Jorge Tamames: “La regresión democrática es un fenómeno real”
El politólogo Jorge Tamames publica «La brecha y los cauces. El momento populista en España y Estados Unidos»
Texto: David VALIENTE
Jorge Tamames es un joven politólogo con un portfolio impresionante: graduado en relaciones internacionales, ahora cursa su doctorado en University College Dublin, mientras funge de investigador en el Real Instituto Elcano, publica en diversos medios de comunicación especializados y de masas y ahora ha dado el salto al mundo editorial con La brecha y los cauces. El momento populista en España y Estados Unidos (editorial Lengua de Trapo), en el que analiza los movimientos populistas de izquierda surgidos en los últimos años en los dos sistemas políticos tan contrarios. Precisamente, por su formación y su experiencia vital es una de las personas más autorizadas para hablar sobre la cuestión del populismo: “Mientras vivía en ellos, vi cómo surgían los movimientos populistas de izquierda”, comenta Jorge. Dos países con trasfondos muy diferentes, pues “Estados Unidos es un gran país con su propia política monetaria y una mayor impronta a nivel mundial, a diferencia de España, una potencia media”. En los dos países han aparecido fuerzas populistas de izquierda que el autor ha pretendido entender “desde otra perspectiva y explicar cuál es el hilo conductor que ha alentado estas dinámicas”. Para esta labor, se ha apoyado en la economía-política y en autores de izquierda bien conocidos como Karl Polanyi. Otra de sus pretensiones es demostrar que, bien llevado, el populismo de izquierda puede ser un gran aliado para recuperar la seguridad económica y, en cierto modo, política que el neoliberalismo nos comenzó a arrebatar a principios de los años 70.
Usted se apoya en Yascha Mounk para afirmar que hubo una regresión democrática, ¿a qué se debe esta regresión?
En el libro soy crítico con parte del trabajo de Yascha Mounk, sin embargo, la regresión democrática es un fenómeno real sobre el que han escrito muchos politólogos, que asumieron en su momento la imposibilidad de un retroceso de las libertades y los derechos en democracias bien asentadas. Estados Unidos es un caso paradigmático del que no dispongo de la verdad absoluta, pero que intento comprender prestando atención a la economía, porque asumimos que estos cambios tienen relación con la pérdida de valores o con la polarización (definida de una manera vaga), cuando en realidad debemos centrarnos en causas concretas que siempre han afectado al devenir de las sociedades. Partiendo de esto, considero al orden neoliberal y a las dinámicas de mercado los alicientes que han movilizado a los populistas de todo signo. Porque, cuando la política presta una mayor atención a los mercados, en los ciudadanos surge una serie de inquietudes relacionadas con la desigualdad económica. La reacción no es solo de la izquierda, la derecha reaparece en el panorama social con reivindicaciones terruñistas. A título personal, no me convencen las propuestas de la derecha radical, pero debemos admitir que no todas estas exigencias responden a una mentalidad obsoleta, racista o errónea.
¿Cuál de los dos países es más propenso al populismo?
Es difícil responder a esa pregunta. Son dos países con profundas contradicciones. Por un lado, Estados Unidos no tiene una historia con un movimiento comunista fuerte, ni siquiera con partido socialdemócrata (aunque en cierto modo el Partido Demócrata se puede homologar a un partido europeo de centro-izquierda); en cambio encontramos una tradición populista potente que se remonta al siglo XIX, con esos movimientos de corte progresista y de carácter agrario que luchaban contra el patrón oro. A nivel institucional, EE.UU. es una democracia presidencialista con un sistema de voto hipermayorista donde el Colegio Electoral, por ejemplo, produce graves distorsiones en el resultado final, pues fue este organismo el que quitó la victoria a Hillary Clinton y se la otorgó a Donald Trump. Por otro lado, España sí cuenta en su historia con una fuerte presencia de partidos de izquierdas y socialdemócratas, pero su sistema político es una democracia parlamentaria. Todo depende del punto de vista del cual quieras partir para hacer el análisis: si partes tomando como referencia los datos históricos, entonces Estados Unidos tiene una tradición que le hace más propenso al populismo, mientras que en España, tomando de referencia la política, la izquierda ha tenido mucho peso. En el libro intento desentrañarlo en base al transcurso de esos movimientos.
