Patricia Jiménez y Félix Machuca, ganadores de los Premios Ateneo de Sevilla 2022
Patricia Jiménez gana con su segunda novela “No mires al pasado” el XXVII Premio de Novela Ateneo Joven y Félix Machuca el LIV Premio Ateneo de Novela de Sevilla con “Cuaresma de sangre”
Texto: David VALIENTE
Unos fuegos artificiales no dejan de irrumpir en el cielo. Como rayos impetuosos se mezclan con el rugir de las voces y los agudos metálicos que produce el choque de los cubiertos contra la vajilla. La noche es agradable, caen gotas de sudor, pero no llegan a inundar los elegantes vestidos de las señoras ni las americanas de los caballeros. En este ambiente concurrido, mas agitado aun si cabe por el festejo del Orgullo Gay, ha tenido lugar la celebración de la quincuagésima cuarta edición del Premio de Novela Ateneo de Sevilla y la vigésimo séptima edición del Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla dentro de los muros del Alcázar homónimo.
La velada comienza con un cóctel y unos entrantes en uno de los maravillosos patios del recinto, un aperitivo antes de degustar la comida y saber el nombre de los ganadores de este año. Hasta las 23:30 no conoceremos su identidad. En las mesas corren rumores, de algunas bocas salen ciertos nombres. La organización mantiene el misterio, y entre plato y plato se van revelando qué autores pasan de ronda en el proceso de selección y quienes se quedan en la primera, segunda o tercera fase.
Esta labor recae en Cristóbal Cervantes, que comienza interactuando con el público de la siguiente manera: “Esta noche cenamos con la Giralda de testigo, el sueño de una noche de verano para los autores” Cristóbal destaca el compromiso de los Premios de Novela Ateneo con el lector, pues “ni con la Covid-19 se han dejado de celebrar, nunca han faltado a su cita.”.
Tras estas palabras de inicio, los platos empiezan a servirse, el vino se escancia con soltura y afloja la lengua de los más tímidos. Las palabras y oraciones compiten en su capacidad de producir decibelios con la traca de fuera.
En una de las mesas de prensa, la conversación toma forma. El duro oficio del periodismo y lo mal que anda el mundo de la cultura, en general, y el mundo del libro, en particular, son los primeros compases de la obertura.
De pronto, los focos se oscurecen para que nuestra atención recaiga por entero sobre Cervantes, es la hora de descartar a los primeros finalistas. “En la primera votación quedaron eliminados del Premio Ateneo: Las vísperas muertas, Solari, De cómo me hice un lio con la vida. Los libros, Nobilissima, Las causas invisibles.”
Las luces volvieron a iluminar el patio. Los detalles mudéjares de la fachada del Palacio de Pedro I que apadrina el escenario relucen con la sempiterna seguridad de que nunca lo dejarán de hacer mientras haya escritores con la suficiente valentía de verter sus ideas y sus emociones. Las conversaciones se avivan bajo un cielo cada minuto más opacado por las sombras en las inmaculadas páginas del Word. El periodismo queda a un lado, resulta muy pedante hablar de trabajo mientras estás trabajando. Ahora el fútbol hace acto de presencia: que si el Betis baja, que si el Sevilla sigue en primera, que si mengano apoya a uno, que si la persona de enfrente prefiere el escudo del contrario.
El segundo plato viene acompañado de libros. Los mismos camareros que servían las mesas nos dan los títulos de los ganadores de ediciones anteriores (para ser más exactos Últimas noches del edificio San Francisco de Blanca Riestra y Las últimas juergas de J.A. Mañas), que circulan de mano en mano, de mesa en mesa, y se intercambian como si de cromos se tratasen.
Las luces, de nuevo, se desvanecen. Había que sacar algún nombre más de la lista. Otra vez Cristóbal Cervantes delante del atril: “Quedan fuera de la lista del Premio Ateneo de Novela, Sueños de Oricalco de Calicles y 1936 de José Olivenza y quedan fuera también del Premio de Novela Ateneo Joven Manos rotas de Alex Garzo y Mensis. Cambio de mareas de Aria Bédmar” Cervantes se apea del escenario y el tono de las luces vuelve a su estado natural. Ahora los periodistas nos empecinamos en hablar del momento tan aciago que hemos vivido estos dos años, de los gestos que en nombre de la prevención hemos asumido como innatos y de los felices y contentos que nos encontramos por haber retomado el ritmo de vida (y de trabajo) previo a marzo del 2020. Por otra parte, se habla de historia y de cómo desmerecemos nuestros propios descubrimientos. En la conversación se retoma el cliché de la España cainita, nos enzarzamos en un debate sin ganador porque el reloj marca las 23:30. Ha llegado el momento de saber quiénes son los laureados este año del premio que ya recibieron autores de la talla de Torcuato Luca de Tena, Juan Marsé o Eslava Galán entre otras celebridades literarias.
“Es el momento de desvelar el ganador del XXVII Premio de Novela Ateneo Joven”. Otra vez el silencio. Pero antes, el alcalde de la ciudad, Antonio Núñez Martínez, dedica unas palabras a la labor del Ateneo de Sevilla y da la enhorabuena a los futuros ganadores. Ahora sí, Emilio Boja Malavé, presidente del Ateneo, desvela que “el ganador o ganadora de esta edición del Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla es…No mires al pasado de J.G. Meraki.”
