Vidas ahogadas: las historias olvidadas en el fondo de los embalses
España es el primer país de Europa y el quinto del mundo en número absoluto de presas. Tras estos datos hay cambios paisajísticos, demográficos, económicos pero, sobre todo, miles y miles de historias de personas obligadas a dejarlo todo, sus raíces, su tierra, para que el agua se adueñe de su hogar en nombre del futuro y del bienestar común. Este viernes, 28 de febrero a las 19h, los periodistas Jairo Marcos y Mª Ángeles Fernández y la directora de cine Maddi Barber nos contarán algunas de ellas durante la conversación a tres titulada: «Memorias ahogadas» que organiza el festival Gutun Zuria de Bilbao.
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Fotografía de la portada del libro «Memorias ahogadas», de Cristina de Middel / Magnum Photos
Texto: Susana Picos Foto: Cristina de Middel / Magnum Photos
En el marco del festival Gutun Zuria Bilbao, los periodistas Jairo Marcos y Mª Ángeles Fernández, autores del libro Memorias ahogadas (Pepitas de Calabaza), junto con la directora de cine Maddi Barber, hablarán de memoria, pero también de presente y futuro de esos lugares y de esas personas a las que los pantanos cambiaron su vida sin remedio.
¿Cuántas presas hay en España?
MªÁngeles: En España hay más de 1.250 grandes presas y por grandes presas entendemos aquellas que tienen una pared de más de 15 metros, lo que sitúa a España como primer país de Europa en número relativo de grandes embalses y en el quinto del mundo en comparación con territorios como Estados Unidos, China o India que en extensión son mucho más grandes que España.
Jairo: El primer plan hidráulico en España es de 1902, luego lo hereda la República y durante la dictadura se impulsa. De los 1.250 grandes embalses existentes, Franco inauguró en torno a la mitad: más de seiscientos, pero nunca se ha parado de construir y se han continuado haciendo durante la democracia.
¿Y pueblos inundados?
MªÁngeles: No está muy claro cuántos pueblos están inundados porque es un tema bastante opaco pero la estimación que hace Ecologistas en Acción, hasta el momento la más certera, es que tirando a la baja hay 500 núcleos de población debajo del agua y que 50.000 personas fueron desplazadas de manera directa por la construcción de los embalses. Esta cifra se multiplica por 3, a unas 150.000, cuando hablamos de manera indirecta, es decir, aquellas personas que no se fueron durante la construcción del embalse sino que lo hicieron años antes cuando ya veían que el proyecto iba para adelante.
¿Cómo nace el proyecto Memorias ahogadas?
Jairo: Mª Ángeles y yo somos periodistas freelance y nos ha tocado trabajar durante mucho tiempo en países de América Latina donde el tema de los grandes embalses está de actualidad. Hemos documentado allí los enfrentamientos y las luchas contra las consecuencias que dejan estas grandes presas y cada vez que regresábamos decíamos que deberíamos preguntarnos qué pasa en nuestro entorno más cercano, en España. De esa pregunta poco a poco surgió el proyecto porque nos encontramos que no existe un hilo conductor que una las historias de tantos y tantos grandes embalses de España, es decir, León conoce mucho lo que sucedió en sus embalses y los de Extremadura en los suyos pero no había una visión conjunta.
¿Qué queréis contar?
Mª Ángeles: Nos hemos dado cuenta que lo que nos explican en Huesca tiene mucho que ver con lo que nos cuentan en Guadalajara o con lo que nos cuentan en León, más allá de los matices territoriales o de la época hay una historia compartida y queríamos contar eso. Esas historias de personas que perdieron todo. Imagínate que te obliguen a marchar de tu casa, que desaparezca tu escuela, tu valle deje de existir, que las calles por las que te has criado desaparezcan y las familias se desestructuren, porque muchos de estos embalses son de la época franquista, aunque también hay posteriores, y las comunicaciones no eran las de ahora. También queríamos contar el impacto de estos grandes embalses porque hay una narrativa muy aplaudida y bastante generalizada de lo bueno de los embalses y nosotros eso no entramos a cuestionarlo, pero sí contamos todos estos impactos que pensamos que estaban poco contados y se han intentado silenciar. De hecho, en el libro se descubren varias historias de gente que por querer reivindicar la memoria se encuentra todavía con las puertas cerradas, incluso por reclamar una simple placa. Creemos que es un tema silenciado y del que hay un desconocimiento general, a pesar de que las cifras del número de presas indican que es algo muy generalizado.
