Azahara Alonso debuta en la novela con «Gozo»

La editorial Siruela publica la primera novela de la poeta asturiana.

Texto: Enrique VILLAGRASA

 

Un no sé qué es te deja balbuciendo este libro, Gozo (Siruela), de la asturiana Azahara Alonso (Oviedo, 1988). Es biografía. Es diario. Es novela. Es ensayo. Es libro de ayuda personal. Es una año sabático. Es crítica a una sociedad deshumanizada, la nuestra, la actual, en la que casi nunca disfrutamos del recorrido, del camino, del paisaje. Nunca gozamos del gozo de gozar, de no hacer nada y disfrutar tumbados al sol o no; pero sí vagueando. Esto es lo que nos enseña entre otras cosas esta obra y para y por esto nos vamos a vivir una temporada corta, un año sabático, o sea: 234 páginas, en Gozo: una isla maltesa en el Mediterráneo, donde transcurre parte de esta historia, que está muy bien escrita, con una sensibilidad lírica exquisita; escrita en estado de gracia diríase, buscando la complicidad del lector y con sutileza a raudales. Y planteando dilemas, muchos dilemas, debidamente escrutados. Un texto que no renuncia a nada: tal vez, ahí está su secreto hechizador: una narración que nos ayuda a confiar en nosotros: “Es preciso un barco, uno que siga la ruta que yo quiero”.

Abren significativamente esta novela una cita de María Zambrano: “Las islas son el regalo hecho al mundo en días de paz para su gozo” y otra del escritor francés George Perros: “¡Trabajar! ¡Trabajar! Como si tuviera tiempo”, que ya nos aventuran por dónde irá la historia. Aunque, creo que Gozo es además un maravilloso puzle o mosaico, eso que los romanos llamaban opus tessellatum, donde la escritora encaja temas que son el pan nuestro de cada día: el trabajo productivo al máximo que nos esclaviza (tripalium, por seguir con los romanos, que lo definen todo muy acertadamente); la política que se ha hecho dueña de la cocina; la búsqueda de la autenticidad en todo y en todos; y con la cámara en mano, de la protagonista, la fotografía tan acertada de esas singulares contradicciones del turismo liberal, neocapitalista, que nos presenta verdaderos placeres sin tiempo para degustarlos: el dinero da el tiempo y sin dinero no hay tiempo, hay que trabajar diríase. Y ya se sabe que las prisas son malas consejeras: “hay que crear una nueva forma de vida basada en el juego, una revolución lúdica. El gozo, digo yo.” ¡Tal vez en el goce esté lo lúcido y lo productivo!

Gozo es sobre todo paisaje: isla y escritura y paisanaje: Ronnie, el taxista; la joven isleña Ruth; Joe, el casero; Frances; Brian, el hijo; J y A, la pareja protagonista. Y todo es memoria, mirada y lenguaje: es el gozo de ser isla. Es además un grandísimo poema narrativo escrito en fragmentos con referencias a todo y todos, con citas tremendas de autores cercanos a la escritora como: Faulkner, Barthes, Marc Augé, Truman Capote, Susan Sontang y legión más, en un alarde que queda expuesto (pues no siempre el agricultor cosecha en sus campos), dado su bagaje cultural, que se le supone de lectora que todo lo ve desde esa extinta Azure Window o Ventana Azul: espectacular ventana natural en medio del mar, cincelada por la erosión del agua y el viento y desde la que imagino a la escritora observando los y sus acantilados existenciales que rodean su ser siendo, desde el justo y necesario parón vital para encontrarse. Cabe apuntar que, en marzo de 2017, a causa de un temporal, la citada maravillosa ventana, se derrumbó. Ventana que me ha recordado en esta novela a “aquella puerta simplemente encajada en la realidad” de Antonin Artaud.

Les aseguro a las personas lectoras de este libro que es la mejor puesta en escena, un monólogo dramático, o lectura actualizada de aquello de los griegos catábasis o descenso y anábasis o resurrección. Aunque bien podría ser la mejor propuesta publicitaria de Gozo, pues todos anhelaremos conocer esa isla de color miel tras leer Gozo; y pisar, y recorrer su ciudadela y su capital, sus playas y hasta bucear allí: en sus profundas aguas azules. Por mucho que Azahara Alonso nos enfrente a nuestros dilemas, también a los propios del turismo, tal y como se conoce hasta ahora: ese turismo masificado, donde la ficción turística supera y absorbe la realidad” y siempre con prisas japonesas, es, a pesar de todo, una magnífica entrada en él y con él, su mundo narrativo, el de Azahara Alonso; pues, no me cabe ninguna duda al respecto y seguro que ha venido para quedarse y espero y deseo para bien de todas las personas lectoras que así sea: “Dicen que al terminar una novela se abandona un mundo inventado. Yo abandoné una isla y trato de volver a ella, a la de entonces, poniéndola por escrito. Ese es mi trabajo”. Un tremenda primera novela de justa y necesaria lectura.

Azahara Alonso es licenciada en Filosofía y ha publicado el libro de aforismos Bajas presiones (2016) y el poemario Gestar un tópico (2020). Ha sido coordinadora de la escuela de escritura Hotel Kafka y gestora cultural en la Fundación Centro de Poesía José Hierro. Actualmente imparte talleres literarios y publica crítica especializada.