Soledad Puértolas: “El lenguaje es democrático”

Soledad Puértolas elige un bar “de los de toda la vida”, pequeño y ruidoso, un ‘bareto’ perdido en medio del peso de siglos de historia del barrio de los Jerónimos de Madrid. Acaba de salir de la sesión de trabajo en la RAE y la divierte, se nota, ir dejando atrás el Casón del Buen Retiro, la Iglesia de San Jerónimo el Real… y entrar otra vez en este siglo XXI a golpe de caña de barril. Ha disfrutado mucho escribiendo su libro más reciente, «La novela olvidada en casa del ingeniero» (Anagrama), y quiere seguir con ese juego mientras habla de él.

 

Texto: Begoña Piña  Foto: Asís G. Ayerbe

 

Absorta en un nuevo personaje, Mauricio Ballart, un escritor de literatura juvenil, Soledad Puértolas no hizo demasiado caso al descubrimiento que había hecho su marido, un disquete olvidado en una caja. Era una novela desechada, a la que ella jamás había dado importancia. Tiempo después, en unos días de descanso en Galicia, leyó de nuevo el manuscrito y descubrió que aquella narradora le gustaba. Lo que la joven Soledad Puértolas escribió hace años es hoy una buena parte de la nueva novela de la escritora y académica que es hoy, y ello gracias a la feliz intromisión de su nuevo personaje, Mauricio Ballart, en esta historia: La novela olvidada en casa del ingeniero (Anagrama).

 

¿Cómo cambió de novela el personaje de Mauricio Ballart?

Yo estaba escribiendo una novela en la cual el protagonista narrador es Mauricio, escritor de novelas juveniles, y entonces dije: “Ah, pues le voy a dar a Mauricio este manuscrito, a ver qué hace con él”. Entonces todo cambió, Mauricio metió mano en el texto, hizo suya la novela y fue maravilloso porque así todo estaba cerrado. Una novela escrita por mí hace 30 o 40 años no es lo mismo que la que podría estar escribiendo ahora. Pero ahora ya es de ellos. (La novela en casa del ingeniero es, como dice su autora, de la joven narradora de la historia familiar que ha descubierto un ingeniero en el fayado de su casa de campo y que ha entregado a Tomás Hidalgo, quien se la ha pasado a su amigo, el escritor Mauricio Ballart).

 

Dos narradores, la joven y el escritor de literatura juvenil. ¿Quién es usted más?

Yo soy ella o lo que fui. Hay algo de mí, de lo que yo era, en ella. Ahora estoy en el otro. Están en el libro el pasado y el presente como autora, como persona y como todo. Son dos contrastes, pero parece que se entienden y que se llevan más o menos bien.

 

¿El manuscrito encontrado le ha hecho pensar en la literatura que escribía en aquellos años?

Más que pensar es que he visto que esa narradora que había ahí estaba interesada en cosas en las que yo ahora no estoy interesada, pero he tratado de comprenderla. Y me he preguntado si eso en un tiempo me interesó también a mí. Y hay un momento en que es Mauricio el que se interesa por esa narradora y piensa que en este texto hay algo. Yo también pienso que ahí hay algo, desde luego.

 

Mauricio deja hablar a la historia de la joven escritora, pero a veces detiene la narración y reflexiona sobre ella y la literatura. “Las posibilidades de la ficción son infinitas, la clave es que el relato sea suficientemente verosímil”.

Claro es que tiene que ser así, es una regla, es un principio, aunque no es matemático, lo tienes que saber. Si hay un arte de la novela, sería detectar eso, tener un sentido de lo que es disparatado, pero que en cierto modo lo verosímil lo acepta. Las tramas de las películas de Hitchcock, por ejemplo, son disparatadas muchas veces, sin embargo, te las crees. Y ese es el genio que tiene como director de cine, porque es absurdo muchas veces lo que pasa en sus películas. Haces concesión a eso, te abres, ese es el reto, pero no es una fórmula.

 

¿Y en la literatura pasa como en el cine, que está contaminado por el realismo de las series?

Pues no sé si hemos perdido un poco eso de abrirnos al relato, creo que sí. Pero es que hay cosas que pueden ser mentiras, pero son verosímiles. Es el arte de contar bien las mentiras y que construyas una narración que se acepte por disparatada que sea. Los libros yo me los quiero creer. Me lo quiero creer, pero hay veces en las series o en las películas que no me lo creo de ninguna de las maneras. Me pasa mucho.

