30 años después: ¿Qué fue de la generación X?

En aquellos años 1990, José Ángel Mañas, Pedro Mestre, Lucía Etxebarría o Ray Loriga eran los reyes del mambo literario. Los medios los etiquetaron como Generación X o Generación Kronen. 

Ilustración de la portada de la revista Librújula 47

 

Texto: Javier PINTOR      Ilustración: Alfonso ZAPICO

 

La publicación, el 15 de marzo de 1991, del libro Generación X marcó a toda una generación de escritores tanto dentro como fuera de España. Su autor, Douglas Coupland, retrataba la vida de los americanos nacidos en Estados Unidos entre 1968 y 1980. Un heterogéneo grupo de creadores etiquetados como la Next Generation y entre los que se encontraban Jonathan Franzen, Chuck Palahniuk, Jonathan Lethem, Easton Ellis o Foster Wallace, situaban sus ficciones en áreas marginales y bebían de la cultura pop y de los lenguajes del cine y la televisión, utilizando como base de sus creaciones la ironía. Sus personajes reflejaban la vida y el pensamiento de unos jóvenes que no habían conocido la guerra y que se habían criado en el auge del consumismo. Se trataba de los niños de la sociedad del bienestar, descendientes de los que habían intentado cambiar el mundo en los años 60, refugiados ahora en el cinismo y el hedonismo. No querían cambiar el mundo, solo que los dejasen en paz, ya que no creían en el sistema. Todos ellos desconfiaban de las ideologías y las religiones e, incluso, miraban con recelo las corrientes artísticas y filosóficas del momento.

La literatura de estos jóvenes norteamericanos fraguó en España unos años más tarde, alrededor de mediados de los 90. La década de los 80 en España había sido espléndida en libertades y nos había permitido asimilar muchas de las tendencias venidas de fuera que el franquismo nos había hurtado en su momento. Esta época es, por tanto, bastante fructífera en el ámbito artístico, ya que se produce una gran transformación en todas las artes y una extraordinaria aportación en las infraestructuras culturales de nuestro país. Estos hechos nos alejan del contexto del que parten los autores norteamericanos.

Algunas de las peculiaridades que definen la escritura de la Next Generation arraigan en un grupo de autores nacionales nacidos a finales de los sesenta y principios de los setenta que van a compartir una mirada semejante acerca de la realidad y que van a entender la literatura de manera similar. Estos autores pretenden alejarse de sus antecesores, no quieren que los corsés lingüísticos limiten sus creaciones y, sobre todo, desmitifican el trabajo del escritor. Como comenta Ángel Mañas, “no estábamos pidiendo permiso para entrar, estábamos derribando la puerta”.

La novela que se considera definitoria del movimiento conocido como Generación X aplicado a la literatura española fue Historias del Kronen, ópera prima de un por entonces jovencísimo Ángel Mañas. La novela narra las andanzas de un grupo de jóvenes de familias acomodadas desorientados, sin nada por lo que luchar y con el único objetivo de consumirse en el ocio por las calles de Madrid. Se trata de una narración considerada como neorrealista, urbana y que está muy influenciados por el lenguaje audiovisual y la música. De hecho, Historias del Kronen sitúa su acción en un Madrid en el verano de 1992, cuando Kurt Cobain ofrece su primer concierto en Madrid para presentar el disco Nevermind. El inconformismo vital, la apatía y un cierto grado de nihilismo son rasgos que caracterizan a muchos de los escritores vinculados a esta generación.

La repercusión y el camino que inauguró este libro en nuestras letras hizo que algún crítico denominase también a este movimiento como Generación Kronen. Otros, sin embargo, consideraron que estas denominaciones fueron una simple estrategia de marketing de los medios de comunicación para vender una marca determinada, pura ley de mercado que, cuando agotó su filón, lo abandonó. Hay quien piensa que se encumbró a unos ídolos con pies de barro que nada tenían que decir fuera de esta estética.

Pronto se cumplirán treinta años de la publicación de Historias del Kronen, novela que significó el punto de partida para toda una nueva generación de escritores. ¿Cuál fue el recorrido literario de estos escritores? Observaremos que, transcurridos sus primeros años en el mundo literario, afrontaron su madurez como escritores tomando itinerarios diversos.

El más joven de ellos, José Ángel Mañas, ha continuado publicando con regularidad novelas, algún libro de poesía y varios de ensayo. Ganó el Premio Ateneo de Sevilla (2019) y sus narraciones se inclinan hacia la novela histórica. Mañas valora la autenticidad que respiran sus primeras novelas y piensa que el espíritu de las mismas sigue vivo. No cree que haya un corte muy brusco entre sus primeros libros y los que escribe en la actualidad. Su visión de la vida y de la literatura continúa siendo muy histórica, consecuencia probablemente de su formación universitaria como licenciado en Historia contemporánea. La preocupación por la realidad social está presente en todas sus novelas, tal como les ocurre a otros escritores de su generación. Cuando Mañas observa la vida de frente se decanta por la novela realista, mientras que cuando la observa por el retrovisor se decanta por el molde histórico. Cree que, en este sentido, hay una cierta coherencia en toda su trayectoria literaria, atenta siempre al detalle histórico.