¿Qué peligros puede afrontar el populismo de izquierda?
El populismo agrega -y debe agregar- una serie de demandas o símbolos comunes, pero sin olvidar que las bases se nutren de una gran diversidad. Lo contrario es caer en dos tentaciones que a la vez son dos caminos estériles. La primera de esas tentaciones es el obrerismo; no todo se reduce a la lucha por el trabajo, y mucho menos a un trabajo industrial y manufacturero cada vez más residual. Hace décadas que el fordismo no es mayoritario. Perderse en estas demandas nos distrae de mejorar la vida de la gente, ya que hay muchos casos de políticas civiles con un alto componente material; (por ejemplo) la discriminación homosexual, ¿qué hay más material que te discriminen por tu condición sexual? La otra gran tentación es la hiperfragmentación, utilizada, además, en Estados Unidos contra Bernie Sanders, al que acusaban de hablar mucho de los trabajadores, pero de dejarse en el tintero cuestiones cruciales como el racismo. Bajo mi punto de vista, el populismo de izquierda ofrece un vehículo para navegar todas estas tensiones, el problema es que no ofrece una hoja de ruta clara, seguimos en la fase de ensayo y error.
¿Qué tendría que aprender la izquierda actual de Karl Polanyi?
Los políticos de todo signo, no solo de izquierda, tienen que aprender de Polanyi. Sus enseñanzas traspasan los límites de la economía y se enfocan en lo antropológico, en cómo los seres humanos acumulamos frustraciones cuando los mercados comienzan a mercantilizar nuestra vida, a poner un precio a nuestra salud o a no permitirnos adquirir una vivienda digna. En el libro defiendo que algunas frustraciones pueden reconducir la situación. La crisis de la Covid-19 ha dejado patente que los mercados deben ser regulados por los Estados para que una serie de criterios sociales no se desvanezca.
Podemos argumentar que la crisis del 2008 tuvo su origen en el sistema económico actual, pero ¿y esta? ¿Podemos argumentar también que la crisis de la Covid-19, la crisis energética y de suministro son resultado del neoliberalismo?
Efectivamente, la crisis del 2008 fue en su totalidad consecuencia del modelo capitalista. Se originó en el corazón de las finanzas trasatlánticas, dentro de unos sectores que, así lo vendían, eran la punta de lanza de las economías más pujantes y también, esto olvidaron decirlo, el caldo de cultivo propio de una crisis económica. No obstante, es posible argumentar que la crisis actual es resultado del modelo económico neoliberal; estudios demostraron que cuando zonas de diversidad medioambiental son explotadas existe la posibilidad de contagiarse de virus a los que nuestro cuerpo, generalmente, no puede dar una respuesta inmunológica. Y eso es lo que sucedió: se explotaron indebidamente esas regiones. Respecto a la escasez de productos, estamos sufriendo las tiranteces propias del actual sistema económico, que externalizó cadenas de producción innecesarias. El caso más paradigmático, sin duda, es el de las mascarillas aunque en otros sectores de gran importancia para la economía (como la fabricación de chips) también se ha producido. Ahora bien, en una crisis sanitaria el énfasis se pone en la capacidad de los Estados no solo como garantes de la seguridad colectiva, sino también como encargados del buen funcionamiento de la sanidad pública. Nuestro país ha seguido criterios socialistas a la hora de suministrar la vacuna, no ha importado la cantidad de ingresos de las personas, todos han accedido a ella en el orden estipulado. Creo que el proceso de vacunación avala a los Estados para que recuperen cierta centralidad en la gestión económica, lo que no quiere decir que se deba terminar con el sistema capitalista. Tampoco caigamos en la santificación de los Estados porque no siempre muestran su lado más amable y democrático a la sociedad; crisis como las que vivimos ahora también pueden ser terribles para las libertades personales.
¿Qué diferencia destacable observa entre el neoliberalismo estadounidense y el español?
