Victor Sebestyen: “En pleno siglo XXI, estamos presenciando cómo la manera de hacer política que tuvo Lenin se adueña del mundo»
Victor Sebestyen, en su ensayo «La Revolución rusa» (Ático de los Libros), recorre los cinco años transcurridos desde la derrota del zar Nicolás II hasta el final de la Guerra Civil Rusa.
Texto: David Valiente
En 1956, los tanques soviéticos irrumpieron en la República Soviética Federal Socialista Húngara. En este mismo año, los padres del historiador Victor Sebestyen no desperdiciaron la oportunidad de escapar de Budapest y encontrar refugio en Europa Occidental. “En general, la situación en mi tierra natal era muy dura: una mezcla de razones políticas y económicas llevó a mis padres a abandonar Hungría”, confirma el ahora periodista e historiador a través de la pantalla del ordenador.
Victor, que nació el mismo año que comenzó y se sofocó el fuego inconformista del otoño húngaro, ha dedicado su vida a estudiar y divulgar la realidad políticosocial y la historia de Europa del Este. Sin embargo, su interés no solo radica en la influencia que los orígenes tienen en las personas que crecieron lejos del lugar donde nacieron sus abuelos, sino que Victor dedicó la década de los 80 a cubrir las profundas transformaciones del bloque soviético.
Para algunos historiadores, la Guerra Fría comenzó con la consolidación del Estado comunista en 1922. El proceso de construcción fue complejo y lleno de violencia, como nos muestra Victor Sebestyen en su ensayo La Revolución rusa (Ático de los Libros), donde recorre los cinco años transcurridos desde la derrota del zar Nicolás II hasta el final de la Guerra Civil Rusa.
Los historiadores habéis sometido la figura del zar Nicolás II a un escrutinio y en la actualidad no os ponéis de acuerdo sobre si fue un buen o pésimo gobernante. Entre los especialistas defensores de la figura del último zar está el historiador Dominic Lieven, que en su libro Nicolás II: el último zar, dice que el Romanov era un hombre razonable y competente, pero que le tocó vivir una época complicada y gobernar un país necesitado de reformas difíciles de afrontar a corto y medio plazo…
No me puedo imaginar que algún historiador pueda pensar así de Nicolás II, un gobernante muy incompetente, que ocupó el poder justo cuando Rusia necesitaba a una persona racional y competente al mando. Si la historia presenta una imagen amable del zar es por la terrible muerte que padecieron él y su familia. Pero realmente merece estar en el vertedero de la historia. Si tanto él como su padre, igual de perverso pero un poco más inteligente, hubieran emprendido una serie de reformas políticas, posiblemente la familia real habría salvado la vida y el país evitado la catástrofe. Uno de los motivos principales que explica el inicio de la Revolución de Octubre es la falta de acceso que el pueblo tenía a la política tradicional; no había posibilidad de formar una oposición y solo se podía actuar fuera del sistema. Nunca llegaron a crear instituciones políticas liberales e incluso querían que el país volviera a las mismas condiciones sociopolíticas del siglo XVI. Esto ocurría en un contexto histórico en el cual grandes imperios como el alemán o el austrohúngaro, también de corte conservador, reducían sus niveles de autocracia. Definitivamente, no siento ninguna simpatía por Nicolás II.
Los acontecimientos de 1905 han dado lugar a diferentes interpretaciones historiográficas. Por ejemplo, mientras la historiadora Sheila Fitzpatrick lo califica de revolución, el también historiador Orlando Figes se refiere a ello como revuelta.
Yo diría más bien que fue una rebelión que culminó en una revolución fallida. Al final, ambos conceptos son compatibles, porque no podemos olvidar que se produjeron ciertos cambios. Sin embargo, lo más importante es que se estableció la idea de que la próxima oportunidad sería la definitiva y el régimen terminaría cayendo. El sistema autocrático no quería hacer reformas, y las que se realizaron debido a la presión del momento fueron derogadas tan pronto como las aguas se calmaron. Las revueltas de 1905 demostraron que la realidad política rusa nadaba entre dos aguas: por un lado, el sistema autocrático no disponía de las herramientas suficientes como para permanecer de forma indefinida en el poder, pero, por el otro, los rebeldes carecían de la fuerza suficiente para realizar la revolución. De hecho, algunos socialistas, incluso el propio Lenin, calificaron lo sucedido en 1905 como ‘el ensayo antes de la revolución’.
Durante la Gran Guerra, usted examina la posibilidad de que Lenin fuera un agente de los alemanes.
