Victor D. Chan y Ramón Pacheco: «La unificación de las dos Coreas sí podría producirse»
Los profesores e investigadores Victor D. Chan y Ramón Pacheco publican «Corea: una nueva historia del sur y del norte» (Ático de los Libros).

Kim Jong-un. Imagen del libro ‘Corea. Una nueva historia del sur y el norte’.
Texto: David Valiente
La publicación del ensayo, Corea: una nueva historia del sur y del norte, de los profesores e investigadores Victor D. Chan y Ramón Pacheco fue casi un hallazgo fortuito, propiciado por Ana Pareja, responsable de comunicación de la Editorial Ático de los Libros y gran entusiasta del mundo coreano. Hace un año, Ana asistió— sin ninguna pretensión laboral, movida tan solo por su inquietud intelectual— a la presentación de la edición inglesa en Casa Asia. Al adentrase en el texto, comprendió que despertaría interés dentro de la industria editorial española, que aunque aún avanza con paso lento, empieza a observar con mayor atención a esa nebulosa cultural y civilizatoria llamada Oriente.
“Por desgracia, Corea sigue estando ausente en los catálogos editoriales. En Ático teníamos sobre historia de China y Japón, pero nada de Corea”, explica la responsable de comunicación. Los autores tienen un gran prestigio en el campo de los estudios coreanos. Ambos fungen como de una especie de traductor de esa lejana península para sus respectivos gobiernos. De hecho, tras las elecciones de Corea del Sur del tres de julio, Ramón será convocado a la Moncloa para comentar los resultados.
La sinopsis de este libro se resume con facilidad: se trata de una historia de éxitos y fracasos, de errores y aciertos, protagonizada por dos países que una vez fueron uno solo, pero que, por azares de la geografía y los intereses geopolíticos de las grandes potencias, han tenido que desarrollarse separados en una pequeña península cargada de significado estratégico.
¿Considera que el pueblo coreano ha sido protagonista de su propia historia?
Victor D. Chan: Por lo menos ha desempeñado uno de los papeles principales, aunque su destino ha sido definido por las principales potencias de su entorno y no tanto por los propios coreanos. Sin embargo, en la actualidad, vuelven a dirigir su destino.
La ocupación japonesa, sin duda, fue un periodo horrible de la historia de Corea, marcado por las atrocidades que cometió el pueblo invasor. Sin embargo, algo que no se cuenta mucho es que impulsó la industrialización del país. ¿Hubiera sido posible un crecimiento tan rápido y exponencial de las dos Coreas sin esa base industrial construida por Tokio?
Ramón Pacheco: Creo que sí. A finales del siglo XIX, antes de la invasión nipona, el poder lo ostentó una élite política partidaria de impulsar la modernización y la industrialización del país. De hecho, los coreanos no necesitaron de los japoneses para que Seúl y otras partes del país empezaran a disfrutar del tranvía, el telégrafo o la electricidad. Si la ocupación no se hubiera producido, estoy seguro de que la facción reformista hubiera recabado los suficientes apoyos para continuar con la modernización de Corea. Además, Japón no industrializó todo el país, dio prioridad al desarrollo de la parte norte, la más cercana a sus posesiones de Manchuria, dejando que el sur quedara rezagado y con un nivel más alto de pobreza. De todos modos, la guerra de Corea dejó un país totalmente destruido y cada Corea, con la ayuda de sus respectivos aliados, tuvo que reindustrializar su territorio.
Precisamente, Japón no fue el único imperio que ha desempeñado un papel relevante en el destino de la península coreana. ¿Qué me puede decir de la relación de Corea con la Unión Soviética y Estados Unidos?
Ramón Pacheco: Moscú y Washington realizaron una división completamente artificial de la península coreana en el contexto de la Guerra Fría. Por el paralelo 38 no pasa ningún accidente geográfico, ni ríos ni cordilleras, que pueda servir de referencia para la separación. Se trata de un terreno llano.
Se firmó un alto al fuego, pero no un tratado de paz. ¿A qué se debe esto?
