Iván de Cristóbal: «Cuando nuestros antepasados querían recordar a sus difuntos compraban unas flores y los visitaban en el cementerio, hoy un algoritmo desde la nube decide por ellos»

El escritor, profesor y publicista Iván de Cristóbal publica la novela “Nos falta un muerto” (Alrevés).

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Texto: LP  Foto: Mes-Llum

 

Tras debutar en 2023 con la novela Sala de espera en la editorial Alrevés, Iván de Cristóbal regresa con una historia sobre el duelo y la tecnología que mantiene la huella digital de la persona al margen de que esté viva o no. ¿Quién no ha recibido fotografías del pasado? ¿Quién no ha recibido mensajes de aniversario desde una plataforma? En Nos falta un muerto (Alrevés), De Cristóbal plantea cómo se puede vivir la ausencia de la persona amada en un contexto tecnológico que nos la recuerda siempre.

 

El duelo es el eje central de la novela. ¿Qué te llevó a explorar ese proceso desde la perspectiva masculina, y además con una voz tan irónica y autocrítica como la de Bruno?

La historia de “nos falta un muerto” nació de una experiencia cercana, en concreto de la pérdida de una buena amiga mía que dejó tras de sí ese tipo de vacíos tan difíciles de llenar. Que se enfoque desde una perspectiva masculina puede ser por el hecho de que el hombre suele tener menos herramientas para enfrentarse a la soledad no deseada de la mujer, convirtiendo el proceso en algo mucho más complejo. En el caso de Bruno la ironía, y sobre todo el cinismo, son escudos que utiliza para defenderse de la fatalidad.

 

En la estructura del libro se reflejan las cinco fases del duelo de Kübler-Ross (negación, ira, negociación, depresión y aceptación). ¿Fue una decisión inicial construir la historia así, o surgió de manera natural mientras escribías?

Fue una decisión inicial que se fue consolidando mientras la búsqueda de Bruno transitaba por las mismas fases que las definidas por Kübler-Ross.

 

La relación entre Bruno y Sara se revela a través de dos voces que se alternan. ¿Cómo decidiste equilibrar esas dos miradas —la del que sobrevive y la del que ya no está— sin caer en sentimentalismo?

Una historia siempre gana en matices cuando es narrada a través de diferentes voces, y la historia de una pareja, todavía más. Al igual que el amor duradero se sostiene cuando cada uno pone al otro en un pedestal, el desamor es el resultado de una desconexión crónica entre ambos puntos de vista. La única manera de entender la relación entre Bruno y Sara es a través de ambos puntos de vista, a veces cargados de emoción, y otras de entrega, desconfianza o simple cotidianidad, como en cualquier pareja romántica.

 

A lo largo de la novela, el tono oscila entre la tragedia y el humor negro. ¿Qué papel crees que juega el humor cuando hablamos de la muerte y la pérdida?

Woody Allen nos decía que “la comedia es tragedia más tiempo”. A mí me gusta pensar que la diferencia entre drama y comedia se encuentra en la perspectiva del narrador, si ves a alguien tropezar te ríes, si eres tú el que se da contra el suelo, no tanto.

 

La tecnología —los mensajes, el móvil, la nube, los recuerdos digitales— tiene un papel inquietante. ¿Crees que hoy el duelo también pasa por lo digital, por los rastros que dejamos en redes y dispositivos?

Antes, cuando nuestros antepasados querían recordar a sus difuntos, compraban unas flores y los visitaban en el cementerio. Hoy un algoritmo desde la nube decide por ellos; un recordatorio de vuestro aniversario por gentileza de la tienda de flores online, ese collage de fotos juntos que te regala el iphone, su canción favorita recomendada en spotify. Recordatorios de una máquina más preocupada de nuestro histórico de consumo que de si seguimos vivos para consumir. La tecnología siempre nos lleva años de ventaja y estamos lejos de llegar a un acuerdo jurídico y social de cuándo y cómo desactivar los avatares que dejan atrás los que ya no están. Según el reciente estudio Are the dead taking over Facebook?, en 2100 las redes sociales serán un cementerio digital con más perfiles de gente muerta que viva, y un algoritmo que nos seguirá invitando a felicitarles su aniversario.

 

Sara parece una mujer llena de vida, incluso después de muerta, gracias a sus notas, sus mensajes y su voz. ¿Fue difícil construir un personaje tan presente en ausencia?

Sara es de esas personas con tanta presencia que, cuando se va, es incapaz de dejarnos del todo. Para quien escribe, Sara sigue viva, al igual que lo está para su marido, Bruno, que se pasa buena parte de la novela luchando contra esa maldita obligación de pasar página sin lograrlo en ningún momento. En definitiva, la novela va de ese dilema que enfrentan los que se quedan; si aferrarse al pasado o, por el contrario, dejarlo morir para darle una oportunidad al futuro.

 

¿Qué significa exactamente “Nos falta un muerto”? ¿A quién le falta?

“Nos falta un muerto” es la frase que le repite el editor de Bruno para convertirlo en novelista de éxito. “Sin un levantamiento de cadáver no tendrás tu bestseller”. Simboliza todo aquello que tenemos que sacrificar para alcanzar nuestros sueños.

 

La novela juega con el género: empieza como una historia íntima y acaba adquiriendo tintes de thriller psicológico. ¿Cómo encontraste ese equilibrio de géneros?

En mi opinión, los misterios que te atrapan son aquellos que parten de situaciones reconocibles, con las que puedas sentir empatía, en este caso, la pérdida de un compañero de vida. Una vez defines el punto de partida y colocas las piezas en el tablero, el thriller emerge de forma orgánica sin perder la parte humana que atesora la novela.

 

Si pudieras hablar con Bruno fuera del libro, ya en la fase de aceptación, ¿qué le dirías? ¿Y qué crees que él te diría a ti?

Le diría que esto no es algo que se pase, que esa sensación de vacío nunca le abandonará, que cuando pierdes a la persona con quien has compartido tus vivencias, lo que vivirás después valdrá la mitad. Que no se obsesione por salir del túnel, que acabará saliendo pero no como la persona que era antes de entrar.