No fue un agente del Imperio alemán, aunque se benefició de la ayuda prestada por Berlín. Sin su ayuda, Lenin nunca habría podido llevar a cabo la revolución de 1917. De hecho, el líder comunista habría estado dispuesto a negociar con cualquiera para conseguir que su revolución llegase a buen puerto. Alemania lo respaldó porque vio estratégicamente la posibilidad de debilitar a Rusia y conseguir una victoria en el frente oriental. Por supuesto, el acuerdo entre ambas partes fue completamente secreto, pues de lo contrario habría sido una publicidad nefasta para Lenin y sus seguidores dentro del país. Al final, ambas partes obtuvieron beneficios.
Sin embargo, Lenin no fue el único protagonista de la revolución. El abogado y político Aleksandr Kérenski se convirtió en primer ministro de un gobierno provisional que no llegó a convencer a la población rusa. ¿En qué se equivocó?
Aparte de agravar la inflación debido a la impresión de papel moneda sin descanso, su gran error consistió en no sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial. Es más, no solo no la sacó, sino que en el verano de 1917 lanzó una gran contraofensiva que fracasó estrepitosamente. ¿Por qué no terminó con la guerra si, además, Lenin y Trotsky no ocultaban que ese era su principal temor? Los rusos deseaban el final del conflicto, y los bolcheviques aprovecharon la ausencia del cese al fuego para desarrollar su campaña propagandística e intentar alcanzar el poder.
Me sorprende que, de todos los grupos opositores al zarismo, fueran precisamente los bolcheviques los vencedores…
Esto se debió, sobre todo, a que contaban con Lenin y Trotsky. El primero no poseía grandes dotes para la teorización, pero su capacidad organizativa era notable. Se tomaba mucho más en serio la idea de hacer la revolución que otros grupos socialistas, tanto dentro como fuera de Rusia, quienes se conformaban con sus revoluciones de salón. Mientras estos revolucionarios solo hablaban sobre cómo hacer la revolución, Lenin, conocido por su seriedad, la llevó a cabo con pragmatismo y evaluando las posibilidades de éxito. Lenin era un hombre muy pragmático con una capacidad sobresaliente para discernir qué era posible en cada momento. Esto es, sin duda, el gran legado de su figura histórica y revolucionaria.
Muchos autores marxistas, además de usted, destacan esa capacidad pragmática de Lenin.
Lenin logró sus objetivos. Era un líder que ansiaba el poder y hubiera hecho cualquier cosa para conseguirlo. El marxismo y Lenin coincidían en su afán de cambiar el mundo, lo que le permitió interpretar la teoría del filósofo alemán y adaptarla a la realidad de un país violento.
Historiadores de izquierda afirman que Lenin elevó al campesinado y al incipiente proletariado ruso al estatus de clase nacional. ¿Está de acuerdo con ellos?
Claro que lo estoy. Una gran parte de los miembros de la sociedad rusa habían sido ignorados, y la Revolución dio un paso más que la Revolución francesa al colocar a este sector en el centro de la escena nacional. Esto ocurrió en un país donde la mayoría de las personas tenía los caminos del cambio bloqueados. Aunque no significa que la realidad creada por los bolcheviques contribuyera a mejorar la situación de la sociedad. Es una cuestión más compleja que requiere de un análisis más exhaustivo.
En el ensayo, sostiene que el asesinato del zar y su familia en Ekaterimburgo no fue una decisión espontánea del soviet local, sino que obligatoriamente la orden tuvo que proceder de Lenin. No existen pruebas sobre esto, por eso quiero saber en qué se basa.
Un soviet local no contaba con la suficiente autoridad política para cometer este acto; no habría ocurrido sin el consentimiento de Lenin, quien puso la solución en manos de Yákov Sverdlov. Además, Sverdlov le confesó a Trotsky que la decisión venía de las altas esferas políticas. Es verdad que no hay pruebas concluyentes, pero considero aún más improbable que Lenin no lo hubiera aprobado.
Lars T. Lih, historiador y politólogo de corte marxista, defiende que, al inicio de la Revolución, la visión de Lenin incluía algunos matices democráticos, pero que posteriormente, debido a la guerra, adoptó una praxis más autoritaria. ¿Está de acuerdo?
En absoluto. Lenin nunca estuvo cerca de nada parecido a la democracia. Hubo unas elecciones cuyos resultados no fueron favorables para los bolcheviques, por lo que dejaron a los parlamentarios en la Duma abandonados durante trece horas. Ellos mismos reconocían no sentirse atraídos por la democracia burguesa y nunca pretendieron ser demócratas. Para mí, una de las cosas más importantes que muestra la Revolución rusa es la inmensa ambición de los revolucionarios. No solo pretendían cambiar un sistema político, económico o social, sino que su intención era la de modelar la naturaleza humana, erradicando los privilegios y revirtiendo las dinámicas de poder. Es más, esta ambición hace que su fracaso sea tan triste y visceral. La pregunta que debemos hacernos es: ¿en qué momento comenzó a fracasar ese sueño? Cuando los ideólogos se dieron cuenta de que la gente rechaza la perfección planteada por Lenin y Trotsky, comenzaron a imponerla por la fuerza, pero tampoco funcionó.
