Lloyd Llewellyn-Jones: “El Imperio persa fue un negocio familiar”

En «Los persas. La era de los grandes reyes» (Ático de los libros),  el historiador galés Lloyd Llewellyn-Jones narra lo que él ha llamado ‘la versión persa de la historia’.

Texto: David VALIENTE

 

“Mi interés por los persas empezó hace 20 años”, dice el historiador galés Lloyd Llewellyn-Jones, a través de la pantalla del ordenador. En los inicios de su carrera, como les sucede a muchos especialistas del Próximo y Medio Oriente, se acercó al estudio del pasado de Irán, consultando las fuentes griegas, y descubrió uno de los imperios más espectaculares que la historia haya podido parir. “Los griegos hablan de las sociedades iraníes de una manera peyorativa y eso no me gusta nada, así que decidí explorar la perspectiva indígena, dándome cuenta de que la historia es fascinante y debía ser rescatada para los académicos y los lectores”, comenta el catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Cardiff.

En Los persas. La era de los grandes reyes (Ático de los libros),  Lloyd narra lo que él ha llamado ‘la versión persa de la historia’, “una forma alternativa de contar un periodo de la época antigua crucial para entender los procesos de cambio que configuraron el longevo conflicto entre griegos y persas, en particular, y entre Occidente y Oriente, en general”. Asimismo, sus páginas son un recorrido por uno de los imperios más fascinantes creados por el ser humano.

Por desgracia, los persas disponen de pocas herramientas para defenderse de las injurias. Su huella ha resultado prácticamente borrada y a nuestros días solo ha llegado un relato demasiado abigarrado por el sesgo eurocéntrico. Con el fin de equilibrar nuestra comprensión de un momento capital del pasado, el catedrático de Historia Antigua ha tratado de recuperar las tímidas voces de los persas, subterfugios de la memoria en piedra que permiten desvelar los secretos más íntimos de un imperio que dominó gran parte del mundo: “Trabajar con las fuentes no ha sido fácil, son muy variadas”. Los textos griegos ofrecen una visión relativa de la realidad persa. “Los aqueménidas han dejado huellas de su paso siguiendo sus propios principios comunicativos, por eso es más sencillo rastrear su ideología”. El historiador también ha recurrido a documentos escritos en lenguas de la región, como el acadio, el demótico, el hebreo, el egipcio… “Cuando trabajas con las fuentes, debes darte cuenta de que estás ante un gran rompecabezas; cada una de las piezas terminan encajando, pero conseguirlo, hay que invertir mucho esfuerzo en descubrir la realidad entre tanto relato y acontecimiento poco fértil académicamente”.

 

En los nuevos territorios que conquistaban, los persas nunca impusieron una determinada forma de gobierno, sino que respetaban los sistemas locales. ¿Por qué?

En muchos aspectos, el imperialismo desarrollado por los persas difiere de otros proyectos imperiales, como el romano, el español o el británico. Los persas respetaban los sistemas políticos locales, siempre y cuando los nuevos territorios anexados pagaran con regularidad los impuestos. Desde luego, si los desafiaban, respondían con la misma brutalidad que cualquier otro imperio coetáneo. Pero esto no resta la fascinación que despierta que un imperio de la antigüedad operara con cierto particularismo. El imperio de los persas apadrinó distintas formas de gobierno que iban desde una incipiente democracia en las costas de la actual Turquía hasta monarquías y principados en los territorios que hoy conocemos como la India. En los círculos académicos nos preguntamos qué hubiera pasado si los persas hubieran ganado las Guerras Médicas, ¿quizás hubieran frenado el experimento democrático de golpe? Sostengo que no, porque la naturaleza del imperialismo persa no consistía en imponer instituciones políticas. Por eso, es una verdadera tragedia que la historia del Imperio aqueménida se haya enseñado mal en los institutos y en las universidades. No es que me guste el imperialismo, pero no puedo dejar de reconocer que la experiencia persa nos muestra una manera más digna de someter a los pueblos y aspectos prácticos a la hora de gobernar.

 

¿Cree que hoy podemos seguir sacando lecciones?

