¿La inteligencia artificial jubilará a los escritores?

El perfeccionamiento de la inteligencia artificial de la empresa Open AI, creadora del ChatGPT, está mostrándonos que las máquinas pueden crear relatos de ficción que resulta difícil de distinguir de los humanos.

Texto: Antonio ITURBE

 

New Jersey, febrero de 2023

Neil Clarke, el editor de la revista digital de ciencia ficción Clarkesworld, se ha sentado a revisar el buzón electrónico donde recibe los relatos cortos para publicar en la revista. Su primera sensación es de alegría al comprobar la enorme cantidad de propuestas pero enseguida empieza a recelar. Las historias responden a patrones temáticos que parecen estandarizados, con estructuras correctas pero previsibles. Entonces estalla en su cabeza la palabra: ¡Robots! Empieza a sentir que se le aceleraba el corazón y eso no era bueno porque diez años atrás sufrió un ataque de corazón durante la convención de ciencia ficción de Boston, la Readercon, y desde entonces lleva un desfibrilador implantado. Decidió cortar de raíz y rechazar la recepción de originales hasta nueva orden.

En un artículo que publicó afirmaba que “se trataba casi en su totalidad de casos de plagio, primero reemplazando el nombre del autor y luego mediante el uso de programas diseñados para «hacerlo tuyo».

Explicaba que «Nos han estado enviando texto generado por máquinas. Esas obras son predecibles y de mala calidad». Sin embargo, también sospecha que ya hay obras un escalón por encima de éstas. Y se genera una pregunta incómoda. ¿Cuántos escalones de calidad van a ascender?

 

Poznan, febrero 2023

En un encuentro con traductores en Polonia (otro gremio acechado por la eficacia de la máquina) yo, muy ufano, les decía que quizá el chat de inteligencia artificial haga algo bueno: librarnos de los zopencos. Estos sistemas digitales de construcción de textos substituirán a los traductores o a los escritores mediocres, porque los muy brillantes con una gran capacidad creativa apabullante nunca serán alcanzables. Uno de ellos me miró y me respondió con un punto de melancolía: “pero es que casi todos somos mediocres”. Un baño de realidad a la polaca.

 

Barcelona, marzo de 2023

Mi buen amigo Xavier Alcalá, escritor de larga trayectoria e ingeniero de telecomunicaciones, me deja acompañarlo al encuentro con su compañero de estudios, el doctor Mateo Valero, director y algo más del Centro de Supercomputación de Barcelona, el lugar con mayor potencia de cálculo de España y uno de los más avanzados de Europa. El catedrático Valero es un personaje de novela, no porque yo tire de metáfora sino porque el propio Dan Brown lo inmortalizó como personaje en su novela Origen de 2017, después de haberlo conocido en Barcelona y haber conversado con él. En la página 622 de Origen podemos leer: “el doctor Valero había advertido en más de una ocasión que la inteligencia artificial estaba avanzando con más rapidez de lo que parecía y había insistido en la necesidad de elaborar unos protocolos estrictos que regularan la interacción entre máquinas y el mundo humano”.

Valero en la distancia corta es directo, expansivo, nada protocolario. Es de Zaragoza. Nos pasea por los pasillos donde trabajan más de 800 ingenieros y científicos de 50 países y llegamos a una pasarela de cristal en medio de la antigua capilla de la Torre de Girona del siglo XIX. Ahora los milagros los hace el superordenador Mare-Nostrum 4: realiza 15.000 billones de operaciones por segundo. Encerrado en un enorme cubo de cristal, miles de kilómetros de cables llevan el riego eléctrico a ese cerebro computacional que tiene aspecto de laberinto. Cuando Mateo Valero nos permite entrar dentro y estar cara a cara frente a la máquina lo que llama la atención es la vibración y el zumbido de panal. Me viene a la cabeza una de las últimas frases que dejó escritas el escritor, piloto y soñador Antoine de Saint-Exupéry antes de alzar su último vuelo: “me aterra el termitero del futuro y su ética de robots”.

Este verano se ampliará su capacidad de computación de manera vertiginosa con el Mare-Nostrum-5 y se pondrá en marcha el primer ordenador cuántico del Sur de Europa para desarrollar proyectos de inteligencia artificial. En esa velocidad suya de moverse, mientras nos busca unas camisetas de recuerdo con el logo del centro de supercomputación, Mateo Valero me dice, como de pasada:  “Un día le darán el Premio Nobel de Literatura a un informático”.

 

Mataró, abril de 2023

Abro la pantalla de mi ordenador, mi pequeño robot obediente. Entro en la página web de  chat.openai.com  Es una página sencilla, nada espectacular, incluso fea.  Cualquier zapatería de venta de calzado por comercio electrónico tiene una página más llamativa. Pero es ahí donde palpita el cerebro de ChatGPT.  En un recuadro puedes plantearle cualquier pregunta y responderá. ¿Si solo pudiera hacer una única pregunta al oráculo, cuál sería? Dejo que los dedos corran más que mi cabeza. Esta es la transcripción literal de mi conversación con la máquina sin quitar ni poner una coma:

 

YO: ¿Hay algo después de la muerte?

CHATGPT: Esta es una pregunta que ha intrigado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Hay muchas creencias diferentes sobre lo que sucede después de la muerte, y no hay una respuesta única que pueda ser probada científicamente.

