Kiko Amat. Malas cartas, odio, “no future”…

Los skinheads de «Revancha» (Anagrama) son legendarios, dan miedo y lo provocan. Tienen ganas de dar caña a todos los que, de una forma u otra, sí han tenido un futuro, o al menos un futuro labrado desde algún momento del pasado, desde sus familias y su red de contactos. Ellos no han accedido jamás a eso y por tanto se sienten impelidos a crearlo desde el terror, la delincuencia y la rabia incontenible. Hablamos con Kiko Amat del miedo al «no future», de los mecanismos para afrontar esa impotencia y de la revancha contra todo y contra todos.

 

 

 

Texto: Octavio BOTANA Foto: César NÚÑEZ (@OHLALACESAR)

 

Revancha es un guantazo. Novela trepidante, cinética, peleona como pocas se han leído en los últimos años, donde Kiko Amat rememora el (su) pasado de la periferia lumpen, en la que más vale saber pegar fuerte y correr rápido. Un pasado novelesco donde la pertenencia y la militancia son ley de vida. De supervivencia.

¿Cómo surge Revancha? ¿Te levantas un día y decides que vas a parir la mejor novela de skinheads escrita en España? Porque lo es, permíteme que lo afirme sin que me tiemble la voz.

Tiene un origen muy preciso: mi obsesión eterna con los malotes de extrema derecha. Quería preguntarme cuál es su vida, cómo eran sus padres, dónde iban a comprar, etc. La primera vez que saqué a este tipo de gente en mis novelas —en Rompepistas (2009), sin ir más lejos— era de manera bidimensional. No les presté atención a los malotes, no pensé en sus familias ni en sus bagajes; y como autor es un error. Rompepistas me gusta mucho, pero no me podía permitir no explicar bien a estos personajes, por malos que sean. Así que en Revancha, los malos son los protagonistas, y el lector deberá sentir empatía hacia ellos.

No hay trabajo de campo ni periodístico aquí. Sabemos que te movías por círculos similares en tu Sant Boi natal. ¿Cómo era aquel mundo en los ochenta y noventa? ¿Tuviste que verte con gente del pasado para recordarlo? Hay poca —o ninguna— obra novelesca sobre el tema…

Quedé con viejos amigos para rememorar el folklore y acordarnos un poco de la mitología. Pero nada de hemeroteca. La documentación está sobrevalorada. Y aquello es irresumible porque es toda una vida. A ver… era un mundo no narrado, era oral. No era bibliófilo. El tipo de personajes e historias, el tipo de friquismo y extrañeza, la violencia y el paisaje eran vírgenes en la literatura española exceptuando mis novelas y dos o tres ejemplos más. Con lo cual, lo que yo vi y viví —aunque luego deforme y exagere— es algo que nunca había existido en la literatura española —y lo digo sin ningún afán heroico— porque los escritores venían de un mundo de clase media o postuniversitario —sin afán peyorativo— o académico al que no le interesaba este mundo y nunca lo había visto. Todas mis novelas tratan de un mundo no tocado.

En aquella Barcelona no era necesario vivir cerca del fenómeno skinhead porque hubo un momento en que era el hype, todo el mundo hablaba de ellos.

Exacto. No hacía falta estar muy metido en una sociedad secreta subcultural para cruzarse con skinheads y hooligans. Esto era el mainstream absoluto. Todo el mundo conocía el nombre de los ultras chungos, se hablaba de ellos en los institutos, se convirtieron en un pánico social y un mito popular por mérito propio. Muchos skinheads eran semicelebridades adolescentes, pero incluso para ellos mismos (en la novela se ve cómo se buscan en los  periódicos) porque, de repente, personas que no habían sido ni hecho nada tenían entidad dado que salían en los diarios (dobles y triples páginas con artículos del estilo El fenómeno ultra, Skins de Barcelona, Las claves del nuevo movimiento skin, etc.).

Entendemos que estuviste en pandillas, claro.

No recuerdo una época de mi vida en la que no estuviera metido en una, del mismo modo que no recuerdo una época de mi vida sin enemigos. Primero estuve en una pandilla infantil inocua de ultranerds no atléticos, lectores de cómics, adictos a juegos de mesa, todo el pack de Big Bang Theory. Luego, a partir de los catorce, me metí en pandillas distintas del estilo The Warriors, pero mi pandilla íntima y el núcleo de afinidad más sólido era una de skinheads, de los cuales yo era el único no skinhead. Y siguen siendo mis amigos a día de hoy.

Volviendo a Rompepistas, ¿es en las pandillas donde se forja la camaradería y la fraternidad?

Sí, y la euforia y el vínculo de afinidad no sanguíneo que se convierte en el sustituto de tu familia real. La pandilla es tu familia, y encima la has escogido tú, con lo que los vínculos de fidelidad son muy extremos y hacen palidecer a otros vínculos considerados socialmente más sólidos. Como contraposición a Rompepistas, en Revancha he querido explicar lo otro: el desdibujamiento de la personalidad, la traición, el lado “feo” de las pandillas, con sus momentos de gloria, claro.

Hablemos del odio.

Hablemos.

¿Qué lo genera y por qué? Revancha es una novela plagada de odio. ¿Es un odio que conoces?

