Carmen J. Nieto: “Si perdemos nuestros orígenes, olvidamos quienes somos”

Alrevés Editorial acaba de publicar «Gambuesa», la última novela de la canaria Carmen J Nieto.

Texto: LP  Foto: Leo Saavedra

 

Gambuesa es una obra que trata la pérdida de los orígenes, la deshumanización en algunos entornos laborales, las decisiones que tomamos y las consecuencias que conllevan. Una novela en la que todos los personajes pierden algo y como si la obra fuera uno más, el propio texto carece de una de las letras del abecedario. Escribir con restricciones es otro de los retos que Carmen J. Nieto suele imponerse en sus novelas.

 

Gambuesa es una palabra propia de canarias, ¿qué significa y por qué la elegiste cómo título de la novela?

Si miramos en la web de la Academia canaria de la Lengua, gambuesa quiere decir “corral grande de piedra en el que se reúne el ganado durante la apañada”. Sola la potencia de la imagen de una gambuesa ya justificaba este título, así como la sonoridad de la palabra.

Es una palabra propia de Fuerteventura y lo que un principio podía ser un inconveniente, por ser un vocablo poco conocido, puede convertirse en un aliciente para que el lector se acerque. Creo que es una palabra que atrae. De hecho, la atracción primitiva que ejerce el mundo de las apañadas es un elemento importante para el desarrollo de uno de los personajes.

Cuando investigaba desde el punto de vista lingüístico, me encontré que uno de los posibles orígenes de la palabra está en un vocablo árabe que suena muy parecido: shamá-ueshá, y que significa “gran reunión”. Esta es una novela de personajes, distintos arquetipos que se reúnen en la isla, como si la isla fuera una enorme gambuesa en donde se juntan todos.

Dicen que un buen título debe contener la novela entera y yo creo que, en la novela todo gira en torno a la gambuesa real o metafórica.

 

En el inicio de la novela un limpiador de cristales cae desde una altura considerable en medio de la recepción, yace inconsciente y sangrando y la primera llamada que se hace a continuación no es a una ambulancia, ¿crees que es ficción o desagradable realidad actual?

La novela es ficción, pero es la mejor manera que encuentro para contar la realidad. Ante un accidente laboral, no siempre lo prioritario es la vida de la persona accidentada. Rápidamente hay que evadir responsabilidades. La justicia, con su pretendida ceguera, carga rápidamente contra el empleador y se produce el efecto contrario a la asunción de responsabilidad. Por otra parte, como ya hice en las novelas anteriores, dejo sobre la mesa una reflexión: ¿Cuánto vale la vida de una persona?

 

¿Qué impacto crees que tiene el turismo en las Islas Canarias? ¿Sería posible limitarlo o incluso prescindir de él?

Con la llegada del turismo a Canarias se produjo un gran desarrollo, desde mi punto de vista, muy positivo. A mediados de los años cincuenta y en la década de los sesenta, contribuyó a mejorar la economía y la calidad de vida de los canarios. Se abrió una ventana al mundo y favoreció un desarrollo social y cultural debido al intercambio personal con otros países. Incluso, me atrevería a decir que fue una forma de “escape” al ambiente más oscuro y dictatorial que existía en el resto del país. Yo creo que esto no debemos olvidarlo. Hay que poner las cosas en su contexto.

Sin embargo, como ha ocurrido con otros aspectos de la vida, todo se ha escorado del lado del mercantilismo; el beneficio masivo y rápido solo para unos pocos. Tal y como se están desarrollando los acontecimientos, la industria del turismo (ya no es una actividad) está generando pobreza, así como malas condiciones laborales y sociales para los canarios. Se están enriqueciendo, y mucho, los magnates del turismo. Además de enriquecerse, generan un discurso que secuestra a la opinión pública y a los agentes políticos.

No creo que haya que prescindir de la actividad turística. Es importante regularla a favor de un modo de vida más equilibrado con el entorno y con nosotros mismos. Y, sobre todo, cada uno de nosotros debemos tomar conciencia y educarnos en el respeto al medio que nos rodea y a nosotros mismos.