Hablando de la Guerra Civil, ¿qué importancia tuvo la participación de los campesinos en la definición del resultado?
En el bando ganador, los campesinos estaban mejor organizados, ya que tenían un objetivo claro, algo que faltaba en el bando rival. Además, su manejo táctico era decente, liderados por un mando extraordinario como Trotsky, dotado de gran carisma y entusiasmo. El ejército blanco, por su parte, carecía de coordinación y estaba dividido en tres ejércitos dispersos por la geografía rusa. Sus líderes estaban menos cualificados, les faltaba voluntad y sus intereses eran diferentes. Además, aspiraban a restaurar las formas políticas y sociales previas a la revolución, lo que no resultó atractivo para la mayoría de los campesinos.
En su libro muestra que no fueron los bolcheviques los únicos que cometieron atrocidades, el Ejército blanco no se quedó atrás, especialmente con la comunidad judía. ¿Fueron ellos quienes crearon la teoría del judeo-bolchevique?
Sí, lo hicieron. Antes incluso que Hitler ya era una jerga muy extendida entre los grupúsculos protofascistas. Los generales del Ejército blanco representaban a Trotsky con unos rasgos exageradamente judíos y aseguraban que este grupo étnico-religioso manejaba los hilos del movimiento bolcheviques.
Defiende una idea muy cuestionada por la historiografía: Lenin fue el artífice de todo el aparato represor del sistema comunista y Stalin simplemente el encargado de perfeccionarlo.
Lenin creó la Checa, precursora de la NKVD y el KGB. También fue él quien inició los arrestos de oponentes y respaldó el asesinato de millones de personas mediante la promulgación de leyes que condenaban el desviacionismo ideológico dentro del partido. Lenin creó a Stalin y lo colocó en una posición de poder. Durante los últimos 100 años, la izquierda ha debatido sobre cuándo se torció la revolución: si fue bajo el gobierno de Lenin o con Stalin al timón de la URSS. Muchos historiadores aseguran que Vladímir Ilich trajo la felicidad al país, mientras que el georgiano fue un asesino psicópata que arruinó la revolución al instaurar un sistema en el que el terror gobernaba la vida de las personas. Sin embargo, este planteamiento es ilusorio, ya que Lenin cometió multitud de crímenes, siendo quizá el más destacable permitir que Stalin ascendiera al poder en la Unión Soviética.
En su biografía sobre Lenin, describe al líder comunista como el promotor de lo que usted denomina la ‘posverdad’. ¿Encuentra paralelismos entre su manera de hacer política y la de los líderes actuales?
Lo llamé el padrino de la ‘posverdad’ hace muchos años; aunque, por la forma que los gobernantes se han acostumbrado a mentir a los ciudadanos, me temo que el concepto de ‘posverdad’ se podría aplicar también a nuestros líderes. Además de engañar, ofrecen soluciones simples a problemas complejos. Suelen señalar a un chivo expiatorio como culpable de todos los males que aquejan a las sociedades, eludiendo así cualquier responsabilidad. En pleno siglo XXI, estamos presenciando cómo la manera de hacer política que tuvo Lenin se adueña del mundo. Habría sido interesante encontrar mensajes en X (antes Twitter) del líder comunista, diseñando la mentira perfecta en el momento adecuado.
Se ha vuelto bastante habitual, desde que comenzara la guerra en Ucrania, comparar la figura de Lenin con la del presidente de Rusia, Vladimir Putin. ¿Son equiparables?
Sí y no. Rusia apenas ha cambiado en trescientos años, y apenas hay grandes diferencias entre el zarismo, el comunismo y el ‘putinismo’. Antes de la revolución, el zar poseía todo y se lo arrendaba a los nobles. Con el comunismo nadie disponía de nada, ni siquiera los funcionarios soviéticos. En la actualidad, el Estado es el dueño de todo, y los oligarcas disfrutan de sus posesiones solo porque Putin lo permite. Si alguno desafía al presidente, puede terminar en una cárcel de Moscú y perder todos sus palacios en el extranjero. El poder estatal sigue controlándolo todo, y Putin no es más que un tirano que sustituye a otro en la larga historia del despotismo en Rusia.