La Cultura en democracia, a punto de cumplir 50 años

La joven cultura española de la movida y el “¿estudias o diseñas?” nacida tras la muerte de Franco ya va para el medio siglo de vida. En “Cultura española en democracia” Sergio Vila-Sanjuán nos lleva a un tour por algunos de los momentos más significados.

Momento del rodaje de la película «Kika», de Pedro Almodóvar

 

Texto: Antonio Iturbe

 

Sergio Vila-Sanjuán, premio nacional de periodismo cultural, escritor e historiador de la edición, ha dedicado la vida a abrir la puerta a la gente al asombro hacia el arte y la literatura, especialmente desde el diario La Vanguardia, donde es uno de sus referentes.  Vila-Sanjuán, bien informado y conciliador, siempre ha intentado sacar la cultura de los sótanos de los museos y los espacios cerrados donde no corre el aire. Además, tiene una virtud que rara vez se da en el mundo de la cultura escrita: la brevedad. En lo que dura un partido de tenis nos lleva a un viaje de cinco décadas por los hechos más significativos de la vida cultural, ligero pero no superficial, donde se nos invita a no ser conformistas pero tampoco derrotistas porque han sido décadas, con sus errores y omisiones, de una siembra importante de brotes verdes tras el desierto gris de la dictadura.

El autor, que ha tenido la oportunidad como periodista de entrevistar y tratar en la distancia corta a muchos artistas y personalidades de esa expansión cultural a partir de 1975 señala que “vi cómo nacían museos y centros culturales que hoy parece como si siempre hubiesen estado ahí. El cambio fue espectacular y hay que saber valorarlo sin ceder a la melancolía del tiempo pasado”.

Este paseo se inicia con la votación de la Constitución de 1978, que en su artículo 20 defiende la libertad de creación y de comunicación y que en otro artículos señala la necesidad de que los poderes públicos impulsen la Cultura.  Todo un cambio respecto a lo anterior. La creación de un Ministerio de Cultura en el primer gobierno democrático, que jubila al “rancio y negativamente connotado Ministerio de Información y Turismo” es un signo de la voluntad de los políticos de tomarse en serio el asunto. Eso sí, todavía hay mucho camino que andar, y se recuerdan en el libro episodios como el proceso por injurias al ejército de Els Joglars dirigidos por Albert Boadella o el secuestro de la película de Pilar Miró, El crimen de Cuenca, que se califican de “bochornosos”.

Los años 80 son los de la movida en Madrid y la locura por el diseño en Barcelona. Sube como la espuma Pedro Almodóvar, “un Douglas Sirk a la española cargado de humor, detalles costumbristas y compromiso LGTBI”. Son los tiempos en que un presidente de gobierno, Felipe González, recomendaba una novela (Memorias de Adriano, de Margarite Yourcenar) y se convertía en bestseller. Son los años de una nueva narrativa española que inyecta frescura en la maquinaria editorial: Javier Marías, Muñoz Molina, Soledad Puértolas, Julio Llamazares, Martínez de Pisón, Cristina Fernández Cubas…

Los años 1990 culminan ese empuje de la cultura desde la administración pública en el brillo de 1992: Olimpiada en Barcelona, Expo de Sevilla y Quinto centenario de la llegada de Colón a América. Vila-Sanjuán nos recuerda que la Olimpiada fue mucho más que deporte, y su ceremonia inaugural fue un ejemplo de reunión de talentos artísticos de la época: de la Fura dels Baus, a Montserrat Caballé, Toni Miró o Bigas Luna.

Los años 2000 baja la euforia y se vuelven a plantear asuntos que habían quedado relegados o hibernados en busca del consenso. Vila-Sanjuán señala las novelas de Javier Cercas y Dulce Chacón como nuevos puntos de vista de la guerra civil, mirada con distancia y sin tapujos, a la vez que se vuelve a examinar la intocable Transición, “cuyos flancos más débiles se rastrean”. Sin embargo, la Cultura sigue siendo un valor social y político incontestable, al menos hasta que aprieta la crisis de 2008. El frenazo económico pone de manifiesto que la Cultura se percibe en España por parte de los gobernantes como un complemento más que como un pilar básico de sustentación porque aparecen los señores de la tijera y donde más recortan es en Cultura. El descenso en inversiones culturales a partir de 2008 hace que en 2012 se esté al nivel de diez años atrás.  Antes del pinchazo de 2008 “pensábamos que nuestra cultura era comparable a la francesa o la alemana. Tristemente, estábamos equivocados”.  También hay espacio para la última cultura digital o el subidón del posdcast en estas páginas substanciosas.

Sin renunciar a señalar las imperfecciones de lo logrado, Vila-Sanjuán, siempre de talante positivo y constructivo, considera en este libro de gran amenidad y repleto de momentos estelares que el plurilingüismo y la internacionalización de la cultura son dos logros de estas décadas que vale la pena poner en valor en medio del clásico derrotismo ibérico.