Un debutante de 90 años llamado Woody Allen

Asher Baum está perdiendo la cabeza silenciosamente. ¿Se le puede culpar? Eso lo sabrán cuando lean “¿Qué pasa con Baum?”, la primera novela de Woody Allen, que Alianza Editorial acaba de publicar. Pero algo les quiero contar…

Texto: Pere Sureda  Collage: Milo J. Krmpotic

 

Un periodista judío de mediana edad convertido en novelista y dramaturgo se siente consumido por la ansiedad que le produce todo lo que existe. Sus rimbombantes libros filosóficos reciben críticas tibias y su prestigiosa editorial neoyorquina lo ha abandonado. Su tercer matrimonio está en crisis y sospecha que su guapo y exitoso hermano menor podría haber seducido a su esposa, educada en Harvard. Le incomoda la estrecha relación que ella mantiene con su hijo, un autor de mayor éxito que él, y también sospecha de la amistad que mantiene con su vecino. Y, en un momento de irracionalidad, ha intentado besar impulsivamente a una joven y guapa periodista durante una entrevista que está a punto de emitirse.

¿Es de extrañar que Baum haya empezado a hablar solo? Personas desconocidas niegan con la cabeza al cruzarse con él por la calle. Mientras tanto, descubre un secreto sorprendente que podría causar estragos si lo revela. ¿Debería guardárselo o revelarlo y acabar de arruinar su matrimonio?

“Cuando se conocieron se intercambiaron sus autobiografías; Connie era la chica guapa y culta, formada en la frívola ciudad del cine y la televisión, casada con un médico brillante, sin tiempo para atenderla entre sus pacientes y sus avances en el campo ocular. Después llegó un famoso arquitecto que perdió el interés sexual por ella por alguna razón absolutamente incomprensible, de modo que inició una aventura con un amigo, otro hombre de enorme creatividad, para terminar sola y tan a gusto en una zona agradable de los Berkshire, al cuidado de un hijo especialmente inteligente. Había jurado no volver a casarse, pero entonces apareció Baum. Un intelectual empeñado en competir nada menos que con los maestros rusos y Kafka, y vio en él a ese príncipe azul que, pese a saber que no existía, tanto anhelaba. La cautivó con el relato de su vida, que desgranaba entre copa y copa en el Chumley’s o el Minetta Tavern, o mientras comían dim sum en Chinatown, o en las galerías del centro”.

Universo Woody Allen al ciento por ciento. ¿Podíamos esperar otra cosa de su primera novela? No lo sé. Estamos ante un retrato —¿autorretrato?— de un intelectual paralizado por sus preocupaciones neuróticas sobre la futilidad y el vacío de la vida; una mirada divertida pero reiterativa, ¡cómo no!, al mundo editorial neoyorquino; sobre todo, una novela con una buena trama y bien escrita.

Experiencia en contar historias no le falta, a punto de cumplir 90 años este próximo noviembre. En los 50, con poco más de veinte años, ya escribía guiones para comedias televisivas y gags para presentadores. En los 60 se convirtió en uno de los monologuistas de moda en Nueva York; no enlazaba un chiste tras otro, sino que contaba historias (lo que han acabado haciendo todos los monologuistas al paso de los años). Los 70 fueron de lo más agitados para él, al convertirse en director y protagonista de comedias protagonizadas por un intelectual bajito, con gafas, despistado, ingenioso y locuaz, que parece tener domicilio fijo en la consulta de su psicólogo.

Desde la década de 1970, Allen ha escrito varios libros de cuentos y ensayos, así como sus memorias, A propósito de nada, también publicadas por Alianza Editorial en 2020. Su editorial original en Estados Unidos, Hachette, abandonó la publicación de esas memorias tras una huelga de su personal por las acusaciones de que Allen había abusado sexualmente de su hija a principios de los 1990, acusaciones que han marcado su imagen pública en estos años. Finalmente, la editorial Arcade publicó esa autobiografía.

La hija adoptiva de Allen, Dylan Farrow, alegó que la había agredido sexualmente en 1992, cuando tenía 7 años. Allen siempre ha negado las acusaciones, calificándolas de “invención total de principio a fin” en sus memorias. Dos investigaciones realizadas en aquel momento no condujeron a cargos penales.

La capacidad neurótica de Woody Allen está fuera de cuestión. Es tan vertebradora de la vida y la obra de nuestro personaje que no siempre es posible ni, probablemente, deseable, separarlas.