En el libro distingo dos tipos de neoliberalismos: uno de ellos es el compensatorio, aquel que ofrece salidas a los individuos afectados por la reconversión económica: un joven español de los años 90 y de principios de este siglo que no quisiera estudiar podía incorporarse a la burbuja inmobiliaria y ganar algo de dinero. En cambio, en Estados Unidos, se priorizó un neoliberalismo disciplinario, es decir, si no encajas en el sistema tu actividad será criminalizada. Por este motivo, tantos jóvenes afroamericanos con poca formación acaban en la cárcel, aunque también influyen una serie de sesgos y cuestiones raciales que alientan la criminalización. Creo que deberíamos superar el neoliberalismo, pero sin antes detectar estos matices, el análisis nos servirá de poco.
¿Pero en España, desde la muerte de Franco, la ruta económica no la ha marcado Alemania?
El neoliberalismo llegó a España durante el gobierno del PSOE en los años 80. Sus economistas estuvieron muy influenciados por el modelo socio-económico alemán, que supo capear el temporal producido por la crisis del 73; creen que pueden extrapolar muchos elementos de ese sistema. El PSOE hizo una reconversión industrial bastante dura, a la vez que establecía las bases de nuestro Estado de Bienestar, que no es el más generoso del mundo, pero dispone de nichos que funcionan bien. Dicho esto, no quiero romantizar los años 80 y 90, una etapa bastante turbulenta. Pero llegamos al 2008, la fatídica crisis. Desde Alemania y el norte de Europa se adopta una línea dura con la que se busca una consolidación fiscal rápida y pagar las deudas contraídas para rescatar a la banca lo antes posible, lo que tuvo repercusiones desastrosas en la recuperación económica. Es cierto que las élites económicas alemanas han realizado prescripciones económicas equivocadas, pero no compro el discurso de que seamos una colonia alemana. La Unión Europea no es, como a veces critica la izquierda euroescéptica, un instrumento creado al calor del neoliberalismo, sino que, al igual que nuestros Estados, ha ido evolucionando hasta convertirse en una institución que apoya ese entramado.
Usted habla de los partidos carteles, ¿han sido vitales para el desarrollo del populismo?
Durante la época dorada del keynesianismo (en España no se vivió porque estaba Franco en el poder) los Estados competían entre ellos por mostrar cuál hacia un reparto más equitativo de los bienes públicos. La economía crecía, la redistribución económica era más ambiciosa y se popularizó la idea de proveer de manera más generosa a los grupos de votantes movilizados a través de actores de la sociedad civil que dotaban a la sociedad de una mayor vertebración. Un ejemplo de ello eran las vinculaciones de los partidos de centro-izquierda con los sindicatos o los demócratas-cristianos y el movimiento vecinal. Llega el neoliberalismo y los partidos políticos se desconectan de la sociedad; los partidos de centro-izquierda se separan de los sindicatos, en ocasiones incluso se enfrentan, dejan de ser mediadores entre políticos y ciudadanos, abriendo el camino a nuevas formas de socialización política como son la televisión y las redes sociales, donde priman los zascas y los minutos de oro de candidatos hipermediatizados. La política se rige por asesores de comunicación que se han puesto de acuerdo para evitar una serie de temas a nivel macroeconómico. El sistema “funciona” hasta que se presenta una crisis como la del 2008 que, ante la incapacidad de una respuesta de los partidos tradicionales, ha generado una ventana de oportunidad a nuevos partidos. Lo que estamos viendo es que estos nuevos partidos tampoco han superado la fase de los partidos carteles porque han hecho una fuerte apuesta mediática, pero muy etérea en cuanto a la estructuración social.
Hay opiniones diversas respecto a si el 15-M favoreció a la sociedad o simplemente fue papel mojado, ¿qué significado tiene para usted?
