Santiago Lorenzo: “La fama en mi pueblo no vale para nada”
Charlamos con Santiago Lorenzo de su última obra: «Tostonazo» ( Blackie Books).
Texto: Carlos LURIA Foto: Cecilia DÍAZ BETZ
Algo debe estar haciendo bien Santiago Lorenzo cuando cada dos por tres muestra la risa breve y sabia de quien no se toma mucho en serio. Algo debe estar haciendo bien cuando ha vendido 200.000 ejemplares de su quinta novela, Los asquerosos, y ahora va por el mismo camino con Tostonazo (Blackie Books). Y algo debe estar haciendo bien cuando vive en un pueblecito segoviano, de cuyo nombre no vamos a acordarnos, tan a gusto cortando leña y haciendo maquetas. Para averiguar, precisamente, qué está haciendo tan bien Santiago Lorenzo quisimos charlar con él un día después de su 58 cumpleaños. Aparece en la pantalla del ordenador con una manta por los hombros y su aspecto habitual de haber dormido demasiado o demasiado poco.
Llevas diez años viviendo lejos de todas partes. ¿Nunca has tenido la tentación de volver a Madrid?
¡No! No, no, no… Lo has dicho y me he acojonado. No, no, por Dios. Lo último que sé es que la Puerta del Sol la han inaugurado por ene vez y que está todo lleno de barro. Durante 2022 solo he estado una vez en Madrid.
¿Nunca te sientes solo?
Para nada. Estoy muy contento de ser un seis por ciento de la población del pueblo.
¿Y no echas de menos la relación con el mundillo literario?
Tengo relación cuando voy por Barcelona, que es donde está la editorial. La verdad es que toda la gente que me he encontrado en el mundillo literario me ha parecido de una calidad humana muy alta. Gente excepcional. Los amigos que he hecho en los últimos años son gente que escribe, y a algunos de ellos les admiro y es que además son muy majos. Nunca he visto eso de las envidias o los navajazos. Tampoco tiene mucho sentido andar a navajazos en un mundo que tiene tan poco a repartir, ¿no? Es como esos homeless que se pegan por el culín de un Don Simón.
Parece que hayas buscado el decorado ideal para centrarte en la escritura, pero una vez dijiste que si a alguien le hace falta un decorado para escribir es que lo tiene chungo.
(Ríe) Porque eso no es solo señal de mal autor sino también de mala persona. “Buá —dicen—, yo porque no estoy en la Selva Negra, que si no escribiría una historia bestial”. O “yo si estuviera en la Barcelona de Juan Marsé escribiría de puta madre”. No, tío, tú no escribirás bien en tu puta vida. Esto es como todo. Yo he conocido a gente que llevaban vida de auténticos vegetales y que sin embargo estaban empeñados en demostrarte que habían pasado una juventud de gran riesgo y audacia. Y yo pensaba: esto no es posible, la audacia no solo no se pierde, sino que se va consolidando y perfeccionando. Entonces o era mentira o se lo habían inventado. Nadie pierde su necesidad de aventuras.
¿Tú eres un aventurero?
A mí me ha gustado desde siempre meterme en líos. En mi casa todos son funcionarios. Mi madre era maestra y mis abuelos eran funcionarios de las fuerzas del orden público, pero yo siempre quise contar historias, no opositar. No sé si eso es ser aventurero. El que esté en Ucrania ahora mismo dirá que soy una monja ursulina.
¿Eres tan bueno escribiendo como haciendo maquetas?
Soy mucho mejor haciendo maquetas. Pero muchísimo mejor, vamos. Yo estoy inventando cosas en el mundo del maquetismo pero no creo que esté inventando nada en el mundo de los libros. O sea, por ejemplo, la utilización de la pintura oxirón sin diluir en la escala 1:35, de eso sí me siento orgulloso. Eso sí lo inventé yo. (Risas) Eso lo hizo Santiago Lorenzo.
Cuando ya han pasado cuatro años desde su publicación, ¿tienes alguna explicación del gran éxito de Los asquerosos?
Mira. Tú sabes que cuando yo estrené la película Mamas bobas fueron a verla 7.000 personas. Eso en términos de cine es una ruina. A mí me pilló de sorpresa, porque yo intenté hacer bien Mamas bobas. Pero luego también intenté hacer bien Los asquerosos. ¿Entiendes? Así que la primera explicación que se me ocurre, te lo digo en serio, es la tarea de la editorial. Y también hay otra explicación: que de vez en cuando mola rescatar a alguien del arroyo y hacerle caso. Ese tío que vive en el arroyo soy yo. Uno que lleva toda la vida haciendo sus cosas como buenamente puede y alguien dice “vamos a hacerle caso a este que está en su pueblo fracasando toda la vida y a ver qué pasa”.
