Jin Yong, el genio de la literatura china de fantasía y artes marciales
En este 2024, cuando se cumplen cien años de su nacimiento, las novelas de Jin Yong siguen atrapando a millones de lectores por toda Asia. La revista «Time» considera “El nacimiento de un héroe” el mejor libro de fantasía y ficción histórica de todos los tiempos. Se acaba de publicar en castellano su continuación, “El lazo roto” (Salamandra).
Texto: David Valiente
Louis Cha Liang-yung nació en la ciudad de Hangzhou, en el este de la China continental, un año antes de que se produjera el levantamiento popular antiimperialista conocido por el nombre de Movimiento del 30 de mayo (1925). Escogió el seudónimo de Jin Yong para firmar sus artículos periodísticos y sus novelas de artes marciales. Su padre, Cha Shuqing, fue director de un instituto y un pedagogo comprometido con la modernización de la enseñanza, asiduo a los círculos de intelectuales y respetado por su afán incansable por promover actividades culturales relacionadas con las bellas letras.
Ese ambiente acomodado y erudito caló en el alma del joven Louis Cha. A la edad de 24 años, y tras licenciarse en derecho en la Universidad de Suzhou de Shanghái, se mudó a Hong Kong en busca de las oportunidades necesarias para hacerse un nombre en el oficio de periodista, ya que la China continental continuaba sumida en una guerra civil que enfrentaba a los comunistas con los nacionalistas. Un año más tarde, en 1949, se produjo la victoria de Mao Zedong, un duro golpe para los millones de chinos que tuvieron que huir mayoritariamente a Hong Kong y Taiwán, y también para otros tantos que no pudieron cruzar la frontera. Según cuentan, el comunismo arrebató la vida a sus padres: miembros del Partido asesinaron a Cha Shuqing en el contexto de la Reforma Agraria y la Campaña de los Tres Anti. De su madre, Lu Xu, no hay suficiente información para determinar cuál fue su destino. Las lágrimas que corrieron por sus mejillas no terminaron de expresar la rabia que bullía en su interior. Así que, combinándolas con su vasto bagaje cultural, herencia de sus progenitores, logró catalizar sus energías literarias en el renacimiento del género wuxia que, debido a la inestabilidad del país y la fuerte censura política, estaba encorsetado en los estereotipos característicos de los personajes que hacían de villanos o de héroes y en argumentos planos o faltos de gracia. Jin Yong empleó un lenguaje alegórico en sus novelas para apelar a un ideal de justicia y orden que se había quebrado en China, dejando miles de víctimas del Terror Rojo, entre las que se encontraban sus progenitores.
Anticomunista, hasta cierto punto
El autor siguió de cerca la actualidad de su tierra natal y los cambios que experimentó a lo largo del siglo XX y principios del XXI. Por supuesto, su opinión política iba de la mano de las transformaciones del gigante asiático. De hecho, en los simposios que reúnen a especialistas de la obra de Jin Yong para analizar sus componentes literarios se hace hincapié en la evolución ideológica del autor, que no se caracterizó por ser explícita y mucho menos uniforme.
Jin Yong, pese a la desaparición de sus padres, acabó reconciliándose con el Partido Comunista y quien firma este artículo aventura que la experiencia singapurense le ayudó a dar ese paso. Entre 1959 y 1963, el autor se estableció en la ciudad-estado regida por Lee Kuan Yew. Lee era el prototipo de gobernante asiático de los años de Guerra Fría: duro con su pueblo y excesivamente permisivo en sus políticas económicas. Aunque la censura desempeñaba una actividad frenética, Jin Yong encontró el oasis de paz que le permitió dar rienda suelta a su imaginación novelística, sin tener que preocuparse por las amenazas de muerte que recibía en Hong Kong de parte de grupos de extrema izquierda en desacuerdo con sus opiniones.
El comunismo no había tenido suficiente con arrebatarle a su familia, suponemos que pensaría el autor mientras observaba las pretensiones de Mao Zedong de construir un nuevo modelo nacional sobre los escombros de la cultura, la tradición y la historia de China. Jin Yong pudo pasar por alto la falta de libertades políticas (era un hombre de su época con otras preocupaciones), pero lo que nunca toleró fue que la dignidad ancestral de su tierra fuera mancillada. Por eso, después de que Deng Xiaoping asumiera el timón del junco continental, estableciera un sistema socioeconómico con claras semejanzas con la Singapur de Lee Kuan Yew y renunciara al empeño de su antecesor de hacer tabula rasa con el pasado, Jin Yong tenía pocos motivos para posponer su regreso oficial a China.
De hecho, mantuvo estrechas amistades con miembros del Partido Comunista. La relación más destacada la mantuvo con Deng Xiaoping, un gran admirador de su obra literaria. El nuevo inquilino de Zhongnanhai, en el proceso de apertura y especialmente tras los terribles sucesos de Tiananmén, emprendió una diplomacia blanda que trataba de mostrar al concierto de naciones que China era un socio fiable y amigo. Esa labor se fundamentó en la divulgación de la historia y la cultura del país. Y ¿quién mejor para conseguir el éxito que el autor que encandilaba a Hong Kong entero con sus novelas históricas, fantásticas y plagadas de motivos culturales chinos?
