Visitamos con Susanna Clarke la casa infinita de Piranesi entre pájaros y estatuas

Tras una ausencia hace 15 años, Susanna Clarke ha publicado “Piranesi” (Salamandra), una historia hipnótica ambientada en un mundo asombroso y solitario, pero que terminará mostrando su conexión con nuestra ruidosa y mezquina realidad. Esta es una Entrevista Soñada con Susanna Clarke, tan absolutamente verdadera como el mundo de Piranesi.

 

 Texto: Antonio ITURBE  Foto: WURLIBURLI

 

Fragmento de “Piranesi”  (pág, 13 /Ed. Salamandra)

“Estoy decidido a explorar el mundo tanto como pueda mientras viva, por eso he viajado tan lejos, hasta la Sala Novecientos Sesenta al Oeste, la Ochocientos Noventa al Norte y la Setecientos Sesenta y Ocho al Sur. He subido a las salas superiores, allí donde las nubes avanzan en lenta procesión y las Estatuas asoman de súbito entre la bruma, he explorado las salas sumergidas, cuyas aguas oscuras están alfombradas de blancos nenúfares, he visto las salas ruinosas del Este, cuyos techos, suelos -e incluso paredes- se han venido abajo y cuya lobreguez rasgan haces de luz grisácea.

En cada uno de esos lugares me he detenido en el Umbral para ver qué había más allá y en ningún momento he visto indicación alguna de que el mundo estuviera llegando a un Final; tan solo he contemplado la progresión regular de las salas y corredores en la lejanía.

No hay sala, vestíbulo, escaleras o corredor sin estatuas”.

 

 

Susanna Clarke llevaba 15 años sin publicar un libro desde su debut con la sorprendente novela Jonathan Strange y el señor Norrell, que lleva vendidos cuatro millones de ejemplares. Una incapacitante fatiga crónica la ha tenido en su casa del condado inglés de Derbyshire, durante años atada al sofá del salón bajo la reproducción de su cuadro favorito, la torre roja de Giorgio de Chirico. Para dosificar sus fuerzas, atiende a todos los medios a través de conexiones de internet, ya sea la revista New Yorker o el periódico New York Times. Sin embargo, con Librújula ha hecho una excepción.

Susanna Clarke nos ha proporcionado unas claves de acceso que han de permanecer en el off the record y nos ha citado de manera confidencial en la sala Ciento Noventa y Dos al Oeste, en ese mundo del que solo ella tiene las llaves. Puntual, amable y muy alta, nos espera en la puerta de la sala con una simpática sonrisa. Es una estancia sin ventanas desde la que se oye abajo el rumor del mar y por el vano de la puerta se filtra la luz de la luna que recorta dentro el perfil de un grupo de estatuas con la cabeza de piedra girada hacia la noche.

-¿Por qué estamos aquí?

-Tengo una especial conexión con los laberintos y los edificios extraños.

-¿Y de dónde viene?

-Mi primera fascinación con el laberinto fue en una clase de literatura sobre Borges. La lectura de La Casa de Asterión, protagonizada por un solitario minotauro en su laberinto me fascinó.

Entonces entiendo por qué el Primer Vestíbulo hay ocho descomunales estatuas de minotauros.  Susanna Clarke en este mundo de interminables corredores vacíos con olor a yodo y chillidos de pájaros camina con la ligereza de quien ha dejado la enfermedad atrás, en otro lugar remoto. Me sigue hablando de Borges y lo hace con los ojos cerrados. Porque Susanna Clarke a ratos habla y cierra los ojos, como si fuese cuando cierra los párpados que todo se le aclara.

-Tenía poco más de veinte años cuando descubrí a Borges. Me fascinó La biblioteca de Babel. Ya entonces se abrió paso en mi cabeza la idea de escribir una historia en la que el mundo fuera un edificio de salas laberínticas donde hubiera dos personajes con dos miradas distintas.

-Uno de esos personajes es Piranesi, que siente que tiene un neblinoso pasado que no logra recordar, pero que es feliz alimentándose de crustáceos y recorriendo las salas infinitas. El otro personaje, de carácter más agrio, más arrogante y que le esconde cosas al ingenuo Piranesi es “El Otro”…

– Para Piranesi este es el lugar más bello del mundo. Para el Otro es un paisaje desolado y amenazador. Es la división entre las personas que ven el mundo como algo para usar, una fuente de recursos, y las que lo ven como algo importante porque podríamos formar una comunidad que va más allá de la individualidad humana. Esto es algo que Piranesi capta intuitivamente.  Esto es algo que me parece muy importante, algo que quería decir.

Caminamos a través del corredor y nos adentramos en salas habitadas por estatuas. Me dice que me va a llevar a ver una de sus favoritas, la estatua del elefante. Resulta fascinante caminar por un mundo tan sólido en el que te asomas y ves un mar infinito batiendo contra los costados de la casa que no se sabe dónde termina o si alguna vez termina. Hay quienes creen que es una autora de ciencia ficción, pero es una percepción errónea. Ella al señalarle esas etiquetas elude el tema educadamente. Cuando caminas con Susanna Clarke por este mundo sabes que todo esto es verdadero.

