Peter Burke: «Leonardo da Vinci y Auguste Comte hoy en día no serían muy empleables»

El historiador cultural Peter Burke publica El polímata. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontang (Alianza), donde identifica a 500 polímatas, es decir, sabios o eruditos en distintas materias que han realizado aportaciones innovadoras en distintos campos.

Texto: David VALIENTE

 

Peter Burke supo desde niño que estaba destinado a ser historiador, sin embargo, nunca hizo ascos a otras disciplinas ni las consideró inferiores a la que él cultivaba. Por ese motivo, cuando llegó a Oxford,  asegura el autor en un cuestionario que Librújula le ha enviado por correo electrónico “a veces asistía a clases en otras facultades”. Terminó la carrera al tiempo que se fundaba la Universidad de Sussex que ofertaba “un programa interdisciplinar en el cual los estudiantes solo invertían la mitad de la jornada en sus asignaturas de grado”. No lo dudó, solicitó una plaza y allí pasó dieciséis años de su vida académica impartiendo asignaturas que iban desde historia a sociología.

En cierto modo, Burke, especialista en historia cultural y social de la época moderna, ha pasado gran parte de su carrera investigando para su reciente publicación en español, El polímata. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontang, donde enmarca a los grandes genios de la historia en su espacio y su tiempo, intentando entender de qué manera los polímatas fueron necesarios para el progreso y la evolución humana. Como él mismo reconoce, la definición de Polímata no es tan simple, pues “este libro se centrará en el saber académico antiguamente denominado ‘erudición’”. Por lo tanto, algunos nombres como “Elon Musk, que se licenció en Ciencias Económicas y en Físicas” o “Sergi Brin, que estudió matemáticas e informática”, no están dentro de la definición de Burke.

Por suerte, aunque las condiciones higiénico-sanitarias no eran las mejores, los eruditos de los siglos XVI y XVII gozaron de “un sistema universitario que les permitió, si no alentó, el surgimiento de nichos culturales legitimados por las actitudes grecolatinas”, dice el historiador. Los genios capaces de embarrase en varias disciplinas al mismo tiempo contaron con el apoyo de las universidades hasta 1850. “Desde entonces, la academia les ha permitido seguir trabajando pero, en general, les ha ido desalentando cada vez más debido, en parte, a la actitud de los académicos menos creativos que consideran una  ‘invasión’ de su ‘territorio’ el trabajo de estos genios sin ninguna formación reglada en la materia”. No obstante, agrega Burke: “Como tantas veces en la historia, una corriente predominante se ve contrarrestada por otra opuesta”, así, la interdisciplinariedad se ha hecho hueco de manera institucional en centros de estudios avanzados, “con equipos que estudian problemas, a menudo problemas prácticos, que traspasan las fronteras de disciplinas particulares”.

No podemos olvidar que la especialización institucional universitaria se debe a dos factores principales: “la explosión del conocimiento y la creciente división del trabajo dentro de la sociedad”. Por mucha voluntad, tenacidad y memoria que Leonardo da Vinci y Auguste Comte pudieran tener, “hoy en día no serían muy empleables”. Una frase desalentadora teniendo en cuenta que han pasado a la historia como genios indiscutibles.

Sin embargo, aunque el autor haya escrito un libro sobre polímatas y añore el ambiente de trabajo de Sussex, “no soy enemigo de la especialización”, pero los especialistas deberían de conseguir las herramientas para que “puedan conectar su campo de trabajo o estudio con un panorama más amplio y nunca pierdan la curiosidad por otras disciplinas».

Por desgracia, al autor le encantaría asegurarnos con un rotundo “no”, que los polímatas no están abocados a la extinción: “Me resulta difícil, sino imposible, señalar a los polímatas vivos que nacieron después de 1960. Tal vez Nick Bostrom (1973- ), pero ¡una golondrina, como dicen los británicos, no hace verano!”.