Tras este seudónimo se esconde Patricia Jiménez que escribió en tiempos pandémicos su primera novela Nunca caminarás sola, posteriormente autoeditada. No mires al pasado es su segundo libro, saldrá en otoño con la venia de la Editorial Algaida. La novela ha sido catalogada dentro de los thrillers domésticos y cuenta la historia obsesiva de Mikel por descubrir la verdad de una serie de acontecimientos que le perturban. El relato está compuesto de cinco historias: “Lo más complicado para mí ha sido saber dónde cortar cada escena para que las historias no se solaparan y el lector mantuviera desde la primera hasta la última página la tensión y el interés por la novela”, comentará después en la rueda de prensa.
Patricia es una joven escritora, que desde hace 5 años ejerce de profesora: “Dedicarme a lo que me dedico me ayuda mucho a la hora de escribir. Es más, estoy constantemente aprendiendo de ellos y, por supuesto, intento transmitirles el amor por la literatura”, comenta a Librújula. Su pasión por escribir la acompaña desde pequeña, sin embargo no se tomó en serio la posibilidad de escribir hasta los aciagos momentos de la pandemia, “cuando me senté a teclear. Las palabras fluían solas”. Así debió ser porque su novela ahora galardonada la escribió en cuatro meses. “Escogí el género de la novela negra porque principalmente necesitaba tener la mente ocupada. Como para muchas familias, fue un momento muy duro y, de hecho, plantearme un rompecabezas (asesinato) al que tenía que dar solución resultaba todo un reto”. Sus dos novelas hilvanan la estructura narrativa mediante los recursos y el análisis del pasado: “Mis personajes recuerdan acontecimientos familiares, pero los seres humanos nunca debemos olvidarnos de dónde venimos ni quiénes están con nosotros en todos los momentos, tanto en los buenos como en los malos”.
Cuando Patricia, delante del atril, dice unas palabras, el público rompe en un sonoro aplauso. No obstante, el discurso es breve pues queda por desvelar el ganador de Premio de Novela Ateneo de Sevilla. Los allí presentes están nerviosos, doblan sus apuestas, ya solo quedan dos nombres y el director del Ateneo se hace de rogar a la hora de develar la identidad del ganador: “¿Le doy emoción o rapidez?”. El aplauso retumba en los arcos que rodean al patio, el ganador no es otro que el periodista y escritor sevillano Félix Machuca. La gente muestra su alegría desenfrenada (especialmente los sevillanos): “Se lo merecía” dicen los unos; “es una gran persona”, confirman los otros.
Su novela, Cuaresma de sangre, presentada al concurso bajo el pseudónimo de “el Conde Negro”, se resume en seis palabras: “Una novela negra escrita por negros”, dice el autor en la rueda de prensa. La historia se ambienta en la Sevilla del siglo XVII y cuenta la historia (con protagonistas ficticios) de Domingo Congo, un esclavo del duque de Medina Sidonia, que descubre el complot que desde Portugal se está gestando en Andalucía en contra del Rey Felipe IV. “He ambientado la novela en Sevilla porque era la New York de esos momentos. Sus conexiones con las Indias y los puertos europeos la convertían en un nudo importante y un lugar de confluencia masiva de esclavos”, comenta el autor a Librújula. “Creo que se produce un evidente blanqueo de la historia de esos años”.
No esconde el amor que profesa por Domingo Congo, su protagonista ficticio: “Es un personaje maravilloso. Su claro complejo de Edipo no le impide enamorarse de otras mujeres, el problema estalla cuando lo hace de varias a la vez”. Félix sigue analizando la compleja psicología de Congo, quien además es versado en latín y griego.
“¿Que cómo ha sido mi proceso de documentación? Muy laborioso y si me permite la expresión de manera gráfica ha constado de cuatro patas de banco: por un lado está la pata de John Elliot, autor de una biografía del Conde Duque de Olivares, uno de los protagonistas reales de mi libro; por otro lado, la pata de Huhg Thomas que su libro sobre la trata de esclavos me ha permitido narrar el esclavismo con precisión; mi tercera pata ha sido la obra del catedrático Juan Ignacio Carmona, un verdadero alegato contra los investigadores que nos quieren vender la imagen de una Sevilla imperial e idílica; y por último Los negros curro de Fernando Ortiz, que compré en La Habana hace 20 años”. Felipe IV tuvo un reinado convulso marcado por los intentos secesionistas de Cataluña y Andalucía y el éxito independentista de Portugal, que no solo se tradujo en la pérdida del reino de Portugal, sino también de las colonias lusas. Con su libro, Machuca quiere desmitificar la idea de una Sevilla que exuda riquezas: “No era un río de oro lo que aquí quedaba, era la mierda, el oro se iba al corazón Europa”.
Respecto al revisionismo, el autor presenta muchas objeciones: “Se revisa la historia desde el punto de vista actual, un grave error. Las mentalidades y las leyes eran diferentes, lo que no quita que fueran denigrantes”. Y agrega: “En las universidades de Estados Unidos se están poniendo al día respecto a este tema, aunque padecen una miopía importante. De hecho, sus padres fundadores fueron esclavitas, pero de ese tema no hablan”.