La honestidad de Robert Kaplan

«El telar del tiempo» suena a título de novela filosófica, pero en realidad es el último libro publicado en RBA y en lengua cervantina del periodista, investigador, analista y viajero Robert D. Kaplan (Nueva York, 1952).

Texto: David Valiente  Foto: John Stanmeyer

 

La obra de Robert D. Kaplan es, en conjunto, respetada y estudiada en los círculos intelectuales de la geopolítica y la geoestratégica y admirada por aquellos interesados en la literatura de viajes. En su nuevo libro, El telar del tiempo, recorre las tierras del islam, desde las fronteras de un continente en decadencia llamado Europa hasta los confines de un imperio renaciendo de sus cenizas, analizando con denuedo los países que en estas últimas décadas han estado en el foco mediático por ser polvorines que en algunos casos han saltado por los aires y han manchado de sangre las arenas que los demarcan.

Pero para entender El telar del tiempo debemos retrotraernos al final de la Guerra Fría, tiempos de optimismo para los politólogos y los internacionalistas, que comenzaron a divagar sobre el futuro feliz que le esperaba a la sociedad internacional después de que la URSS se disolviera en multitud de Estados-nación. En esos momentos, se publicaron obras tan exitosas como equivocadas, que evocaban el fin de la historia y exaltaban el nuevo horizonte que se avecinaba liderado por los valores democráticos y del libre comercio. Uno de los autores best seller de aquel entonces, Francis Fukuyama, creyó, partiendo de los principios hegelianos, que la historia se había detenido, pues, tras la derrota al comunismo, ya no quedaba el combustible que hacía a los estados competir: la búsqueda del reconocimiento. Por lo tanto, sin un antagonista a la altura de los Estados Unidos, los valores abanderados por Washington se extendieron por el mundo de manera indiscutible. Por supuesto, este planteamiento lleva implícito la idea kantiana del progreso pacífico: una vez todos los países se conviertan en repúblicas liberales (entiéndase cualquier gobierno de corte democrático), las guerras terminarán en el mundo, pues es imposible que los Estados que comparten los mismos valores de prudencia, diálogo y democracia emprendan actitudes agresivas entre ellos.

Sin embargo, se equivocó y Robert Kaplan les explicó el fundamento de sus errores en un ensayo que, primero publicó en formato artículo en 1994, pero más tarde lo amplió bajo el título The Coming Anarchy. En apenas 200 páginas les hizo saber a los optimistas de turno que, si bien buena parte de Europa del Este emprendía transformaciones hacia sistemas democráticos, en otras regiones había países que continuaban por el camino de la autocracia. Asimismo, la sociedad internacional tendría que afrontar otros retos relacionados con el cambio climático, los nacionalismos o los odios tribales, que más que unirla, cabía la posibilidad de que sucediera todo lo contrario.

Así pues, los gobernantes deberían asumir una visión realista sobre la política internacional, que revisó veinte años después en La mentalidad trágica. Sobre el miedo, el destino y la pesada carga de poder. Para Kaplan, los mejores maestros de política y geopolítica son los autores trágicos, especialmente William Shakespeare y los clásicos griegos. Del mismo modo que los héroes trágicos afrontaban un destino fatal, los políticos deben entender que en sus decisiones, por muy buenas que estas sean, siempre albergarán un toque de calamidad y desastre. Y, precisamente, el eje discursivo de El telar del tiempo se basa en las enseñanzas de este ensayo y no tanto en el determinismo geográfico de su ya mítico libro La venganza de la geografía.

Los países que componen el Próximo Oriente están marcados por ese destino fatal. En el pasado, esplendorosos imperios mantuvieron el orden, hasta que la colonización europea despertó al dios Caos y, junto a él, surgieron gobiernos despóticos que aprovechaban la fragmentación religiosa para consolidarse en el poder. Sin embargo, Kaplan se pregunta qué opción resulta más adecuada para la paz y la tranquilidad de las sociedades: la acracia o la pervivencia de los gobiernos tiranicidas. Encontrará la respuesta en 2003, año de la invasión estadounidense a Irak. La (no) existencia de unas armas nucleares llevó al presidente George W. Bush y a sus halcones a intervenir en un país situado a miles de kilómetros de la apacible libertad que ellos disfrutaban. En un principio, Robert Kaplan apoyó la invasión, pues en su mente los recuerdos de juventud le apremiaban a hacerlo; pero 365 días después el periodista visitó Irak y el desastre observado, le hizo rectificar y entonar el mea culpa o el “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” (lo que el lector prefiera).

Mientras ningún publicista bélico (al menos que yo sepa) se ha retractado, Robert Kaplan ha demostrado ser un intelectual de los pies a la cabeza, y ya solo por este motivo merece la pena leer su obra y, por supuesto, El telar del tiempo. Se podrá estar más o menos de acuerdo con sus argumentos, sin embargo, de lo que no se puede dudar es de la honestidad de la persona que ha firmado obras tan imprescindibles para entender la política internacional, como La venganza de la geografía, El retorno del mundo de Marco Polo, Monzón: un viaje por el futuro del Océano Índico o Invierno mediterráneo: un recorrido por Túnez, Sicilia, Dalmacia y Grecia. Y esto ya es mucho pedir en un mundo cada vez más polarizado e interesado en que su equipo gane la batalla.