Sí, lo creo. Una de las grandes tragedias del sistema educativo occidental es haber borrado deliberadamente de sus currículos la historia de los persas. Su forma de gobierno, en cierto modo y salvando las distancias, es bastante liberal y puede llegar a ser muy instructiva en los tiempos que corren. Tengamos en cuenta que fue el imperio más grande de la época antigua y sus gobernantes implementaron con éxito una lengua franca que permitía una burocracia fluida hasta en los confines del imperio. De este modo, un escriba egipcio se comunicaba con un funcionario afgano en lengua aramea. Fueron unos adelantados a su tiempo. Ni siquiera en la Edad Media se lograron estos niveles de alfabetización, ya que la lengua latina se encontraba monopolizada por la iglesia. Su magnífico sistema de carreteras, que comunicaban Egipto con Babilonia, facilitó a los mensajeros imperiales recorrer la distancia que separa Sardes de Susa en 17 días. A Heródoto le fascinaba este sistema de comunicación, que era una especie de banda ancha de la época.

 

Intuyo que alguna crisis afrontaron…

El sistema no siempre funcionó como se esperaba. Por supuesto, los territorios incorporados al imperio presentaban niveles de resistencia que llegaron a desembocar en sublevaciones. Las fronteras del imperio eran volubles y estaban en continua expansión y contracción. Cuando un imperio se vuelve tan inmenso geográficamente, no siempre se controlan las áreas fronterizas con facilidad. Los cambios de gobierno estaban a la orden del día.  Las inscripciones regias que han llegado a nuestras manos nos informan de que comúnmente los reyes persas controlaban unas 25 regiones, aunque se han llegado a contabilizar 33.

 

¿Qué papel jugó la monarquía persa en este proyecto de centralizar el imperio? ¿Sobre todo qué papel desempeñó Darío I?

A Darío se le puede calificar de burócrata de raza. Su gusto por las medidas burocráticas dotó al imperio de un sentido general de orden. Las fuentes escritas refieren la palabra data, que se traduce como ‘ley’. Esto nos sugiere que Darío implementó un sistema legal que dio a todas las poblaciones sensación de orden y que permeó en la conciencia social de sus súbditos. Así lo demuestra el libro de Esdras y Nemehias del Tanaj, la Biblia hebrea, un texto contemporáneo a los persas y donde entre el hebreo encontramos precisamente la palabra data

 

¿Qué competencias tenía un sátrapa?

Creo que es acertado comparar la figura del sátrapa con la del virrey. Los sátrapas eran miembros de la familia real o tenían una conexión muy íntima con ella. El Imperio persa fue un negocio familiar, y cualquier disputa doméstica repercutió en el cotidiano funcionamiento de la maquinaria imperial. Los monarcas persas ya tenían muy presente la lógica que dice que los enemigos deben estar más cerca que los amigos y ocupados; era una forma de evitar las posibles rebeliones que se pudieran originar en el seno familiar. No obstante, no siempre esta estrategia funcionó y los enfrentamientos dinásticos debilitaron el imperio.

 

Los persas desarrollaron un sistema de carreteras y funcionarial que les ayudó en la labor política de centralizar el territorio. Sin embargo, permitían a los sátrapas acuñar sus propias monedas.

Las evidencias no nos permiten afirmar que los emperadores persas trataran de establecer una acuñación universal, también es verdad que no tenemos muy claro de qué modo funcionaba el sistema monetario. Cuando hablamos de sistema monetario, debemos tener en cuenta que en la parte occidental del imperio sí se acuñaban monedas (esto hizo que algunos sátrapas se hicieran muy ricos y poderosos); en cambio, en las regiones más orientales los impuestos se pagaban en especies.

 

En sus orígenes, los persas eran un pueblo nómada proveniente de Asia Central. Una vez establecido el imperio, los gobernantes persas nunca perdieron la costumbre de itinerar a lo largo y ancho de su territorio con un gran séquito detrás.

Cuanto más conozco la vida de los nómadas en las estepas asiáticas, mejor entiendo la experiencia de los persas aqueménidas. Ellos llevaban el nomadismo en los genes: nunca llegaron a convertirse en un pueblo sedentario ni construyeron ninguna ciudad imperial, sino que recorrían grandes distancias, como lo haría cualquier pastor trashumante, y descansaban en ciudades tipo palacio. Pero no solo esta herencia nómada es el motivo del desplazamiento de miles de personas. Su trayecto cumplía con las exigencias de los ciclos anuales: por ejemplo, en Persépolis, celebraban el año nuevo, mientras el verano lo pasaban en el Ecbatana, en el norte del imperio. Los reyes persas tampoco perdían la oportunidad de recibir la admiración de su pueblo. Si la presencia de su extensa corte podía agotar los recursos de un área, entonces se desplazaban para minimizar lo menos posible el impacto en los ecosistemas. Por supuesto, el rey exigía a las poblaciones por donde pasaban que suministraran a la comitiva imperial provisiones y víveres. Se cuenta que cuando Jerjes traslado a su ejército por Beocia, el norte de Grecia, y las ciudades estaban aterrorizadas de que esa masa de soldados se quedaran dos noches y terminaran con todas las reservas de alimento que tuvieran en las paneras.

