Yomi Adegoke: «Las redes sociales no son los espacios más adecuados si se quiere denunciar algún tipo de maltrato o acoso»
La escritora británica Yomi Adegoke desvela los peligros y los dilemas éticos de las acusaciones anónimas en su novela «La lista» (ADN).
Texto: David VALIENTE
La lista (AdN Novelas) se ha convertido en un fenómeno de ventas en Reino Unido que dentro de poco contará con su propia serie. Resulta interesante analizar la recepción que ha tenido una historia que indaga en lo que sucede a un grupo de personas cuando empieza a circular por Twitter una lista anónima con los nombres de supuestos agresores sexuales, acosadores o maltratadores del mundo del espectáculo, de los medios de comunicación y del deporte. El libro tiene como protagonista a Ola Olajide y a su futuro esposo Michael que precisamente está en la lista. Michael, de padres ghaneses, tiene apenas un mes para demostrarle a Ola que son falsas las acusaciones que se vierten sobre él.
La autora de este novelón adictivo es Yomi Adegoke (Croydon, 1991), escritora y columnista en medios británicos tan populares como The Sunday Times, The Guardian o Vogue. Yomi también ha publicado tres libros de no ficción junto a la también escritora Elizabeth Uviebinené. Sin embargo, su gran éxito le llegó el año pasado con La lista. “Comencé a escribir mi novela durante el confinamiento, mientras el resto de las personas cocinaban o hacían pan; el tema ya me había llamado la atención en 2017 pero no escribí nada porque el Me Too estaba en auge y no quería enredar el diálogo. Así que, durante los días más duros de la pandemia, como no sé cocinar y me encontraba sola en mi hogar, una amiga me convenció para que explorara el mundo de las listas anónimas que se publican en Internet a través de la ficción, un espacio más seguro para abrir diálogos honestos acerca de las dificultades y los problemas éticos que plantea el hecho de que una persona sea acusada públicamente de delitos gravísimos”.
Uno de los aspectos interesantes de La lista es cómo explora el impacto de las acusaciones en la vida de los personajes, incluso cuando estas acusaciones resultan ser falsas. ¿Por qué decidiste abordar este tema y cómo crees que refleja la realidad actual?
Para mí, era muy importante analizar las consecuencias éticas en torno a una lista anónima que acusa a personas de delitos muy serios. Soy mujer y feminista, por lo que comprendo a las mujeres que optan por denunciar en este formato. Ellas sienten que la policía, el sistema jurídico, incluso el propio círculo cercano las ha fallado; ven que todas las puertas están cerradas. Por eso emplean Internet como altavoz de sus reclamos. Pero todos sabemos, y es algo que aprendemos desde niños, que en la red pululan multitud de fake news cada vez más sofisticadas. Es un hecho que la gente no es todo lo sincera que debería en la red, aunque no estoy diciendo que todas las peticiones de justicia sean falsas. Una acusación como la que planteo en mi novela despierta mucho interés y en poco tiempo se vuelve viral. Los internautas dan su opinión y se forma una gran maraña de comentarios. Sin embargo, cuando se demuestra que las acusaciones no son verdaderas, se desvanece el interés porque la verdad no concuerda con sus opiniones. A veces da la sensación de que la mentira resulta más atractiva que su antónimo. Se puede oír a las personas negando la existencia de la cultura de la cancelación, y quizá a ciertos grupos no les afecte, pero para otros puede llegar a ser un punto de inflexión en sus vidas. En el caso concreto de este tipo de acusaciones, se dificulta la acción de iniciar una charla sincera sobre lo sucedido en la vida real, especialmente con aquellas mujeres que no han sentido el respaldo del sistema.
¿Qué opinas, entonces, sobre el papel de las redes sociales en la denuncia de comportamientos indebidos y la exposición pública de estos casos?
No debemos dejarnos de cuestionar en ningún momento el papel de las redes y, de hecho, nuestra actitud debe ser crítica. Las redes sociales premian las opiniones más extremistas y que polarizan más a la sociedad. Asimismo, las noticias se propagan a gran velocidad y es muy difícil comprobar la procedencia de la fuente y su veracidad. Pero tampoco puedo dejar de reconocer que es una fuente útil para aquellas mujeres que quieren avisar a otras de que deben tener cuidado con algún hombre que sea peligroso o quieren contar su experiencia para que alguien las escuche y las comprenda. Sin embargo, Internet y las redes sociales no son los espacios más adecuados si se quiere denunciar algún tipo de maltrato o acoso, pues resulta incluso una manera algo frívola de emprender acciones. Pongamos un ejemplo: sale a la luz una lista con varios nombres de individuos y se demuestra que uno solo de ellos es inocente, de inmediato el resto se convierten en no culpables, cuando a lo mejor muchos sí han cometido actos indecorosos contra las mujeres. También se puede dar el escenario contrario, se pueden aportar pruebas que incriminen a alguien de la lista, entonces a todos se les tacha de culpables, aunque haya inocentes. Creo que esto no ayuda en nada a las víctimas.
