Mónika Zgustova: “Para Milena Jesenská era más importante la libertad que el miedo”

En “Soy Milena de Praga” (Galaxia Gutenberg) la escritora checa trasplantada a Barcelona utiliza el abrelatas de la novela para mostrarnos a Milena desde dentro. 

Texto: Antonio ITURBE  Foto: Asís G. AYERBE

 

Milena Jesenská fue una mujer adelantada a su tiempo: rabiosamente independiente, periodista, traductora (tradujo al checo a Kafka, con el que tuvo una gran intimidad) y habría sido una de las ensayistas importantes de Europa si los nazis no hubieran acabado con su vida al encarcelarla en condiciones insalubres.

 

¿De dónde surge tu fascinación por Milena Jesenská?

Leí el libro de su querida amiga Margaret Buber-Neumann sobre ella. Me fascinó, nunca dejé de pensar en su historia al paso de los años. Iba reuniendo libros y materiales sobre Milena. Hasta que llegó el momento de contarlo. Me reuní con personas de su entorno, busqué en archivos de Praga y encontré notas de la madre y de la hija. Poco a poco fue dibujándose en mi cabeza la idea de cómo era.

 

¿Y cómo era?

Una mujer intelectualmente muy dotada. El libro sobre los totalitarismos que preparaba mientras estaba en la cárcel donde la metieron los nazis podría haber sido el prolegómeno de Hannah Arendt si no hubiese muerto antes de terminarlo. Pero sobre todo, fue una mujer libre. En la cárcel y en los campos de concentración se movía con despreocupación, porque para ella era más importante la libertad que el miedo. Anteponía su libertad incluso por delante de poner en riesgo su propia vida.

 

¿Si te hubieras encontrado con ella en un café de Praga antes de la guerra, crees que habríais tenido química?

Yo creo que sí, aunque nunca se sabe, claro. Hay muchas cosas que nos unen: vivir entre distintas culturas, ser traductoras, yo de Hrabal y ella de Kafka… y esa voluntad de querer hacer algo en la vida, algo que quede atrás. No sé cómo habría sido mi postura frente a un régimen como el nazi, no sé si habría sido capaz de enfrentarme como ella se enfrentó. Aunque yo en mi juventud siempre fui rebelde con el poder; en las celebraciones de la época comunista yo me negaba a levantarme y me castigaban, pero no me importaba. Seguro que Milena habría hecho igual.

 

¿Qué te ha enseñado el ser traductora?

La traducción enseña a leer porque lees con la máxima profundidad. Ves lo admirable y también las negligencias. Lo ves todo.

 

A veces tendemos a pensar que el machismo y la violencia de género es algo que sucede en las clases más bajas. Ernst Pollak era una persona culta, inteligente y refinada… y, sin embargo, machacó emocionalmente a Milena.

En ciertas clases sociales instruidas la violencia es de otra manera. Va más por dentro, es más psicológica. Pollak no debía ser consciente de su manera de actuar, pero ese tipo de conductas pueden destruir al otro. Es gente que no tiene empatía hacia los demás.

 

Llama la atención que una persona tan valiente e independiente como Milena aguantase tantas humillaciones a Pollak.

Porque ella estaba realmente enamorada de su marido. Tardó años en romper una relación que era tóxica. Y ahí fue fundamental haber conocido a Franz Kafka.

 

La correspondencia de Kafka a Milena es la crónica de un gran amor. ¿Pero por qué no llegó a buen puerto su relación?

Cuando se conocieron, ella no estaba preparada para abandonar a su marido. Tal vez si Kafka hubiera tenido más paciencia… ¡Quién sabe! Él era una persona muy especial, sufría mucho; lo daba todo y esperaba todo. A Milena, Kafka le fascina, pero no ve claro vivir una vida con él, son muy distintos. En una ocasión Milena le pidió que fuese a verla a Viena inmediatamente y él le dijo que no podía ser porque no disponía de días libres en el trabajo y para obtenerlos tendría que mentir a su jefe en la compañía de seguros. Le parece alguien dulce, incluso angelical, y ella está muy arraigada en lo terrenal y lo humano. Cuando rompieron ella lo pasó muy mal y él, también.

 

¿Se volvieron a ver?

Se iban viendo por Praga. No rompieron nunca el hilo que los unía. La prueba es que le dio a Milena sus diarios. Si le das a alguien tus diarios, que es lo más personal que tienes, es que con esa persona tienes mucha intimidad. Es una gran responsabilidad, pero él sabía que quedaban en buenas manos porque ella, pese a su aparente frivolidad, era una persona muy responsable y leal.

 

La escena del sanatorio donde él se está yendo de la vida y ella, mucho tiempo después de haber roto su relación, acude a despedirse, es uno de los momentos más emotivos del libro. ¿Ese encuentro sucedió?

Es una de las incógnitas de sus vidas. Los biógrafos de Kafka no incluyen esa visita a Kafka en el sanatorio a las afueras de Viena, donde finalmente falleció en 1924 porque creen que no hay evidencias claras. Evidencias… ¡como si estuvieran en un juzgado! Es cierto que en el libro de visitas del sanatorio de esos días no figura el nombre de Milena, ni con su apellido de soltera ni de casada. Pero en una carta a su mejor amiga, ella le contó que en ese momento final estuvo con Kafka. Tan poca fe han tenido en Milena los biógrafos que no han tenido en consideración esa carta.

 

Por eso en tu libro Milena llega al sanatorio, pero por discreción, porque es una mujer casada, da un nombre falso en la entrada…

Pudo haber sido así. Milena no iba a mentir a su mejor amiga en algo como eso. Yo he decidido creer más a Milena que a los biógrafos. En muchas biografías despachan su relación con rapidez, suelen considerar que para ella no fue tan importante como para él. Pero yo no lo veo así. Yo tuve otra sensación al meterme dentro de Milena. Escribimos novelas para poder mirar y entender las cosas desde adentro. Y vi que Kafka le dio lo más importante que se puede dar a un ser humano: transmitirle la verdad más profunda que conoce. Fue su relación con Kafka la que ayudó a Milena a dejar a su marido y romper con una relación destructiva.

 

El libro nos traslada a una Europa de tertulias intelectuales y respeto por la cultura que parece haberse diluido.

La cultura de los cafés es una de las esencias europeas. En Praga los cafés eran fundamentales. Allí se decidían manifiestos políticos, se debatía, se recitaba. De allí salió gente como Václav Havel y la disidencia del régimen comunista. Ahora los debates se hacen en las redes sociales y es cierto que se transmiten las ideas, pero el no poder tener a la persona delante físicamente es una gran pérdida para las relaciones humanas. Yo seguía a Alejandro Jodorowsky a través de Twitter y me gustaba mucho, pero cuando hace unos meses tuve la oportunidad de estar con él en persona fue distinto… ¡infinitamente mejor!

 

Tú habías leído ya mucho sobre Milena antes de ponerte a escribir. ¿Pero que has descubierto que no esperabas encontrar al ponerte con este libro?

Cuando escribes salen a la superficie cosas que no sospechabas que tenías dentro. Me di cuenta de lo importante que era la cultura centroeuropea con su variedad lingüística y sus tradiciones literarias. Milena vivió en Praga, Viena, Dresde… y eso la hizo ser una persona impregnada de muchas culturas. Después, la guerra y el comunismo cambiaron muchas cosas. Por eso, para mí, ella es Milena de Praga, tal vez la última gran centroeuropea.