. Indicó que su seudónimo no era un nombre cualquiera, sino que se trataba “del que mi madre querría haberme puesto si hubiera sido una niña, y el apellido, la primera sílaba del segundo suyo”. Con la acción, el escritor tuvo la intención de honrar a sus padres. Silva tiene una reconocida trayectoria con sus novelas policiacas de la serie de Bevilacqua y Chamo rro, y ganó el Premio Planeta en 2012 con La marca del meridiano, pero decidió arriesgarse a publicar una novela bajo seudónimo aun sabiendo que tal vez no obtendría el mismo éxito: “Aunque tengo familia y cuatro hijos que dependen de mí, llevo una vida modesta que me permite renunciar a la retribución que podía esperar si firmaba el libro con mi nombre”.

Isa Tròlec

El psiquiatra y escritor Joan B. Mengual reveló que él estaba detrás de la identidad de Isa Tròlec en 1992. El seudónimo fue un recurso que utilizó con la intención de separar al autor de la esencia del libro. Quiso crear una nueva identidad con nombre propio, una a la que también le otorgó una personalidad femenina. “Los autores no tienen ningún tipo de importancia”, recalcó Mengual en una entrevista con Amadeu Fabregat, quien lo nombró el primer “transvestido” de las letras catalanas por usar un seudónimo femenino. Mengual trató de explicar su pretensión en “relativizar” la autoría del control de la novela. Y en 1979 confesó que el origen del seudónimo lo encontró en una profesora que era amiga suya, Isabel. En una fiesta “fue bautizada como Isa Tròlec porque nos cantó ópera y tocó el piano, y el nombre para una concertista y cantante quedaba bien”. Su amiga Isabel también fue quien le dio fuerzas para seguir escribiendo. El escritor valenciano ganó el Premi Andròmina de narrativa con Ramona Rosbif (1976). Pero la opinión del autor fue que el éxito de esa novela radicaba en que fue escrita para “burros”. Estas palabras tuvieron cierto impacto en sus siguientes obras, pero no tanto como para negarles el éxito. Al año siguiente publicó Mari Catúfols (1977), novela a la que siguieron otras igual de populares. La última en ver la luz fue Ploure la mar (1995), y lo hizo justo después de su muerte.

Brunette Coleman

Fue el seudónimo del escritor Philip Larkin, quien atravesó períodos de sexualidad confusa y producción literaria limitada. Bajo su propio nombre destacó con obras como Las bodas de Pentecostés (1964) y Ventanas altas (1974). En su ficción temprana, el autor trató de escribir por primera vez una historia bajo la perspectiva de una mujer. Así surgió Brunette Coleman, la “heterónima lésbica” de Larkin. La inquietud con el género de la conciencia implícita de Coleman fue el reflejo de lo que Larkin sentía. En su período universitario, con su amigo Kingsley Amis, Larkin adoptó un estilo propio haciendo rimas sobre los poetas románticos que debían estudiar. Kingsley Amis, a su vez, inventaría un “álter ego lésbico”, Anna Lucasta, que tendría un paralelismo con la Brunette de Larkin. Como Coleman, Larkin escribió una novela, Trouble at Willow Gables (1943-45), una secuela incompleta, siete poemas breves, un fragmento pseudo-autobiográfico y un ensayo crítico que pretendía ser su apología literaria. El resto de sus obras las escribió como Larkin, y falleció en 1985 a los 63 años.

Jessica Stirling y Caroline Crosby

Muchos escritores han admitido que la editorial les “aconsejó” firmar bajo el sello de una mujer para que sus libros salieran a la venta. Ese fue el caso de Hugh Crawford Rae, quien aceptó escribir sus novelas bajo el nombre de Jessica Stirling. Fue un secreto a voces en los círculos literarios durante más de veinte años. “Muchos lectores fueron muy conscientes [del seudónimo] y se mostraron contentos de que este hombre en particular escribiera novelas románticas”, explicó su editor en una entrevista con Publishers Weekly. Después de haber escrito setenta novelas bajo diferentes seudónimos, el autor se desenmascaró siguiendo su típico estilo irónico: “Jamás sentí que ser hombre afectara a lo que escribía, simplemente porque ponía mucho cuidado en escribir desde la perspectiva de una mujer”. El escritor inició su carrera en el género de suspense como Hugh C. Rae, pero también se valdría de diversos seudónimos para publicar sus obras. No fue hasta 1974 que empezó a escribir bajo el popular seudónimo de Jessica Stirling junto con Peggie Coghlan. Después de que este último se jubilara, Rae siguió utilizando ese seudónimo por su cuenta y acabó escribiendo treinta novelas más, combinando ese nombre con el de Caroline Crosby. La popularidad de ambos seudónimos femeninos alcanzó su cumbre cuando The Wind from the Hills (1999) fue preseleccionada para el Premio de Novela Romántica del Año por la Asociación de Novelistas Románticos.