Da la sensación de que se pierde la presunción de inocencia…
Sin duda. Y la presunción de inocencia debe ser respetada. Antes era un campo más explorado y vindicado por la izquierda. Se tildaba de extremistas y fascistas a las personas que penalizaban a la gente sin que un tribunal se hubiera pronunciado primero. Ahora se asocia a la derecha, ya que las personas de izquierda sentencian antes incluso de conocerse los hechos y si propiciamos un ambiente de calma para no adelantar acontecimientos, te acusarán de defender al acosador. Caer en esto es peligroso. Por esta razón, plantear a un personaje como Michael es muy interesante, él representa a todos los hombres negros que han sido acusados falsamente por acoso o violación y han sido linchados e incluso asesinados. Sabemos que en la época de la esclavitud esto era un arma que se usaba en contra de los hombres negros, pero en la actualidad seguimos sin aceptar que una persona es inocente hasta que se demuestra lo contrario. Permitimos que la opinión pública vaya en la dirección contraria a la presunción de inocencia. Aunque también entiendo que la presunción de inocencia guarda sus peligros, porque ¿qué pasa si el hombre es verdaderamente culpable y hasta que se demuestre que lo es sigue cometiendo atrocidades? Entiendo, pues, que da miedo plantear la inocencia de una persona, pero creo que lo contrario tampoco es lo correcto. Vemos cada vez a más hombres detenidos o que se les considera culpables antes de que se haya pronunciado un juez. ¿Esto ha dado algún resultado favorable en la vida real?
¿Cómo cree que podemos encontrar un equilibrio entre la rendición de cuentas y el exceso de cancelación en las redes sociales?
Esa es la pregunta clave y también la más difícil de responder, y por desgracia yo no tengo la respuesta. Quizá alguien más inteligente que con suerte ocupe un puesto importante en algún gobierno o en alguna multinacional tecnológica la tenga y sea capaz de crear un espacio de debate seguro. Las personas afirman que la cultura de la cancelación no existe, cuando en la vida real se está practicando con individuos que pertenecen a una clase social menos privilegiada. Conocemos los nombres de gente muy famosa que ha cometido actos terribles, pero no les ha pasado nada, siguen con sus vidas, siguen recibiendo premios, siguen firmando contratos y viajando por todo el mundo, porque tienen los recursos para eludir cualquier consecuencia. Mientras tanto, una persona normal que ha dicho o ha hecho alguna tontería en Internet, desde luego no ha cometido los mismos actos horribles que los otros, se tiene que enfrentar a la cultura de la cancelación y no cuenta con las herramientas para controlar lo que va a pasar. Debemos encontrar un punto de equilibrio entre estas dos situaciones: que a una persona no se le obligue a abandonar su trabajo y perderlo todo por un acto estúpido o que alguien culpable y poderoso se vaya de rositas. Luego también debemos tener en cuenta que las mujeres no disponen de espacios seguros para acusar a aquellos hombres sin escrúpulos. Es una situación muy compleja y de verdad no tengo una respuesta. El libro se ha traducido a varios idiomas, espero que alguien lo lea y nos dé una solución.
¿Cree que el factor racial juega un papel determinante a la hora de lanzar acusaciones?
Sí lo creo. En el imaginario colectivo, los hombres negros se conciben con una cierta hipersexualidad y una mayor tendencia a perpetuar crímenes. Lo hemos visto con los cinco de Cardiff en Reino Unido acusados falsamente de asesinar a Lynette White en 1988; el color de la piel de los cinco hombres jugó en su contra. Hay personas que guardan su bolso o lo cierran cuando ven entrar en el vagón de un tren o en el autobús a una persona negra porque realmente piensa que les pueden robar. Tampoco se necesitan tantas pruebas para creer que un hombre negro ha cometido un delito.
Uno de los temas de su libro es la salud mental de los hombres negros. ¿Cómo de sensibilizada está la ciudadanía con este tema?
