La escritora sevillana Silvia Hidalgo gana el Premio Tusquets adentrándose en el torbellino de una mujer en la crisis de los 40
En una entrega de ambiente literario en Barcelona se reveló “Nada que decir” como la ganadora de la XIX edición de uno de los premios más prestigiosos en lengua española.
Texto y foto: Antonio ITURBE
Los premios de novela han ido derivando en muchos casos en eventos más editoriales que literarios, con presencia de más gente del sector comercial, de distribución o de las estructuras editoriales que escritores. No ha sido el caso de esta entrega del Premio Tusquets en la Casa Rius de Barcelona, al que han querido mostrar su simpatía muchos autores y tótems culturales. Entre los corrillos andaban Olga Merino, Carlos Zanón, Rodrigo Fresán, Llucia Ramis, Cristina Fernández Cubas, Sergio Vila-Sanjuan, Ignacio Martínez de Pisón, Jordi Amat, Marta Barrio, Rosa Ribas, Óscar Tusquets o Basilio Baltasar. El Premio Tusquets tiene una característica que lo hace diferente a la mayoría de galardones novelescos que se dan en España: los ganadores no son famosos ni tienen redes sociales de decenas de miles de seguidores. El editor de Tusquets, Juan Cerezo, volvió a hacer hincapié públicamente en la apuesta de la editorial por la calidad literaria. En tiempos de hojas de Excel afiladas como guillotinas es de agradecer.
La novela ganadora en esta edición número XIX ha sido Nada que decir, de la escritora sevillana Silvia Hidalgo, que anteriormente había publicado Dejarse flequillo (en la editorial Amor de Madre) y Yo, mentira (editorial Tránsito), que tuvo críticas excelentes por su valentía narrativa. En la primera escena una mujer espera en el interior del coche a que su exmarido acuda a recoger a su hija, que todavía es un bebé, un aguacero repentino le recuerda que pensaron que lo suyo iba a ser eterno pero la relación ha hecho aguas con esa vulgaridad de cualquier separación. Es una mujer que espera con ansiedad el mensaje de un hombre al que no conoce en persona, que escribe con faltas de ortografía y le manda fotos de su polla, pero está deseando acudir a su encuentro en una población a doscientos kilómetros de distancia.
Al recoger el premio, Silvia Hidalgo manifestó que “la novela es el retrato psicológico de una mujer enfrentada a sus contradicciones y a la vorágine de la vida moderna, una historia sobre la vivencia del deseo y la pasión, sobre cómo se sobrepone a la crisis de los 40, la ansiedad por el éxito social, el desencanto del hogar, la atracción por lo prohibido».
Al ser preguntada por Librújula por la idea fuerza que quería transmitir nos ha contado que “igual que el amor nos humaniza, el desamor nos deshumaniza, nos acerca a la animalidad, nos lleva al despecho, a la venganza, a la envidia… quería reivindicar la necesidad de abrazar la vulnerabilidad y esa inocencia que nos devuelve el amor”. Al decirle si el amor no puede ser también egoísta ha comentado que “se trata de pensar en el amor en todos los sentidos: el amor a tu trabajo, a tu familia, a los amigos, a las cosas que te rodean… el amor a la vida”. Sobre el hecho de ganar este Premio Tusquets ha comentado que “me parece muy loco, sobre todo porque es una editorial donde hay gente maravillosa a la que admiro mucho”.
El jurado del premio ha estado conformado por Antonio Orejudo, Bárbara Blasco, Eva Cosculluela, Cristina Araújo, ganadora en su anterior convocatoria, y Juan Cerezo. El galardón está dotado con 18.000 euros pero el gran premio es publicar en la editorial de Milan Kundera, John Irving, Cristina Fernández Cubas, Luis Landero o Almudena Grandes.