Emma Blair

Algunos escritores han confesado no haber siquiera decidido si querían publicar con un seudónimo femenino. Fue el caso del autor irlandés Ian Blair. “Ellos [los editores] decidieron cambiarme de sexo —relata—. En Emma me convertí y Emma me quedé”. La idea, propuesta por el editor de Blair, Colin Murrey, vino a raíz de que en ese momento “las mujeres compraban más libros que los hombres”. Como Emma Blair, el escritor se convirtió en uno de los autores más populares de Inglaterra y uno de los más prestados en bibliotecas. Un éxito que acompañó con su carrera de periodista en un periódico escocés y como actor de la Royal Shakespeare Company o en series como The Sweeney o Rock Folies. Su esposa confesó que “durante años nadie supo quién era Emma, hasta que la publicidad en torno al premio de la RNA Romantic Novel of the Year, al que fue nominada su novela Flower of Scotland (1997) le llevó a decidir que saldría del armario”. Blair llegó a escribir veintinueve novelas románticas en total, la mayoría ubicadas en Escocia, antes de fallecer a los 69 años en Torquay, Devon, en 2017.

Amelia Drake

Un recurso en busca del éxito comercial fue también lo que se encontró detrás de la identidad de Amelia Drake. “Sabemos poco de la vida de Amelia Drake, ni siquiera tenemos una foto suya, aunque ella dice que no es demasiado alta, que tiene el cabello oscuro y una lágrima tatuada en la base del cuello”. Con esas palabras se inicia la biografía que proporcionó Siruela, la editorial con la que la autora publicó la trilogía La Academia, que finalizó en 2019. Una buena tapadera para ocultar a los autores detrás del seudónimo, Pierdomenico Baccalario y Davide Morosinotto, escritores también del libro Maydala express y quienes lograron un gran éxito en Italia. Ambos escritores son conocidos y el seudónimo era una estrategia para publicar un libro de género diferente sin comprometer su imagen.

Marguerite de Ponty y Miss Satin

La intención de tratar de escribir contenido “de mujeres para mujeres” aparece arraigada desde hace tiempo. Ya la encontramos en 1874, cuando comenzaron a aparecer en la revista de moda Le Dernière Mode, destinada al público femenino, una serie de artículos que en realidad escribía Stéphane Mallarmé. Él, un poeta simbolista que se anticipó a las vanguardias, se sirvió de dos seudónimos femeninos diferentes para redactar su contenido. Marguerite de Ponty y Miss Satin. Mallarmé, quien a veces recibía ayuda de su colaborador Ulrich Lehman, aparecía en la primera página como mecenas. Pero, más allá de eso, no hubo ninguna señal de que solo hubiera hombres escribiendo en la revista. Mallarmé escribió crónicas sobre espectáculos, exposiciones, moda, decoración, cocina y demás. La revista también ofrecía litografías especiales y moldes para confeccionar vestidos a las suscriptoras. El poeta solía compartir información sobre sus proyectos en cartas, costumbre que ayudó a recolectar toda la información que se sabe de él tras su fallecimiento, en 1898.

Sujatha

También existen escritores que no cambiaron de sexo para crear contenido para mujeres, ni buscaron el éxito comercial ni quisieron desligar su nombre de la autoría del libro. Un nuevo motivo curioso fue el del escritor indio S. Rangarajan, quien utilizó el seudónimo de Sujatha, el nombre de su esposa, para que no le confundieran con otro autor famoso del momento, Ra. Ki. Rangarajan. Algunas de sus novelas más famosas son Kolaiyuthir Kalam (1981) y Vasanth Vasanth (1970). Ingeniero de profesión, Sujatha tuvo una carrera que abarcó más de cuatro décadas como autor, guionista y productor, hasta su muerte en 2008. Durante ese trayecto vital pudo escribir más de un centenar de novelas y cuentos, más de veinticinco películas, libros de ciencia y poesía.