-¿Cómo se crea un mundo como este?

Ella se detiene un momento a acariciar la escultura de un niño que empuja un aro de piedra.

-A menudo con la escritura tú sientes que no estás creando algo, sino que hay algo ahí. Tú tratas de escucharlo atentamente y tienes la esperanza de captar los mensajes adecuados. Fue cuando conseguí escuchar que surgió Piranesi.

-Su anterior libro era una historia de Inglaterra a través de la magia. Usted afirma que no le interesa nada el esoterismo, pero tampoco puede decirse que sea una fan del racionalismo…

-Mis dos novelas tienen que ver con el conocimiento perdido. No me interesa el esoterismo, lo que hice en la anterior novela era a través de los magos humanos con todos sus defectos humanos, fue asomarme a un tipo de magia que, finalmente, tenía sus raíces en los cielos grises, las piedras, la tierra y los bosques. Esa es una idea que todavía me interesa: el contraste entre la sofisticada magia humana y la magia del mundo natural. A mí me interesa la magia que te conecta con la realidad.

-¿La fantasía abre ventanas verdaderas?

-Tuve una educación muy religiosa y, en cierto modo, mi amor por la magia es una reacción a la estricta iglesia metodista. Mi padre era pastor metodista y durante mi infancia nos mudamos varias veces a diferentes parroquias. Yo cada vez llegaba a un sitio distinto y me sentía como una extranjera en la comunidad, para mí era angustioso. Así que ideaba en mi cabeza historias de los personajes del lugar o me refugiaba en los mundos que me abrían los libros de C.S. Lewis, como Las Crónicas de Narnia. Tuve una intensa vida de fantasía que me salvó de mucha infelicidad.

Finalmente, llegamos a la sala Ochenta y Ocho al Oeste con el recibimiento de un estridente concierto de graznidos de gaviotas.  Me parece que no somos bien recibidos, pero Susanna entra en la sala y se hace un revuelo de pájaros. Un enorme albatros echa a volar alterado por nuestra presencia y hemos de agachar la cabeza.

-Los pájaros son los reyes de este mundo -le digo.

-Mi enfermedad hace que salga poco. Para mí salir al porche de casa ya es un esfuerzo. Pero me gusta asomarme a mirar los pájaros. En eso Piranesi y yo coincidimos.

-En su anterior libro ya había presencia de pájaros. ¿Por qué son importantes para usted?

– De alguna manera, los pájaros escriben algo en el cielo. Y esa es una idea que toma fuerza dentro de la cabeza de Piranesi. Los pájaros no sabemos de dónde vienen, simplemente aparecen delante nuestro. Podrían haber venido volando de cualquier parte, de cualquier mundo.

Susanna me señala la estatua del elefante y en el pedestal hay un nido de gaviotas.

-Al posarse los pájaros en diferentes partes de las estatuas, Piranesi lee en ellos mensajes. Para él las estatuas son arquetipos que le cuentas cosas, como los de las cartas del tarot.

Salimos de la sala y me hace una señal para que tomemos unas escaleras, suntuosas pero con la piedra algo agrietada, que descienden hacia las salas inferiores donde el mar retumba cada vez más cercano. Finalmente, llegamos a una zona en que las salas presentan un aspecto más ruinoso, con la mampostería derrumbada y boquetes del suelo donde se ha ido acumulando el agua de lluvia hasta sumergir algunas las estatuas.

-Este es uno de los lugares predilectos de Piranesi para pescar de noche, cuando los peces se reúnen a jugar en los puntos iluminados por el brillo del claro de luna.

-Piranesi cree que este mundo es el verdadero mundo. Parece que no sabe nada y no se entera de nada… ¿pero sabe más de lo que parece?

-Él mismo acaba explicando que tiene una certeza súbita: la certeza de la insignificancia del conocimiento. El Otro, con su arrogancia de académico en la búsqueda del Conocimiento y de desentrañar el sentido exacto de la Casa, lo convierte todo en un acertijo. Piranesi concluye que la Casa es suficiente en Sí, por sí misma. No es un medio para un fin.

Es hora de volver al vestíbulo principal y regresar a la  vida que llamamos verdadera.

-Hemos de volver a nuestro mundo ahí afuera, Mrs. Clarke.

Antes de regresar, se queda unos momentos en silencio mirando a través de la pared rota frente al océano ese horizonte imposible de alcanzar. Lo sabe: por más que mires, el horizonte nunca se alcanza porque cuando llegas hasta él después de un largo camino, alzas la vista y enfrente hay otro horizonte aún más lejano.

-En el conocimiento antiguo no hay un afuera y un adentro. Todo forma parte de todo. Piranesi  no ve el lugar como parte de sí mismo, pero sí se ve a sí mismo como parte del lugar. Para él no hay un “afuera” y un “adentro”. Todo es un continuum.

 

*Todas las palabras puestas en boca de Susanna Clake en esta Entrevista han sido extraídas de  conversaciones que ha mantenido con: Laura Miller (The New Yorker), Justine Jordan (The Guardian), Laura Fernández (Festival 42 de Barcelona) y Madeline Miller (Diálogos Waterstones)