María Larrea, mucho más que la “hija de nadie”

“Los de Bilbao nacen donde quieren” (Alianza Editorial) es el debut literario de María Larrea, una escritora francesa de padres españoles que descubre a los 27 años que es adoptada. Su investigación y reconstrucción personal han supuesto una de las sorpresas editoriales del año.

Texto: Susana PICOS  Foto: Asís G. AYERBE

 

 

Tu novela es una búsqueda de tus orígenes, de tu identidad, ¿quién es María Larrea hoy?

Uau empezamos fuerte. El otro día hablaba que escribir era ordenar un caos y creo que mi  identidad, lo que yo soy, es mucho caos. Mi familia biológica y adoptiva, la educación francesa y española, la era antes y después de internet … Creo que en mi vida todo es doble. Hasta mi nombre: María Larrea, en mi pasaporte está escrito María Victoria Larrea Rocha, y en España me llamaban Mariví, siempre me decían que María Victoria es de gente muy mayor. Mi abuela se llamaba así. Tengo la sensación de ser una identidad fabricada, pero yo soy algo parecido a una casa de fantasmas a la que no tengo miedo ir. Esa es mi identidad.

 

A los 27 años descubriste que eras adoptada, ¿cómo fue?

A mí me encantaba la música y era una niña rebelde y un poco gótica, atraída por las cosas nocturnas y oscuras. Pensaba que con 27 años me iba a morir como las estrellas del rock,  Jimi Hendrix o Janis Joplin. Cuando cumplí los 27, recuerdo que estaba en una bici pensando: hoy no me he muerto ¡qué bien, cumplí los 27 años y todavía no pasa nada! Pocos meses después, sucede la consulta del tarot y la revelación de mi madre, al día siguiente, de que no eran mis padres biológicos sino adoptivos; me habían mentido durante 27 años. En ese momento entendí ese presentimiento de mi muerte, algo murió ese día, una parte de mi identidad se rompió.

 

¿Y después?

En mi casa no había fotos de mi madre embarazada. Cuando tuve a mi hijo le pregunté a ella cómo había sido su parto y contestó: “como “el de todo el mundo”. Cuando le pregunté por mi madre biológica su respuesta fue: “tú eres hija de nadie”.  Así que cuando supe que era adoptada, ya tenía el diploma de la escuela de cine y quise escribir un guion sobre lo que estaba viviendo. Empecé la investigación a los pocos días, quería saber cuál era mi historia antes de que me adoptaran, se convirtió en una obsesión. Una vez que alguien te miente, te dices:  ¿hasta dónde llega la mentira? ¿hasta cuándo? Llegué a rodar algunas escenas con unas becas que gané y mi guion fue leído en la Radio Nacional francesa, pero la película no se hizo. Parecía que había una resistencia a que esta historia existiera de manera cinematográfica, había una resistencia a la imagen, solo era una historia de oralidad y yo estaba hasta la coronilla de llegar a una cena o a una fiesta y que me dijesen: – Ay María- Es mi amiga, la que supo que fue adoptada consultando el tarot y la gente : ¡no jodas, cuéntame!. Y yo ta ta ta ta ta, siempre contaba. Y la historia ya no me pertenecía; era casi una broma, una anécdota. Por eso, escribir el guion me ayudó a recuperar el poder sobre la historia.

 

¿Cuándo piensas en escribir una novela?

Estaba en casa cuando me llamó una amiga que había escuchado la ficción radiofónica de mi guion. Ella es profesora de literatura y me dijo: “no puede ser una película porque es una novela”. Ella vio lo novelesco de la historia y me conminó a escribir. La empecé y nada más comenzar entendí que tenía razón. Podía ordenar las historias como yo quería, controlar el time line: pasado/futuro, España/Francia, jugar con todo lo que me constituye pero hacerlo con la libertad total que da la literatura. El presupuesto es de cero o de 180.000.000, puedes escribir algo que nadie te podría producir. Cuando escribí el prólogo y el primer capítulo pude por fin respirar y no ahogarme.  Hay una palabra en español que me parece increíble: desahogarse, en francés no la hay. En España tenemos ese poder que podemos desahogarnos, imagínate la fuerza de esta nación que cuando te ahogas puedes decidir no ahogarte. Fue como llegar a un terreno de juegos, con todo lo que se me había prohibido saber, y ahora podía recrear con los hechos que tenía lo que me daba la gana para dibujar mi historia de manera libre y con mucha felicidad aunque hay capítulos que escribí llorando.

 

¿Llorar de felicidad?

Sí. Cuando empiezas a escribir estás como en trance, en un estado alterado. Cuanto más escribo, más salgo de mi cuerpo. Es en ese estado, cuando viajo hacia los lugares y con los personajes, que me llegan las endorfinas, yo siento que hay algo muy acuático en escribir, como tirarse al agua.

 

¿Es cierto que cuando empezaste a escribir no conocías a tu madre biológica?

Estuve investigando entre 14 y 15 años y cuando empecé a escribir la novela solo sabía lo de la madre de leche.  Para mí ese era el epílogo de la historia, y cuando ya la tenía prácticamente acabada, un amigo me envió un artículo del diario El Mundo sobre las pruebas de ADN. Las hice y me llegaron los resultados. Era todo muy extraño, como un viaje en el tiempo porque iba a conocer a la persona de la que me había separado más de 40 años. Sentí que cuanto más escribía y trabajaba en el manuscrito, más me acercaba a la verdad.

El 10 de marzo de 2022, firmé con la editorial francesa Grasset y les dije: estoy de acuerdo en firmar con vosotros pero dentro de dos días viajo a España a conocer a mis hermanas biológicas y puede que tenga ganas de incluirlo en el manuscrito. Me dijeron que sí, y eso que la editora ya había impreso los primeros capítulos con sus correcciones. El libro se hizo como las muñecas matrioskas.

