William Ospina: “Tal vez todo lo que somos ya está anunciado en lo primero que escribimos”

La editorial Lumen ha reunido los poemas de Ospina en un volumen titulado “Poesía completa”. Pere Sureda ha sido su editor durante años y ahora que los vaivenes del capitalismo han hecho que sea en estos momentos un capitán de barco sin barco, sigue peleando por él difundiendo su obra aunque publique en otras casas porque esa es su misión. Esta es una conversación de gente que no vive de los libros sino por los libros.

 

Texto: Pere SUREDA  Fotografía: Daniel MORDZINSKI/Lumen

 

Esta entrevista ha sido realizada a través de una larga conversación con el poeta colombiano, con motivo de la publicación de su Poesía completa. ¡Increíble que sea completa en un poeta vivo y rebosante de energía, pero Lumen así lo decidió, y tampoco es tan importante. De hecho, se irá completando porque Ospina sigue escribiendo.

Para un lector privilegiado que es –trabaje o esté en paro- un editor de corazón y que ha tenido el privilegio en los últimos diecisiete años de publicarle dos libros de poemas y varias novelas, era una necesidad y lo seguirá siendo intentar difundir por todas las latitudes la obra de un clásico contemporáneo, en mi opinión indiscutible.

En tus palabras iniciales nos recuerdas que los primeros versos de este poemario publicado por Lumen en España, en 2022, tienen más de 54 años…

Digamos 50, para redondear la moneda.

Y yo me pregunto si desde tu mirada de hoy escribes un solo poema de largas estrofas y sonetos, o conscientemente escribes diferentes versos. Mejor dicho ¿hay un poeta o varios bajo el mismo nombre de William Ospina?

Uno quisiera escribir un solo poema interminable, así como quisiera vivir una sola vida, pero todo se interrumpe, se acaba, recomienza, amanece otro día, el río es otro, un desconocido nos mira desde el espejo. Y también cambian los gustos, los deseos: un día uno quiere libertad, otro día quiere orden, otro día quiere, como Hamlet, “locura con método”, otro día no sabe lo que quiere.

Esto viene al caso porque estoy leyendo últimamente a varios excelentes narradores que nos vienen a decir que, en definitiva, intentan escribir una única novela, en diferentes capítulos. ¿Sería tu caso?

Yo diría que en la prosa, en la narrativa, pesa un poco más la voluntad que en los poemas. Se puede hacer un ensayo por encargo; para mí un poema es algo que llega, obedece menos a un propósito que a una necesidad. Aunque admito que la necesidad puede obedecer a un propósito inconsciente. Y a  veces no llega un poema sino todo un libro, como en El país del viento, o en Sanzetti. Tal vez todo lo que somos ya está anunciado en lo primero que escribimos, y solo al desplegarse nos parece que nos estamos expresando de verdad.

¿Un poeta nace y su propia mirada moldea sus versos, o si no nace, no hay forma de que su sensibilidad lo convierta en un poeta?

Yo creo que en cada quien ya viene, o se forma muy temprano, un músico, un arquitecto, un ingeniero, un matemático, un astrónomo, un poeta. Como decía Browning, la educación debería consistir más en descubrir lo que hay adentro y estimularlo que en invadirnos con deberes exteriores. Pero lo diferente con la poesía es que a veces conviene no estimularlo: a los mejores les tocó luchar con la adversidad, y no sé si Baudelaire o Rimbaud habrían hecho algo si los hubieran alentado a ser poetas. En el poeta está temprano la arcilla de un lenguaje y de una actitud, el entorno son los dedos que la moldean o la estropean, y otros poetas después le permiten explorar sus alcances, sus límites.

¿Cuáles fueron, supongo que más de uno, los poetas que te iluminaron y te “dieron el mandato” para escribir esos primeros versos? 

La respuesta será fatalmente esquemática, porque todo siempre es más casual y más complejo. Lo primero que leí, por puro azar, a los 9 años, fue La Odisea, y me llenó la vida. Pero con Rubén Darío sentí la magia del lenguaje, que antes me habían dado las canciones. Con Barba Jacob la pasión y la oscuridad. Con Antonio Machado la sensibilidad, la inteligencia, un orden delicado del pensamiento. Con Luis Carlos López la travesura, la ironía. Con Neruda la audacia, una curiosidad inagotable. Con Borges el rigor, la hondura en el tiempo, la riqueza cultural. Con García Lorca el ritmo, el embrujo, y una suerte de sencilla complejidad. Con León de Greiff un deleite sinfónico con las palabras, que también podría haberme llegado con Góngora. En la adolescencia llegaron Evtushenko y Bertolt Brecht. No sé si habré aprendido algo de ellos, pero por esas ventanas entraron todos los demás.

