Irene Vallejo: «Los imaginarios míticos nos ayudan a entender mejor nuestro tiempo»

Irene Vallejo se ha convertido en la voz de los clásicos en este ajetreado siglo XXI. Su exitoso libro “El infinito en un junco” se ha publicado en novela gráfica en la editorial Debate y en Siruela se ha reeditado “La leyenda de las mareas mansas”, una historia inspirada en una fábula de las Metamorfosis de Ovidio,  ilustrada por Lina Vila.

Texto: Pere SUREDA  Foto: Asís AYERBE

 

Después de leer el relato La leyenda de las mareas mansas he sentido que nuestro mundo real del Siglo XXI tenía más sentido sin Dios pero con los Dioses, que regresar al mundo de los mitos nos puede ayudar a entender mejor esta época. También a entendernos y dialogar con la ayuda de Los Dioses. ¿Es un sueño necesario?

En La leyenda de las mareas mansas he recreado un antiguo mito desde mi propia experiencia, intentando al mismo tiempo ser fiel a su mirada original sobre nuestro mundo. Karen Armstrong afirma en Breve historia del mito que la mitología antigua trataba esencialmente sobre la experiencia humana, en un tiempo en el cual se pensaba que los dioses, los humanos, los animales y la naturaleza estaban estrechamente ligados. “La propia existencia de los dioses era inseparable de la de las tormentas, los mares, los ríos o esas poderosas emociones humanas –el amor, la ira o la pasión sexual– que parecían elevar temporalmente a los mortales a un plano de existencia diferente y desde el que podían ver el mundo con nuevos ojos”. Estoy convencida de que los imaginarios míticos nos ayudan a entender mejor nuestro tiempo, nuestras emociones, nuestras alegrías y duelos. Esos relatos representan una tentativa de lenguaje universal, una especie de esperanto narrativo. Lo que nos asusta, nos seduce, nos hiere o nos exalta está contenido en las leyendas, y nos interpela. Por eso, Virginia Woolf escribió que cuando nuestros tiempos nos sumen en el cansancio o la confusión, acudimos a los griegos.

De niña tuve la inmensa suerte de que mis padres me leyeran cuentos antes de dormir. Lo que aprendí en esas horas de placer compartido me ha acompañado siempre. La leyenda de las mareas mansas es una invitación a disfrutar la sabiduría de esas historias y la fascinación que sigue despertando la oralidad. Por cierto, la lectura en voz alta no debería ser una prerrogativa de la infancia: en todas las edades se puede disfrutar de este ritual de las palabras.

Además, esta leyenda, inspirada en una fábula de las Metamorfosis, de Ovidio, habla sobre el duelo sin despedida, algo que la pandemia ha convertido en un tema candente, pero silenciado. Cuando este libro ilustrado se publicó por primera vez en 2016, peregriné por editoriales que rechazaban ese tema, incluso si se abordaba a través de la aventura, las metáforas y un desenlace esperanzador –aunque no edulcorado–. Ahora, cuando lo recupera la editorial Siruela, con un nuevo diseño y las ilustraciones originales, creo que puede ayudar a adentrarnos más suavemente en experiencias que todavía necesitamos compartir.

No puedo dejar de preguntar, aunque para ti sea cansino, ¿cómo se siente la mujer que ha logrado, sin pretenderlo, una legión de lectoras y lectores devotos en todo el mundo?

Me siento perpleja, todavía incrédula. A lo largo de la vida he tomado decisiones que para la opinión general eran insensatas, incluso excéntricas: estudiar filología clásica, escribir libros, dedicar años a un ensayo que ni siquiera podía estar segura de publicar. La inimaginable acogida de El infinito en un junco me demostró que no estaba tan sola como creía en mi extravagante defensa de las humanidades. En mis viajes he podido conocer y hablar con una comunidad internacional de entusiastas como yo. En el sector cultural somos propensos al pesimismo apocalíptico, pero a mí me gusta insistir en lo contrario: nunca en la historia se había leído tanto como en las últimas décadas.

¿Has cambiado como persona? ¿Los libros nos cambian tanto a los que los escriben como a sus lectores?