 

Otra reflexión de Mauricio es a propósito de las novelas policiacas y la “audacia que se necesita para afrontar un asesinato en estos libros”…

Es que es tremendo.

 

Pero en esta novela hay un muerto.

Sí, hay un muerto, pero este no me ha costado mucho y creo que es porque el hombre aparece muerto antes de que sepamos mucho de él. Y luego lo que sabemos de él ya no nos duele. Es un personaje que no cuesta mucho que desaparezca, no es muy atractivo. Pero, claro, matar a una persona así… aunque este no ha sido tan difícil. Además, eso estaba hecho en la historia, ya estaba muerto en la novela y yo lo acepté. Creo que, si conocemos mucho al personaje y luego desaparece asesinado, es más duro, pero si ya muere al principio y luego lo vamos conociendo, es distinto.

 

Ha aceptado al muerto y todo el resto de una historia que había desechado, ¿la entrada en el relato de Mauricio Ballart da la dimensión que la novela necesitaba?

Sí. Aquella novela está en esta, los personajes ya estaban ahí, lo que pasa es que ahora yo me he atrevido más a seguirlos donde iban. Es una novela que no sé por qué deseché y me olvidé de ella, no tenía seguridad en ella… pero ahora se han desarrollado más con la intervención de Mauricio. Ahora va mucho más allá y lo que me ha gustado de todo este proceso es que esa novela ya no es esa novela, ya es otra cosa. Es traer al presente un pasado que es la juventud, mi época, pero con otra mirada. Vi algo, una voz que se quiere expresar, que no puedo perder, que está queriendo decir algo… y eso es lo que me ha hecho meterme en esa novela.

 

Una novela que se parece poquísimo a otras novelas suyas.

Puede ser porque, claro, la intervención de Mauricio la hace diferente, hay dos planos.

 

Hablando de planos, usted vive entre el literario y el de la lengua con su trabajo en la RAE. ¿El diccionario sigue cargado de contenido religioso ultracatólico, de machismo, misoginia…? ¿Queda mucho que limpiar?

Sí y en eso estamos. Es el trabajo que se hace cada día, pero ¡hay tantas palabras! Se hacen muchísimos cambios, porque lo religioso, sobre todo, lo tiñe todo. Es impresionante. No sé si más que el machismo, pero… La definición de bien, de verdad, de vicio… Estamos continuamente con esto. Recibimos muchísimas sugerencias. El Instituto de Lexicografía, que es el que prepara el trabajo a los académicos, recibe carlas, las investiga y te ofrece opciones de cómo se puede plantear… Es apasionante y lo pasamos muy bien, hay muy buen ambiente, porque a todo el mundo le gusta hablar de las palabras y todos nos consideramos con capacidad para hablar de las palabras. El lenguaje es democrático.

 

¿Y ahora hablamos mejor o peor?

Antes no estaba la gente sometida a tanto lenguaje rápido. La técnica ha abaratado y esquematizado el lenguaje. Hay muchos jóvenes que notas que no se expresan bien. Algunos mayores, también. Pero hay una torpeza expresiva y eso es malo.

 

Cuando se habla de la RAE es inevitable que salga el tema de la discriminación a la mujer. Como escritora, ¿ser mujer se sigue pagando?

Desde luego que lo pagas. Y la crítica, en concreto, tiene unos esquemas determinados para las mujeres. El punto de partida es ese para la crítica. Eso no está superado ni en mi caso ni en ningún otro, no está superado para nada. Y, además, en la relación con los demás lo notas siempre, es tremendo cómo está absolutamente extendido. Está en todo el mundo literario, yo, desde luego, lo noto, a lo mejor es que soy muy sensible. Hay otra mirada para los hombres, es algo que está en la sociedad. No sé cuándo nos lo quitaremos de encima, pero es complicado.

 

Hombres, mujeres… Antes de escribir esta novela, usted estaba construyendo el personaje de Mauricio, un hombre…

Quería hablar desde el punto de vista de un escritor en un determinado momento de la vida, pero que no fuera yo, entonces, claro, lo más sencillo era cambiar el sexo del personaje.

 

Pero usted alguna vez ha dicho que se identifica más con los personajes masculinos.