Ramón Pacheco: Fundamentalmente por dos motivos: el primero de ellos fue el equilibrio de fuerzas de las dos Coreas y de sus aliados. Este equilibrio hizo que ninguno de los dos bandos quisiera poner punto final a la guerra. Las constituciones de las dos Coreas establecen que, tanto la península como las islas adyacentes, son territorios de cada respectivo país. La firma de un acuerdo de paz hubiera implicado la aceptación de que son países distintos. En cambio, el estatus actual significa que hay dos facciones dentro de un mismo país que no han aceptado el final de la contienda. La segunda razón implica a las potencias extranjeras. Las tres potencias regionales—Estados Unidos, la URSS y China—pasaron un año y medio negociando la paz; el cese de las hostilidades era urgente, entre otros motivos, debido a las pérdidas humanas que se produjeron en los dos bandos. Si el armisticio no se hubiera firmado en julio de 1953, ahora mismo no estaríamos hablando de miles de muertos estadounidenses y chinos y millones de muertos coreanos, sino de millones de fallecidos en ambos bandos y muchos más coreanos. Por otro lado, quizá, una prolongación del conflicto hubiera obligado a Stalin a intervenir de manera más directa, complicando el panorama geoestratégico. Con el armisticio, al menos, se ha logrado frenar las hostilidades hasta el día de hoy.
¿Cómo se recuerda la guerra de Corea dentro del espacio público, en las escuelas o dentro de los núcleos familiares, por ejemplo?
Victor D. Chan: La brecha generacional juega un papel importante en el recuerdo de los sucesos. Una parte de la población, nacida en torno a la década de los cincuenta, tiene muy presente este conflicto y la división de la península. Las generaciones más jóvenes han conocido otra realidad, se consideran también ciudadanos del mundo, viajan al extranjero para educarse, cuentan con una posición financiera solvente… Tienen otras preocupaciones.
Tras la Guerra de Corea, los países recién nacidos inician su travesía por separado. Corea del Norte partió con cierta ventaja y, aproximadamente, durante unos veinte años superó a su vecina, pero a partir de la década de los setenta se produce el ‘Milagro del río Han’ y la economía de Corea del Sur comenzó a despegar y adelantó a Pionyang. ¿Solo la ideología explica este fenómeno?
Ramón Pacheco: Por lo menos ayuda a entender una buena parte de la historia. Después del proceso inicial de industrialización, Pionyang tendría que haber replicado el camino recorrido por Seúl: profundizar en el desarrollo industrial y mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos, por ejemplo. Sin embargo, se encerró en su ideología autárquica llamada la doctrina juche y potenció el culto al líder, destinando ingentes cantidades de recursos en la construcción de monumentos que poco o nada contribuían al desarrollo de la economía. Corea del Sur, en cambio, potenció su economía, con la ayuda de los mercados internacionales, y se integró en el circuito económico global. Las élites surcoreanas eran profundamente anticomunistas y buscaron mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos para evitar que sintieran deseos de emigrar al Norte o de replicar su sistema.
Viendo el panorama actual, ¿dirían que la unificación es posible?
Victor D. Chan: Claro, siempre y cuando Corea del Norte cambie de alguna manera: se abra al mundo o colapse— creo que lo segundo es más posible.
Ramón Pacheco: Coincido con Victor. La unificación sí podría producirse. Desde luego, no sería el primer caso: Alemania y Vietnam estuvieron divididas en mitades que parecían irreconciliables y al final llegaron a un entendimiento. Es innegable que el tiempo juega en contra de Corea al llevar ochenta años separada. Sin embargo, la historia demuestra que la reconciliación puede hacerse posible en cualquier momento. Nadie esperaba que la Unión Soviética se desintegrara en 1991, ni tampoco que se produjeran en 2011 las Primaveras Árabes. Victor está en lo cierto al decir que la unificación será precedida por el colapso de Corea del Norte o, al menos, por una transformación radical en las estructuras de poder.
Me gustaría saber si las poblaciones están dispuestas a compartir un mismo destino político…
Victor D. Chan: Las generaciones más jóvenes, a diferencia de la de más edad, apenas piensan en ello; su foco está puesto en conseguir un buen trabajo, comprarse un apartamento, disfrutar de sus vacaciones… Están más preocupados por mejorar su vida.
Ramón Pacheco: Bueno, los norcoreanos están algo más dispuestos. Les impulsa una visión basada en la etnia, es decir, la idea de que la unificación es deseable porque comparte un mismo origen étnico cultural. Sin embargo, como bien señala mi compañero, en el sur el componente democrático ha dado lugar a una sociedad más abierta. Los jóvenes se definen como ciudadanos del mundo, y aquello que motiva a los del norte, en el sur, está en un segundo plano. En las calles de las ciudades surcoreanas puedes encontrar a personas de otros orígenes. En este sentido, salvando las distancias, Corea del Sur se asemeja más a Europa, Estados Unidos o Japón que a su vecino del norte.