 

En tu novela todos los personajes pierden algo, ¿te parece que quien pierde el origen pierde la identidad?

Me preocupa la desconexión que venimos sufriendo las personas. Nos desconectamos del entorno que nos rodea, del respeto a los demás, de nuestra historia y al final, nos desconectamos de nosotros mismos. Es cierto que existe un interés económico por mantenernos conectados a otras cosas y la corriente general nos conduce a generar beneficios para otros. Creo que, si perdemos nuestros orígenes, si olvidamos quienes somos; queda un vacío que puede ser ocupado por los vendedores de cualquier cosa.

Uno de los aspectos que trato en la novela es la agresión que infringe el sistema sobre los individuos, llegando incluso a hacerles dudar de quienes son.

 

¿Qué beneficios tienen los terrenos comunales y qué importancia han tenido en las Islas?

Hablar de la propiedad comunal y el aprovechamiento de esta es una de las motivaciones que me llevó a escribir esta novela. Las apañadas me parece que tienen una carga narrativa muy buena, pero eso es solo un aspecto de lo que engloba el Mancomún.

En el caso de Fuerteventura, tenemos que pensar en la isla en el pasado. Los medios de subsistencia no eran como ahora. Los terrenos comunales y su aprovechamiento también comunal facilitaban las labores de ganadería. En la pugna por la supervivencia, era más beneficioso estar unidos. Todo era de todos y todos estaban interesados y ponían de su parte todo lo necesario para que el trabajo saliera adelante. En un lugar aislado, donde las condiciones no son siempre favorables, el sentimiento de comunidad es algo necesario.

En la novela este trabajo de grupo se expone en contraposición al individualismo del sistema actual en el que cada uno piensa en su beneficio.

 

¿Són los personajes de tu novela víctimas del “sistema”?

Ese es el verdadero villano de la novela, el que hace daño a todos para salir beneficiado. En unos personajes es más patente que en otros. En los personajes más pegados al territorio y arraigados a las raíces, como Perico, este vínculo con la identidad hace de escudo contra los atropellos del sistema, pero es un escudo que no siempre logra la protección.

Otros personajes son arrastrados por la inercia de un modo de vida que no les beneficia, pero siguen en esa corriente sufriendo los efectos de un “dejarse llevar” contra el que no saben o no quieren plantar cara. Y también aparece un personaje que está empezando a ver más allá de ese sistema, es un personaje que lo tiene muy difícil porque ya ha sufrido daños graves y todavía no se ha recuperado del todo, pero es consciente de lo que el sistema puede hacerle a una persona.

El sistema lo creamos nosotros, lo mantenemos nosotros, es una elección que realizamos cada día. Gambuesa también habla de eso, de las decisiones que tomamos y las consecuencias de esas decisiones.

 

 ¿Debemos tomar conciencia de los daños psicológicos que causan algunos trabajos?

Es curioso cómo ya tenemos asumida la peligrosidad de determinados trabajos que por su naturaleza intrínseca son peligrosos: trabajos en altura, movimientos repetitivos, manejo de sustancias peligrosas. Casi siempre, ese peligro está relacionado con la salud física y solo se puede mitigar extremando la prevención de riesgos.

Sin embargo, nos cuesta más asumir el daño psicológico que provoca la dinámica de determinados trabajos. Los trabajos relacionados con la actividad económica como empleados de banca o asesores están sometidos a un alto nivel de estrés. Son trabajos que reconocemos como bien remunerados y socialmente damos por pagados los daños personales que estos trabajos implican. Los funcionarios son un colectivo muy criticado, y habría mucho que decir al respecto. Pero no reparamos en la falta de medios o en la falta de seguridad jurídica y, a veces, personal que sufren en su trabajo; que en muchas ocasiones lleva a la desidia y a la desmotivación. Se suele bromear y asumir con naturalidad que los trabajos de cara al público “queman” a los trabajadores. El trato con el público produce un desgaste que tenemos naturalizado. Ese público pueden ser los padres de los alumnos, los clientes del supermercado, los pacientes de la consulta. El público somos nosotros. Se nos llena la boca con palabras como empatía, conciliación o sororidad, pero olvidamos su significado cuando estamos al otro lado del mostrador.

