Diario a los setenta

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Diario a los setenta

May Sarton

Trad. Blanca Gago

Gallo Nero

352 págs, 24 €

 

En 1982, en su residencia de Maine, Sarton comienza un diario el mismo día que cumple 70 años, el cual terminaría justamente pasados los doce meses. Estas páginas, íntimas y entrañables, son un canto a la vida que envejece, a una experiencia vivencial que disfruta de su presente, del momento que vive. La gratitud de llegar a la vejez entendida como un triunfo. Un recorrido anual entre las descripciones que bailan entre el asombro y la alegría de los gestos más nimios, y la devoción a su jardín, a sembrar en los primeros días de primavera y observar con una ternura infinita las flores en su inmensidad de formas y colores. No faltan las historias y anécdotas compartidas con sus allegados, tampoco el humor y el sosiego en cada una de sus palabras, ni la serenidad que desprende en la batalla contra el tiempo, como si ya la hubiera ganado.

Sarton es una voz brutal, una delicadeza enfundada en la contemplación de los placeres —y aflicciones— cotidianos, una sencillez radicada en saber mirar y trasladar al papel la reflexión de una forma lúcida y brillante. No es casual que sus diarios coronen, de manera extraordinaria e insólita, su trayectoria prolífica de 53 obras: “Estoy muy contenta de volver a escribir un diario. Lo he echado de menos, he echado de menos «el nombrar las cosas» a medida que van surgiendo, he echado de menos la media hora diaria en que aparto las demás tareas y saboreo la experiencia de estar viva en este hermoso lugar”.

La narración nostálgica y poética de la autora es un ejemplo diligente de la defensa de la memoria y la soledad como derechos y necesidades inherentes al ser humano. Su escritura viva y dinámica retraen del ruido para recordar la importancia de lo más sencillo: respirar.

Diario a los setenta es el último de sus libros traducido, un viaje a los 80 de un alma belga que no se olvida de quién es: “Qué manera tan preciosa de culminar estos setenta años: regresar a mis raíces de la infancia y ver lo poco que he cambiado con respecto a lo esencial”. Belén Vieyra Calderoni