¿Hay elementos que aún unan a los dos países? Se dice que, aunque ha experimentado cambios, la lengua mantiene cierta similitud…
Victor D. Chan: Incluso en la lengua hay diferencias notables: los dialectos varían y muchas palabras son diferentes. Comparten una identidad étnica común, aunque es más reconocida por los jóvenes del norte que por los del sur. No obstante, creo que si se llegara a producir la unificación, incluso aquellos que no reconocen la existencia de un pueblo coreano unido, acabarían encontrando ese vínculo en común.
No parece factible la unificación en este escenario…
Ramón Pacheco: Si Corea del Norte colapsara o se produjera un gran cambio interno, podría producirse un escenario parecido al alemán: nadie se plantearía rechazar la reunificación. La otra alternativa más probable sería que Corea del Norte quedara bajo el control total de Pekín, algo que ni los propios norcoreanos desearían. Además, no se trataría de una unificación en sentido estricto: Alemania Occidental absorbió a Alemania Oriental, asumiendo el peso de juntar los dos territorios.
Imagino que Corea del Sur ha cometido errores en este asunto de la unificación.
Victor D. Chan: Los críticos aseguran que Seúl no ha desplegado todos sus esfuerzos para involucrar a su vecino del norte en la búsqueda de la reconciliación. Sin embargo, esta requiere la voluntad de ambas partes, y Corea del Norte es famosa por su incapacidad de alcanzar compromisos.
Cambiemos a otra cuestión de actualidad y hablemos de la tentativa del expresidente Yoon Suk-yeol de imponer la Ley Marcial en diciembre del año pasado. ¿Qué sucedió realmente?
Ramón Pacheco: Fue un hecho muy extraño. Si la declaración de Ley Marcial hubiera prosperado, estaríamos hablando de un golpe de Estado contra la democracia surcoreana. Por suerte, ni la Asamblea Nacional ni el Tribunal Constitucional ni el pueblo surcoreano respaldaron la acción del mandatario, y el órgano legislativo anuló la declaración de inmediato. Cuatro horas después del anuncio, en una entrevista que concedí a la CNN, afirmé que la situación iba a durar poco, vaticiné que, como máximo, un día. En realidad, ni siquiera se prolongó tanto: dos horas después de terminar la entrevista, la declaración ya había sido anulada. Esto demostró que los actos antidemocráticos no tienen cabida en la Corea del Sur del siglo XXI.
¿La democracia estuvo verdaderamente en peligro como dijeron algunos analistas?
Ramón Pacheco: No considero que la democracia llegara a estar en peligro, porque la Asamblea Nacional actuó con rapidez y votó en contra. Los ciudadanos también salieron a la calle a protestar y demostrar su descontento, dando más razones al poder legislativo de no refrendar la actuación del ejecutivo. La sociedad surcoreana hubiera protestado de manera masiva si la Ley Marcial no hubiera llegado a revocarse. Hasta los propios militares estaban desconcertados. En las imágenes, se aprecia su reticencia a acceder al edificio de la Asamblea. Algunos sostienen que las barricadas lo impidieron, pero dudo que unas cuantas sillas y mesas hubieran frenado si de verdad hubieran tenido la voluntad de tomar el edificio. En principio, al haberse declarado la Ley Marcial, tendrían que haber cumplido las órdenes, pero muchas unidades no acudieron a la Asamblea porque se percataron de que se estaba cometiendo un acto inconstitucional. Por tanto, la democracia no estuvo en peligro, ya que nadie apoyó la iniciativa de Yoon Suk-yeol.
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Conociendo el pasado del país, ¿se perciben indicios de injerencia extranjera?
Ramón Pacheco: No. Y por eso mismo la declaración de la ley marcial fue tan extraña. El expresidente aseguró que lo hacía por la seguridad del país, ya que había infiltrados norcoreanos y chinos. Este tipo de discurso se empleaba en los años setenta y ochenta y en esos años hubiera funcionado porque Pionyang trató de desestabilizar el régimen desde dentro. Sin embargo, con la consolidación de la democracia en los años noventa no se han documentado casos similares. El 99%— por no decir la totalidad de la población— no quiere el comunismo, ni siquiera aceptarían un modelo más abierto como el chino. Tampoco se han encontrado evidencias de que Corea del Norte o China tuvieran relación con el partido liberal. Una buena parte de los conservadores, sobre todo los más jóvenes, cuando oyeron el discurso del presidente, rechazaron la aplicación de la Ley Marcial y demostraron que el país ha cambiado mucho desde los años ochenta.