Lenin: una vida con muchas sombras y pocas luces
Han pasado muchas cosas en Rusia desde 1917 pero el cadáver de Lenin sigue incorrupto en la Plaza Roja de Moscú. Nos ponemos al habla con algunos de los máximos expertos en esta figura que, recientemente, han publicado libro coincidiendo con el centenario de la muerte del líder ruso.
Texto: David VALIENTE
“De la mano de Lenin y Trotsky nació el sistema totalitario que reprimió la libertad de expresión y creación de escritores y artistas allí donde impuso su dictadura, lo cual conllevaba –y conlleva– acabar con las libertades políticas, la democracia y violar los derechos humanos, terminar con el socialismo de rostro humano y con una sociedad realmente igualitaria que es por la que lucharon muchos de los disidentes”, comenta vía e-mail el escritor, editor y periodista Manuel Florentín, que recientemente ha publicado Escritores y artistas bajo el comunismo. Censura, represión, muerte (Editorial Arzalia). Es el libro de historia más completo en español sobre los regímenes comunistas y los sistemas afines, tomando como columna vertebradora de sus 900 páginas la perspectiva de quienes sufrieron los rigores de la hoz y el martillo.
Hace justo un siglo que Vladímir Ilích Uliánov (1870-1924), comúnmente conocido como Lenin, dejó este mundo y se convirtió en uno de los personajes históricos más citados por ser el padre de lo que fue la segunda revolución (después de que el ansia de libertad guiara al pueblo en la primera) más innovadoras, terrorífica y determinante para el devenir de una nueva época. Su figura genera controversia, aunque, como asegura la fallecida historiadora y política Hélène Carrère d’Encausse (1929-2013) en su libro Lenin (Editorial Espasa), “solo Lenin se ha salvado de ese naufragio de los grandes hombres que la muerte y el tiempo favorecen”. Ni Mao Zedong, ni Iósif Stalin, ni Ho Chi Minh, ya no digamos Pol Pot, prosigue la galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, se han librado del escarnio histórico.
Lenin fue el creador del aparato político de partido único que caracterizó (y sigue caracterizando) la funcionalidad de todos los sistemas comunistas que han surgido o permanecen en pie. “De hecho, la Unión Soviética que él diseñó era muy parecida a su imagen inmoderada: reservado, ascético, intolerante, profundamente conservador en muchos sentidos”, responde al cuestionario que Librújula le ha enviado al gran especialista húngaro en Europa del Este y el comunismo, Victor Sebestyen. Ático de los Libros ha traducido al español Lenin. Una biografía, que, a diferencia de la obra de Hélène Carrère, se centra en aspectos más personales, sin descuidar, por supuesto, su faceta política y revolucionaria.
“Lenin era en esencia un abogado y periodista de provincias, intelectual pequeñoburgués, amante del deporte y de las excursiones, aunque frugal y austero si tenía que serlo. Era europeo vagabundo, socialista transnacional, exiliado político y líder de una secta política casi insignificante que llegó a convertirse en el fundador del primer Estado socialista de la historia”. Así lo define para esta revista el también historiador y gran experto en el bloque soviético y la Europa del Este, José María Faraldo, autor de Las redes del terror. Las policías secretas comunistas y su legado, además de otros títulos como La revolución rusa: historia y memoria o Rusofobia: ensayo sobre prejuicios y propaganda. “En muchos sentidos, fue un fenómeno político completamente moderno: el tipo de demagogo que nos resulta familiar en las democracias occidentales, así como en las dictaduras”, agrega Victor Sebestyen.
No cabe duda de que Lenin creó escuela, pues su esencia política vive en las dictaduras totalitarias que siguen convirtiendo el sueño de una sociedad justa e igualitaria en una pesadilla, pero también se ha filtrado en nuestros sistemas democráticos y liberales: “En su búsqueda de poder, prometió a la gente cualquier cosa; ofreció soluciones simples a problemas complejos; mintió descaradamente, justificando sus palabras y sus acciones en la máxima de ‘el fin justifica los medios’. Lenin es el padrino de lo que los analistas llaman ‘la posverdad’, y lo hemos podido observar en nuestras supuestamente sofisticadas culturas políticas occidentales”, añade Victor Sebestyen.
“Lenin sentía indiferencia hacia el sufrimiento ajeno, hasta el punto de desplegar una gran crueldad, que nunca llegó a admitir, y que se acrecentó por su sectarismo inmisericorde e infinito, que lo llevó a despreciar todo”, comenta José María Faraldo. Con el fin de abolir la oposición política y perseguir disidentes, Lenin creó la Checa y terminó con la libertad de expresión al establecer un sistema de censura y propaganda, que impedía la divulgación de ideas contrarrevolucionarias y propalaba el ideario comunista como si se tratase de los diez mandamientos entregados por Dios a Moisés. “Estaba convencido de que la violencia debe y DEBE usarse para solventar problemas políticos”, declara el autor de Lenin. Una biografía. Victor Sebestyen explica que cuando se produjeron las horribles hambrunas en su región natal del Volga, entre el 1921 y el 1922, Vladímir Ilích se negó en rotundo a implementar programas de ayuda. La finalidad de hacer morir a la población de hambre era conseguir que la sociedad sintiera más odio por el zarismo. Tal vez logró su objetivo, pero lo que sí es seguro es que cientos de miles de personas murieron de hambre.
