Doce poetas para el Día Mundial de la Poesía
Según la Unesco, el Día Mundial de la Poesía, celebrado cada año el 21 de marzo, conmemora una de las formas más preciadas de la expresión e identidad y lingüística de la humanidad. La poesía, practicada a lo largo de la historia en todas las culturas y en todos los continentes, habla de nuestra humanidad común y de nuestros valores compartidos, transformando el poema más simple en un poderoso catalizador de diálogo y paz.
Texto: Enrique VILLAGRASA
Para celebrar el Día Mundial de la Poesía aquí va nuestra propuesta de lectura para hoy y mañana: si ustedes, personas lectoras, quieren y aceptan unos bonitos y placenteros deberes: calidad y belleza por doquier. La poesía se debe leer, escuchar, ver, saborear, recitar, regurgitar, pasear. Es el mejor regalo que le podemos hacer a nuestro cerebro. Poesía con enjundia, poesía poderosa, potente, con pensamiento, con profundidad; poesía justa y necesaria donde las haya. Son poemas que nos ayudan a conocernos y a conocer al otro.
Así pues, disfruten con la lectura de estos poemas y su misterio y pasen un buen día.
Manuel López Azorín (Moratalla, 1946), de Baluartes y violines (Lastura)
La vida es un vestido que no quieres ponerte
Customiza la vida
(ese vestido que, dices, no te pones
porque ya no te gusta),
no la dejes perdida en el armario,
disfrútala de nuevo.
El desgarrón que te hizo arrinconarla,
aquel que tanta herida te produjo,
podrías arreglarlo con puntillas de olvido
(no merece la pena recordar
cuando el dolor ataca los sentidos).
Súbele el dobladillo si es muy largo
para mostrarte tú, como tú quieras.
Si el cuello no te agrada
porque, entonces tapaba tu alegría
oprimiéndote sueños y tu voz …
sugiero que lo dejes
con escote apropiado a tus deseos
para que ya no sientas presiones, ataduras…
Customiza la vida
y ponte la esperanza de sombrero,
que no hay mejor manera de lucir
la hermosura que llevas escondida,
que personalizarla.
Jaime Siles (Valencia, 1951), de Doble fondo (Visor)
Lo real
¿Qué importa que las rosas
sean tiempo temblando?
¿Qué importa que las horas
se deshagan en vano?
Lo real es tan solo
lo que pasa a tu lado.
Lo real no es la seda.
Lo real no es el ébano
que ilumina en la noche
lo que está agonizando.
Tú eres solo una gota
de un instante lejano
de ti mismo, y tu yo,
el eco de tus pasos
que suena —¿dónde, dónde?—
cada vez más borroso,
cada vez más borrado.
Concha García (Córdoba, 1956), de Cuota de mal (Huerga y Fierro)
Anaquel
Leo las referencias bibliográficas
acerca del suicidio de Silvia Plath
que me conducen
a las de otra poeta que se tiró
de un espigón en Mar de Plata,
Alfonsina Storni y su bello perfil
y Anne Sexton, en una cocina,
también Pizarnik, la enterradora de palabras
donde ocultaba como diamantes
varias clases de silencios,
su fulgor recorre los días abarcables.
Con ellas leo que la poesía
puede ser un enigma cuando
no sabes qué decir y lo somatizas
en tu cuerpo. Hace un tiempo
albergaba una honda satisfacción
que no era producida por nada.
Abro la ventana, noto aire,
el sol de la calle deja ver
millones de motas
que se dibujan flotantes
en el haz de luz.
Ramón García Mateos (Salamanca, 1960, de Retratos y figuraciones, III Premio Internacional de Poesía António Salvado-Ciudad de Castelo Branco
El 5 de noviembre de 1929 Jacques Rigaut se dispara una bala en el corazón
Un gesto como ese se prepara en el silencio del corazón,
lo mismo que una gran obra.
Albert Camus
Tengo en mis manos
la llave que asegura
el tránsito invisible hacia los besos
que inundan de placer los subjuntivos
y humedecen en flor
los pliegues de mi cuerpo.
Siento el nácar
caliente entre las manos,
brilla el metal plateado
ante mis ojos.
Basta siquiera un movimiento,
mover un dedo
–el índice tan sólo–,
apretar
y se inicia ya el camino,
el tránsito invisible
hacia lo eterno.
Tengo en mis manos
la llave y voy a abrir
la puerta hacia el tal vez
y siempre quise,
cancela que nos cierra los deseos.
Apoyo ya el cañón sobre mi pecho
–siento en el corazón
cosquillas que enamoran
y cierro la mirada: ojos de cieno–,
acaricio su tacto y su lisura,
la libertad al fin…
Gracias,
amigos,
por esos versos tan hondos y elegíacos
que vais a dedicar a mi memoria.
