Más allá de Occidente, una mirada a los nuevos fenómenos culturales globales de la mano de Fatima Bhutto

El reciente ensayo «Los nuevos reyes del mundo: Bollywood, Dizi y K-pop» (Editorial Herder), de Fatima Bhutto, es un análisis lúcido y penetrante sobre la evolución y el alcance transnacional de estas expresiones culturales.

Texto: David Valiente

 

¿Quién no se ha dejado empapar —quisiera creer que por lluvias artificiales— en los emotivos desenlaces del cine de Bollywood? ¿Quién no ha contenido la respiración durante las extensas horas de una serie turca? ¿Quién, en algún momento, no ha sucumbido al magnetismo rítmico de BTS o Blackpink? Las oleadas culturales del Oriente contemporáneo no solo alcanzan los mercados occidentales: en muchos casos, los transforman radicalmente, desplazando tanto las producciones locales como aquellas manifestaciones culturales que, durante décadas, dominaron el imaginario de los países de recepción. En este contexto, Fatima Bhutto titula su más reciente ensayo Los nuevos reyes del mundo: Bollywood, Dizi y K-pop (Editorial Herder), un análisis lúcido y penetrante sobre la evolución y el alcance transnacional de estas expresiones culturales.

Antes de adentrarnos en el contenido del libro, merece la pena detenerse brevemente en la figura de su autora. Nacida en Kabul (Afganistán) en el seno de una de las familias más influyentes de la política pakistaní, Fatima Butto es nieta del expresidente y primer ministro Zulfikar Ali Bhutto, así como sobrina de Benazir Bhutto, la primera mujer en liderar un gobierno de un país musulmán. A pesar de este linaje, su camino se ha trazado lejos de la arena política institucional. En lugar de ocupar un escaño, Bhutto ha elegido la escritura como trinchera, ejerciendo como periodista, ensayista y crítica incansable del nepotismo y el autoritarismo que, según ella, han marcado a fuego la política de su país.

Este distanciamiento no es casual. En los años noventa, un conflicto familiar de hondas repercusiones fracturó su vínculo con Benazir Bhutto. Fatima y su madrastra acusaron públicamente a la entonces primera ministra y a su esposo de estar implicados en el asesinato de Murtaza Bhutto —padre de Fatima—, abatido en un tiroteo en Karachi en 1996. Si bien nunca se hallaron pruebas concluyentes, la sombra de aquella sospecha marcó a la autora de forma indeleble. Murtaza, quien se consideraba heredero natural del legado de su padre, había fundado su propia formación, el Pakistan Peoples Party (Shaheed Bhutto), que reunía a los desencantados del régimen. Las heridas de ese episodio, así como sus implicaciones personales y políticas, quedaron plasmadas en su libro Songs of Blood and Sword, un testimonio conmovedor y descarnado sobre la memoria, la pérdida y la traición.

Dejando atrás las disputas familiares, Los nuevos reyes del mundo es el primer texto de Fatima Bhutto publicado íntegramente en español. En sus páginas, la autora sostiene una tesis reveladora: fenómenos culturales como Bollywood, las dizi turcas o el K-pop no son simples modas pasajeras, sino respuestas orgánicas al dominio cultural ejercido durante décadas por Estados Unidos. Este poder blando, expandido inicialmente a través de su red de bases militares —no tanto por altruismo, sino como medio para entretener a un millón y medio de soldados desplegados por el mundo—, proyectaba un estilo de vida profundamente ajeno a las realidades del mal llamado Tercer Mundo. ¿Qué puede tener en común un dalit de Uttar Pradesh con la existencia ostentosa de un ejecutivo neoyorquino?, podríamos preguntarnos.

Ante esa hegemonía cultural que no solo imponía sus valores, sino que además era incapaz de ofrecer representaciones significativas para amplios sectores de la población global, países como India, Turquía o Corea del Sur comenzaron a desarrollar y exportar sus propias expresiones artísticas. Estas industrias culturales, lejos de imitar servilmente los modelos occidentales (salvo la coreana), supieron replicar con astucia las estrategias de mercadotecnia de Hollywood, pero dotando sus productos de una resonancia emocional genuina para los públicos del Sur Global. En las películas de Bollywood o en las telenovelas turcas, los espectadores no solo encontraban entretenimiento, sino también espejos en los que reconocerse: historias, personajes y conflictos que, aunque ficticios, se asemejaban a los de sus propias vidas.

El ensayo comienza analizando los contextos políticos, económicos y sociales en los que fueron escritas y producidas las películas. En ello, Fatima Bhutto no revela hallazgos particularmente novedosos, aunque sí traza con precisión una cronología de las temáticas y líneas ideológicas dominantes en el cine de masas. No obstante, su análisis cobra especial fuerza cuando aborda el uso instrumental que el gobierno de Narendra Modi hace de la industria cinematográfica india. En este punto, Bhutto no se limita a comentar las películas contemporáneas: se adentra en una lectura crítica del ideario del Bharatiya Janata Party (BJP), partido que ha sabido entrelazar nacionalismo extremo, fervor religioso hinduista y autoritarismo en un discurso político cada vez más hegemónico.

