Lorenzo de’ Medici: «No puedo cambiar el destino que, por otro lado, ya parecía señalar la extinción de nuestra rama familiar»

Lleva uno de los apellidos más célebres del Renacimiento, aunque aquel periodo glorioso quede ya lejos en el tiempo. Lorenzo de’ Medici (Milán, 1951) es escritor, presentador de televisión y colaborador en diversos medios de comunicación, además de descendiente directo de la familia que transformó la Italia del siglo XV y contribuyó a asentar las bases de la civilización occidental.

 

Texto: David Valiente  Foto: Marcus De Winter

 

En su nuevo libro, Los Medici: mi familia (Ariel), Lorenzo de’ Medici repasa la trayectoria de sus antepasados desde una perspectiva más personalista, con vocación divulgativa, y un respeto constante al rigor histórico. El volumen es una biografía familiar que no solo atiende a los personajes más ilustres del linaje, sino que también deja un espacio para sus parientes más próximos: sus abuelos, padres y hermano.

 

Usted lleva el apellido de una de las familias más ilustres no solo de Italia, sino de Europa. Su linaje se compone de gente brillante que participó activamente en la construcción de lo que hoy entendemos como cultura europea. Imagino que su apellido le habrá abierto muchas puertas, pero también habrá supuesto una carga onerosa.

Bueno… Las personas no siempre saben lo que implica ser un Medici. Quizá aquellas con un mínimo de cultura se hagan una idea. Este apellido no me ha permitido pasar desapercibido; muchos querían hablarme sobre mi familia, incluso explicarme aspectos de su historia.

 

¿En serio?

(Risas). Sí, es divertido. A veces piensan que no conozco la historia de mis antepasados y tratan de instruirme. Recuerdo que una vez alguien me relató la vida entera de Caterina de Medici, aunque la conozco al dedillo. En otra ocasión, un hombre muy amable me abordó tras la presentación de un libro para conversar. La charla fue muy fructífera y me regaló un documento sobre la actividad bancaria de los Medici. Es un texto valioso porque demuestra cómo mi familia ideó el formato de la carta de crédito.

 

Si algo caracteriza a su linaje es la abundancia de figuras talentosas. Creo que es la persona indicada para responder a una pregunta clásica: ¿el talento nace o se hace?

Diría que nace. Me siento incapaz de hacer cualquier tipo de manualidad; mi talento para esas actividades es limitado. Sin embargo, mis capacidades intelectuales me han permitido escribir libros. Lo que distingue a mi familia es que todos sus miembros llevan la curiosidad por bandera y se sienten cómodos en cualquier disciplina. Creo que eso lo da la genética.

 

Uno de los capítulos más emotivos del libro es el que narra su relación con su madre. ¿Qué aprendió de ella?

Empecé a entender a mi madre después de su fallecimiento. Cosas de la naturaleza humana. Muchas veces no somos capaces de percibir la importancia que tienen los seres queridos en nuestras vidas cuando aún se encuentran entre nosotros. De mi madre aprendí a afrontar los problemas con calma, de uno en uno y sin romperme la cabeza. Era una mujer muy tranquila; nunca la vi enfadarse. Con serenidad, te hacía notar su disgusto, no empleaba formas bruscas. Mi madre me legó su carácter sosegado.

 

Con su padre mantuvo una relación más distante, en comparación con la que mantuvo con su hermano. Sin embargo, da la impresión de que a su progenitor le atraía, aunque no lo verbalizara, la rebeldía y la disconformidad que usted manifestó con el sistema.

La relación con mi progenitor fue muy complicada. Su forma de ejercer la paternidad podría definirse como particular. Se mostraba cariñoso con sus hijos cuando el momento lo requería. Sin embargo, su trato con nosotros era desigual: cuando regresaba de un viaje, solo traía regalos para mi hermano. De niño, una actitud así resulta desconcertante y llega a desestabilizarte. Mi hermano era el primogénito y su favorito. Yo, en cambio, no me sometía fácilmente a su voluntad. Aun así, sé que mi padre me quiso.

 

A lo largo de su infancia, vivió en distintos países e internados. ¿Ha llegado a considerar alguno de esos lugares un paraíso perdido?

Siempre he sido un culo inquieto. Sentía que el tiempo no transcurría. En  mi adolescencia quería crecer rápido: a los catorce años ya deseaba tener quince, al llegar a los quince, ansiaba que los dieciséis estuvieran a la vuelta de la esquina. Ese carácter impaciente me acompaña hasta hoy.

 

¿Cuándo nació su vocación literaria?