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962) de El sol de los ciegos (Vaso Roto)
Perdón
Apártate
de la hoguera del rencor
porque luego tendrás
que alimentarla.
Y no olvides que
con el odio se edifica
el infierno
que salta de una memoria
a otra
apuntando con el índice
las calamidades
inventadas
por el malvado sanedrín.
El refugio ideal
es el perdón.
Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) de Sin ley de gravedad. Poesía reunida (2005-2022) (Visor)
Mano a mano
Hay quien tiende a pensar que lo merece todo.
Yo prefiero dar gracias.
Cruzo mis manos calientes sobre el mundo
sobre la gratitud a salvo del olvido.
Pienso en todas las manos
las que abrieron ventanas en los muros
las que besan el trigo para que haya pan
las que cortan el cuero que nos calza.
Amo todas las manos.
¿Qué son? ¿Qué pueden solas?
Son otras manos las que mueven los trenes
otras las que conectan las bombillas
otras las que abastecen los bazares.
Y serán otras manos
tal vez aún no nacidas
las que caven la tierra que me habrá de cubrir.
José Luis Rey (Córdoba, 1973) de El dorado (Visor)
XXX
Si estuviste conmigo el primer día,
¿vendrás en la mañana de la muerte?
Oh dorado, vivir contigo ha sido
mi feliz aventura.
Desde niño te tuve aquí a mi lado.
Desde niño veía
tus paisajes chinescos en el cielo,
tus países abiertos al que ama
y yo amé, y yo amé.
En las niñas veía tu dulzura.
En mis padres, tu fuerza.
Y en mí mismo tu magia, tu tesón
de urdir lo cotidiano y lo infinito,
la urdimbre del milagro.
Siempre, siempre conmigo
estuviste:
en el descubrimiento
de amor y poesía.
Siempre estuviste. No,
no quiero que te vayas.
En el último día he de llamarte,
Caronte de mi ser.
Tú me conducirás, no dejarás que caiga
en la insondable nada.
Y haber vivido contigo
será morir contigo.
Y tú me llevarás
a ser niño otra vez, allí en tu cabaña,
en la colina de la eternidad.
Cuántas veces he visto el sol ponerse
tras la colina aquella
y era como tu guiño, un parpadeo
la suave broma, porque el sol volvía.
Vuelve así tú, el dorado,
capitán de los perros y las moscas
y la fruta que estalla
en la frente de todo visionario.
Pues ver no sería nada
si no nos convertimos en visión.
Así yo seré tú,
y ya no tendré miedo.
¡Oh qué canto de fe!
¡Oh qué riqueza última!
¡Por fin!
¡El adorado en brazos del dorado!
Idoia Arbillaga (Cartagena, 1974), de Creación y vacío (Huerga y Fierro)
XXIII
La muerte es un baño de mercurio
que te unge al nacer.
Funde en nieve tu esqueleto,
llena tu piel de sed azul.
La muerte es irreal
como la vida.
Estela Puyuelo (Huesca, 1976), de Ahora que fuimos náufragos (Olifante)
Lotófagos
Antes del nunca más
está todo lo que perdimos:
las llaves a flote,
el otro calcetín,
la aguja en su hilo,
aquel paraguas,
los que ya solo veo
en las fotos,
el plan “b”
y hasta la vergüenza.
Después del nunca más
no encuentras nada.
Raúl Nieto de la Torre (Madrid, 1978), de Piedra negra, piedra blanca (Huerga y Fierro)
Patio
Mañana de un invierno
que se abre igual que una ventana
sin cristales. Mi padre dijo cada noche
pare un día. Lo recuerdo. Y
me recuerdo mirar la cuerda
que sostiene las pinzas que sujetan
nuestra ropa: camisas, blusas, pantalones.
Y la mesa rodeada de sus sillas.
Y el árbol que se vuelve de madera.
Y los juguetes por el suelo. Cada día
ese pájaro para en el tejado
dice mi hijo. Lo recuerdo. Y
me recuerdo mirar ese tejado que
sostiene al pájaro que
como una pinza sujeta
nuestra casa
Violeta Nicolás (Murcia, 1984), de Hielo con espinas (Franz)
¿LA FLOR del cactüs vive dos días?
Dilatan las pupilas suave brillo
los hombros caen
aliento araña segundos
el punto de fuga se hunde en la piel
ama ligera la espina en lo hondo
la garganta de pompas
soplas y tu alieno purifica
empuje de voz
pulida luz titila
al filo de jabón cristal
Celia Carrasco Gil (Tudela, 2000), de Limos del cielo (4de Agosto)
El bulbo
El bulbo, la joroba,
el sótano implosivo del albor,
apenas un vampiro en el desierto.
Ajo, fulgor terroso,
fiel
decapitación
de
tu
silencio.
Absorción de las sombras
del lenguaje:
la entraña en floración
y el despertar apócrifo
del cielo.