Las bajas laborales por daños psíquicos o psicológicos son cada vez más numerosas y, en algunos casos, las personas no se recuperan nunca. Lo lamentable es que ese daño es evitable.

 

¿Qué te atrapó del OuLiPo para escribir con restricciones?

Bueno, siempre digo que preguntarme por el OuLiPo es un riesgo, puede ocurrir que no terminemos la entrevista.

Me fascinó la novedad, el descubrir que existían escritores como Perec o Queneau fue muy emocionante. Calvino ya era uno de mis escritores favoritos y yo no sabía que pertenecía al OuLiPo. Todo ese proceso de descubrimiento me atrapó desde el principio. Luego, fui adentrándome en esa preocupación por la forma y la estructura. Y eso lleva a mejorar el estilo, que era algo que a mí me preocupaba mucho a la hora de ponerme a escribir. La restricción es una palanca creativa. En mi caso me ayuda a centrarme en el texto y a buscar caminos alternativos. Al final, todos contamos lo mismo, lo importante es la manera de contarlo. Y la restricción favorece la creatividad, me aleja de los lugares comunes en la forma de expresión.

Además, me siento muy identificada con ellos porque no siempre proceden del mundo de las letras: son ingenieros, matemáticos, físicos. Son escritores preocupados por escribir buenos textos y dejan atrás toda esa sacralización de la Literatura para poner en su lugar el trabajo. Como decía Hermes Salceda: “Al genio inspirado y al escritor alucinado, los oulipianos oponen el modesto artesano que en su obrador manipula la lengua como materia prima”.

 

¿Te ha resultado muy difícil escribir toda la novela sin usar una de las letras del abecedario (no vamos a decir cuál)?

Confieso que estuve a punto de abandonar. Fue más difícil de lo que pensaba y hubo momentos de mucha frustración, pero ya no concebía la novela con esa letra porque la letra falta por un motivo. Es un motivo que está relacionado con el argumento y también con el tema que es la pérdida, la desaparición de las piezas con las que nos construimos. Por lo tanto, el lipograma le daba sentido a la novela. Cuando me ponía a escribir, no usaba esa letra. La escritura se hacía más lenta y mucho más reflexiva y eso le vino muy bien al ritmo de la novela.

Hoy en día tenemos los procesadores de texto y puedes buscar la letra y ver si se te ha colado alguna. Puedes sustituir esa palabra por un sinónimo, pero eso es una trampa porque los sinónimos no quieren decir exactamente lo mismo. A veces, el sinónimo que encontraba era más preciso que la palabra que yo había puesto con la letra prohibida y eso era como si me tocase la lotería. Pero en la mayoría de los casos, la palabra no podía ser sustituida por un sinónimo porque el significado no era preciso, porque no respetaba el nivel del discurso, porque no encajaba en el idiolecto del personaje o en la voz del narrador. Eso me obligaba muchas veces a darle la vuelta a un párrafo entero porque una palabra no cuadraba. Fue un proceso de aprendizaje y estoy muy satisfecha en ese sentido.

 

Tu novela anterior no tenía adjetivos y en esta no has usado una de las letras del abecedario en todo el texto, ¿qué será lo siguiente?

La verdad es que ya estoy metida de lleno en la próxima novela. Quería tomármelo con calma y disfrutar de la promoción de Gambuesa, que pienso disfrutarla mucho, pero en el proceso de documentación de esta nueva novela he descubierto datos muy interesantes y me está absorbiendo bastante. En cuanto a la forma, voy a probar algo diferente, vamos a ver si explota el experimento.