Catherine Lacey: «Antes de cumplir los quince, creía firmemente en el Infierno»

Entre la falsa biografía armada con toda suerte de recursos visuales y escritos, y una distopía sobre dónde podría haber acabado Estados Unidos de haberse producido una deriva ultraderechista y fundamentalista, «Biografía de X» es un artefacto narrativo que desafía convenciones y busca respuestas a nuestra naturaleza profunda.

Texto: Antonio Lozano  Foto: Willy Somma

 

Catherine Lacey (Tupelo, Misisipi, 1985) nació en el seno de una familia que era miembro de la Iglesia Metodista, lo que supuso crecer leyendo la Biblia e ir a misa varias veces por semana. Instalada en Nueva York desde que cursara un máster de Bellas Artes en No Ficción Creativa en la Universidad de Columbia, en 2014 debutó con fuerza en la novela con Nunca falta nadie, inspirada en un viaje de tres meses por Nueva Zelanda haciendo dedo y trabajando en diversas granjas orgánicas a cambio de techo y comida.  Una década después, ha demostrado el acierto de su inclusión aquel mismo año en la lista de la revista Granta  como una de las voces más prometedoras del panorama literario americano por medio de otras dos novelas (Las respuestas y Altar) extensamente premiadas y traducidas. En su último trabajo, Biografía de X, le da una vuelta de tuerca a sus inquietudes sobre nuestra verdadera identidad y la incógnita indespejable que es cada individuo por medio de una arista multidisciplinar, rebelde y cruel, cuya muerte prematura lleva a su viuda, una periodista, a intentar rellenar los vacíos sobre su existencia y explicarse la malsana fascinación que le despertaba. A tal efecto se propone componer una biografía a base de entrevistar a un amplio círculo de los que la conocieron. De trasfondo, el trauma aún no superado de la división del país en tres bloques entre mediados de los años cuarenta y noventa, con una terrorífica teocracia de perfil misógina, racista y fascista en el Sur.

Repleta de documento gráficos y escritos que ayudan a completar el puzzle, la novela es también una suerte de pieza artística y un estimulante juego entre la literatura y la vida. Lacey respondió a un cuestionario de LIBRÚJULA por correo electrónico.

¿Cómo fue crecer en el Sur profundo?

La Biblia era la guía espiritual en mi casa y madurar fue en cierto sentido cuestionar sus enseñanzas y entender que mis verdaderas creencias iban por otra parte.

Cuestiones sobre la identidad y las tensiones entre la percepción que tenemos de nosotros mismos y la imagen que proyectamos a los demás siempre han estado en el centro de sus libros. ¿Entiende Biografía de X como una prolongación o un nuevo enfoque de estos mismos intereses?

Me resulta complicado reconocer o comentar los temas que recorren mi trabajo; imagino que hay asuntos y guías maestras porque así me lo señalan los lectores y los críticos, pero me siento como una persona ciega a la que le comentan que lleva puesta una camisa azul. Confío en las visiones ajenas porque carezco de una visión propia. Cuando me dispongo a escribir un libro, pienso más en cómo será el proceso que en el resultado final. Comencé con Biografía de X por la misma época en que me zambullía en Altar, una novela muy sosegada e introspectiva, casi como una plegaria, de modo que deseaba escaparme entregándome a un proyecto que sintiera más performativo y enfocado hacia el exterior. Escribirlo fue como sumergirme en un maratón de baile.

C.M., la narradora, se esfuerza por dilucidar los verdaderos motivos que la han impulsado a realizar el proyecto biográfico y X se va revelando más y más huidiza cuanto más escarba en su figura. ¿Diría que el aspecto más relevante que atraviesa el libro es lo misteriosos e inaprensibles que somos las personas (incluso para nosotros mismos)?

Si el lector cierra el libro con esa sensación, puede que sea cierta. Cuando la novela se publicó en Estados Unidos, esta observación afloró en múltiples ocasiones -lo terrible y triste que resulta el que jamás puedas llegar a conocer a tu pareja-, pero a mí no me parece en absoluto que sea así, al contrario, se me antoja maravilloso. Respeto a mi marido lo suficiente para saber que nunca llegaré a saberlo todo acerca de él, lo que no quita que la curiosidad que me despierta sea infinita, un hambre que no es posible saciar por completo. En esto consiste el amor, en la necesidad de saber más. Pero tampoco aspiro a conocerme a mí misma del todo, ¡y doy gracias a Dios por ello! Bastante duro resulta tener que ser la misma persona a lo largo de toda una vida; sin algo de misterio sería insoportable.

X se va revelando una mujer/artista irritante, egoísta y tóxica. ¿No temía que crear un personaje tan desagradable -al cortar los vínculos emocionales con el lector- se volviera en su contra?

Los personajes caóticos generan más conflicto y problemas, y yo de lo que precisamente quería hablar era de caos y tensión. Los lectores que necesitan personajes agradables y con los que sea fácil empatizar no son mis lectores. A mí esa tipología de personajes no me despierta el menor interés.

Al incorporar a la novela toda una construcción artificial y juguetona -una suma de imágenes, documentos, bibliografía…-, ¿estaba pensando en términos de performance o tenía presente la influencia de las vanguardias? (Debo confesar que se me cruzó por la cabeza la posibilidad de que todo el libro fuera un gran juego/broma ideado por la propia X).