Los dos personajes principales —Amador y César— están inmersos en una venganza contra su suerte, y es una venganza que conozco. En mi caso adoptó otras formas, pero en ellos es el vandalismo público. La cuestión es que creces dándote cuenta de que el reparto de cartas está desajustado. Te han tocado las malas —las hay peores, claro— en cuanto a negación de la posibilidad de escoger, de acceder a la belleza, a un futuro (cosas que determinadas clases sociales dan por sentado).

El odio como falta de oportunidades, de perspectiva, de ese futuro que mencionas. Amador acarrea muchos secretos (el mayor de ellos es su homosexualidad), y su padre es un antiguo delincuente y leyenda local. Ansía de manera agónica saber en qué se va a convertir. Por su parte, César, un ex jugador de rugby reconvertido en el Dexter del Baix Llobregat (venga por encargo a víctimas de pederastas y atropelladores en fuga), vive con esa revancha innata que terminará por explotar —no haremos spoilers— cuando su camino se cruza con el de Amador. Sus futuros apestan a drama.

Es que creces con la consciencia clara de que no existe un futuro para ti. De que tendrás que conformarte con las migajas, con un trabajo que no sea el más espantoso y con una vida cuyas euforias te las proporcionarán… no sé qué decirte… los cómics o el rock ´n´roll. Nunca vas a tener el trabajo de tus sueños, es completamente imposible. Y eso genera un resentimiento social muy bestia y un rencor salvaje que en mi caso —y por norma general— es completamente irracional. No adopta de forma innata una postura sindical o izquierdista porque sí. Tú estás lleno de odio, y no es un odio que adopte una dialéctica anticapitalista. En el caso más extremo de la gente que puebla la novela, el odio se torna ultraviolencia real de cariz neonazi. Pero el germen del odio es el mismo que el mío, que nadie lo dude.

Amador y César son dos antihéroes muy chungos.

Pero no antagónicos, no hay nada del rollo “el reverso oscuro” entre los dos. Son dos tíos inapelablemente chungos. La escala de valores moral de César no le impide ser un sicario vengador, y además es un tío que no quiere a casi nadie en la vida. Me interesa mucho el círculo estrecho de afinidad en el que vive alguna gente. César quiere solo a dos personas, y la pregunta inevitable surge: la calidad del amor, ¿en quién será mayor, en alguien que tiene mil amigos o en alguien que tiene dos? Porque el amor que tiene solo lo reparte entre dos personas, y el amor de César por esas dos personas es muy extremo, es muy exagerado.

Con ocho libros a tus espaldas (seis novelas y dos de no ficción), ¿en qué momento está Kiko Amat? ¿Dónde está Revancha en relación a sus predecesoras?

El “Códice Kiko Amat” lo quebré con Antes del huracán (2018). Ahí entendí del todo cómo quería escribir de verdad, la máxima ambición, la voz —espartana— que buscaba, clavé la desaparición auténtica del autor, aspiración máxima en mi caso. Así que ahora me veo continuando lo que hice desde aquella novela. Revancha es, de hecho, el mundo de Rompepistas con el aprendizaje de Antes del huracán. Y en formato thriller, que es lo que más me gusta, lo que siempre quise escribir.

Te diría que vienes de la tradición de la novela dura y violenta española que… no. No vienes de ninguna tradición. ¿Te sientes un poco solo en la escena literaria nacional? ¿Cómo te ves en relación a otros escritores de aquí? No tienes nada en común con ellos. Tú haces literatura working-class. ¿Para quién escribes? No veo a los skinheads de Sant Boi leyendo Revancha.

Yo escribo para gente para la cual su primera forma de entretenimiento no son las novelas. No escribo para hombres de letras ni literatos. Claro que escribo para gente que lee novelas, pero el tipo de personas que salen en mis novelas no leen en la vida real. Los autores que decía antes —de claro origen literario/universitario— escriben novelas para su gente, con lo que ya tienen una parte del camino hecha. Yo me tengo que ganar a un tipo de lector distintísimo.

No provienes de —como la inmensa mayoría de autores catalanes— un mundo académico.

Mi mundo no viene de la literatura. Mis novelas vienen de la oralidad, de lo que la gente habla en el barrio. La energía, la rabia y el rencor vienen de las horas que pasé hablando con gente. Por eso en mis novelas la gente habla como habla la gente, no sé si me explico.

Así que alguien tenía que contar lo que sucede en la periferia de Barcelona.

Puede sonar risible, pero tenía una responsabilidad moral de contar un mundo no contado. Y, sin ningún tipo de pretensión, si no era yo, nadie iba a hablar de ese mundo. Pero no porque yo lo haga mejor o yo lo haga bien y todo el resto mal, sino porque no hay gente que hable de la Autovía de Castelldefels.

Novelista de extrarradio…

Hoy por hoy no hay novelistas hablando de ello. Era una responsabilidad contar ese mundo, que no es un mundo secreto —aunque sí lo es para al arte y la literatura—, sino donde vive casi toda la gente que conozco yo.

Novelas sin “artistas” buscando su destino.

Exacto. En mi decálogo de escritor NUNCA saldrá un artista ni un universitario, porque ya hay suficientes. No tengo nada en contra del tema, pero es que ya hay. Y tienes que andar por caminos no trillados.