Jonathan Lethem, nuestro hombre en el desierto

Con cinco años de retraso, fruto de los cambios de programa a que obligó la pandemia, nos llega la ya antepenúltima novela de Jonathan Lethem, «El Detective Salvaje» (Random House).

Texto:  Milo J. KRMPOTIC

 

El Detective Salvaje es un título que invita a acudir a modo de prólogo al editor Albert Puigdueta. Si en inglés no existe parentesco alguno (The Feral Detective, mientras que la novela de Bolaño se tradujo como The Savage Detectives), ¿por qué no se ha intentado evitarlo en español? “Barajamos muchos títulos y no nos convencía ninguna de las otras posibilidades. Nos parecía que este es el que le hacía más justicia a la novela y el que sonaba más atractivo. Y priorizamos esto. Nos pareció que Jonathan Lethem tiene suficiente entidad como escritor como para que su novela pueda tener un título como El Detective Salvaje”.

Toda vez solucionada la duda (gracias, Albert), procedemos a encontrarnos con Lethem en su despacho californiano, sentado frente a la pared blanca en la que suele colgar las fotos del pasado con las que se induce sus trances creativos. De hecho, acaba de retirar las imágenes que han acompañado la redacción de la inminente Brooklyn Crime Novel, así que Librújula ocupa, simbólicamente, la totalidad de esa pared.

He disfrutado enormemente con El detective salvaje. Por varios motivos, y uno de ellos es su carácter de puente hacia tu propio pasado. O hacia algunos de tus pasados. Ante todo, la relación entre Phoebe, el detective Heist y el desierto me parece un eco adulto de la que mantenían Pella, Efram y el planeta Marte en Paisaje con muchacha, y aquí la sombra de Centauros del desierto parece ser incluso más fuerte. Así que supongo que la pregunta es: ¿qué sentiste que tenías que añadir acerca de esos personajes veinticinco años después?

Déjame que te sugiera ir incluso más allá de Paisaje con muchacha, retrocede hasta Amnesia Moon [inédita en España], donde vuelve a haber un grupo parecido de personajes que ocupan el espacio de un viaje por las carreteras del Oeste de Estados Unidos. El hombre llamado Chaos es otro viajero tranquilo y silencioso, y le acompaña una niña marimacho cubierta de pieles. La cuestión de por qué repito ese esquema es, por supuesto, más difícil de responder. Supongo que llevo a cabo una investigación personal sobre la imagen de una familia hecha a retazos, cuyos miembros improvisan sus relaciones en la atmósfera de una huida. Esa imagen parece surgir de algún tipo de Western, o bien con mujeres o con chicas, como Valor de ley, de Charles Portis, o un libro reciente de Robin McClean titulado Pity the Beast que es una obra maestra. La verdad es que no soy el origen ni el dueño de esos arquetipos numinosos, sino apenas su humilde servidor.

Luego está la figura del detective. Que, por supuesto, guarda relación con Gun, With Occasional Music, pero también con Huérfanos de Brooklyn. ¿Por qué decidiste retomar ese género? Y, sobre todo, ¿escogiste a Phoebe como narradora para alejarte un poco de él y no caer en la típica voz marlowesca en primera persona?

Muy poca gente ha reparado en esa gran innovación sencilla (y tonta) que intenté introducir en la historia de la novela de detectives hard-boiled. El relato siempre comienza con una mujer que entra en el despacho del detective, pero ¿cuándo seguimos a la mujer al salir del lugar en vez de quedarnos en él? No se me ocurrió ningún ejemplo. No voy a reclamar que se trate de una intervención profundamente feminista, pero me pareció que valía la pena buscar ese otro punto de vista.

Has situado la acción en el período de transición entre las administraciones Obama y Trump. Y este último es una presencia constante en el ánimo desesperado de Phoebe. ¿Cuánto hay de ti en ella y cómo ves el futuro inmediato de la política norteamericana?

Se trata de un residuo del desastre que acabó con mi plan de escritura. Iba a comenzar una historia bastante atemporal sobre una mujer y un detective, y la idea era hacerlo en diciembre de 2016, en lo que asumía serían los primeros días de la era Hillary Clinton (para mejor o para peor, no es que sea fan). Pero en su lugar cayó ese rayo de avaricia y mediocridad. Mi plan de escritura me pareció tan inútil como todo lo demás. Así que situé el libro en el presente inmediato, como gesto personal para sobrellevar la situación. Quizá, metiendo a Trump en el libro, podría fingir que no era más que una invención de mi mente… La verdad es que no funcionó, pero al menos no dejé de escribir.

¿Tiene Phoebe algún parentesco con los personajes de Los jardines de la disidencia, que quizá sea tu novela más política hasta la fecha?