Le voy a contar un secreto. Escribí mi primera novela a la edad de diecinueve años. Le permití leerla a una señora que regentaba una librería, con la que tenía cierta amistad. La librera, cuando terminó de leer el manuscrito, me preguntó si le estaba tomando el pelo: el texto le pareció horroroso y sin sentido. En ese momento, me di cuenta de que todavía me faltaba madurez para escribir. A los cincuenta años, me volví a embarcar en la aventura literaria y, esta vez sí, llegué a buen puerto.

 

Usted ha vivido en diferentes partes de Europa y Estados Unidos, pasando largas temporadas fuera de Italia. ¿De qué nacionalidad se siente? ¿Se considera italiano?

Mis primeros años los pasé en Suiza. Eso hizo que durante mucho tiempo me sintiera como un suizo, con la rigidez que eso conlleva. Al final de mis veinte, me di cuenta de que el país era muy aburrido y que la sociedad tenía una mentalidad un tanto limitada. Entonces, me sentí más próximo a mi identidad italiana. Viví otra temporada en Montecarlo y abracé mi identidad francesa. También me asenté una temporada en Estados Unidos, pero nunca me he sentido un estadounidense; esa sociedad es muy diferente a las europeas. Veinte años de mi existencia los he pasado en España: obviamente no me he convertido en un español, pero me he sentido casi como si lo fuera. No puedo decir que sea europeo; el continente es muy grande y está compuesto por veintisiete países, cada uno con sus particularidades. En todo caso, si dijera que me siento europeo, sería de esa Europa del cincuenta y seis, que fundó la Comunidad Económica Europea. Ahora tras ocho años viviendo en Portugal, quién sabe cuál será mi siguiente destino. Creo que en realidad soy un apátrida.

 

Viajemos ahora al Quattrocento para hablar de los orígenes familiares. Los Medici, entre otras cosas, son conocidos por haber sido los mecenas de los mayores genios renacentistas. ¿Sin su contribución, habría llegado el movimiento artístico a convertirse en uno de los más reconocidos y valorados de la historia?

Sin la implicación directa de mis antepasados, el Renacimiento no sería como lo conocemos hoy o, tal vez, se habría producido siglos más tarde. El Renacimiento surgió en Florencia después de que Cosimo de’ Medici invitara a la corte del fallecido emperador Constantino XI Paleólogo, llena de eruditos y artistas de toda índole, a la ciudad tras la caída de Bizancio a manos de los otomanos. El intercambio entre aquellos invitados —con una visión del mundo distinta— y el talento local catalizó el nacimiento progresivo del Renacimiento.»

 

Una de las críticas que la historiografía moderna hace a la familia Medici es que su amor por el arte no era más que devoción por el poder. ¿Está de acuerdo con aquellos que dicen que los Medici instrumentalizaron el arte para hacer propaganda política?

En Florencia, varias familias nobles lucharon entre ellas para consolidar su poder y prestigio. Todos querían poseer el palacio más bonito y las obras de arte más valiosas. Sin duda, se produjo una lucha de egos, en la que mi familia desarrolló una de las primeras grandes ‘campañas de marketing» de la historia. Alcanzaron el poder a través del arte.

 

De hecho, algunos historiadores suben el tono de la crítica y acusan a la familia de traicionar el sistema republicano por haber comprado voluntades en lugar de buscar el consenso ciudadano…

El sistema era algo más complejo de lo que establece la definición de república. En algunas ocasiones, los Medici no necesitaron ocupar cargos, sino que dirigían Florencia desde las sombras. No le voy a negar que mi familia hizo más cosas que financiar artistas para obtener el poder, también instrumentalizó el dinero para obtener grandes ventajas frente a sus rivales. Pero eso no significa que inventaron la corrupción: el sistema lo formaban personas dispuestas a vender sus voluntades y otras a comprarlas. Sin su gran riqueza, seguramente, los Medici nunca habrían acumulado tanto poder.

 

Lorenzo de Medici ha pasado a la historia como uno de los grandes políticos y estadistas de su tiempo. No obstante, también sentía un amor profundo por las artes. ¿Cómo definiría a Lorenzo el Magnífico?

Creo que sintetizaba a la perfección el ideal de hombre de Estado y humanista. Sin duda, era un intelectual al que le gustaba rodearse de poetas, pintores, científicos, gente ducha en saberes de toda índole, aunque su predilección era por las bellas letras. Respecto a su faceta política, intuyo que era más una obligación. Sabía de la responsabilidad enorme que era gobernar Florencia y, sobre todo, mantenerla en paz. De hecho, su papel no solo fue importante en Florencia, sino también en el resto de pequeños Estados y principados italianos. Cuando Lorenzo el Magnífico murió, el papa sentenció el final de una época con las siguientes palabras: ‘È finita la pace’ (se acabó la paz).