En Reino Unido no estamos mucho más avanzados que en España. Lo incluí en el libro porque es un tema que apenas se toca. La lucha en Reino Unido por la salud mental abarca todos los géneros, grupos étnicos y clases sociales, las referencias que se hacen sobre el asunto son muy genéricas e intentamos mojarnos lo menos posible, pero las conversaciones, sobre todo en lo referente a la salud mental de los hombres, están apenas en pañales. Además, se habla poco de hombres en general y mucho menos de los hombres afrobritánicos. Sin embargo, nuestra comunidad ha comenzado algunas iniciativas y discusiones que ponen el foco en la salud mental de los hombres. Estas iniciativas y discusiones no tienen aún un largo recorrido y nos queda mucho por hacer.
La inteligencia artificial ayuda a crear noticias falsas más sofisticadas. ¿Esta nueva variable nos obligará a redefinir conceptos como violencia, agresión, acoso o violación?
Claro que lo creo. La inteligencia artificial está agrandando la crisis de las fakes news. Yo me he criado con Internet y tengo un ojo más entrenado para detectar los bulos, en cambio, la generación de mis padres es más proclive a creerse todo lo que aparece en sus pantallas, debido al nivel de sofisticación que están alcanzando las noticias falsas; si incluso las personas con experiencia tenemos nuestras dudas en muchas ocasiones y nos cuesta distinguir la verdad de la mentira. La inteligencia artificial puede generar nuevas escenas de violencia. ¿Cómo nos íbamos a imaginar hace dos años que se podría poner la cara de una persona en una escena pornográfica y que pareciera de verdad, convirtiendo esta imagen manipulada en una gratificación sexual para unos y en una humillación para otros? La inteligencia artificial puede causar mucho daño. ¿Qué se puede hacer para proteger a la gente contra este tipo de violencia cuando el mundo cada vez está más dividido entre lo que sucede en la vida real y lo que se viraliza en Internet, aunque lo que sucede en Internet repercute directamente en la vida real? La mayoría de las mujeres sienten desprotección ante la posibilidad de que un tuit falso se viralice. Taylor Swift es un buen ejemplo de ello. Unas imágenes pornográficas manipuladas circularon por la red. Ella pudo detenerlo porque es una mujer famosa y poderosa, ¿pero qué pasa con el resto que no son Taylor Swift? Aún no se han encontrado las herramientas para proteger a la gente.
Me atrevería a decir que la cultura de la cancelación es el leitmotiv de su obra. ¿Teme ser cancelada?
No voy a negar que he pensado que podría ocurrir. Soy una mujer negra, feminista, que publica libros y artículos en medios británicos con un enfoque determinado sobre mi visión de la sociedad. Es decir, no salía de la nada e iniciaba un nuevo diálogo susceptible de ser cancelado; de hecho, yo ya había recibido múltiples críticas por mis opiniones sobre feminismo y raza. Entonces, me dije: puedes hacer frente a las críticas que se te presenten por el libro, lo curioso es que cuando publicaba mis artículos de opinión en los diferentes medios, las críticas provenían de la derecha y ahora con el libro provienen de la izquierda. La lista incluye riqueza de matices y distintos puntos de vista y me entristece pensar que en pleno siglo XXI se considere polémica la conversación que plantea el libro. Es de sentido común que no asumamos todo como verdad sin antes haber examinado los sucesos. Ahora, cuando acabe la entrevista, me puedo meter en Twitter y decir que durante la entrevista usted, periodista, me ha obligado a decir cosas que no quería decir, y no puede impedir que yo le difame (por supuesto, usted podría hacer lo mismo). Lo único que impide este tipo de actos es nuestra salud mental y la dignidad y la amabilidad que nos caracteriza. Entonces, asumimos que todas las personas que frecuentan las redes sociales comparten nuestras mismas características, pero no es verdad, ni todo el mundo está en su sano juicio, ni tienen dignidad ni son amables. Por lo tanto, me parece de locos que abrir esta conversación provoque tanta polémica. ¿De verdad es tan extremo plantear que nos cuestionemos todo lo que leemos en Internet? Sí, me preocupa que me cancelen en las redes sociales, pero es más importante decir las cosas desde la sinceridad. De todos modos, tengo una identidad definida (mujer británica, afrodescendiente y feminista) y durante años me he currado una plataforma para hablar sobre estos temas y me he ganado la confianza de los lectores, así que empecé a hablar de ello por si alguien me quería escuchar.
En la era digital, ¿en qué situación queda el periodismo?