El cine, en este contexto, no solo entretiene: se convierte en herramienta de propaganda, en vehículo de una narrativa excluyente y beligerante. Bhutto señala cómo las producciones recientes contribuyen a consolidar una imagen de la India como nación homogeneizada, profundamente religiosa y alineada con los postulados del BJP. En esta visión, las minorías —en especial la comunidad musulmana— aparecen como amenazas internas a neutralizar. La autora no duda en subrayar las contradicciones de este sistema: una industria cinematográfica vibrante y formalmente libre que, sin embargo, refuerza los discursos de un régimen que socava los principios democráticos, laicistas y pluralistas que históricamente definieron a la India. La suya es una radiografía de un país que, a ojos de Bhutto, se vuelve cada vez más inhóspito para quienes no encajan en la visión oficial del poder.

El capítulo cuatro da un respiro al lector. En él, relata los días que compartió con Shah Rukh Khan, la figura más emblemática y adorada de la industria cinematográfica india. Hablar de Khan es, en cierto modo, hablar de un dios del panteón moderno: no infunde el pavor cósmico de Shiva, el destructor, pero sí despierta una devoción absoluta, casi mística, en millones de personas.

El retrato que compone Fatima Bhutto confirma lo rumores que circulan tanto en la prensa sensacionalista como en las conversaciones callejeras: Khan es, al parecer, todo lo que sus seguidores desean creer de él. Humilde, accesible, profundamente humano a pesar de ocupar el cénit de la fama. Y, sin embargo, su mirada y los silencios que con agudeza capta la autora revelan estrés, fisuras, una sombra que presiona su pecho como el monstruo del cuadro de Heinrich Füssli. Por supuesto, Shah Rukh Khan es una estrella fulgurante, pero casi nadie se da cuenta del desgaste interno del actor. Fatima Bhutto sí lo hace e intuye los motivos.

Tras pasar varias jornadas con los clubs de fans peruanos de Shah Rukh Khan, Fatima vuelve a la carga hablando de los dizi o telenovelas turcas, que han logrado mantener pegados a millones de personas delante del televisor con sus tramas prolongadas, densas y emocionalmente absorbentes. En esta segunda parte, más que la propia actividad de la industria, lo verdaderamente conmovedor es el efecto que estas series tienen en los refugiados sirios.

La autora explora como las dizi se han convertido en el refugio, el bálsamo del alma de quienes lo han perdido todo por la guerra. Las historias que recoge no apelan solo a la compasión, sino que revelan una dimensión profunda de resiliencia colectiva, una forma de reconstrucción emocional a través del reconocimiento, la empatía y la belleza. Sin duda, la emoción de este capítulo lo acentúa el vínculo que Fatima tiene con esa tierra devastada. Cuando se sienta junto a los refugiados en sus tiendas de campaña, aunque no lo verbaliza, posiblemente recuerde su infancia en Damasco, explorando los rincones más recónditos de la ciudad o visitando el zoco de Hamidiyeh. Ella disfrutó de la atmósfera agradable que con tanta maestría recrea Rafik Schami en sus novelas El secreto del calígrafo y El lado oscuro del amor y que terminó cuando la primera de las bombas cayó en 2012. Sus palabras son el reflejo de su alma y ahora mismo solo puede hablar de dolor y añoranza.

La tercera parte del libro se centra en el k-pop, pop coreano, y su conquista del mundo a golpe de talonario. En realidad, este capítulo no ofrece revelaciones inesperadas. Bhutto repasa cuestiones ya ampliamente discutidas: las condiciones laborales extremadamente duras que padecen los idols, los contratos draconianos, las deudas impuestas por las agencias —que, en algunos casos, se asemejan inquietantemente a las prácticas de trata de personas—, y la fabricación meticulosa de una imagen pública diseñada al milímetro. Quizá, resulte novedoso para los fanáticos del género saber que buena parte de las producciones musicales son el resultado del ingenio americano y europeo.

No obstante, Bhutto realiza dos significativos aportes. El primero de ellos se comprime en una frase del sociólogo John Lie recogida en el ensayo: “Casi todos y cada uno de los aspectos de k-pop son funcionales y están concebidos para satisfacer al mercado”. El segundo aporte es sobre todo una advertencia geopolítica: el mercado chino, con su colosal capacidad de absorción, amenaza con fagocitar a la industria coreana. Así que no es descabellado pensar que en un lustro el k-pop será sustituido por una versión china producida en los estudios de Pekín.

En su conjunto, Los nuevos reyes del mundo ofrece una introducción fantástica para los neófitos interesados en conocer las tendencias culturales procedentes de Asia. Sin embargo, el ensayo deja tras su lectura una sensación de dejadez, incluso podríamos decir de modorra intelectual. Fatima Bhutto advierte al principio del ensayo de que sus conocimientos más profundos están relacionados con la industria cinematográfica india, pero esta advertencia no reduce la sensación de que falta profundizar sobre algunos aspectos de las dizi y que queda mucho por decir en lo relacionado con el k-pop.