 

Me llama poderosamente la atención que, a diferencia de los gobernantes egipcios y del Próximo Oriente, los reyes persas rechazaran los matrimonios diplomáticos como herramienta para establecer lazos con otros reinos. ¿Por qué lo hacían?

Es muy interesante y nos remite de nuevo a la cuestión tribal. Un gobernante persa daba mucho más valor a conseguir un enlace con una mujer perteneciente a un grupo tribal afín. Esta era una forma de construir lo que se ha venido a llamar ‘una clase étnica dominante’. Ellos no necesitaban consolidar su autoridad a nivel internacional, pues ningún otro reino del momento podía hacer sombra a la superestructura imperial de los aqueménidas. Esto no quiere decir que no tomaran concubinas de otras nacionalidades, que bien podrían ser un regalo de un monarca o un botín de guerra. Y, huelga decir, que estas mujeres también engendraban emperadores. Darío II, por ejemplo, es hijo de una concubina babilonia.

 

¿Qué papel jugaba el harén y las mujeres en los circuitos de poder?

Los autores griegos no conocían a las mujeres persas, pero estaban obsesionados con ellas, tanto es así que crearon una imagen ficticia, en las que ponían el foco en sus ansias de poder y en las artimañas que desplegaban y que no siempre cumplían la legalidad. Para combatir los estereotipos creados por los griegos sobre las mujeres, de nuevo debemos recurrir a las fuentes persas. En el harén, la jerarquía era muy estricta: la reina madre ocupaba la cúspide, por encima de cualquier concubina. De hecho, se esperaba que la reina madre ejerciera cierto grado de persuasión sobre las decisiones de su hijo. Esta dinámica no fue exclusiva del mundo persa, el Tanaj recoge que la madre del rey Salomón se sentaba al lado del trono de su hijo y este escuchaba sus consejos y obedecía sus disposiciones. La madre de Darío I, Irdababa, aparece más que cualquier otra mujer de la corte en los archivos de Persépolis, que enumeran sus propiedades, principalmente, cabezas de ganado y tierras de cultivo. Era una mujer con un inmenso poder económico y, sin embargo, las fuentes griegas no la mencionan en ningún lugar. Contrariamente a la imagen orientalista, las mujeres del harem, en Persia, no estaban encerradas en un edificio, podían salir, aunque siempre que se mantuvieran alejadas de la vista de los hombres y estuvieran protegidas por los eunucos. Ellas representaban el poder político y el honor de los hombres que las mantenían a “resguardo”.

 

Hay debate respecto al sistema de esclavitud. Algunos afirman que no existió tal cosa, otros que sí. ¿Usted qué opina?

Como demostró un compañero académico en los años 80, la sociedad persa no difirió mucho de la sociedad esclavista babilónica o de cualquier otra forma de gobierno del Oriente Antiguo. Las deudas o la guerra eran motivos más que suficientes para esclavizar a una persona. Sin embargo, los especialistas en Persia han sido reacios calificar al Imperio de esclavista. La palabra kurtash se traducía como ‘tabajador’. En mi libro demuestro que no eran simples trabajadores que recibían un sueldo, sino que eran esclavos. En Persépolis, por ejemplo, los kurtash desempeñaban trabajos forzados y se les daba el mínimo de calorías necesarias para sobrevivir. Incluso se desarrolló algo parecido a un criadero de esclavos: se forzaba a las mujeres a que tuvieran hijos que luego formarían parte del ejército de trabajadores forzados. La historiografía ha destacado del Imperio persa su particular tolerancia, pero eso ha hecho que configuráramos una imagen idílica de su naturaleza política, social y económica. Los persas podían ser brutales y desarrollar un gobierno tiránico como cualquier otro reino de aquel periodo. De hecho, las fuentes clásicas cuentan que cuando Alejandro Magno llegó a Persépolis, un grupo de ancianos, con miembros mutilados, le contó que en su juventud habían sido capturados en combate y obligados a ser esclavos del rey de Persia. Por lo tanto, el Imperio aqueménida no solo conformó una sociedad esclavista, sino que las narices cortadas y los ojos extraídos también son una muestra de su crueldad contra los esclavos.