En una situación terrible que está causando un deterioro irreparable. El algoritmo está dañando la integridad del periodismo y es quizá el principal escándalo que hoy por hoy debe afrontar la profesión. Nuestro deber como periodistas es comprobar que las cosas que publicamos sean ciertas, pero manda el algoritmo y nos hemos sumergido en una carrera que nos obliga a ser virales para poder mantener la industria y pagar las facturas. Ahora no importa tanto si se publica un artículo de mejor o peor calidad, se prioriza que seas el primero en publicarlo. Sigues creando la noticia pero al son de la viralidad y muchas son falsas y acrecientan la polarización y el extremismo, pero el algoritmo las premia. Me parece una locura que alguien desde una cuenta anónima diga una opinión y se cree todo un entramado de noticias alrededor de sus palabras. Hay un hilo en Reddit que se llama ‘Soy un gilipollas’. La gente expone una serie de situaciones y de dinámicas y preguntan si es un gilipollas, luego los seguidores del hilo tienen que votar. Muchas de estas historias se han publicado como noticias y nadie ha verificado si lo que se cuenta es cierto, porque muchas dan la pinta de que no lo son. Hace tiempo, la gente agradecía la existencia de Twitter, pues permitía el desarrollo del periodismo ciudadano, pero ahora la precisión y la búsqueda de la verdad se han rendido al servicio de los clics. Además, hubo una época en la que los medios tradicionales eran más equilibrados y neutrales, muy diferente a nuestro momento, que siguen una agenda política determinada.
¿Cuál cree que debería ser la reacción de una mujer que se enterara de que sobre su pareja se han vertido una serie de acusaciones tan serias como el acoso sexual, la agresión o la violación?
No creo que exista una respuesta única para todos los casos, la reacción dependerá de multitud de factores. De lo que sí estoy segura es de que las redes sociales te incitan a tener una respuesta y a ser posible en consonancia a la opinión mayoritaria que se mueve por el mundo virtual. Si a tu pareja, tu amigo, tu padre, tu hermano lo han inculpado, inmediatamente debemos repudiarle, incluso cuando la acusación se ha hecho de forma anónima, saltándonos cualquier proceso legal. Es cierto que para una mujer que ha sufrido acoso o alguna maldad por el estilo, el anonimato es importante para protegerse. No obstante, nunca podemos perder de vista los hechos y averiguar si de lo que se le acusa ha sucedido en la vida real; cuando la acusación se ha vertido por Internet no es como ir a la policía que inician una investigación, no se puede hacer un seguimiento, solo tienes un texto y ni siquiera cuentas con la fuente. Así que, ¿cuál es la respuesta ante estas situaciones? No sabría qué decir. Sé que muchas mujeres cuando sucede algo así sienten culpabilidad por asociación; de hecho, a muchas las atacan porque las ven como cómplices. Estas mujeres no se han pronunciado porque desconocen qué camino tomar y yo tampoco sé qué primeros pasos deberían dar.
En su libro también trata un tema complejo como la infidelidad. ¿Qué reflexiones quiere suscitar en el lector?
Elegí premeditadamente que Michael fuera un hombre infiel. Quería ver las diferentes vertientes de la infidelidad porque, como usted ha dicho, es un tema muy complejo. Algunas personas defienden a Michael y dicen que no fue infiel porque no se acostó con Jackie cuando era el novio oficial de Ola, solo cuando aún no eran pareja. La generación millennial y la generación Z dicen entender estas cuestiones, pero en realidad muchos no lo hacen. ¿Qué es una relación? ¿Qué le debes a una persona con la que sales? Olvidamos muchas veces el elemento emocional: puede no haber habido un contacto físico, pero muchas personas consideran que también es una infidelidad si se comparten emociones con terceras personas (para algunos es incluso más grave que llegar al acto sexual). He pergeñado el contexto de infidelidades de Michael adrede y lo hice para mostrar que hay muchos matices, muchas zonas grises, y así salirme de una concepción tradicional de lo que se entiende por engañar a la pareja. ¿Estás mintiendo a esa persona si estableces una relación emocional con un tercero? ¿Puedes mantener relaciones sexuales con otra persona si estás dentro de una relación? ¿Existe una definición universal de infidelidad? Son respuestas que deben responder los dos integrantes de una relación. Algunos dirán que hay que ser honestos con la pareja; otros no verán indicios de infidelidad si la otra persona no es novia con ‘n’ mayúscula. Esos espacios grises facilitan el poder librarte de la culpa y ayudan a evadir la responsabilidad de ser serio con una persona, porque te dicen que técnicamente no has hecho nada malo.