Palabros
La reciente fiebre de utilizar palabras en inglés y japonés relacionadas con la literatura y la lectura.

Cartel de la Librería Deusto Deustuko liburudenda
Texto: Nahir Gutiérrez
Cuando mis hijos eran pequeños, algunos domingos quedábamos con una pareja de grandes amigos con niños de edades similares (esas cosas que se ha cen para no perder ni niños, ni amigos, ni la cordura). Quedábamos para echar la tarde a perros, que diría Aramburu, enredados en un juego de mesa llamado Idioteces.
El juego era antiguo ya entonces y jamás pude encontrarlo a pesar de que se convirtió en mi favorito desde el minuto cero. Consistía, básicamente, en leer palabras ignotas y en igual medida deli rantes, y que cada participante escribiera para ellas una presunta definición. La más plausible ganaba. No la verdadera, que también estaba entre las que participaban; ni la que más se acercara al significado exacto de la palabra una vez leída la definición real, sino aquella que estaba mejor argumentada, la que cualquiera habría jurado ser la que merecía figurar en el diccionario. Las risas que nos habremos echado con ese juego. Había definiciones para enmarcar. Porque ese era el lado desopilante: esmerarse en crear una definición absurda, disparatada e insensata a consciencia.
Esto viene a cuento por la reciente fiebre de bautizar tantas cosas relacionadas con la literatura y la lectura. Con el factor añadido de que muy pocas —por no decir ninguna— son expresiones en nuestra lengua, sino básicamente en inglés y ¡en japonés!, en un ejercicio intensivo y acelerado de crear etiquetas para todo. No estoy segura de que el conocimiento de la lengua de Shakespeare haya mejorado y se haya extendido TANTO en nuestro país para presuponer una com prensión generalizada pero… a la fuerza ahorcan, que diría mi abuela. Así que… ¿jugamos?
«Binge Reading» —juega con ventaja quien me leyera unos meses atrás— significa “atracón lector”. Si digo «Book haul«… mmm… en casa de mis amigos habría mos jugado a responder que “el libro de Raúl”, o “libro enjaulado”, acercándonos más al significado real porque la fonética nos lleva a “baúl”, y el verdadero significado es “botín lector”. Al fin y al cabo, dónde se guardan los tesoros sino en un baúl.
Probemos con «Reading slump«. De nuevo, guiados por la fonética y en modo juerguista, aventuraría mos cosas como “lectura para sorber”, o “lectura en bucle”, o “porrazo lector”. Pues no. Es un bloqueo, una apatía lectora, esa fase que dio origen a mi primera página en Librújula (un momento: ¿estaré escribiendo en círculos o como si fuera una profesional de las sagas, enlazando mis propios artículos de manera premeditada?) El más propio de esta era del postureo es “Performative reading”, que no es una lectura teatralizada ni similar, sino “el acto de aparentar que se lee, especialmente clásicos complejos, para proyectar una imagen intelectual o atractiva”. Y, en la última edición de la Feria del Libro de Madrid, Tínder nos habló del fenómeno del «Book Boyfriend«, de cómo los libros se han convertido en la nueva forma de conectar entre la muchachada.
Pero si hay un palabro que para mí cobró especial significado el pasado mes de julio en la Semana Negra de Gijón, en una cena colectiva de las que se disfrutan como ya casi no recordaba, fue «Tsundoku» (ya les dije que en japonés también enloquecen etiquetando cosas de leer).
El término Tsundoku (積ん読) —que no Sudoku— proviene de la combinación de tres elementos:
* 積ん (tsun): apilar cosas.
* でおく (de oku): dejar algo para más tarde.
* 読 (doku): leer.
De modo que, por concatenación, se refiere literalmente a «apilar libros para leer después», aunque en la práctica muchas veces quizá nunca se lean. Pero el detonante de mi coup de foudre por este palabro no fue su significado, que nos representa a tantos, sino la maravillosa manera de enfocarlo de Esther García Llovet, sentada a mi lado en la mesa y a quien yo —¿cómo es posible?— no conocía, que nos confesó que los envolvía para regalo y se sorprendía luego a sí misma, de manera que la magia de regalar libros —o de regalarse, así, en reflexivo— se mantuviera viva y en Technicolor. Así que, para mí, la definición de Tsundoku será siempre “libro envuelto para regalo porque me lo merezco”.