Aquí voy a discrepar contigo. Más que una “novela política”, Los jardines de la disidencia es una novela histórica sobre unos personajes que se definen por su compromiso político. Si acaso, Chronic City es más política de verdad, puesto que representa un esfuerzo por cuestionar el statu quo del momento en que se escribió y protestar contra él. En otro sentido, por supuesto, todas mis novelas son políticas. ¿Cómo podrían dejar de existir en un espacio político, que es lo que hace siempre el arte?

El libro se publicó originalmente en 2018, tres años antes del ataque al Capitolio, pero el personaje de Solitary Love es la viva imagen del chamán de QAnon con los cuernos de bisonte. Cuando lo viste en las noticias, ¿te estremeciste al constatar que la vida imitaba tu arte?

Vaya que sí. Pero hay muchas figuras de ese tipo dando vueltas por ahí fuera. La verdad es que no hacía falta ningún modelo en particular que me autorizara para presentar los míos.

El desierto de este libro no es un vacío. No actúa como cámara de resonancia para la angustia de los personajes, al menos en primera instancia. Es, sorprendentemente, un escondite, el hogar de algunas tribus sociales, el lugar al que van a morir los dinosaurios (y las atracciones de feria). Es un símbolo de libertad, aunque esté un tanto oxidado. ¿Qué te atrajo de él?

Es la tercera vez que he escrito sobre el desierto del oeste. En la primera, con Amnesia Moon, solo lo había atravesado con rapidez, haciendo autostop, y me sirvió más como un vacío simbólico, una tabula rasa. La segunda vez, en Paisaje con muchacha, aunque me lo llevé a Marte, trabajé en realidad con el desierto tal y como aparece en las películas de John Ford, el de Monument Valley. Aunque ya había viajado por ese espacio alguna vez, seguía tratándose de un espacio alegórico, lleno de símbolos pétreos que se venían abajo. Pero El Detective Salvaje es resultado de un período de encuentro real con la actualidad viva de un desierto que he llegado a conocer, y amar, durante la última década. Mi cuadrante particular hoy en día es la parte occidental del desierto del Mojave, los pueblos de Joshua Tree y Yucca Valley y Landers, que aparecen aquí. Se trata de un espacio lleno de realidades humanas y animales, no tiene nada de vacío. Si se lo permites, tiene el poder de prestar humildad a la psique humana.

Hacia el final de la novela pareces encontrar un punto en común con los despojos trumpistas del desierto: ellos también están a punto de convertirse en víctimas de la gentrificación. ¿Es ese el mal definitivo? ¿Primero se quedaron con Brooklyn, como en La Fortaleza de la Soledad, y luego con todo lo demás, incluyendo el Mojave?

Sí, de hecho, la gentrificación del desierto está teniendo lugar de manera alocada ahora mismo, mientras hablamos. La pandemia no ha hecho más que acelerarla: es el resultado de que la gente de dinero intente huir de la ciudad.

Hablando de música, ¿cómo surgió y qué tal fue la experiencia de coescribir seis canciones con Lee Ranaldo, de Sonic Youth?

Fue pura suerte. Lee y yo tenemos amigos comunes, con varios puntos de conexión, y nos pusimos a hablar durante un Bar Mitzvah. Por supuesto, coincidimos en muchos ecos culturales de la vida neoyorquina de los 1970 y 80. A estas alturas, ya he colaborado con algunas docenas de músicos, en un proceso que adoro por su capacidad para cogerme por sorpresa. No ha habido dos casos iguales.

Como fan de La Guerra de las Galaxias, ¿has sentido interés por alguna de las nuevas producciones de la Disney, tanto en cine como en televisión?

No.

De acuerdo, tu Star Wars pertenece al pasado. Pero hay episodios de nostalgia en tus libros, una clara sensación de Paraíso Perdido que coincide bastante con el período entre los estrenos de La Guerra de las Galaxias y El Imperio contraataca. Así que reformulo la pregunta: ¿sigue habiendo algo de la trilogía original, un recuerdo, una imagen, que tenga sentido para ti?

Por algún motivo, Star Wars me ha vuelto inmune a lo que sentí en su día por ella. Quizá sea el típico caso del síndrome en que no puedes echar de menos aquello que no ha desaparecido. A estas alturas, el carácter casi inevitable de su imaginario e iconografía me resulta molesto, y ha anulado por completo el encanto de las primeras dos películas. Siento el mismo agotamiento respecto a todo lo relacionado con la Marvel. Pero no pasa nada… ¡les va bastante bien sin mí! Y he descubierto que mis obsesiones de infancia y adolescencia son un pozo sin fondo en el que puedo perderme con bastante facilidad, incluso sin esas dos piedras angulares.