Estos libros sí son mágicos

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Owen Davies, miembro del Departamento de Historia de la Universidad de Hertfordshire, es uno de los mayores expertos internacionales en historia de la magia.  En “Arte del grimorio” (Akal) recorre los libros de hechizos y conjuros más influyentes desde los inicios de la escritura.

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Texto: Antonio Iturbe

 

En la ciudad-oasis de Kellis, a 300 kilómetros del Nilo, Pshai escribe sobre un papiro un mensaje a su vecino Ouales, poseedor de enigmáticos conocimientos sobre lo profundo. Le solicita con urgencia un hechizo de separación para romper el amor de una pareja y sembrar la discordia entre ellos. Ouales le responde que ha de quemar granos de mostaza. Al quemarse, ennegrecerán los corazones de los amantes.

Esa carta es una de los textos coptos escritos entre los siglos III y XI hallados en la antigua ciudad egipcia de Kellis en las excavaciones dirigidas por la universidad alemana Julius Maximilian, que han reunido hasta 600 textos mágicos coptos en diversos soportes de escritura. Nos lo cuenta en El arte del grimorio el profesor Owen Davies, uno de los más reputados historiadores de la magia. En este libro visual, publicado en una edición repleta de imágenes como si fuera también un grimorio, nos lleva de paseo por la huella escrita que ha dejado la magia en muy diversas culturas desde el principio del principio.

Que el pensamiento mágico que va más allá de lo material acompaña al ser humano desde que su pensamiento se hace complejo, lo demuestra que los textos mágicos que se conservan coinciden con las primeras manifestaciones escritas que se han conservado en las tablillas de arcilla mesopotámicas, 3.000 años a. de C. Proporcionan una sorprendente información sobre los rituales y creencias cotidianas de la época. “Había magos especializados o exorcistas, conocidos en acadio como āšipu o mašmašu, algunos de los cuales tenían bibliotecas en tablillas. Muchos de los rituales y conjuros que se conservan se refieren a la protección contra demonios, fantasmas y aquellas personas que se creía que hacían magia dañina. La mayoría contienen instrucciones para crear diversos tipos de ornamentos y adornos protectores, cuyo uso estaba muy difundido en la sociedad. Hay directrices, por ejemplo, para hacer figuritas de arcilla con leche materna y lana blanca y negra de una cabra virgen para proteger el hogar. Otros amuletos enseñan a elaborar amuletos con hierbas mágicas envueltas en piel de oveja, que se usaban para repeler a los espíritus malignos”.

Davies no quiere meterse en honduras conceptuales en este libro, que es más expositivo que analítico en su recorrido por la historia de la magia a través de libros mágicos y anotaciones que ha ido recopilando, pero nos apunta que, frente a la idea de que las sociedades pasan progresivamente del pensamiento mágico al religioso y, finalmente, al científico, “magia, religión y ciencia han estado siempre unidas”.

Otra cosa que queda clara al recorrer con Davies siglos, sociedades y continentes es que la mirada mágica que excede las lógicas racionales y materiales no es una cuestión cultural que emerja en ciertos lugares sino que forma parte del ADN humano porque está en todas partes y en todas las épocas. Mesopotamia, Grecia, China, Egipto… incluso los aparentemente cuadriculados romanos han dejado constancia escrita de cómo la magia formaba parte de sus vidas.

Grimorios, los libros de hechizos, encantamientos, amarres y todo tipo de asuntos mágicos que los iniciados en los saberes ocultos manejan para ampliar sus conocimientos, los ha habido en papiro, pergaminos de piel, papel, cuencos de cerámica, tablillas de bambú e incluso en hojas hechas de corteza de árbol o seda, como sucede con los documentos de hace más de mil años de antigüedad encontrados en una cueva sellada cerca de la ciudad china de Dunhuang.

Uno de los efectos que tuvo la expansión de la imprenta de tipos móviles que permitía la multicopia de manera sencilla fue la expansión del interés por la alquimia que, lo señala Davies, era una faceta de la magia natural (frente a la magia negra, que busca efectos negativos y dañinos). La alquimia, impulsada por personalidades tan influyentes como el médico ocultista Theophrastus Bombastus von Hohenheim, conocido para la historia mágica como Paracelso, llegaría a vivir en el siglo XVII un gran esplendor. La alquimia estaba en la vanguardia de las experimentaciones químicas y se interesaron por ella científicos relevantes de la época, como Isaac Newton. En lo que respecta a los libros mágicos formalmente sí hubo una cierta caída en la impresión que causaban. La moderna imprenta era muy eficiente en fabricar muchos ejemplares en poco tiempo pero no tenían los colores vibrantes de los libros medievales elaborados de manera manual con pan de oro, aunque había ediciones en las que las ilustraciones con grabados al ácido permitían unas publicaciones notables. Sería a partir del siglo XIX que los grimorios derivarían hacia ediciones más populares editadas de manera masiva a bajo coste que llevaron a las casas de gente de toda condición social pequeños almanaques de conjuros o calendarios astrológicos que han pervivido hasta hoy día.

El recorrido por los libros que custodian los secretos del saber más allá de la racionalidad llega hasta la actualidad e incluso nos asoma al cine, el arte gráfico y la literatura y nos miran desde las páginas ediciones del Necronomicón surgido de la mente incandescente de H.P. Lovecraft o El libro de las sombras de la serie de televisión embrujadas porque el crecimiento de las industrias creativas ha fomentado la presencia del libro mágico como fuente de inspiración artística.

