El «nen» de los Dalí

El periodista José Ángel Montañés narra la tierna y trascendental relación que el pintor y Gala establecieron con el pequeño Joan Figueras en “El niño secreto de los Dalí” (Roca Editorial)

 

Texto: Sara JÁÑEZ  Foto: Fundació Gala Salvador Dalí  

 

Salvador Dalí y Gala llevan deambulando ante las retinas del público internacional más de 90 años. Desde que se conocieron en 1929 no han dejado de emerger cientos —incluso miles— de fotografías, reportajes, exposiciones y noticias sobre el dúo más mediático y extravagante de la historia del arte. Parecía que ya se sabía todo sobre el pintor de largos bigotes y sobre la musa de personalidad poliédrica, pero, el periodista José Ángel Montañés (Murcia, 1962) ha aparecido en la escena académica con El niño secreto de los Dalí (Roca Editorial) para desvelar una historia inédita y de gran trascendencia en la vida de ambos: la de la relación tan única y familiar que establecieron con Joan Figueras, un crío de Cadaqués al que todos conocían en el pueblo como “el nen de Can Dalí”, porque desde que pasó su primera noche, con apenas cinco años, en la casa que el artista y su esposa tenían en Port Lligat, y se orinó en la cama por los nervios, se desarrolló entre ellos una fuerte complicidad que perduró durante más de cuatro décadas, hasta que Gala falleció en 1982 y Dalí se aisló en el castillo de Púbol. Para la pareja, el pequeño era como un hijo. Para el pequeño, la pareja le daba más cariño que su propio padr

“La aparición de Joan en la biografía de los dos cambia de forma evidente la percepción que hemos tenido siempre de ellos y les da la pátina de humanidad que les habíamos negado hasta ahora”, explica el autor, que durante años ha recopilado numerosos documentos y testimonios personales para armar esta obra, tan rigurosa y detallada como tierna, que explora en una de las facetas más desconocidas de los Dalí: la de la realidad cotidiana que les rodeó durante sus estancias estivales en la Costa Brava a lo largo de las décadas de los 50 y los 60. Como explica Montañés: “La importancia del libro es el haber hecho aflorar a esta persona vinculada con el matrimonio durante más de 40 años, pero también el de poner en valor el papel de Cadaqués y Port Lligat en la persona de Dalí. La obra habla de muchos de los que no han formado parte de la vida oficial del pintor y que, sin duda, como ocurre con el paisaje ampurdanés, influyeron de forma importante en su vida y en su trayectoria artística”.

La pareja decidió volver a los idílicos orígenes del pintor tras ocho años en Estados Unidos. El catalán buscaba recuperar los entornos y los colores de su infancia, esos que tanto había reproducido al otro lado del Atlántico, a la vez que pensaba en comenzar una nueva etapa pictórica, la místico-religiosa. El cuadro que inauguró esta fase fue su famosa Madona de Portlligat (1949). La Virgen María que aparece representada es Gala; el Niño Jesús, Joan, el hijo mayor de su gran amigo Jaume Figueras y el mismo muchacho que cuando Dalí descubrió el incidente de incontinencia urinaria que había tenido bajo su techo, le dijo: «Es que he sudado mucho, señor Dalí». A partir de ese verano, el pequeño volvió a convivir con la pareja año tras año durante la estación estival. Como escribe Montañés: Joan compartía las jornadas de pintura del artista, entrando y saliendo del estudio cuando quería. Jugaba con él entre los olivos del jardín, salía a navegar con el matrimonio entre las recónditas calas del Cap de Creus, se alojaba con ellos en el Ritz de Barcelona y dejaba que Gala le quitase los piojos.

A pesar del desagrado que ambos mostraban de forma pública hacia los niños, este libro desvela que, quizá, este comportamiento no era más que una parte de esa parafernalia que el artista ponía en marcha cuando veía una cámara y decía a los suyos: «Voy a hacer de Dalí un rato». Según recordaba la esposa de Joan, Mercè Cabanes, y tal y como el autor refleja en sus páginas: “No es que no quisieran a los niños, lo que pasa es que Gala quería a los niños muy bien educados, y si no estaban bien educados, en su casa no entraban. Y a Joan lo habían educado ellos, como ellos querían”. De hecho, según se expone en la obra, las intenciones de los Dalí eran haber adoptado al pequeño. También las de que fuese la estrella de una película que el artista quería rodar para presentar en el Festival de Cine de Venecia. Joan recibió clases de interpretación, pero el filme nunca se llegó a realizar, como tantos otros proyectos en los que el pintor estaba inmerso. Lo que el artista sí que le propuso muy seriamente, años más tarde, es que fuese el director del Teatro-Museo Dalí de Figueres (Girona), aunque el joven lo rechazó hasta incluso en dos ocasiones.

La presencia de Joan era obvia en la vida del matrimonio, pero nunca nadie se había entretenido en rastrear las pistas para desvelar quién era ese muchacho que parecía su hijo. Montañés lo hace en este libro en el que tira del hilo para demostrar, además, que el pintor tenía dos caras: la del inmortal personaje histriónico y la de la persona relajada y sonriente, que se rodeaba de Gala, sus amigos y los pescadores de Port Lligat. Como dice el historiador irlandés Ian Gibson en el breve, pero inspirador, prólogo de la obra: Descubrir la larga relación de los Dalí con Joan “nos ayudará a apreciar la ternura humana que a veces se les niega como personajes públicos (…) y a desvelarnos mucho de la obra del pintor y de la petite historie de Cadaqués y Port Lligat, petite historie sin la cual no se puede entender cabalmente el mundo daliniano”.

Joan Figueras nunca quiso contar su historia, aunque, como afirma José Ángel Montañés: “En Cadaqués era sabida, sobre todo por la gente de cierta edad”, pero jamás había ido más allá del ámbito local. Años después de su muerte, el autor ha podido conocerla a través de sus familiares y allegados. Como le contaba su viuda: “Cuando falleció Dalí, vino un periodista de una revista francesa a casa y le dijo a Joan si quería contar su historia a cambio de mucho dinero, pero él se negó. Decía que les debía mucho a Dalí y a Gala”. No obstante, según su mujer, “el nen de Can Dalí” sí querría que ahora se conociese la relación: “Han pasado ya muchos años y es bueno que se conozca esta historia”. Esta tan curiosa y sorprendente que Montañés revela en sus páginas, de datos precisos y emotivas líneas, con la que abre una senda más por la que abordar a la compleja, y todavía desconocida, pareja de Gala y Salvador Dalí.