Idealmente habría podido encargar a diversos artistas que crearan todos los materiales artísticos que en la novela atribuyo a X, o cuando menos habría encontrado el modo de fabricarlas exprofeso, pero carecía de los diez mil dólares necesarios. De todos modos, algunos de los objetos que aparecen sí son obra mía o de un diseñador al que contraté. Me divertí reuniendo un conjunto de piezas de arte que presuntamente llevó a cabo X sin tener de hecho que fabricarlas; lo veo como una suerte de objeto conceptual en sí mismo.

¿Puede ahondar un poco en cómo procedió a la hora de reunir todas las piezas, si fue improvisando o las tuvo todas claras antes de sentarse a escribir?

Durante todos los años que me llevó escribir el libro, en paralelo fui a la caza de cosas -objetos culturales, citas, personas, historias, ideas- que pudiera introducir, al modo de un collage, en el personaje y la vida de X. Lo único que tuve claro desde buen principio fue que deseaba escribir una novela bajo los ropajes de la biografía y que en su centro colocaría a esta mujer poderosa, inteligente, despiadada y maltratada. Cuando afirmo que podía «sentirla», me refiero a que sabía cómo se movería, fumaría, trataría a su cuerpo, las sensaciones que transmitiría si cruzabas la mirada con ella. Por el contrario, desconocía su historia, las cosas que había hecho o su lugar de nacimiento. Sobre todas estas cuestiones estaba tan a oscuras como C.M. La extensión de la primera versión probablemente doblaba la de la definitiva, descarté muchísimo material. Una vez el texto estuvo completo y editado, me puse a fabricar una parte de los objetos y a recopilar las imágenes.

A la hora de dar forma a su país dividido, ¿se vio influenciada por las turbulencias políticas y sociales que definieron a la administración de Donald Trump, y buscaba lanzar algún tipo de mensaje de advertencia?

No cabe duda de que ese aspirante a dictador y sus secuaces son maníacos peligrosos, pero no hace falta leer una novela para descubrirlo. No podría escribir ficción si me animara el deseo de lanzar proclamas. Lo que tenía en la cabeza escoraba mucho más hacia la historia americana, concretamente los movimientos políticos del siglo XIX, y a lugares reales que han sufrido fracturas -Corea del Norte y del Sur, la Alemania Democrática y la Occidental-. Buscaba reflexionar acerca de lo que puede ocurrir cuando la comunicación entre bandos opuestos se rompe hasta el punto de que la división se entiende como el único camino hacia delante. En cierto modo, la historia política de la novela es sólo el trasfondo de la vida del personaje, algo que hace su historia posible, pero también refleja la propia personalidad de X. Hablamos de alguien que necesita desgajarse violentamente de su pasado de cara a avanzar. Detrás de esta necesidad existen motivos tanto lógicos como ilógicos.

¿La teocracia fascista del Sur que plantea en la novela bebió de algunas de las experiencias chocantes que viviera en primera persona o que oyera creciendo en el Misisipi?

Para muchos (pero no todos) los cristianos, la necesidad de convertir a los otros al cristianismo es muy fuerte. Si de verdad crees en el Infierno, y estás convencido de que los que no creen en Jesús acabarán ahí, es lógico que te mueva el deseo de salvar a estas personas forzándolas a ver el mundo igual que lo haces tú. Aunque la preocupación por salvar a los otros pueda estar enraizada en la bondad y el amor, lo cierto es que puede resultar muy destructiva, colonialista y controladora. Antes de cumplir los quince, creía firmemente en el Infierno y temía que ese fuera el destino de algunos de mis amigos. Por descontado, esto te genera una profunda ansiedad, lo que explica el que, en ocasiones, algunos evangelistas cristianos recurran a la fuerza para obligar a los demás a adoptar su forma de vida (por ejemplo, aprobando leyes que imponga sus valores), o bien decidan aislarse del todo de los no creyentes. Una teocracia fascista es la forma de resolver todo esto, ¿no crees? De manera que no me resultó difícil concebirla. No estoy diciendo que el Misisipi sea como el Territorio del Sur de mi novela. No lo es. Sin embargo, esto no quita el que sepa que existe gente ahí que vería con muy buenos ojos que el cristianismo se impusiera por ley.

Biografía de X expone el lado absurdo y desquiciado de parte del arte contemporáneo. ¿Qué opinión le merece este en líneas generales? ¿Suele reconocer algo significativo o valioso, o lo ve más como una broma o un vómito egocéntrico?

Nunca van a faltar artistas excepcionales alumbrando trabajos llenos de sentido, belleza y honestidad. Sin embargo, desde el momento en que el «mercado del Arte» genera la posibilidad de lucrarse, siempre habrá gente más interesada en ganar dinero que en llevar a cabo ofrendas a la Humanidad, que es a lo que debería aspirar por sistema el arte verdadero.

¿Se le ha cruzado por la cabeza expandir el universo de su novela, por ejemplo, dedicando una exposición física a X, o filmando o escribiendo algunas de las obras ficticias qua aparecen en sus páginas?

Le doy vueltas, no lo descarto.

Luce un tatuaje de una cigarra y otro de dos lunas llenas. ¿Algún vínculo con su obra?

No. Simplemente me gustan los tatuajes porque te recuerdan que tu cuerpo es finito.