¿Memorias ahogadas es un libro contra los embalses?
Jairo: No. Es un libro que cuestiona cómo se han hecho, dónde se han hecho y a quiénes han beneficiado. En el libro hablamos de la simbología del muro y también de su presencia física. No es lo mismo un gran embalse visto desde puertas para dentro, cuando inunda tu pueblo, que visto desde puertas para afuera, cuando por ejemplo llega la electricidad a la gran ciudad.
¿Cómo se reivindica un pasado cuando queda enterrado bajo las aguas y te deja sin presente y sin futuro?
Jairo: La cuestión de la memoria atraviesa todo el libro pero sí que es cierto que nosotros trabajamos la memoria no como un regreso al pasado de manera nostálgica sino digamos como recuperar la memoria para hacer ver esos nuevos presentes que se han creado y que, al final, no dejan de ser posibilitadores de nuevos futuros, pues bajo nuestro punto de vista la construcción de grandes embalses no es que haya dejado sin presente y sin futuro a ciertas zonas o ciertas áreas geografías sino que las ha modificado. Esto es muy palpable en los paisajes. Por ejemplo, donde estaba el Valle de Riaño hoy hay un gran embalse, o donde antes confluían los ríos Tajo y Tiétar hoy es el Parque Nacional Monfragüe que no existiría sin la creación de ese gran embalse, por lo tanto, habrá personas que digan qué bonitos paisajes, aunque las 50.000 personas expulsadas de manera directa por la construcción de estos grandes embalses creo que es muy difícil que lo digan sin al menos una posterior reflexión crítica. Lo que pretendemos con el libro es aportar otras distintas maneras de mirar el agua que sirvan para recuperar la memoria, pero siempre entendiendo que la construcción de grandes embalses y las consecuencias que generan es una problemática que nos afecta hoy.
Se inundaron pueblos en nombre del progreso…
Mª Ángeles: Está claro que los embalses han tenido un impacto y hay territorios esquilmados, territorios que se han sacrificado en pos de un bien común, pero un bien común que ha ido a beneficiar a determinadas áreas urbanas, a determinadas empresas o a determinadas industrias, es decir, que ha habido una gente que se ha sacrificado en pos de un progreso. Y ese progreso no se puede entender sin el sacrificio, el dolor de estas personas desplazadas.
¿Se podría haber evitado?
Mª Ángeles: Creo que se podrían haber hecho las cosas de otro modo. En muchos casos hubo maltrato generalizado por parte de las fuerzas políticas del momento -te hablo de tiempos de la dictadura pero también de la democracia- un maltrato incluso físico, de violencia para expulsar a la gente de sus casas y un maltrato económico porque aunque se pagaron indemnizaciones, en muchos casos, se hizo tarde o de manera cicatera, incluso con engaños. También pienso que en algunos casos se podrían haber buscado otras alternativas como embalses más pequeños.
¿Se siguen inundando pueblos en España o en otros lugares del mundo?
Mª Ángeles: Sí. Hemos documentado bastantes resistencias en América Latina y allí se están construyendo actualmente muchos y grandes embalses. En España sigue siendo un tema bastante habitual, por ejemplo, en el libro hablamos del caso de Biscarrués que es un municipio de Huesca que hasta hace dos años tenía la amenaza de inundar el municipio de Erés, que es parte de Biscarrués. Hasta hace dos años no se ha dado por cerrado este proyecto que llevaba vigente 30 años durante los cuales la gente de ese pueblo ha estado luchando. También está el caso de Yesa que está en crecimiento y se está construyendo y también el caso de Itoiz, que nuestra compañera Maggi Barber con la que compartimos mesa el 28 de febrero en el Gutun Zuria de Bilbao ha documentado, es de inicios del siglo XXI. Es decir, es un tema bastante actual que sigue generando debate y dolor.