Seguramente mi opinión es algo sesgada. Cuando aconteció el 15M yo era un estudiante y participé activamente en el movimiento. El 15M enlaza con las ideas de Polanyi: un montón de gente que de manera espontánea sale a las calles, sin recurrir a un discurso conspiranoico, apelando al progresismo y con eslóganes tan directos como “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Bajo mi punto de vista, fue un movimiento positivo; obviamente no era perfecto, sobre todo porque faltó el apoyo de la gente trabajadora. Los demandantes, en su mayoría, pertenecían a una clase media descontenta con un sistema que truncaba sus aspiraciones de movilidad social. De todas formas, no debemos de estar sorprendidos, si algo han conseguido en estos años las políticas neoliberales es despolitizar a la clase trabajadora. Ciertamente no cumplió todas las expectativas, pero el movimiento, creo yo, se caracterizó por su potencial y su balance positivo. ¿Qué más podemos esperar de un movimiento espontáneo? Creo que calificarlo de acierto o error no tiene mucho sentido.
Del 15M surge Podemos, partido que tuvo un ascenso meteórico dentro del tablero político nacional, ¿el ocaso de la formación morada tiene relación con la caída de Pablo Iglesias?
Más que con la figura de Pablo Iglesias, el ocaso se vincula a la estrategia adoptada en el primer congreso de Vistalegre, donde se focalizó el liderazgo en el grupo inicial (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero) y en la hipermediatización. Hecho este plan, no se formula un plan B, lo que marcó el ocaso en 2016, cuando debieron cambiar de rumbo, pero ni se plantearon la posibilidad de hacerlo. Las dos facciones (la de Iglesias, por un lado, y la de Errejón, por otro) insisten en que el problema es el discurso del otro. No obstante, ninguno ha planteado un cambio de estrategia que les lleve a una mayor organización.
Algo contrario a lo que ocurre con Sanders: tiene una buena base organizada, pero le falta un discurso más potente. Dicho de una manera esquemática, esa es la distinción que planteo en el libro. Sanders apuesta por la organización de base, a diferencia de Podemos que cede su potencial a un discurso antagonista. Al final no existen fórmulas ganadoras, pero estos dos aspectos, organización y discurso, nunca los debes descuidar, sobre todo en las democracias occidentales donde dar la vuelta al tablero político de la noche a la mañana es una tarea muy ambiciosa y difícil de cumplir.
Sin embargo, da la sensación, al menos a nivel político, que las iniciativas de Sanders han aguantado mejor la prueba del tiempo…
En parte estoy de acuerdo con usted, sin embargo todo lo que ocurre en Estados Unidos se magnifica, ya que aún es la potencia económica y debido a esto sus políticos son unas superestrellas mundiales. Particularmente es curioso el caso de Alexandria Ocasio-Cortez, una congresista muy hábil con las redes sociales y con un discurso muy bien articulado; pero creo que prima que en Estados Unidos todo adquiere dimensiones diferentes.
Al final del ensayo dice: “Los populistas de izquierda deben acercarse al centro con cautela para evitar la cooptación”, ¿no está ocurriendo ahora mismo la cooptación de la izquierda?
Desde luego esta dinámica se está produciendo en los dos países. Tanto Sanders como Podemos apoyan a partidos de centro-izquierda con el fin de que se replantee la socialdemocracia hacia postulados anteriores a los de la crisis del 73. En el pasado, yo era partidario de una coalición de PSOE- Podemos, pero se ha producido justo cuando la trayectoria del partido morado es descendente. Ahora mismo el PSOE no se ve amenazado por las demandas planteadas desde la izquierda. A ver si la reconfiguración del espacio político y la candidatura de Yolanda Díaz se traducen en cambios.
Usted dice, en las últimas páginas del ensayo, que la pandemia nos ha demostrado más que nunca que tenemos que abandonar el neoliberalismo. Sin embargo, en Madrid ha triunfado de goleada Isabel Díaz Ayuso y su bar de abajo.
No sé si lo sucedido en Madrid se puede extrapolar a toda España. El modelo de crecimiento desarrollado por el PP en la capital, que combina una baja fiscalidad con una apuesta por el sector inmobiliario, es difícil de implementar en el resto de comunidades. De todos modos, a nivel más general, el Estado puede intervenir en cuestiones económicas y a su vez la sociedad tender hacia el conservadurismo. Por esta razón, en el libro, destaco la importancia de las formas de intervención del Estado: cerrar las fronteras de un país también se entiende como un acto de protección estatal. Aquí la clave es definir qué tipo de protecciones quieres implementar, hacia quién van dirigidas y frente a qué.