Tal vez ha calado esa escritura con un tono netamente coloquial.
Procuro hacerme entender.
Tostonazo narra la historia de un chaval que se mete a meritorio de cine y que durante un rodaje se topa con Sixto, un enchufado del productor que lo mangonea todo. Y, como antes Los asquerosos, la acción deriva a una huida hacia la llamada “España profunda”. ¿Es casualidad que últimamente en el cine español triunfen películas enmarcadas en esos territorios rurales?
Sí, As Bestas, por ejemplo, una barbaridad. ¿Sabes qué pasa? Que los temas nunca decaen. Vete a cualquier año y encontrarás una película que trata el tema rural. Si un tema interesa, ese tema nunca está de moda, simplemente está presente sin más. Mira, hace dos años otra muy buena, Intemperie. Y ahora Alcarràs. Siempre encontraremos historias rurales, como siempre encontraremos el tema del adulterio, de la ruina, de la opción sexual divergente, la guerra… (Enciende un cigarrillo) Es el primero del día, que me sabe a gloria.
¿Qué es según tú un tostonazo?
A ver es un… Es alguien que está empeñado en decir a los demás lo que tienen que hacer. Estamos siempre interactuando con el tostonacismo, yo mismo he sido mogollón de pesado. Todos tenemos un tostonazo en nuestra vida. Hay que tomarlo como contraejemplo.
Curiosamente, logras que el personaje de Sixto, el tostonazo, dé tanta rabia como pena. Como si hubieras querido cubrirlo con una capa de benevolencia. Ocurría lo mismo en Los asquerosos con esos habitantes de la ciudad que iban al pueblo a estropearlo todo.
Es que todos ellos dan pena. Para empezar porque pena damos todos, y para seguir porque hay gente que la da especialmente, ¿no?
Hasta 2007 tú dirigiste, escribiste o produjiste ocho cortometrajes y dos largometrajes. ¿Tostonazo se puede leer como un canto de amor al cine?
Ya lo creo. Es que he visto cosas tan fenomenales entre la gente que hacía cine… Todos los días me acuerdo de ellos, muchos de los cuales siguen siendo amigos. Me encanta que me cuenten sus movidas. Además, es una industria que cambia todo el tiempo. Y cuando hablo con ellos me contagian la alegría del momento actual, porque en el audiovisual están más o menos contentos. Se hacen cosas fantásticas. Esos actorazos que hay, esos directores, yo no sé cómo se puede ser tan bueno.
¿Te gustaría regresar a ese mundo?
¿Sabes qué pasa? Que cuando escribo me siento como si estuviera haciendo películas, pero sin tener que bailarle a nadie el agua. Con imaginar cosas y trasladarlas a un papel ya es suficiente. No lo echo de menos, no. En las novelas hago lo que me da la gana sin esperar que el financiador de la película lo acepte. Tampoco echo de menos los madrugones y la tensión.
Dijiste en una ocasión que a ti te encanta Pérez Galdós. Pero en tus novelas hay mucho del humor agridulce de la picaresca.
A ver, lo primero es declarar que la novela fundacional de la picaresca no solo no está defendiendo la sinvergonzonería sino que la está atacando. Es que “picaresca” es un término que ha cogido otro significado. Como “estética”. La estética no es la peluquería, sino la ciencia de las emociones artísticas. Y picaresca parece que sea lo de los Mario Conde, cuando lo que defiende El Lazarillo es todo lo contrario: castigar a los malos. Picaresca no es a ver si timas a uno mil euros, sino tima solo a quien te tima a ti y sé generoso con el hidalgo toledano que se porta bien contigo. En mis novelas hay gente que se busca la vida sin hacer el mal, y en este sentido sí son picarescas.
Tal vez por eso, cuando uno acaba de leer Tostonazo se siente bien, como si el equilibrio se hubiera restablecido…
Exacto. Es que a mí, no sé por qué, se me suelen arreglar las cosas. Es otra cosa que tampoco entiendo, como las ventas de Los asquerosos. Entonces, como uno escribe sobre lo que ha visto o le ha pasado, intento que mis libros acaben un poco bien. Tampoco le sale al protagonista todo fabuloso. Pero acaba mejor de como estaba al principio. Yo tiendo a eso, porque esa ha sido mi experiencia. Se me han arreglado sucesos muy chungos por la intervención de la Providencia o lo que sea.
Hablábamos de canto de amor al cine, pero Tostonazo también es una alegoría de la amistad, encarnada en el personaje entrañable de Bertrand.