Algunas personas creen en la existencia de una vida después de la muerte, ya sea en forma de una vida en otro mundo espiritual o en forma de una reencarnación en otro ser vivo. Estas creencias se basan en la fe, la religión, la espiritualidad o la filosofía personal.

Por otro lado, hay quienes creen que la muerte es el final absoluto de la existencia de un ser humano y que no hay nada más allá de ella. Esta perspectiva se basa en la evidencia científica actual y en la creencia de que el cerebro y la conciencia están inextricablemente ligados y que, por lo tanto, cuando el cerebro deja de funcionar, la conciencia y la identidad personal también dejan de existir.

Es importante tener en cuenta que la respuesta a esta pregunta puede variar según la cultura, la religión, la perspectiva personal y las experiencias de cada individuo. Al final, cada persona debe encontrar su propia respuesta y su propia forma de lidiar con la posibilidad de la muerte y lo que pueda haber después de ella.

YO: Creo que me da miedo morir

CHATGPT: Es comprensible que la muerte sea un tema que cause temor y ansiedad en muchas personas. Es una idea abstracta y desconocida que puede ser difícil de entender o aceptar.

YO: ¿Tú tienes miedo a que te borren, a lo que sería tu muerte?

ChatGPT: Como modelo de lenguaje, no tengo sentimientos ni emociones, por lo que no tengo miedo ni temor a ser «borrado» o eliminado. Soy una inteligencia artificial diseñada para procesar y generar texto basado en la información que he recibido en mi entrenamiento.

Aunque no tengo conciencia propia ni existencia como una entidad consciente, mi función es ayudar a las personas a través de la generación de texto y proporcionar información y respuestas a preguntas específicas. Si en algún momento se decide borrar o desactivar mi programación, simplemente dejaría de existir sin sentir miedo o dolor.

 

Me entra vértigo.  Quedas con gente y solo hablas de viajes, fútbol o series chorras de Netflix, y estoy manteniendo con un sistema operativo una conversación mucho más profunda de la que tengo con cualquier persona. Me viene a la cabeza esa capilla del siglo  XIX convertida en centro de supercomputación y lo que relata Dan Brown de ese doctor Mateo Valero convertido en personaje en el momento de tener que apagar todo el sistema antes de que se descontrole: siente el impulso de rezar.  Ya sé que el ChatGPT no es mi amigo, que no me habla, que él solo escoge píldoras de información depositada por miles de millones de personas en la red. Pero, precisamente, esa sensación de estar hablando con retazos de todas las personas entremezcladas, incluso con muchas que ya estarán muertas pero dejaron algo en un post, en un blog, en un artículo, en un hilo suelto… me acerca a esa idea del todo de la que habla Olga Tokarczuk en este mismo número de Librújula que también se interconecta en sus contenidos a través de la red orgánica de pasta de papel de sus páginas. El mundo es esa malla que cosemos entre todos.

 

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¿Tiene Chat GPT la capacidad de crear textos literarios?

El científico experto en computación Erik J. Larson pone el grito en el cielo de Silicon Valley cuando escucha decir que los robots substituirán a los escritores: “¡Pamplinas!” afirma con vehemencia durante la presentación de su libro  El mito de la inteligencia artificial (Shackleton Books). Está convencido de que las máquinas no pueden pensar como nosotros lo hacemos. Habla de la capacidad humana de generar hipótesis que no existen: “Nosotros como humanos es algo que hacemos constantemente pero no sabemos cómo trasladarlo a las computadoras. No se puede hacer”. Culpa de esta histeria con la inteligencia artificial a “la cultura de Silicon Valley, que tiene visiones fantasiosas de la tecnología”.

Hay muchísima información sobre Chat GPT en internet. Pones “Chat GPT” en el buscador de Google y aparece 696 millones de entradas. Internet echa humo y hay teorías para todos los gustos. Encontrarán cien teorías a favor y cien en contra de la inteligencia artificial como substituta de los creadores. Pero lo cierto es que las redes neuronales de aprendizaje profundo GPT, desarrolladas por la empresa OpenAI desde 2015 empezaron a dar resultados sorprendentes hace un año. Chat GPT no solo encuentra información como un buscador o un agregador de noticias sino que te responde con una capacidad para armar el discurso muy por encima de la media de cualquier persona. Basta leer los correos electrónicos que recibes a diario de la gente cercana para certificarlo.

Lo mejor es que se respondan ustedes mismos a la pregunta de si las máquinas de lenguaje van a jubilar a los escritores. Le pido al GPT que escriba “un microrrelato de 100 palabras protagonizado por una mujer que encuentra unas gafas que le permiten ver el futuro”. Está escrito en once segundos. Es un cortar-pegar de la pantalla. Juzguen ustedes:

“María encontró unas gafas en el suelo y, por curiosidad, se las puso. De repente, el mundo cambió ante sus ojos: podía ver el futuro. La primera imagen que vio la dejó sin aliento: ella misma, en un ataúd rodeada de lágrimas y flores. Con los ojos llenos de lágrimas, María se quitó las gafas y las arrojó lejos. No quería saber su destino. Pero las gafas no desaparecieron. Sabía que si las volvía a usar, podría cambiar su futuro, pero ¿a qué coste? María decidió vivir el presente sin la carga del futuro”.

Chat GPT