John Barton: “La Biblia es una obra escrita por seres humanos con un gran valor intelectual y espiritual”

El sacerdote y académico John Barton, publica «Historia de la Biblia. La historia del libro más influyente del mundo» (Ático de los Libros).

 

 

Texto: David Valiente

 

El cristianismo es la religión que más fieles reúne en el mundo, con unas cifras comprendidas entre los 2.300 y 2.500 millones de creyentes, y su libro sagrado es el más vendido y leído (no siempre en ese orden), según los rankings. Pero su estudio a veces no satisface el entendimiento humano. De hecho, a lo largo de la historia, la variedad de interpretaciones de la Biblia ha provocado encarnizadas disputas dialécticas y enfrentamientos armados entre creyentes que consideraban que su manera de interpretar los textos, de practicar los ritos y de vivir la fe era más correcta que la de los otros y, por lo tanto, su superioridad litúrgica y moral los convertía en los verdaderos defensores de la ortodoxia.

Gracias a Dios, la violencia religiosa entre cristianos pertenece al pasado, al menos abiertamente y en Occidente, ya que en Etiopía, por ejemplo, siguiendo la corriente de tensiones y violencia de la guerra civil, la comunidad ortodoxa y protestante anda a palos, no solo por cuestiones étnicas, socioeconómicas o geopolíticas, sino también religiosas. Por esta razón, y para evitar que las disputas se conviertan en una excusa para hacer correr la sangre, no está de más que creyentes, como el sacerdote y académico John Barton, reconstruyan la parte humana e histórica del proceso de conformación de las sagradas escrituras. Historia de la Biblia. La historia del libro más influyente del mundo es un ejercicio de fe en el intelecto y una demostración de erudición sin complejos, porque “en ningún momento mis conocimientos históricos de las sagradas escrituras y mi visión crítica han hecho tambalear mis creencias”. Su fe “no solo depende de lo que diga la Biblia, sino también de los argumentos que exponen otras fuentes vinculadas a la cristiandad”, dice con una gran serenidad en su rostro y sus palabras John Barton a través de la pantalla del ordenador. “La mayoría de los cristianos tenemos una visión más ‘liberal’ y reconocemos que Dios no escribió la Biblia directamente; decimos que es una obra inspirada sobre la que se cimientan los pilares de una civilización y una de las fuentes fundamentales para la creencia de millones de cristianos y judíos”.

¿Cómo fue el proceso de conformación de la Biblia?

Complejo y marcado por la tradición y la acción intelectual del ser humano. En la Biblioteca Británica de Londres se encuentra la  mayor parte del Códice Sinaítico, donde se recopilan todos los libros presentes en la Biblia y otros que orbitaron alrededor de ella, pero que finalmente no se llegaron a incorporar a la versión definitiva. Además de mostrarnos el proceso de integración de los textos bíblicos, muestra que algunos fueron más disputados que otros, aunque son muy pocos los que fueron definitivamente descartados. Por supuesto, los libros escogidos no fueron canonizados sin ninguna razón, todos pertenecen a la tradición cristiana, un requisito indispensable.

 

Imagino que los libros que quedaron fuera del canon tienen un gran valor tanto teológico como histórico.

Algunos protestantes tienden a pensar que la Biblia fue compilada antes que el cristianismo. Sin embargo, no fue así. Los fundamentos de la fe cristiana fueron puestos sobre el papel tiempo después. San Pablo no disponía del apoyo textual del Nuevo Testamento cuando predicaba a los primeros cristianos sobre su iglesia, y menos aún podía depender de las Cartas que hoy llevan su mismo nombre. Es cierto que en esa época el Antiguo Testamento ya estaba consolidado;  pero el ideario cristiano, ese que establecía las bases de la nueva fe, aún estaba por escribirse.

 

¿Sin ese significado dogmático para millones de creyentes, la Biblia tendría el suficiente valor literario para ser considerada una de las obras más importantes de todos los tiempos?

En el siglo pasado, algunos académicos empezaron a interesarse por la Biblia no solo por su valor teológico, sino también porque descubrieron que la mayoría de los textos tenían un gran valor literario y desde luego son dignos de leerse aunque no se practique ninguna creencia. (Esto no quita que haya libros que solo sean conocidos por haber sido incluidos en el canon). Del mismo modo que los poemas de Homero y las tragedias griegas cuentan con un peso intelectual sobresaliente, la Biblia también profundiza en cuestiones humanas con rigurosidad y altas dosis de erudición.

 

La Biblia aspira a la intemporalidad, aunque, como usted bien especifica en su Historia de la Biblia, su escritura se produjo en contextos determinados del pasado. ¿De qué forma los lectores deben manejar el contraste que produce las aspiraciones del libro y la realidad textual?

Los lectores deben tener en mente que la Biblia es una obra escrita por seres humanos con un gran valor intelectual y espiritual para judíos y cristianos de multitud de generaciones. Se podría establecer un paralelismo entre la obra de William Shakespeare y la Biblia. Las obras de Shakespeare no son perfectas, pero tuvieron un gran significado cuando se estrenaron, al igual que lo tienen hoy en día. Sin embargo, a lo largo de los siglos hemos convivido con sus obras y pensamos que las conocemos en profundidad, pero constantemente plantean preguntas novedosas. Lo mismo ocurre con la Biblia: el valor original se va actualizando con el transcurrir de las generaciones.

 

¿Cuáles son esas preguntas y esas respuestas?