Es imposible no cambiar. Las aguas estancadas se corrompen, lo inmóvil no está vivo. La experiencia de la pandemia nos ha dejado cicatrices a todos. Para mí estos últimos años han sido una enorme sacudida, una serie de oportunidades que no me hubiera atrevido a imaginar ni en mis sueños más locos. De eso hablan las Metamorfosis de Ovidio, de un mundo en transformación permanente, y de la belleza a veces dolorosa que podemos encontrar en esa incertidumbre. En todas las historias de estas Metamorfosis, alguien cambia de forma: se convierte en pájaro, en lobo, en araña, en narciso, en álamo, en sauce llorón, en río. Nacer, crecer, asombrarse, cambiar de ideas, enamorarse, viajar, encontrar lo inesperado, criar, crear, y también envejecer y morir, todo es transformación. Y si nos fijamos, con mirada atenta, en la naturaleza y sus ciclos (el agua que se evapora, se hace nubes, llueve y vuelve a la tierra; las estaciones), descubrimos que las metamorfosis están a nuestro alrededor, sucediendo todo el tiempo. También la fantasía es una forma de cambio. Transforma la realidad para hechizarla. Este gran poema conecta nuestras experiencias de vulnerabilidad y sorpresa con la curiosidad, el asombro y la imaginación, en lugar de conectarlas con la ansiedad.

¿Cómo transcurre un día en la vida de Irene Vallejo? ¿Una escritora puede separar a la autora de su obra? 

Soy madre de un niño con necesidades especiales. El cuidado cotidiano de mi hijo es mi centro de gravedad. Intento equilibrar esa exigencia con el trabajo que tanto amo y, sin duda, ese contexto irrumpe en lo que escribo, en mis temas y mis obsesiones. Curiosamente, si la llegada al mundo de mi pequeño no hubiera sido tan difícil, nunca me hubiera embarcado en la escritura de El infinito en un junco. La vida siempre se entreteje, de formas imprevisibles e incontrolables, con la creatividad.

¿Qué libro estás leyendo en este momento?

Por mis circunstancias vitales busco libros que hablen sobre los cuidados, siento que me acompañan. Ahora mismo estoy leyendo Llévame a casa, de Jesús Carrasco y Literatura infantil, de Alejandro Zambra. Suelo leer varios a la vez, intercalados, en un gozoso caos que los invita a conversar.

¿Qué podemos hacer los lectores para no morir de angustia ante la gran cantidad de historias y ensayos y biografías y cuentos, y que no ofrece el mercado del libro en este siglo XXI?

Reconozco que la abundancia de libros no me causa angustia, sino tranquilidad. Si hubiese pocos, empezaría ya mismo a racionarme la lectura para que no se acabase. La certeza de que no se me acabarán jamás los descubrimientos me reconforta. No hay que imponerse restricciones ni dietas. La biblioteca municipal más cercana a mi casa contiene una orgia de textos que jamás alcanzaré a acabar. Por suerte.

¿Qué libros destacarías de los que tienes pendientes de leer?

Últimamente estoy explorando las literaturas que llamaría del sur en un sentido más simbólico que geográfico: portuguesa, italiana, griega y latinoamericanas. Hay muchas joyas poco conocidas, pendientes de traducción. Nos leemos poco, y yo desearía que existiera una comunidad de curiosidad y mutuo descubrimiento entre esos territorios a los que las grandes potencias tienden a considerar periféricos y dejar orillados. Desde mis redes sociales, compartiendo y recomendando libros, trabajo en ese proyecto. Y procuro conocer y apoyar en lo posible el trabajo de las editoriales independientes.

¿Te apetece regresar al territorio de la ficción o te encuentras más confortable con el ensayo?

Donde realmente me encuentro cómoda es en el territorio fronterizo, en el experimento. Me interesa escribir novelas de ideas y ensayos muy narrativos. Siempre me ha atraído la literatura híbrida, inclasificable. El infinito en un junco lo es, muy conscientemente. Desde la primera página, juego con las expectativas del lector de no ficción –una denominación bastante desleal, por cierto, que nombra un amplísimo espacio literario por lo que no es–.

¿Estás contenta con la versión gráfica de El infinito en un junco?

En los últimos meses he sido muy feliz trabajando en la adaptación gráfica del libro en gozosa colaboración con Tyto Alba, gracias a la confianza de nuestros editores en Debate. Los cómics me han acompañado durante toda mi vida lectora, antes incluso de aprender a leer, cuando intentaba descifrar las letras de los bocadillos como un detective concentrado que construye teorías a partir de las pistas disponibles. Me ha encantado participar en la metamorfosis visual de El infinito en un junco. Me emociona que ese libro emprenda otros vuelos con alas nuevas.