Dos poetas que hay que leer: Gómez de la Serna y Fernández Molina
El editor de Libros del Innombrable rescata y ordena este libro póstumo: «Ramón Gómez de la Serna» de Antonio Fernández Molina.
Texto: Enrique VILLAGRASA
El admirado poeta y editor de Libros del Innombrable, Raúl Herrero (Zaragoza, 1973), ha rescatado y ordenado aquella carpeta azul que el gran Antonio Fernández Molina (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 1927-Zaragoza, 2005) guardaba sobre el enorme autor y padre de las vanguardias habidas y por haber, Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888-Buenos Aires, 1963): el poeta que nunca escribió versos aunque sí los coleccionaba diríase. Este libro póstumo de Fernández Molina es un tesoro, bien se puede estar de acuerdo con él: “El gran poeta que, sin escribir versos, fuera Gómez de la Serna, lo es en esta ocasión como en el mejor de sus momentos” y este es uno maravilloso.
Este volumen sencillo, cuyo título es Ramón Gómez de la Serna de Antonio Fernández Molina, con edición, prólogo y notas de Raúl Herrero, de apenas 120 páginas, da excelente cuenta de ello. El volumen cuenta además con cuatro artículos de Andrés Rubio sobre Gómez de la Serna, es el epílogo, y también la procedencia de los textos citados y las curiosas notas, muy interesantes, por lo que nos descubren. Ilustrado con fotografías de portadas de libros y dibujos de Ramón y textos manuscritos de Antonio. ¡Todo un acierto digno de agradecer!
Hay que celebrar también la generosidad de Herrero, su humildad y su saber de editor en la acción de hilvanar este material encontrado en esa carpeta, serendipia diríase: “Llega a mis manos una carpeta azul con el rótulo <<Ramón Gómez de la Serna>> escrito con la grafía de Fernández Molina. Lo hace como acto mistérico, ya que el material aflora una noche en lo alto de una estantería donde durante muchos años no hubo nada. Me disculpo por introducir este hecho tan literario, pero se corresponde con la realidad”. Y continúa escribiendo: “(…) encuentro cobijados textos que Molina agavilló con el propósito de alentar un libro sobre Ramón”. Y añade “(…) sobre todo, una nota escrita a mano donde se refiere que pueden tomarse los renglones tanto de los recortes como de los borradores”. Cosa, que ni corto ni perezoso, hace Raúl exquisitamente: trabajosa gestación pero con un parto brillante. También el libro cuenta con un certero delantal de Camilo José Cela, de fina ironía diríase y de total vigencia hoy.
Fernández Molina escribe este bello texto del quehacer demiurgo de Gómez de la Serna: “Toda su experiencia es la del que va mirando por la calle, la del que mira en cada momento con ojos de inocencia, sorprendiéndose ante lo que va encontrando nuevo y maravilloso, distinto y único al mismo tiempo, por la armonía de las relaciones de los contrastes que descubre en el rostro de todo, de cada persona y cosa. Tanto le entraban las cosas por los ojos, que pudo escribir, exaltado por la visión de algo tan normal como un reloj de una de las modestas estaciones de ferrocarril: <<Todo el campo se asoma a ver la hora en los relojes de la estación>>.
Y sí, también se cita y escribe de las greguerías, faltaría más, y sobre ellas y su influencia en la poesía escribe Molina: “La influencia de las greguerías se extiende en la poesía americana de lengua española ya en los años veinte, pero aún más a partir de 1936, cuando [Ramón] se instala definitivamente, hasta 1963, año en que muriera, en Buenos Aires” (VI Ramón y la poesía, pp. 53-60). Sencillamente genial todo lo que nos descubre a las personas lectoras. Es uno de los libros, de este año, que he leído de tirón y con el lápiz en la mano.
Creo que es un libro justo y necesario, escrito con y por la admiración y por la amistad, del que gozamos hoy. Y reitero hay que leer a estos dos poetas sin igual, Ramón Gómez de la Serna y Antonio Fernández Molina. ¡No les defraudarán! Piensen que por estas páginas desfilan Chaplin, Solana, Bécquer, Apollinaire, Breton, Baroja, Cernuda, Guillén, Salinas, Gerardo Diego, Lorca, Alberti y Altolaguirre, entre otros muchos autores y temas, como la pintura y el dibujo y la muerte. ¡Ahí es nada!
Y parafraseando a Fernández Molina bien se puede escribir que de Ramón Gómez de la Serna y de él mismo, Antonio Fernández Molina, no se ha hablado lo suficiente. Sin embargo, sus personalidades han sido de las mas curiosas, atrayentes y sugerentes que ha producido nuestra literatura. Resulta difícil de encontrar sus iguales en dotes imaginativas y creadoras. Su influencia ha sido muy grande. Ambos autores, entre otras muchas nos han dado una lección singular. La de la entrega total y perseverante a la literatura, de la que vivieron, con la que vivieron y para la que vivieron. ¡Amén!