Uno lee no para descubrir fórmulas sino para vivir, para ganar confianza en la propia experiencia, buscando a través de la voz de los otros quizás una voz propia. Todo aprendizaje supone una imitación, y a lo mejor ganar confianza significa aprender a imitar sin que se note, o imitar a tantos a la vez que todo parezca original.

¿Se es mejor poeta con el tiempo, o se es poeta o no poeta?

Con el tiempo somos más conscientes de la dificultad. Al comienzo nos equivocamos con más inocencia, poco a poco vamos siendo expulsados del paraíso, lo bello resulta cada vez más difícil, y por eso lo agradecemos más.

¿Se puede mejorar un poema ya escrito? ¿Se puede mejorar un lienzo ya pintado?

Es más fácil mejorar a un poeta que a un poema.  Aunque la verdad es un poco más compleja, y Borges la expresó bien: “Un buen poema es un poema que puede ser mejorado, porque a un mal poema no lo mejora nadie”.

¿Tienes algún lugar preferido donde escribes? ¿Tomas notas para escribir o retienes instantes en la memoria y luego los plasmas?

Uno quisiera guardarlo todo como material para un poema. Pero a la hora de escribir hay una tiranía interior que no admite consejos, ni programas, ni fórmulas. No se trata ya del poema que quieres escribir sino del poema que quiere ser escrito. A pesar nuestro, incluso. Por eso es tan útil para los poetas el consejo de Kafka: “En tu lucha contra el mundo, apoya al mundo”.

¿Eres consciente cuando escribes que hablas en tres idiomas, El ensayo, la novela y la poesía; o piensas en un tema, una preocupación y entonces decides qué forma le das?

Son más bien tres dialectos de un mismo idioma. Uno pensativo; uno discursivo, abigarrado, enamorado de los personajes y las peripecias; y otro que se abisma en las palabras, sus silencios, sus enlaces. Sócrates decía que lo bello es difícil, pero a veces el rigor obstinado no lleva a ninguna parte y cuando menos piensas todo fluye.

¿Cuál de todos los poemas de este libro salvarías de un naufragio. Debe ser sólo uno…

Ya lo iba a decir, cuando vi a todos los otros diciéndome: “¿Para qué me engendraste si me vas a dejar ahogar?”.

¿En 2022 que poetas lees con más frecuencia? ¿Clásicos o contemporáneos tuyos?

Juro que siempre leo lo que esté más a mano, porque cada día es un caso de urgencia. Virgilio, Emily Dickinson, Robert Frost, Carlos Satizábal, lo mejor es tener libros de poesía abiertos por toda la casa.

Hay una “frase hecha” que me molesta mucho pero que no deja de decirse con total impunidad y normalidad: “Yo no leo poesía”. Y se quedan tan tranquilos…

Es que creen que lo dicen con orgullo, pero esa frase es lo más parecido a: “No siento las manos”, o “No encuentro el camino”, o “No sé qué pensar”, la confesión melancólica de una dificultad.

¿Qué le recomendarías a una joven o a un chaval que tuviera miedo a la poesía -por esa maldita sacralización a la que está sometida-, algún poema concreto, algún poeta en especial?

Si le tiene miedo ya está salvado: caerá irremediablemente en sus garras. Lo grave es cuando le es indiferente. En ese caso seguramente el problema no es con la poesía sino con la vida, necesita enamorarse, sentir angustia, descubrir que somos mortales, agradecer que amanezca con estos colores, la poesía revela entonces su capacidad de acompañar y de embriagar.

Además de poeta eres también traductor de Los sonetos de William Shakespeare, ¿Al margen de ponerlos al alcance de los lectores, qué te hizo escoger tamaño desafío, ¿lo necesitaste, no lo pudiste impedir o fue más un desafío?

Alguna vez tuve un amor, curiosamente una muchacha, a la que le gustaban. Empecé a traducirlos para sentirme cerca de ella, cuando la distancia ya era irremediable. Como no sé inglés, o como saben más inglés mis ojos que mis oídos, se volvió un ejercicio agradable, exigente, una suerte de arte combinatoria de comprensión, investigación, comparación, ensamble, ajuste, recelo, corrección. O sea, un ejercicio de amor perdido: “Enfermedad que crece si es curada”.