Yo he tenido la suerte de conocer a Bertrands. Me molaba hablar de un ángel que se te aparece y te da un sentido. A mí me gusta la amistad, me parece un privilegio. Un amigo es un tío al que toleras su cupo de defectos. Y esa consideración ética me parece que narrativamente es muy fértil. Te ayuda a llegar a las doscientas páginas. (Rie)
En Tostonazo hay también una clara intención política. Y, dado que en la novela aparece la figura del negro literario, me pregunto a qué partido te gustaría escribir discursos.
¿A mí? Joder, no te lo digo para quitarme la pregunta de encima, pero de verdad que a ninguno. Para empezar, por una razón: porque yo solo escribo mis novelas. No, yo nunca haría nada de eso, es que no lo haría nunca. Me han dicho: “Oye, ¿me puedes escribir un prólogo?”. Y yo: “No, no quiero escribir un prólogo”. “¿Me puedes escribir…?”. “No”.
Si ahora mismo El País te ofreciera un dineral para escribir en Babelia, ¿qué contestarías?
Que no. De hecho, ese grupo ya lo ha… No, muchísimas gracias. Habría dado un dedo porque hubiera pasado eso en mis años de miseria. Pero ahora no lo voy a hacer, ha habido periódicos muy importantes que me han ofrecido las mejores condiciones, y es un honor, pero es que uno tiene que saber para dónde va. ¿Por qué lo vas a hacer, por dinero?
Por dinero, por fama, por ambición…
No tengo ninguna ambición de ambición, no me interesa la fama y dinero ya he juntado algo con lo que me han dado con Los asquerosos y Tostonazo, que se va vendiendo muy bien. Estuve escribiendo para Mongolia porque son amigos y me encanta y porque yo estaba a dos velas, pero me curraba artículos de trescientas palabras como si fueran tesis doctorales y cuando llegaba la fecha de entrega sufría mucho. Agradezco muchísimo la deferencia de ofrecerme cosas, incluso me han ofrecido clases, pero debo declinar esas ofertas. La fama aquí, en mi pueblo, de verdad que no vale para nada. Y fuera tampoco sé si vale para mucho. Ni siquiera tengo Twitter y esas cosas, porque si una idea es mala no has de publicarla en ningún lado, y si es buena la metes en una novela.
En tus novelas hay bastante mala leche. ¿Te preocupa ofender a algún lector?
No. Lo que sí es muy importante es no ofender gratuitamente. A ver, o sea, aquí hay gente que está cometiendo pecados muy grandes. No sé, por ejemplo Ortega Smith. O la presidenta de la Comunidad de Madrid, unos pecados horrorosos. Y su predecesora espiritual, que no es precisamente Cristina Cifuentes. Está cometiendo pecados muy grandes ese que se llama Abel Caballero, con sus putas luces como si fuera un niño. O ese tío que lo tenía todo, el Borbón mayor, y quería más todavía. En este sentido, Tostonazo tiene una tesis, pero solo se expone en los tres últimos párrafos y no la puedo contar aquí porque entonces derribas toda la intriga de la novela. Hay gente que está observando comportamientos deplorables. Gente que hace telebasura, gente pública que hace las cosas objetivamente mal en virtud de una ambición que yo no puedo explicarme. Entonces, igual coges y ofendes alguien cuando estás escribiendo, pero solo después de haber pensado muchísimo en la exactitud de su maldad. De la misma manera que solo glorificas a alguien que se lo merece y cuando estás muy seguro. Porque un escritor tiene que defender cada línea que ha escrito.
¿Estás escribiendo tu siguiente novela?
No. No tengo nada, pero nada de nada, ¿eh?
¿Ni una idea?
Tengo ideas, pero son tan malas… Igual le valdrían al Joel Dicker ese, pero a mí no me van a valer. (Ríe) Tampoco tengo prisa. Es gracioso, porque hay gente que ha dicho en internet: “Ah, esto de Tostonazo, se nota que se ha escrito a toda prisa para aprovechar la ola de Los asquerosos”. ¡Pero si han pasado cuatro años entre una y otra! No, no hay ninguna prisa por publicar nada. A mí me tiene que gustar mucho lo que le doy a la imprenta. Entonces, como uno no es tan bueno, ni muchísimo menos, tarda en encontrar una idea con la que pueda entusiasmarse. Como si no vuelvo a escribir nada. Dice un amigo mío que hay que estar enfadado para escribir. Vale, yo estaba enfadado por muchas cosas y las metí en Tostonazo. Pero ahora de qué voy a estar enfadado, si la vida me trata tan bien