Ray Loriga es otro de los iconos de esta generación. Tanto Mañas como él fueron probablemente los escritores que mejor definieron el estilo literario de esa época y los que incorporaron a su literatura esa especie de realismo punk y urbano. Desde la publicación de sus primeras novelas, Lo peor de todo (1992) y Héroes (1993), han transcurrido tres décadas en las que Ray ha continuado escribiendo con cierta regularidad novelas, libros de relatos y guiones cinematográficos. En el 2017 alcanzó un gran reconocimiento de crítica y lectores al ganar un premio tan prestigioso como el Alfaguara con la novela Rendición. Esta obra se presentaba bajo la forma de una distopía situada de forma indefinida en un país del este de Europa en donde la población sufre por el abuso de poder y la manipulación colectiva. Ray continúa siendo un escritor transgresor, de los más singulares de nuestras letras, que se plantea nuevos desafíos técnicos con cada nuevo libro. Acaba de publicar nueva novela, Cualquier verano es un final, y él mismo nos habla de ella y de su momento vital tras la operación a vida o muerte para extirparle un tumor cerebral.

Juan Bonilla fue vinculado en un principio a la Generación X debido a la coincidencia biográfica con los autores que la conformaron. Aunque su literatura difiere bastante de la de estos escritores, un análisis atento de los temas que trata y de las técnicas narrativas que utiliza revela estrategias concretas compartidas por todos. El eclecticismo narrativo, la manera en la que tensa la estructura de la realidad y las referencias al mundo de la televisión y el cine son aspectos que conectan con el modelo de esta nueva narrativa. De todas formas, su literatura es difícil de clasificar, ya que la suya es una obra en continua transformación, muy viva, inscrita de lleno en la contemporaneidad. Bonilla ha sido reconocido recientemente por la crítica con el Premio Nacional de Narrativa de 2020.

Al filón del éxito de escritores como Mañas, Loriga y Bonilla, las editoriales comienzan a promocionar a una serie de escritores que comparten edad y ciertos planteamientos narrativos. La intención de las editoriales que es que conecten con el público lector más joven. Algunos de estos autores aprovecharán la ocasión para abrir nuevas vetas en la literatura.

Lucía Etxebarría es una de las escritoras más representativa de esta nueva tendencia. Sus primeras novelas, Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997) y Beatriz y los cuerpos celestes (1998, Premio Nadal) tienen una gran aceptación entre el público y la sitúan en primera línea de salida. Su trayectoria incluye premios tan prestigiosos como el Nadal, el Primavera de novela o el Planeta. Lucía comenta que no ha vuelto a releer sus primeros libros y que ahora no le interesan lo más mínimo, aunque admite que lo que escribe es consecuencia de su propia vida, así que entiende que sus novelas actuales tendrán un poso de las experiencias que yo vivió en los 90. Sus novelas más recientes, Más peligroso es no amar (2016), Por qué el amor nos duele tanto (2017) y Mujeres extraordinarias (2019), examinan con profundidad las complejas relaciones afectivas de las parejas, reivindican el papel de la mujer y visibilizan su importancia a lo largo de la historia.

Lucía ha sentido la tentación de dejar de escribir muchas veces y entiende perfectamente a aquellos autores que han abandonado la escritura. Un caso bastante sorprendente entre los autores de esta generación es el de Pedro Maestre, que, con su segunda novela, Matando dinosaurios con tirachinas, obtuvo el Premio Nadal en 1996. Este hecho lo consagró en su momento como uno de los más brillantes escritores de los noventa. Maestre lleva ya muchos años sin publicar un nuevo libro. En su última novela, El libro que Sandra Gavriclich quería que le escribiera (2006), realiza un ajuste de cuentas con el mundillo literario. Uno de los protagonistas, para más señas escritor, comenta: “A lo mejor no iba a escribir más, que mis novelas eran novelas de principiante, de usar y tirar, que solo habían tenido éxito por su componente sociológico y no por sus cualidades literarias”. Toda una declaración de intenciones que ha resultado, hasta la fecha, muy profética.

Marta Sanz publica su primera novela, El frío, en 1995. En este libro, Marta intentaba descubrir maneras de contar la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres. Ya desde sus inicios literarios la autora muestra interés por trabajar desde un concepto de literatura vinculado a la clase y al hecho de ser mujer. En la actualidad, su literatura sigue ocupándose de esos fantasmas y buscando a la vez nuevas formas de relatar dentro de una realidad que cambia vertiginosamente. Sus primeros libros ya anticiparon una lectura crítica sobre la Transición e indagaron en una veta donde lo autobiográfico, lo corporal, lo estilístico y lo histórico se dan la mano. Esta anticipación la colocó en un lugar extraño dentro del espacio de recepción, tal como le ha sucedido a Bonilla, aunque las razones sean distintas en uno y otro caso. Marta, Premio Herralde de Novela en 2015 con Farándula, tiene la ambición de que sus libros sean intrépidos y formalmente distintos unos de otros. Marta asume riesgos porque no quiere acomodarse. Aunque en un principio ella no se identificaría con los autores de los que estamos hablando ni tampoco con un concepto de generación como el aquí expuesto, entiende que lo que la une a autores como Loriga y Bonilla es la extrañeza, el rescoldo postfranquista y la necesidad de sintetizar lecturas en español con otras formas de entender el mundo. Hay una respiración común entre ellos. Loriga, Bonilla y ella se pueden parecer en cómo se construyen literariamente a favor o en contra de la realidad que les ha tocado vivir. Esa realidad es históricamente la misma y ese poso les continúa uniendo pese a la heterogeneidad estilística entre ellos.

Estemos o no de acuerdo con un término como el de Generación X, del que renegaron los propios escritores y muchos críticos del momento, lo cierto es que este grupo de creadores inició un camino que sirvió de modelo para generaciones posteriores a las que en su momento se etiquetó como Generación Y y Generación Nocilla. Compartieron el rechazo hacia los valores heredados y aportaron una mirada subversiva sobre la realidad del momento. En la actualidad, todos ellos siguen buscando nuevas formas estilísticas que les permitan mirar el presente con ambición y cautela, desde posiciones y lugares diversos. Su literatura continúa vigente y nos ayuda a ver el mundo desde otro prisma.