 

¿De dónde nace esta ceguera académica?

La iranología es una disciplina muy joven y no cuenta con la longevidad y el recorrido de los estudios griegos. En la actualidad, la segunda generación de iranólogos estamos tratando de asentar principios semánticos como kurtash o harem. Motivo a mis alumnos para que se adentren en cuestiones relacionadas con la identidad, la etnicidad, el género o la sexualidad, ya que, desde los años 80, tratamos de rescatar la realidad de los persas mediante las fuentes a nuestra disposición. Tampoco lo podemos negar, ya nos sentimos cómodos en ciertos ámbitos del estudio. Por supuesto, esta comodidad no quita que nos enzarcemos en debates semánticos como los citados más arriba. Estamos intentando entender el mundo persa y evitar la simplificación que tan solo nos lega una historia rosa.

 

¿Cuáles fueron las principales causas que contribuyeron al debilitamiento del Imperio persa y a la posterior conquista fácil de Alejandro Magno?

Creo que la pregunta más acertada sería: ¿cómo el Imperio persa pudo durar tanto tiempo? Durante 200 años, ninguna otra forma de gobierno hizo sombra a su capacidad de resistencia, adaptabilidad y resiliencia. Su estructura política nunca se vio debilitada. Su caída se produjo de manera repentina y tuvo grandes consecuencias para el resto del mundo conocido. Ni el mismísimo Alejandro Magno esperaba el hundimiento de su rival. En estas últimas tres décadas, los historiadores han tratado de buscar evidencias que pudieran demostrar ciertos marcadores de declive en los últimos años del Imperio persa, pero solo han logrado constatar que seguía siendo tan fuerte como en tiempos de Darío I. Entonces, si la administración funcionaba bien y recientemente habían demostrado su poderío militar reconquistando Egipto, Alejandro Magno consiguió descabezar el Imperio aqueménida gracias a su ingenio estratégico y a las tecnologías sofisticadas que empleó en la campaña.

 

El conflicto entre Oriente y Occidente, en la actualidad, sigue más candente que nunca. ¿Cree que la visión estereotipada que crearon los griegos sobre los persas continúa marcando nuestra forma de percibir Irán?

Por supuesto. Insisto a mis alumnos en que el mito griego no ha dejado de influir en nuestra percepción de Medio Oriente. Edward Said, en su libro Orientalismo, lo analiza con brillantez. Observamos Irán a través de las lentes heredadas de Heródoto y Jenofonte. De hecho, se ha convertido en nuestra némesis, en esa imagen que refleja el espejo y que detestamos a la par que intentamos transformar. Cometemos los mismos errores que antaño cometieron los griegos. Nos consideramos libres y abiertos de pensamiento pero, en vez de sumergirnos en el país y tratar de analizarlo desde dentro, mantenemos una imagen sesgada que nos impide conocer su sofisticación y el alto grado de civilización que durante siglos han conseguido desarrollar. Desdeñamos todo lo que nos puede ofrecer uno de los países más importantes del mundo. Occidente debería de ser capaz de saber separar la actividad del gobierno teocrático del pueblo iraní. Algún día se producirá un cambio de régimen, espero poder verlo y también que el proceso no derrame mucha sangre, aunque me temo que no va a ser así.

 

Percibo en tus palabras un gran amor por Irán.

Nunca pensé que pisaría suelo iraní, pero en el año 2000 viajé por primera vez al país para grabar un documental que llevaba cinco años preparando. Cuando llegué a la tierra de los persas me sentí como en casa. Regresaba todos los años un par de veces hasta que desde 2018 la situación internacional entre Washington y Teherán no me ha permitido volver a visitarlo. Espero poder hacerlo muy pronto. Irán alberga un pueblo tan culto y tan consciente de su historia como de la visión peyorativa que sobre ellos tenemos. Recuerdo una ocasión que me encontraba en la capital con mis alumnos. Era nuestra última noche allí y también era mi cumpleaños. Mis alumnos me compraron una tarta que compartimos con todas las personas reunidas en el restaurante. Los iraníes me felicitaron el cumpleaños y nos pidieron que, por favor, dijéramos al mundo que no son unos terroristas. Sin duda, este episodio me impactó profundamente.