«Canción», de Eduardo Halfon
“Canción” (Libros del Asteroide), una novela de apenas cien páginas de uno de los más grandes autores latinoamericanos actuales.
Texto: David PÉREZ VEGA
En 2004 Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) publicó en Anagrama la novela El ángel literario. Había quedado entre los finalistas del premio Herralde de ese año. Yo la leí en 2005, tras encontrarla en un puesto de libros de segunda mano de la Cuesta de Moyano de Madrid. En aquel momento me desconcertó su apuesta por la autoficción. Bastante tiempo después empecé a fijarme en las novelas cortas y libros de cuentos que Halfon iba publicando en la editorial Libros del asteroide. Leí buenas críticas sobre estos libros y sería en el verano de 2018 cuando empecé a leer bastantes de ellos seguidos. En un periodo de tiempo relativamente corto leí: Monasterio, Duelo, Signor Hoffman; Mañana nunca lo hablamos, El boxeador polaco, Saturno, Biblioteca bizarra, y algunas obras más tempranas como De cabo roto y Elocuencias de un tartamudo.
En sus obras más maduras, Halfon ha definido un mundo propio y, obra tras obra, amplia su propuesta. Ha creado al personaje Eduardo Halfon, un escritor de la misma edad del escritor real Eduardo Halfon y con una biografía muy similar a suya. Existen algunas diferencias entre el Halfon personaje y el Halfon autor: por ejemplo, el primero es un fumador impenitente y el segundo no fuma. Halfon habla en sus libros de su gran familia judía, que emigró a Guatemala desde lugares diversos, como Europa del Este y el Medio Oriente, y sobre la búsqueda de la identidad. Uno lee siempre estas novelas pensando que lo que se cuenta en ellas es real, aunque el autor más de una vez ha comentado en sus entrevistas que esto no tiene porqué ser cierto. De hecho, yo como lector atento descubrí una incoherencia interna en su árbol genealógico, que no voy a desvelar; lo que me indica que nos encontramos ante una obra de ficción y no ante un conjunto de novelas memorialísticas.
«Llegué a Tokio disfrazado de árabe» es la primera frase de Canción. Halfon ha sido invitado a un congreso de escritores libaneses, aunque nunca ha estado en Líbano y la única vinculación que tiene con este país es que uno de sus abuelos nació allí. Dos páginas más tarde, llegamos a un párrafo que es clave para entender al personaje Halfon y para entender las intenciones narrativas del autor Halfon: «Estaba en Japón para participar en un congreso de escritores libaneses. Al recibir la invitación unas semanas atrás, y después de leerla y releerla hasta estar seguro de que no era un error o una broma, había abierto el armario y había encontrado ahí el disfraz libanés ‒entre mis tantos disfraces‒ heredado de mi abuelo paterno, nacido en Beirut. Nunca antes había estado en Japón. Y nunca antes me habían solicitado ser un escritor libanés. Escritor judío, sí. Escritor guatemalteco, claro. Escritor latinoamericano, por supuesto. Escritor centroamericano, cada vez menos. Escritor estadounidense, cada vez más. Escritor español, cuando ha sido preferible viajar con ese pasaporte. Escritor polaco, en una ocasión, en una librería de Barcelona que insistía ‒insiste‒ en ubicar mis libros en la estantería de literatura polaca. Escritor francés, desde que viví un tiempo en París y algunos aún suponen que sigo allá. Todos estos disfraces los mantengo siempre a mano, bien planchados y colgados en el armario.» (pág. 11)
Además de novelas cortas (Monasterio, Duelo y ahora Canción), Halfon ha publicado también con el mismo personaje libros de cuentos (Signor Hoffman, El boxeador polaco o Mañana nunca lo hablamos). Al tratarse de la misma voz y las mismas intenciones narrativas, no existen muchas diferencias entre los libros de cuentos y las novelas (salvo que el mercado recibe peor los libros de cuentos que las novelas). En gran medida, la narrativa de Halfon es la propia de un escritor de cuentos, y sus novelas no se rigen por una estructura clásica de novela en la que la tensión narrativa va creciendo hasta el desenlace, sino que sus novelas funcionan como narraciones breves cosidas que se van intercalando y yuxtaponiendo a lo largo del libro. Estos núcleos narrativos de las novelas de Halfon se evaden por diversos puntos de fuga que el autor dispersa hábilmente por las páginas, y digo hábilmente porque la trabajada negativa a cerrar una narración, y abrir otra en la página siguiente, va creando una eficaz sensación de misterio en el texto. Según estos parámetros está construida también Canción.
Pronto el lector dejará de leer sobre el viaje a Japón y Halfón empezará a hablar del secuestro que sufrió su abuelo en Guatemala en 1967. También nos acercará a algunos hechos históricos sobre el surgimiento de la guerrilla en el país y el intervencionismo de Estados Unidos. Canción, descubrirá el lector, es el seudónimo de uno de los secuestradores de su abuelo, una persona sobre la que se pondrá a investigar Halfon.
Canción es una novela de apenas cien páginas y es toda una joya de orfebrería narrativa. De Tokio hemos pasado, casi sin darnos cuenta a un bar de Ciudad de Guatemala donde Halfon espera a alguien que le va a dar datos sobre el secuestro de su abuelo que él ha empezado a investigar. No es raro que las historias de Halfon se planteen como una investigación. Así estaba construida la novela Duelo, donde trataba de esclarecer la supuesta muerte de un hermano de su abuelo en un lago, cuando aún era un niño. ¿Será a Canción, a quién Halfon espera en el bar fumando y bebiendo cerveza mientras nos describe el ambiente sórdido que le rodea?
El personaje que al fin se va a entrevistar con Halfon le advierte que no puede escribir nada sobre lo que le va a contar. Con estas negativas a la propia idea de la novela que se está escribiendo también funciona la obra de Halfon. En Duelo también el padre le dirá al personaje Halfon que no puede escribir sobre lo que justo leemos que está escribiendo. Y en la novela corta Saturno ocurría algo parecido, de nuevo con la figura del padre. Esto sumará más tensión y misterio al texto. ¿Lo que leemos es lo que le ha contado en el bar de Guatemala el confidente de Halfon sobre el secuestro de su abuelo o los datos que ha reunido provienen de otra fuente? Por supuesto, el lector avezado, el que sabe cómo se construye una novela, se da cuenta de que tarde o temprano Halfon va a regresar al Tokio desde el que empezó la historia, cerrando así sus muñecas matrioskas narrativas.
Cuando Halfon consigue crear en sus páginas la doble sensación de amenaza y misterio me parece uno de los discípulos más aventajados, y a la vez menos evidentes, de Roberto Bolaño. El estilo narrativo es contenido y a la vez envolvente, con numerosos puntos de fuga poéticos como éste: «Aquel momento, lo sabía pese a mi inmadurez, tenía el resplandor de una piedra negra en la lluvia.» (pág. 83)
Tal vez se podría acusar a Eduardo Halfon de ser un escritor que no arriesga, alguien que encontró en libros como Monasterio o El boxeador polaco la fórmula del éxito y la repite en un libro tras otro; pero, en realidad, apuntaría que Eduardo Halfon está creando una obra muy valiosa, una gran novela dividida en pequeños libritos sobre el pasado, el misterio de las familias y la identidad, y que en algún momento del futuro se leerá con una obra unitaria, como una larga e importante novela de 1.000 o 2.000 páginas. A mí Canción me ha parecido un texto tan fascinante como siempre. Háganse un favor, lean a Eduardo Halfon, es uno de los más grandes escritores latinoamericanos actuales.