 

ENTREVISTA con el profesor Owen Davies, que nos responde desde su despacho de la universidad de Hertfordshire, cerca de Londres.

Su libro demuestra que la magia no es un fenómeno cultural que aparece en un lugar específico, sino que existe en múltiples sociedades de todos los continentes. ¿Podría aplicarse a la magia la teoría de los mitos comunes a todas las culturas de Joseph Campbell?

Ciertos aspectos de la magia (prácticas y creencias) son ciertamente comunes a lo largo del tiempo y de las culturas. La idea del practicante de magia perjudicial motivado por la envidia, la figura de la bruja, es un ejemplo. Sin embargo, soy cauteloso con la teoría de las creencias míticas universales y la idea de que tales historias y nociones reflejen un origen humano común en la humanidad de tiempos remotos. Hacer tales comparaciones conlleva demasiados inconvenientes. La teoría decimonónica de las «supervivencias» ha sido ampliamente rechazada por los académicos en las últimas décadas, pero aún circula en la cultura popular gracias, en parte, a la influencia de La rama dorada de James Frazer. Según esta, existía un conjunto universal de rituales prehistóricos y creencias religiosas que sobrevivieron inadvertidamente en las costumbres populares de la Europa del siglo XIX. Los folcloristas eran coleccionistas entusiastas de tales «supervivencias» y solían equivocarse por completo en sus interpretaciones.

Afirma que la magia, la religión y la ciencia están interrelacionadas. ¿Alguna vez le han increpado sacerdotes o científicos?

Nunca he recibido comentarios negativos de los científicos, salvo algún comentario ocasional de que se debería priorizar la financiación de la investigación científica sobre el tipo de investigación humanística sobre lo sobrenatural que yo realizo. He recibido algunas cartas en el pasado de cristianos «preocupados» sobre mi trabajo y que podría fomentar la adoración al diablo. ¡Pero no he recibido quejas de ese tipo en muchos años!

Explica que la imprenta fomentó una generación de magos más populares. ¿Esa popularización y la facilidad de acceso a conocimientos secretos y hechizos hicieron que los magos perdieran su aura de misterio?

La revolución de la imprenta democratizó el acceso al conocimiento mágico aprendido, lo hizo asequible y más fácil de obtener, pero no creo que haya disminuido el misterio que rodea a los libros de magia. Las tradiciones manuscritas continuaron prosperando y un grimorio escrito a mano mantuvo una alta estima tanto en la alta como en la baja cultura. Pero la clave es que en muchas culturas se creía ampliamente que se requería algún conocimiento o poder especial para que un grimorio «funcionara» y desvelara la magia que contenía. Así pues, los libros de magia impresos conservaban su aura, en parte, gracias a quienes los poseían y los usaban en beneficio de los demás.

¿Cómo empezó usted a interesarse por la magia?

¡De forma natural! De niño, era un ávido lector de novelas fantásticas y quería saber más sobre el folclore que inspiró a autores como Alan Garner y Tolkien. De adolescente, desarrollé un interés por la arqueología y la historia social. La arqueología me llevó a explorar la materialidad de la magia a lo largo del tiempo, mientras que la historia social me llevó a explorar la importancia de los rituales, las costumbres y las creencias en la vida cotidiana del pasado. Mi tesis doctoral versó sobre la continuidad de la brujería y la magia en Inglaterra tras el fin de los juicios de brujas a principios del siglo XVIII.

Para ser historiador de la magia, ¿es necesario creer, al menos mínimamente, que existen percepciones y remedios que van más allá de lo racional?

No lo creo. Pero el historiador debe estar abierto a las visiones irracionales y alternativas del mundo de otros en el pasado. No nos dedicamos a juzgar ni criticar culturas por creencias generalizadas que parecen irracionales desde una perspectiva moderna. La creencia en la brujería en los siglos XVI y XVII, por ejemplo, se sustentaba en la ciencia, la religión y las creencias populares de la época. La creencia en la magia y el «pensamiento mágico» son un aspecto tan presente en el mundo moderno como en el pasado; solo la forma en que se expresan cambia con el tiempo.

Vivimos en un mundo fascinado por la tecnología, altamente materialista y, en Occidente, con menos sentido religioso. ¿Hay aún espacio para las prácticas mágicas en el siglo XXI?

Por supuesto. El mundo que nos rodea hoy demuestra que así es, para bien o para mal. Hace un par de años escribí un libro, Atormentados por la fe: Insanidad y lo sobrenatural en la era de los manicomios, para el cual leí notas de enfermos mentales de los siglos XIX y principios del XX para explorar cómo la llegada de las nuevas tecnologías (baterías, cámaras, telégrafo, teléfonos, rayos X, películas) fue interpretada por algunos, en sus inicios, como dispositivos esencialmente mágicos que podían ser utilizados por personas malvadas para dañar a otros; brujería tecnológica, en cierto sentido. Hoy tenemos teorías conspirativas sobre el 5G y las vacunas. Estas son asociaciones negativas con la magia, pero en el mundo contemporáneo la magia tiene un papel positivo como fuente de consuelo, escapismo, imaginación, iluminación espiritual y entretenimiento.