¿Os habéis entrevistado con muchos afectados para la redacción de Memorias ahogadas?
Jairo: Memorias ahogadas es un libro de poner atención a esas personas que durante muchos años han estado silenciadas. Hemos contabilizado que son algo más de 70 conversaciones las que hemos mantenido. Hablamos de conversación y no entrevistas, en el sentido de que fueron en el 99% de los casos pausadas, viajamos para hacerlas en persona, en el terreno. Hemos compartido mucho con esa gente que ha sido muy generosa con nosotros. Sin ellos hubiera sido imposible sacar este libro.
Explícanos algunos testimonios
Jairo: Varias de las personas desalojadas o expulsadas por el embalse del Porma fueron a León capital, a un barrio que se llama El Ejido. Fue el caso de la familia de Isidoro de la Fuente que con 14 años vivió cómo lo desalojaron a él y a su familia para la construcción del embalse. Actualmente, Isidoro supera los setenta años y ha dedicado parte de su vida, sino casi toda, a reconstruir la genealogía de las familias desalojadas por el embalse. Tiene junto con otros dos compañeros un libro publicado en dos tomos en el que aparecen los nombres y apellidos y la genealogía de las familias de los ocho o nueve pueblos inundados. Para hacerlo, se dedicó a enviar cartas, incluso al extranjero porque algunos de los vecinos se fueron a América Latina, para recopilar los datos; es una especie de orfebre.
Otro caso es el de Justina Peña, expulsada en los años 50 por la construcción del embalse de Entrepeñas y Buendía cuando tenía 25 años y se acababa de casar. Se fue de Guadalajara y fue a parar a la provincia de León, a San Bernardo, donde vivió con su familia en unos barracones. De León pasó a otro pueblo, en este caso de colonización, de la provincia de Palencia llamado Cascón de la Nava. En aquellos años, estos diferentes peregrinajes dividían a las familias porque no es como hoy que tienes mensajería e internet y te alejaban de tus raíces.
Presa de Itoiz
Maddi Barber, directora de cine.
“Nací en el Valle de Arce en 1988, justo el año en el que empezaron a planear la construcción del pantano. Estuvieron quince años, hasta 2003, pues todo el Valle luchó contra la construcción del pantano que iba a inundar 7 pueblos y 3 reservas naturales. He crecido en medio de esta lucha, de manifestaciones, de acampadas y de movimientos sociales para conseguir que el valle siguiese vivo. Pero empezaron la inundación en 2003, año que coincide con que yo me voy a estudiar fuera.
En mis dos películas, “592 metroz goiti” y “Urpean Lurra”, la primera significa por encima de la cota 592 y la siguiente debajo del agua a la tierra, lo que yo hago es un díptico cinematográfico que separa el territorio en dos. Es lo que siento que hizo el pantano de Itoiz. Lo que quedó por debajo de la cota 592 es lo que queda anegado, es lo que queda inundado, es lo que muere de alguna forma, y lo que queda por encima es la vida que continúa en el Valle de Arce.
Estas dos películas me hacen confrontarme a un territorio que es mi territorio, en el que he visto una transformación. Volver a ese lugar ha sido recordar una lucha que no ha terminado como se esperaba, pero aun así una lucha de la que hemos aprendido muchísimo. Cuando empecé las películas en 2018 habían pasado 15 años desde las inundaciones y me parecía que era el momento en el que tenía que hablar de este trauma colectivo del Valle. No sé si fue un poco pronto porque la obra del pantano es bastante reciente y siento que después de toda la lucha, hubo también un gran silencio. Llega un momento en el que ya te cansas de luchar y decides seguir con tu vida. A través del archivo cinematográfico, de activistas, a través del paisaje, de los sueños de las personas que todavía hoy en día soñamos con los territorios inundados quiero sacar a la luz, volver a ese lugar, homenajear, hacer un duelo, contar, tener presente un lugar que ha sido arrebatado y transformado”.