Además de las respuestas históricas (de dónde viene la fe cristiana y judía, cómo era el estilo de vida en tiempos pretéritos…), desde la perspectiva del lector crítico, plantea cuestiones tan significativas como el sentido de la vida con un enfoque muy particular que no se encuentra en otros libros. El libro de Job (Antiguo Testamento)  habla sobre el sufrimiento humano y la forma correcta de responder ante él. En este sentido, las obras de Esquilo son análogas y es posible  que se hayan influido mutuamente.

 

¿En qué situación se encuentran los estudios sobre la Biblia en la actualidad?

Los académicos ponen el foco en las cuestiones históricas, no verás a muchos estudiando la inspiración divina, salvo que pertenezca a un departamento o grupo especializado en el análisis completo de la Biblia. Parece haber una desconexión entre los intereses intelectuales de los académicos y los teólogos sistemáticos. Se ha producido una suerte de brecha entre quienes extraen exclusivamente el relato histórico y quienes estudian las enseñanzas sin tener en cuenta el contexto histórico. De todos modos, lo que acabo de explicar también se aplica a los estudios de otros libros de la historia universal. Los especialistas se centran en aspectos muy concretos del texto y que suelen estar relacionados con su ámbito de estudio particular.

 

¿Cree que hay algún libro de la Biblia que haya sido poco valorado?

Me gusta estudiar mucho los libros de los Profetas, un libro que por lo general los fieles no conocen. El otro día estuve en misa y se leyó el libro de Amós, donde se exponen los motivos que llevaron a Dios a destruir a su propio pueblo. Los cristianos no han mostrado un especial interés por este texto, ya que consideran que tiene una visión radical; y dudo mucho que los allí presentes se hubieran interesado antes por Amós. Sin embargo, en este libro, se encuentra el origen de lo que se conoce como teología crítica.

 

Siempre me he preguntado cómo hubieran sido los debates escolásticos, si los disputantes hubieran leído los textos originales.

La mayoría de las personas que leen la Biblia lo hace en traducciones. Ya en tiempos anteriores al nacimiento de Jesucristo, los judíos recurrían a traducciones en griego porque no conocían el hebreo. La traducción siempre va a estar condicionada por los pensamientos y los contextos del traductor, ya que en realidad implica una interpretación del texto. La traducción es un juego entre la lengua de origen y la receptora, por lo tanto, habrá elementos que no correspondan con el significado original. Cuando decimos que Jesucristo dijo algo, no podemos olvidar que la cita ha pasado por tres lenguas diferentes: el arameo, el griego y la lengua vernácula. Así que, al realizar una cita, transmitimos tres tradiciones diferentes que nos impiden comunicar el mensaje de una manera fidedigna, como lo hiciera Jesucristo. Este problema se presenta en cualquier libro que se quiera traducir a otro idioma.

 

Me gusta ver la Biblia como un libro de progreso.

Creo que la palabra más acertada para describir a la Biblia es ‘desarrollo’. En el Nuevo Testamento, Dios se presenta con apariencia muy humana, se le imagina como un hombre y hasta cierto punto esa es una parte de su naturaleza. Pero, en el Génesis, Dios crea el Jardín del Edén; la jardinería es un trabajo muy humano. El Dios del Antiguo Testamento puede asumir una apariencia humana en ciertos propósitos y en ciertas circunstancias. Es verdad que alcanza su máxima condición humana en el Nuevo Testamento, aunque no creo que sea correcto reducir su imagen a la de un hombre que camina entre otros hombres. Asimismo, en la Biblia se discuten cuestiones de nivel político y social, como en el libro Profetas, donde se habla de tratar con igualdad a las personas, idea que continúa en el Nuevo Testamento. En cierto modo, el desarrollo entre uno y otro no es tan radical, ya en el Antiguo Testamento se encuentran ideas muy innovadoras, que se enfatizan en el siguiente libro, como nos muestra Lucas y su vehemencia a la hora de mostrar que Dios cuida de los pobres y, por lo tanto, es el deber de un cristiano imitar las prácticas del creador. Por supuesto, acepto la idea de que la Biblia es un libro que versa sobre el progreso y el desarrollo, pero me preocupa que las personas puedan realizar comparaciones en cierto modo confusas.

 

¿Por ejemplo?

Parece una simplificación excesiva asegurar que el Dios del Antiguo Testamento es vengativo, mientras que el del Nuevo es puro amor y gozo. En la iglesia primitiva esta visión se consideraba herética. De hecho, había fieles que proponían dejar de lado el Antiguo Testamento porque consideraban que era un pozo de venganzas. Sin embargo, la iglesia integró las enseñanzas del Antiguo Testamento en la liturgia para demostrar que las profecías se cumplían en la figura de Jesucristo. En muchos pasajes del Antiguo Testamento se habla del amor de Dios hacia su pueblo y en otros tanto del Nuevo Testamento se hacen referencias al juicio divino. Este tipo de contrastes provocan que el judaísmo se vea como una religión atrasada y a los judíos como fieles preocupados únicamente en la venganza. Hoy en día, ante las profecías de destrucción de territorios recogidas en el texto, los fieles hacen una interpretación alegórica y no literal. Una interpretación literal chocaría con la manera de ver el mundo en nuestro tiempo. Como he dicho antes con el cristianismo, las fuentes del judaísmo son diversas, no podemos identificar estrictamente la religión con un único libro.