Paulina Flores, entre el poliamor y la gentrificación
La escritora chilena, Paulina Flores, vuelve con vuelve con la novela «La próxima vez que te vea, te mato» (Anagrama).
Texto: Gaia Tilotta Foto: Pascale Descazeaux
Paulina Flores (Santiago de Chile, 1988) pudo considerarse algo como la enfant prodige de la literatura chilena cuando, en 2014, ganó el premio Roberto Bolaño con el cuento Qué vergüenza. Esa misma historia dio título a la recopilación de relatos publicada antes con Hueders y después con Seix Barral, salto que permitió una difusión transfronteriza de su obra. Casi diez años y una novela después (Isla Decepción), vuelve con La próxima vez que te vea, te mato (Anagrama), cuya protagonista se define como “la sobrina adolescente del mundo” tras tomar conciencia de la inestabilidad habitacional, laboral y emocional que vive a pesar de haber llegado ya a los 30 años.
Javiera, chilena expatriada a Barcelona con una beca para estudiar un máster en escritura creativa, se enamora locamente de su compañero de piso, el peruano Manuel. Como en las mejores tragedias, amor y muerte quedan irreparablemente entrelazados, solo que, en lugar de poder morir por amor, Javiera se plantea matar. De hecho, el argumento es de los más clásicos: hay un enamorado celoso que antes quiere
librarse de sus rivales y, tras un encuentro esclarecedor, elige vengarse sobre su propio amor. Pero la autora rejuvenece este canovaccio tradicional a través de coordenadas contemporáneas e ingeniosas. Primero, el enamorado es, en realidad, una joven que se deja fascinar por la ética del poliamor; pide libros de las bibliotecas sobre esta práctica y se deja convencer de que el amor libre sería el “mecanismo que desmantelaría el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el odio fundacional de Occidente”. Segundo, mientras Romeo y Julieta contaban con dos palacios, Javiera y Manuel se encuentran sin techo cuando su compañera de piso los desahucia. En los primeros capítulos encontramos
a Javiera y Manuel paseando por la geografía nocturna de una Barcelona gentrificada. No obstante, Javiera convierte esos recorridos en busca de muebles tirados a la basura en las peripecias románticas que sellan sus sentimientos por Manuel. Sin embargo, al quedarse atrapada en un triángulo amoroso, se da cuenta de que no está dispuesta a compartir su vínculo sentimental. De ahí el proyecto homicida.
La novela refleja con ironía los retos de una generación precarizada y siempre en vilo entre idealismo y cinismo. Pero no solo eso, sino que también pone en relieve las diferencias de experiencia entre un europeo y una chilena expatriada en Cataluña. A través de la narración en primera persona, Paulina Flores delinea a una protagonista que teme por su seguridad cuando sale con una cita de Tinder pero que, sin duda, no renunciaría nunca a una noche de fiesta por el miedo; una mujer que está acomplejada porque las catalanas que la rodean le recuerdan diariamente lo bajita que es. Además, es una expatriada que se queda sin papeles y casi sin dinero. Javiera anhela salir del subdesarrollo, pero busca continuamente referencias a su país. En su narración cita constantemente a Violeta Parra y a Roberto Bolaño, pero le da vergüenza su “acento chileno acomplejado”. No obstante, la reivindicación de su procedencia queda tejida en el mismo lenguaje: la segunda persona del singular termina en ‘i’, hay pololos y no novios, y no se habla de sombrilla sino de quitasol, diferencia, esta última, que juega un papel vital en el desenlace de la novela.
Se podría decir que Paulina Flores es la Manuel Puig que se merecía el siglo XXI: la autora chilena comparte con el escritor argentino la capacidad de condimentar una trama entre melodramática y picaresca con la frescura de lo oral y con elementos de cultura popular. Efectivamente, La próxima vez que te vea, te mato es una novela milenial tanto en los temas como en la escritura, donde se cuelan constantemente referencias a las canciones de Bad Bunny, al strike a pose de RuPaul, así como a la bella Pamela Anderson. Y por si esto fuera
poco, hay un trabajo cuidadoso en el desarrollo de los personajes, lo que hace que los lectores empaticen tanto con sus aspiraciones como con sus neurosis. Asi mismo, el hecho de que Javiera sea una escritora permite contextualizar reflexiones metaliterarias. Así que vemos a la protagonista ensayar una novela que, en los argumentos, coincide con la que los lectores están leyendo. Javiera también imparte talleres de escritura creativa —así como Paulina Flores— y, en algunos de los pasajes más bellos y delicados de la novela, confía a sus estudiantes
que, para convertirse en escritoras, hay que “mostrar todas las esperanzas que mantienen ocultas. La literatura es una llama, [afirma], y sea lo que sea que te impulse a escribir, debe estremecerte”. Y es lo que hace Paulina Flores con este libro.