“Lo que más me sorprende de este hombre es que vivió la mitad de su vida adulta exiliado en pequeñas pensiones de Europa occidental y pudo tomar el poder en uno de los imperios más grandes del mundo”, comenta Victor Sebestyen. “Claro, su intuición política durante la revolución le permitió surfear la ola revolucionaria y conseguir sus objetivos”, aclara Faraldo. Lenin sería todo lo cruel y desproporcionado que se nos ocurra, pero indudablemente tenía visión política. Así lo demuestra, no solo su manera de aproximarse al poder, sino también el discurso que desarrolló en torno a la libertad y a la autodeterminación de los pueblos que aún sufrían la colonización europea.
“Lenin vislumbró muy pronto que el mundo colonizado por las potencias europeas era portador de una poderosa voluntad de emancipación”, escribe Hélène Carrère d’Encausse. Entendió que “la lucha nacional de los pueblos dominados formaba parte del combate del proletariado por su liberación y que ese combate implicaba la destrucción del sistema colonial”. “El mundo que bascula hacia Asia o África en el siglo XXI es, desde luego, el que Lenin había saludado para escándalo de la mayoría de sus pares del Komintern”, concluye la historiadora y antigua secretaria de la Academia Francesa.
Las mujeres de su vida
“Un punto a favor de Lenin fue su comprensión del papel de la mujer en la acción política, que estaba muy por encima si lo comparamos con los intelectuales y los políticos de su tiempo, aunque en su vida cotidiana tuvo comportamientos machistas y condescendientes con las mujeres”, expone Faraldo. A Victor Sebestyen le ha sorprendido descubrir que “casi todas las relaciones importantes en la vida de Lenin fueron con mujeres”. Sin duda, una de esas mujeres especiales fue Nadezhda Krúpskaya, a quien el historiador húngaro le da un papel protagonista en la vida privada y pública del líder soviético: “Lenin nunca habría logrado lo que hizo sin ella”.
La editorial y revista El viejo topo ha publicado las memorias de Nadezhda Krúpskaya, Mi vida con Lenin, donde la revolucionaria y profesora construye una suerte de memorias junto al líder de la revolución. Muchos tildarán su relato de propagandístico, pero, más allá de la intención de la autora de mostrar la cara humana de Lenin, su pluma se mueve entre los caminos que conectan al hombre hogareño con el líder comunista. Si la intención es conocer en su totalidad las motivaciones y los intereses detrás de sus actos, las memorias de Nadezhda Krúpskaya son un texto ineludible, que nos instruye en lo claro y realista que es el relato cuando lo blanco y lo negro dejan de competir y conviven en armonía, en la paleta de tonos grises de la vida.
Nadezhda Krúpskaya no fue la única mujer importante en la vida de Lenin, aún resuenan en las biografías, sobre todo en la de Victor Sebestyen, el romance que mantuvo con la “glamurosa, inteligente y hermosa Inessa Armand”. “Es un raro ejemplo de triángulo romántico en el que los tres protagonistas parecen haberse comportado de manera civilizada”.
¿Por el buen camino bibliográfico?
En la década de los noventa, justo en el momento en que Manuel Florentín publicó su primer libro que indagaba en el ascenso de la extrema derecha en el viejo Continente, Guía de la Europa negra, se dio cuenta de que los estudios sobre el comunismo desarrollaban una narrativa hipocrítica con los sucesos, en comparación con la producción tan prolifera, contundente y analítica sobre el fascismo, en especial si los estudios ponían el foco en las víctimas que bañaron con su sangre la tierra europea. “Su cuerpo no ha sido lo único embalsamado, su personalidad, sus motivaciones e intenciones rara vez fueron reevaluadas”, anota el historiador húngaro.
La producción bibliográfica leninista durante la Guerra Fría no constituyó en su mayoría un canon que pueda ser denominado científico. En el bloque soviético, los estudios que se producían sobre la figura que puso en marcha el aparato comunista eran hagiográficas; “en las escuelas rusas donde se enseñaba a los niños a referirse al fundador del Estado soviético como “Dyedushka” (abuelo) Lenin”. Sin embargo, al otro lado del telón de acero, las publicaciones no eran tampoco del todo fiables, la propaganda seguía los mismos principios que la comunista: articular una leyenda negra que hiciera sentir a la sociedad del primer mundo un miedo cerval hacia todo lo engendrado por el Estado soviético.
Los sueños del proletariado se desintegraron en nuevas repúblicas. Tras la caída del muro, el trabajo académico centrado en el comunismo ha tomado una dirección más firme y científica. Ya no es necesario justificar un enfrentamiento ni mantener una retórica del terror (al menos no contra los comunistas de Europa del Este). Por eso, y gracias también a la apertura de archivos, “ahora uno puede ser más desapasionado”. “Es verdad que desde los años 90 se han publicado buenos estudios, con nuevas fuentes, que retratan a Lenin como lo que era: un dictador cruel. Pero a mi juicio, muchos de ellos fallan al trazar una línea directa e inevitable de su forma de entender la política autoritaria, con el totalitarismo construido después por Stalin”, matiza y concluye José María Faraldo.