«La vida es sueño», ¿por qué leerla casi 400 años después?
En 1635 se estrenó la obra de teatro «La vida es sueño» de Pedro Calderón de la Barca. Hoy, casi 400 años después, sigue siendo una lectura de plena actualidad.
Texto: Gaia Tilotta
“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una Ilusión,
una sombra, una ficción
y el mayor bien pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”
Los lectores reconocerán de inmediato el pasaje que cierra la segunda jornada de La Vida es Sueño, de Pedro Calderón De La Barca. Muchos, si no todos, habrán leído la obra en las clases de instituto, durante horas interminables que comparten la misma monotonía de las tardes veraniegas españolas. Quizás, pues, se podría retomar ese mismo volumen, que aburrió a algunos entonces, para despertarnos del entumecimiento en el que nos arroja el calor de agosto. Entonces, entramos en Polonia de la mano de Rosaura y ya el viento frío de los montes empieza a despertarnos. Puede que sea la climatización de la biblioteca en la que hemos ido a buscar el ejemplar, o la frescura del ingenio del gracioso Clarín, pero, de toda forma, nos sentimos un poco mejor recién empezada la obra. Solo hemos avanzado unas pocas páginas, y ya compartimos la admiración que Segismundo declara a Rosaura en su primer encuentro, cuando ella todavía viste ropa de varón y él está cubierto de pieles de león. Al seguir leyendo, nos asombramos de sentir tan nuestros sentimientos de lo que se escribió hace casi 400 años.
Efectivamente, la confusión y desengaño que padece Segismundo al despertar otra vez encerrado en la torre, esa imposibilidad de asumir por cierto qué es realidad y qué es ficción, resembla el vértigo que algunos pueden sentir frente a la verosimilitud de los productos creados con Inteligencia Artificial. De la misma manera, el cambio radical de paradigma que estremeció la sociedad Barroca que la obra calderoniana refleja tan agudamente, podría parecerse a los cambios estructurales que está viviendo nuestro mundo actual: el cambio climático avanza y el respeto del derecho internacional y de los derechos humanos tambalea, si no hoy más que nunca por lo menos más que ayer. En esas condiciones, aún el más bravo y rebelde de los Segismundos, y la más determinada de las Rosauras pasaría por momentos de desolación.
También la manera en la que el docto Basilio manipula la verdad. Niega lo que los ojos ven y saben y justifica su acción apuntando a causas de fuerza mayor. Parece un eufemismo comparado a las hipocresías, arrogancia y crueldad que se sienten legitimados a ejercer exponentes del poder, cuyos ejemplares más llamativos son Trump, Netanyahu y Putin. Pero es necesario, que entre tanto alboroto, lleguemos a las mismas conclusiones del protagonista de la comedia:
“Mas sea verdad o sueño,
Obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos.”
Y si no nos convence esta manera de proyectar asuntos actuales en obras de otros tiempos, por lo menos podemos dejarnos fascinar por las preguntas sobre la libertad del ser humano frente al destino. El texto indaga el tema del libre albedrío a través de abundancia barroca, de continuas referencias a la mitología clásica y al empleo de las enseñanzas retóricas que Calderón asumió en sus estudios y que lucen aquí en los remolinos de preguntas que pueblan los monólogos de Segismundo. Al fin y al cabo, si la vida es sueño, ojalá soñemos con literatura.