No es que me identifique más, es que mantengo más distancia y quizás por eso son más libres. Con las mujeres quizá me identifico mucho y me pongo más yo. Mauricio salió, ya estaba en mi vida cuando me encontré con el manuscrito… Además, era hombre, escritor de novelas juveniles, y eso me permitía cambiar también mucho de onda. Es un escritor que cree mucho en lo que hace, pero no es considerado. Me interesaba mucho la idea de la consideración social. También su relación con otros colegas, con una ilustradora… Yo me identifico mucho con él, pero a la vez él es muy él.

 

Parece una novela de entretenimiento, pero ha metido usted muchas capas, ¿era la intención?

Ha sido mucho de juego, pero sí, he metido muchísimas cosas, aunque no lo parece. Es algo que se tiene que ir descubriendo y eso va enriqueciendo la novela.

 

Es curioso, porque usted es una escritora prudente en la trama.

Pero aquí sí importa la trama, aunque yo sé que la trama no es lo importante.

 

Da la sensación de que quería hablar de la literatura con este libro.

No lo tenía pensado, no era un propósito para nada, me iba saliendo, incluso pensaba que a lo mejor, todas esas reflexiones las quitaría. No sabía si iba a funcionar, pero me salía opinar.

 

Eso será porque quiere pensar en la literatura en este momento ¿no?

Sí, claro, pero también quiero respetar la frescura de la literatura. No he querido en absoluto hacer un juego metaliterario, si ha salido, ha salido, pero no ha sido mi intención. Yo no soy ese tipo de escritora, metaliteraria, yo nunca he reflexionado en la literatura. No es una novela metaliteraria, aunque hay mucha reflexión, porque yo pienso mucho en la literatura. El pensamiento ocupa mucho en la vida, yo paso una buena parte del día pensando.

 

Ha dicho alguna vez que no es una escritora profesional. Ahora dice que no es una escritora metaliteraria, ¿qué tipo de escritora es?

Parece ser que se me reconoce en mis novelas, aunque no se parezcan unas a otras. Eso me encanta, pero me asombro muchísimo, porque no sé qué soy como escritora, sé lo que no soy.

 

¿Qué no es?

No soy una escritora que haga juegos literarios, tampoco que sepa hacer muy bien las tramas porque no me interesan mucho, no escribo mucho diálogo… Busco, no doy por sentado, no tengo unos modelos a los que quiero llegar, pero sé dónde no quiero estar. No quiero estar en el costumbrismo, no quiero estar en una introspección total, no quiero estar en esa metaliteratura total. Quiero buscar algo fresco que nos refleje. Yo creo que ninguna novela mía se parece a la anterior, aunque en todas hay personas que van buscando, es siempre el mismo punto de partida.

 

Otra cosa que no está en sus libros tampoco es el cinismo de este mundo que ya ha invadido parte de la literatura…

No, porque no me interesa, de hecho, no quiero hacer esa denuncia del cinismo, quiero hacer una contrapartida, quiero rescatar otra mirada, buscar una mirada que me aliente. Y eso no es por bondad, aunque no descartaría la idea de la bondad, ¡ojalá! pero no, es que estoy interesada en rescatar.

 

Rescatemos entonces al personaje de Mauricio, ¿qué hará en el próximo libro, que es el libro en el que nació?

Pensar mucho. Es un escritor de literatura juvenil que ya ha hecho una carrera, destacó con un par de libros, muy reconocidos, ha vivido el éxito, ha tenido novias… pero ahora tiene los días muy vacíos y está en ese momento de la vida que quiere seguir escribiendo. Tiene muchos amigos que le dicen que es escritor de todo, no solo de juvenil, y él está como en otra fase, no digo de introspección, pero sí de buscar otro tipo de vínculo con la literatura, que no sea solo la literatura juvenil. Él está más desconcertado que yo.

 

¿Se acuerda de qué la movió a escribir aquella historia entonces?

Estaba muy interesada en las historias familiares misteriosas. Fue una época de mi vida en que ya estaba casada, con niños pequeños, y entonces te das cuenta de que estás metida en el torbellino de tu vida y de que te vas a olvidar de la vida anterior. Y entonces creo que me metí hacia atrás con estudios familiares, historias que estaban en el aire, que yo había oído o que me traían el aroma de lo que me había contado mi madre, que yo escuchaba en casa… quería recuperar ese mundo, entenderlo. Era un mundo misterioso, con personajes siniestros, con crimen.