Sin jianghu no hay wuxia
En 1954, el maestro Chei Kefu y el maestro Wu Gongu se reunieron en Macao para mostrar al mundo sus habilidades marciales. Ese duelo reavivó el interés por las artes marciales y las novelas de guerreros que emplean las habilidades de sus manos y pies para defenderse de cualquier ataque. Ese mismo año, Liang Yusheng, pseudónimo de Chen Wentong, compañero de trabajo de Jin Yong en la edición nocturna del periódico Ta kiung Pao, publicó El dragón y el tigre toman el puente, la novela que prepararía el mundo editorial para la revolución literaria liderada por Jin Yong.
Entre 1955 y 1956, en el diario New Evening Post, la primera novela de Jin Yong vio la luz. Llevó por título El libro y la espada, y los lectores quedaron prendados de la capacidad del joven escritor de entrelazar la historia con la ficción sin parecer excesivamente rebuscado ni pedante. De este modo, a Jin Yong se le abrieron las puertas del Monte Kunlun, ya que había resucitado de la muerte cerebral al género chino por excelencia.
La palabra «wuxia» se compone de la raíz «wu», que viene a denotar una fuerte vinculación con lo marcial, la guerra y la batalla, y «xia», que se podría traducir como «caballero», aunque esta traducción pierde por el camino muchos matices del significado. Los xia se asemejan más a nuestros duelistas del Renacimiento, personas valientes y solitarias que no dudaban en usar la fuerza bruta para hacer prevalecer la justicia y dejar un recuerdo imperecedero en los cantares de los bardos. La diferencia más significativa es que no contaban con ningún tipo de restricción estamental o clase. Desde un vagabundo hasta un príncipe, cualquier persona con elevadas capacidades para la lucha cuerpo a cuerpo, altruista y con un sentido de la justicia y el deber superior al ordinario, podía convertirse en xia.
Un personaje así no siempre contaba con la aprobación social, y eso que las investigaciones demuestran que los valores que guiaban a los xia hallaban su raíz en las costumbres de la China popular. La soledad que alimentaba la búsqueda de la gloria personal de esos héroes contrasta con el compromiso familiar que tenían los individuos en un país donde tan solo la patria puede jalonar los límites del deber filial. No menos controvertido es el uso de la fuerza y las armas, aunque los fines para desenvainar la espada o romper narices estuvieran justificados. En China se valoraban más las capacidades intelectuales que el vigor de los músculos.
Asociado a este género novelístico, encontramos otro concepto difuso para el mermado léxico español: el de «jianghu». Jin Yong lo recuperó de un modo especial para los lectores de sus seriales. La traducción literal es «ríos y lagos», haciendo, en cierto modo, referencia a la rica orografía de China y a los tres ríos y los cinco lagos que definen el mapa físico del país. Pero esta no es la definición que más interesa para este artículo. Jianghu es la representación cultural de China desde todos los estratos sociales, con un especial hincapié en las clases más depauperadas. Jianghu hace referencia a un mundo paralelo y autónomo, el hábitat de los artistas marciales, los aventureros, bandoleros, vagabundos… todo personaje que se mueva con su propio código de honor y conducta en los márgenes dictados por la sociedad civil y lejos de la vista del Estado.
Repercusión internacional
Si atendemos a las estimaciones, Jin Yong ha vendido unos 300 millones de libros por toda Asia, de los cuales 100 se han vendido solo en China. Sin embargo, otras valoraciones, más o menos creíbles y que incluyen los ejemplares piratas, dan la friolera de 1000 millones. Tampoco es tan extraña esta cifra si tenemos en cuenta el volumen demográfico de la región y que la piratería de libros es muy común.
Las novelas de Jin Yong han sido adaptadas a la pequeña y a la gran pantalla, no solo en su país natal. Una ampliación del mapa más allá de los confines del mundo chino muestra que las adaptaciones de las novelas de Jin Yong gozan de una gran popularidad en Corea del Sur, Tailandia o Vietnam, por ejemplo. Su calidad literaria ha servido de inspiración, reconocida por ellos mismos, para escritores como el chino Ma Boyong, los surcoreanos Kim Tak-ham y Lee Yeongdo, y Yoshiki Tanaka y Kaoru Kurimoto, dos autores japoneses muy vendidos en su país.
Se sabe que un autor ha dejado su impronta imperecedera en la sociedad cuando sus personajes y ambientes se recrean en los videojuegos o se puede escuchar a las personas en los parques emplear expresiones de su obra en el habla cotidiana. Por ejemplo, cuando alguien quiere resaltar el patriotismo de otra persona, dice la siguiente frase extraída de Retorno de los héroes del cóndor: “El verdadero héroe lucha por el país y el pueblo”. También se puede destacar la sabiduría de una persona comparándola con el Gran Maestro Yi Deng, personaje de gran saber y dominio marcial que aparece en La leyenda del Héroe Cóndor y La pareja de los Cóndores Divinos.
No se puede negar lo evidente: ya sea a golpe de palabras o imágenes, en el mundo virtual o sobre las tablas de un escenario, Jin Yong ha conquistado Asia entera. En Occidente, la obra empieza a tomar los corazones y el interés de los lectores, pero aún es pronto para hablar de una conquista significativa. También es verdad que la primera traducción seria de la obra de Jin Yong no se produjo hasta el 2018, de la mano de Anna Holmwood, quien tradujo al inglés la primera parte de la serie La leyenda de los héroes del cóndor: El nacimiento de un héroe. En España, precisamente, la editorial Salamandra está traduciendo la obra desde la versión inglesa; el lector ya puede encontrar en las librerías los dos primeros volúmenes de la saga: El nacimiento de un héroe y El lazo roto, y quedar obnubilado con el valor de sus personajes, su sentido de la justicia y las tramas que entremezclan conflictos de Estado y romances.