 

A la vez que construías tu novela, tú también te ibas transformando…

Sí. Yo iba reconstruyendo mi identidad. Un libro es algo muy concreto que tiene tantos gramos de papel, se sabe dónde está impreso y en qué fecha, es un documento legal. Para mí fue como un acta de nacimiento. Lleva mi nombre: María Larrea, y me llamo así en Francia y en España, en mi profesión y en mi vida privada. Un documento legal con el que ahora puedo empezar otra vez mi vida. Por fin tengo también el reconocimiento profesional, porque esta novela llega después de un fracaso -nunca rodé la película-, de unos años muy difíciles, económicamente, personalmente, todo se había roto y yo me sentía muy estropeada por esos años de investigación y de intentar trabajar.

 

Empiezas la novela explicando la historia de tus padres adoptivos…

Muchos escritores, sino todos, nos hacemos preguntas y por eso escribimos para intentar contestarlas. Yo me hice la siguiente pregunta y así me vino la estructura, ¿cómo tres huérfanos de una misma nación que es España han formado una familia en los años 80 en Francia? De estos tres hilos, el que me costó más fue el mío. Tardé en decir la palabra yo, por eso empiezo con ellos, porque yo me escondía un poco. La historia solo podía empezar con el nacimiento de Victoria, el de la madre, aunque Julián había nacido en el 43 y Victoria en el 47, pero tenía que ser con Victoria y su nacimiento en Galicia. Yo ya sabía que mi madre había sido abandonada y que mi padre había crecido en un orfanato. Y cuando empiezo a pensar en la novela me doy cuenta que quiero entender esa nación que es España, esos años de mis padres, y que la investigación que yo tengo que hacer no es saber quién era mi madre biológica sino quiénes eran mis padres, esa es la verdadera investigación de la novela.

 

¿Y por qué empezar contando la muerte de un pulpo?

El pulpo y la bolsa de tinta que explota aparece en el primer capítulo, en el nacimiento y abandono de Victoria, y esa tinta es la metáfora de la escritura, el nacimiento de la literatura, pero sobre todo quería utilizar el símbolo del pulpo, un animal que sabemos muy inteligente, para representar la muerte de la inteligencia en esa España profunda y dura de la posguerra.

 

Parece que un cúmulo de casualidades han marcado tu vida y la creación de esta novela: el tarot, el amigo que te manda el artículo, el director de cine…

Parece que hay un guionista (risas). Cuando empiezo el manuscrito y siempre es muy importante hablar de manuscrito, porque yo todavía no veía una novela, no se lo digo a nadie, solo a mi marido. Cuando lo acabé, se lo envié a una de las profesoras del taller de escritura al que me había apuntado. Al poco me responde que está en el comité de lectura de una editorial y que va a proponer su publicación. Durante un tiempo, yo había estado subiendo algunos pasajes de lo que escribía en Instagram y me contactó la amiga de una amiga para preguntarme si estaba escribiendo una novela porque me seguía en la red y le gustaba mi estilo. Se la mandé y en 48 horas me hizo una propuesta de contrato. No me lo podía creer, me pareció una locura. Se lo conté a una amiga que es productora y me dijo que necesitaba una agente,  pero yo no lo tenía muy claro, así que vi que en el Taller organizaban un zoom para los alumnos sobre la edición en Francia y me conecté a la sesión. Al día siguiente, fui a la productora en la que trabajaba y salí al mediodía a comprar la comida para el equipo. En esas, veo por la calle a la editora que horas antes había impartido el zoom. Me acerco, me presento y le digo que asistí a su charla y que me encantó. Le cuento que tengo un manuscrito y le pregunto si se lo puedo enviar. Me dice que sí, claro, y me da su correo electrónico. Ella es la editora de Grasset y es la editora de mi libro.

 

El azar ha tenido mucho que ver en tu vida, pero tú también eres impetuosa….

Creo que la vida ha querido que yo cuente historias. Me encanta contarlas, es lo que más me gusta y me encantan las historias de la gente. Una vez que una se nutre de la vida, se nutre para siempre.

 

¿Y ahora, va a haber película?

Sí, sí, ahora sí, no sé cómo ni cuándo pero estoy vendiendo los derechos a una productora.

 

En tu novela también se habla de clasismo, racismo, ¿cuál ha sido la respuesta en Francia?

Muy buena. La novela está funcionando muy bien en Francia. Llevamos más de 70.000 ejemplares y varios premios: el premio France Telévisions 2023, premio a la primera mejor novela— y también un premio de los psiquiatras de Francia, por el tratamiento de los trastornos existenciales. Y es verdad que en la novela hay esa crítica, pero en Francia también se puede hacer otra lectura y es que yo soy el resultado exitoso de la República. Hija de una familia pobre, cuyos padres no sabían ni leer, y ahora es escritora. Me pueden ver como un bicho. Además, mi novela acaba bien, quiero decir, hay una voluntad detrás de toda esa oscuridad.

 

Muchas personas te habrán perdido el teléfono de la tarotista.

Sí, sí, pero fíjate que poco tiempo después ella lo dejó.  Mandé a muchos amigos y cuando salió la novela no te puedes imaginar la gente que me pidió su teléfono y su correo electrónico. Le escribí y le dije: ¿por qué lo has dejado?  Te harías una pasta.

 

Y por curiosidad, ¿por qué lo dejó?

Esa tarde a mí el tarot me cambió la vida, pero creo que a ella también. Hay revelaciones que impactan mucho también a la persona que las hace.