 

En el año 1478, se produjo la Conspiración de los Pazzi, un atentado contra Lorenzo el Magnífico. Lorenzo sobrevivió y puso en marcha una carrera represiva para castigar a los autores del atentado. Sin embargo, la historiografía más crítica asegura que el Magnífico instrumentalizó el terror para consolidarse en el poder. ¿Está de acuerdo?

Absolutamente. El atentado evidenció la hostilidad hacía la familia, y especialmente contra Lorenzo y su hermano. La represión fue tremenda. Se persiguieron a las familias rivales hasta la tercera generación, con el objetivo de eliminar cualquier amenaza contra los Medici. Sin duda, Lorenzo se caracterizó por su genialidad como estadista, pero también supo cuándo era necesario recurrir a la fuerza.

 

Otro Medici destacable fue el papa León X. ¿Hasta qué punto su política contribuyó a que se precipitara la Reforma de Lutero?

Creo que no advirtieron la gran amenaza que representaba la Reforma luterana para los intereses del Vaticano. En un principio, no todos los seguidores compartían la visión de Lutero. Sin embargo, él supo redirigir la reforma y presentarla como una protesta contra los grandes abusos y despilfarro de dinero de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Cuando las noticias de la reforma llegaron a Roma, el primero en enterarse fue Giulio de’ Medici, el futuro Clemente VII, quien no le dio mayor importancia y encargo al arzobispo de Maguncia que se ocupara del asunto. Desde mi punto de vista, se realizó una mala gestión de la crisis.

 

Las mujeres son las grandes olvidadas de la historia. ¿Ha sido así con las mujeres Medici?

Las mujeres más destacadas de mi familia han sido verdaderamente excepcionales. Quizá, quien mejor ha encarnado la brillantez ha sido Caterina de’ Medici, reina de Francia. Sin duda, estuvo a la altura de Contessina Bardi, esposa de Cosme el viejo. No obstante, la mayoría de las mujeres Medici, como tantas otras mujeres a lo largo de la historia, desempeñaron un papel secundario vinculado a las labores del hogar y la crianza de los niños.

 

Usted lo acaba de decir: Caterina de Médici es quizá la figura femenina más interesante de su familia. ¿Cree que la historia se ha portado bien con ella?

En absoluto, la reina Caterina fue una persona excepcional denigrada por los franceses. La llamaban ‘la italiana’ de manera despectiva, en referencia a un supuesto origen que la vinculaba a una familia de banqueros. Pero la realidad es otra. Los franceses ignoran que, por parte de madre, procedía de la familia real de Francia, descendía nada menos que del rey Luis IX conocido como el Santo. Esa crítica revela un profundo desconocimiento histórico. Durante las Guerras de Religión, Francia necesitaba una figura fuerte como Caterina, capaz de evitar que el poder real se debilitase por las luchas entre católicos y protestantes. Ella permaneció firme y mantuvo estables las fronteras del reino. Por suerte, en las últimas cinco décadas, su figura y reinado están siendo revisados y cada vez se reconoce más la grandeza de su papel histórico.

 

Sobre su familia se han escrito muchas novelas (usted mismo lo ha hecho), se han grabado películas y series muy populares entre el público. ¿Cuentan con fidelidad los grandes hitos de la historia familiar?

Por un lado, que se hagan series y películas sobre mi familia es algo positivo, sobre todo en sociedades cada vez menos aficionadas a la lectura. Las personas pueden conocer la historia de los Medici tanto en el cine como en la televisión. Sin embargo, la parte negativa es que muchos guiones se alejan de la realidad histórica, construyendo pseudohistorias que priorizan el drama, el morbo y el entretenimiento. No deberíamos enseñar una historia distorsionada. Por este motivo, las personas creen que Giovanni Medici murió envenenado tras comer  unas uvas, cuando en realidad falleció tranquilamente en su cama. En realidad, es un arma de doble filo.

 

Su rama familiar corre el riesgo de desaparecer, ya que ni usted ni su hermano han tenido hijos que continúen con el legado.

Es un tema un tanto delicado. A nuestra edad, ni mi hermano (78) ni yo (74) vamos a tener hijos; físicamente es difícil que eso ocurra. ¿Qué sucederá tras nuestra muerte? Desde el siglo XV hasta hoy, la familia Medici ha sobrevivido al paso del tiempo. Creo que con las facilidades tecnológicas y la labor pedagógica que hacen museos e instituciones culturales, vamos a sobrevivir quinientos años más. Después, que sea lo que tenga que ser. No puedo cambiar el destino que, por otro lado, ya parecía señalar la extinción de nuestra rama familiar. Tanto mi bisabuelo como mi abuelo tuvieron hijos únicos a edades tardías; mi padre tuvo dos, también a una edad elevada. Siendo honesto, no me preocupa demasiado este asunto.